Por Normando J Saiquita*
(ACLARACION: El presente artículo complementa el libro que el autor publicó en 2008 sobre la historia de Yavi". Nos cuenta: "En mi libro de Yavi hay un capítulo sobre esa batalla. Después de sacarlo a edición, reuní material que no conocía, fundamentalmente el Guemes Documentado.)
El
15 de noviembre de 1816 tuvo lugar la sorpresa de Yavi. En los últimos meses de
1816 el ejército realista al mando de su nuevo jefe general José de la Serna,
se encontraba en Santiago de Cotagaita para iniciar una nueva invasión al
Tucumán, con el objetivo de llegar a Buenos Aires y aplastar la revolución en
su cuna, en un movimiento de pinzas juntamente con los realistas de Chile y de
la Banda Oriental. Olañeta, jefe de la vanguardia, se estableció en Yavi y
desde allí incursionaba frecuentemente sobre Abra Pampa, Santa Victoria,
Humahuaca, situada en la entrada de la Quebrada del mismo nombre, y otras veces
por el despoblado de Casabindo, como asimismo se introduce en el valle del
Bermejo, aprovechando para eso los boquetes de la sierra de Santa Victoria.
Es para neutralizar estos
movimientos de Olañeta, previos a la invasión comandada por La Serna, que
Güemes ubica en Tarija uno de sus escuadrones, al mando directo del comandante Francisco
Uriondo, a quien le ordena sostenerse allí tanto como le sea posible, apoyando
a los paisanos que desean pronunciarse por la revolución. Atacado
posteriormente por las fuerzas superiores del general La Serna, Uriondo opta
por retirarse al lugar denominado Las Salinas, y luego a Los Toldos en la selva
del Baritú.
Güemes ha tomado un hábil
dispositivo de batalla. El comandante don Manuel Eduardo Arias, que tenía su cuartel general en San Andrés,
vigilaba al mismo tiempo las serranías de Santa Victoria y Yavi. Por la
izquierda Güemes reforzó al coronel Campero, situado en la altiplanicie del
despoblado, con algunas partidas de Dragones Infernales y gauchos a cargo del
capitán Juan Antonio Rojas, nombrando segundo jefe de la división volante del coronel
al comandante Quesada, quien se había retirado del ejército de Rondeau y tenía
reputación de buen oficial de línea. Al centro y a lo largo de la Quebrada
situó la vanguardia escalonada, confiando su mando general y el de todos los
puestos avanzados al comandante don José María Pérez de Urdininea, natural del
Alto Perú, y jefe valiente y entendido en la guerra.
Campero tenía a su cargo el sector de la Puna, bajo las órdenes
directas de Güemes. En las primeras escaramuzas producidas en Abra Pampa y
Santa Victoria las partidas patriotas obtuvieron algunas ventajas, las que
decidieron a que Campero avanzara hasta Miraflores, próximo a la vanguardia
enemiga. Los realistas abandonaron precipitadamente el pueblo deYavi,
presumiblemente en un ardid de guerra. Enterado Güemes del hecho, ordenó una
concentración de vanguardia a las órdenes del marqués para que iniciaran la
persecución del enemigo.-
Fernández Campero, a la cabeza de
una división de 600 hombres, reforzado por los Infernales y los Gauchos de Güemes,
entra triunfante en Yavi. El capitán Juan Antonio Rojas se sitúa a la entrada
de la quebrada de Sococha para vigilar el camino a Tupiza. Las fuerzas
patriotas se entregan a una ciega confianza, halagadas además por el saqueo de
los equipajes, y abandonan todos los puestos de observación, a pesar de que
Rojas había avisado que el enemigo hacía correrías por las alturas de Tojo.
Gaspar Aramayo también había enviado
un parte a Campero informando que los enemigos “trataban de cargar a Yavi”. Por
último, Rojas había recibido una orden aparentemente mal redactada, de
presentarse personalmente y que él creyó debía marchar con su partida, lo que
dejó desguarnecida la entrada de la quebrada.
El 15 por la mañana salieron algunos
soldados de Yavi a recoger leña y cayeron prisioneros. Uno de ellos logró
fugarse y alertó al campamento. Inmediatamente el enemigo apareció haciendo
fuego. Desde ese momento todo fue confusión. El campo inmediato, donde pastaba
lo principal de los caballos de la división, fue tomada por la caballería del
jujeño realista Marquiegui, mientras unos cien infantes hacían fuego desde la
loma y otros iban a dar el asalto por el lado del río. Una parte de los
soldados revolucionarios que estaba a las orillas del pueblo se hizo fuerte en
un cerro. Allí resistieron y les causaron “la pérdida de un oficial y algunos
soldados, pero pagaron todos con su vida este temerario empeño”, dice García
Camba en sus Memorias. Otra parte se reconcentró en la plaza, donde no pudieron
organizarse.
Los realistas tomaron prisioneros a
treinta y seis oficiales, y otros 340 combatientes, inclusive al teniente
coronel Juan José Quesada, quien había tenido una valiente participación en el
combate y resultó herido de varios sablazos. Escaparon más de 100 hombres, entre
ellos el comandante Luis Díaz y los capitanes Ruiz de los Llanos y Nicolás
Frías.
Honda preocupación produjo este
contraste en el gobernador Güemes y el jefe del ejército patriota instalado en
Tucumán don Manuel Belgrano. El primero ordena la remisión inmediata de
informes y partes circunstanciados de los hechos. Luego, con visible enojo,
escribe a Belgrano: “Por la adjunta copia, se instruirá vuestra excelencia del
contraste que han sufrido las armas de la patria en el punto de Yavi: esto en
mi concepto no ha tenido otro origen que o un descuido reprensible, o una
traición la más inicua…los caminos, y avenidas, que se dirigían a aquel punto,
se hallaban descubiertos…Como los enemigos hicieron su retirada por este camino
(el de Sococha), y como éste y los demás estaban descubiertos, sin oposición
alguna cargaron sobre Yavi…”. Recibidos mayores informes, descartará todo
vestigio de una traición.
Documentos que aparecen en la obra “Güemes
Documentado” reflejan detalles de las circunstancias en que sucedieron los
hechos.
En estos documentos aparecen los
diversos lugares de la zona: Yavi, La Quiaca, Sansana, Santa Victoria, Orán,
Baritú, Talina, Cotagaita, Sococha, Pumahuasi, Rinconada, Puesto del Marqués,
Miraflores, Berque, Mojo, Cachi, Pulpera, Chocoite, el Toro, Cangrejillos,
Barrios. Y allí se registra la presencia de patriotas poco conocidos por la
historia: el talineño Gaspar Aramayo, el mismo que según T. Sánchez de Bustamante
reuniera a cien soldados dispersos o desertores de Vilcapugio y los remitiera
al general Belgrano; el valeroso capitán don Diego Cala, fusilado en Yavi al
día siguiente de la sorpresa; el oficial José Gregorio López, el teniente José
Miguel Baldivieso, el correntino Juan José Quesada, los gauchos del regimiento
de Infernales Juan Antonio Rojas, Pablo Latorre, Luis Díaz, Gregorio Villada,
Nicolás Frías, Bonifacio Ruiz de los Llanos, el paceño José Miguel Lanza con su
División de Dragones, José Mariano Iturbe, quien sería luego gobernador federal
de Jujuy. Allí se detalla la persecución al coronel Campero, persecución que
sólo se inició en las afueras de Yavi, y culminó varios kilómetros al sur, en
el río de Barrios. Campero, como se verá en estos documentos, estuvo a un paso
de evitar su apresamiento. Allí se detallan sucesos comunes en la guerra, como el
hecho de que un grupo de dispersos se convirtiera en una banda de salteadores, después
juzgados como tales. Y lo que se vislumbra, sobre todo, es el sencillo, humano heroísmo
de los patriotas, aun en esas horas aciagas. Por ello se considera necesaria la
transcripción íntegra de dos de ellos, en la que solo se ha resaltado en
cursiva las partes más significativas.
[OFICIO DE GASPAR
ARAMAYO A BELGRANO]
“Hacen diez días ha
que llegué de la expedición, que salió de este valle hasta la desgraciada
jornada de Yavi. Después que tuve la gloria de haber ido con ocho hombres
emigrados voluntarios, de más de cincuenta que se ofrecieron, y me eligieron
de comandante para dicha expedición, y se retractaron por varios vejámenes que sufrieron, y otros
motivos que alegaron; en fin yo fui con
ocho hombres, conduciendo cerca de cien mulas que trajeron de auxilio de Santa
María: fui auxiliado por don Pablo de la Torre, que vino haciendo las veces
del señor Güemes, con cinco fusiles, y cinco mulas para dichos emigrados;
llegué al punto de Miraflores, que fue el de reunión, al día siguiente que
llegué a dicho punto, vino un mozo de
Talina prófugo que había escapado de los muchos que apresaron, y
examinándole a este, me da cuenta que en
Talina están de guarnición doscientos hombres, en el acto propuse al
Marqués de que aquélla guarnición debíamos de sorprenderla para lo que me ofrecí el ir yo adelante a bombearlos, y
conducirlos hasta donde estaba el enemigo sin qué fuésemos sentidos. Avino el
Marqués a dicha propuesta, pero jamás puso en práctica; en una circunstancia
que el general Olañeta había caminado a Tarija con setecientos hombres, y no
haber en Yavi sino el primer Regimiento de Partidarios, y estar el segundo en
Suipacha, por fin paramos tres semanas en
el punto de Miraflores en donde se nos aniquilaron las mulas, y no se
adelantó nada; por último marchamos hasta
el Puesto, en donde me quitó el comandante don Luis Díaz los cinco fusiles
que me auxilió don Pablo de la Torre, y un animal el mejor de los que había
dado a uno de los emigrados que iban conmigo, y trataban de dejarnos a pie: allí tuvimos la noticia de que el enemigo
había desamparado Yavi, y con este motivo le propuse al Marqués mandar un
bombero a Talina a saber si todavía existían allí los doscientos hombres para
que fuésemos en caso de que estén a atacarlos, y me concedió el que mandase a
mi mozo de bombero, y quedamos de que al otro día marcharíamos a la Abra de
Pumaguasi con toda la gente a aguardar allí a dicho bombero, para que según las
noticias que éste trajera, dirigir nuestras marchas, o a Talina si estuviesen
los enemigos o a Yavi: este día paró el
Marqués en el Puesto, y con este motivo le propuse el caminar con los ocho
hombres que tenía a la Abra de Pumaguasi, y de allí quedé en hacerle chasque
avisándole las noticias que trajera dicho bombero; me concedió, y caminé el día
doce; volvió el bombero con la noticia de que el enemigo se había retirado de Talina,
y le di pronto aviso al Marqués, y yo marché de avanzada a la parte
de Talina, con ocho hombres, y un solo fusil; el día trece llegué a Berque, que
está cinco leguas mas acá de Talina, de allí en el acto mandé bomberos,a
Talina, a Tupiza, a Moxo, y a todas partes, y el día catorce supe de que el
enemigo no había pasado por Moxo, y antes
la guarnición que estaba en Suípacha había venido a Sococha, en el acto le hago
chasque al Marqués. El día catorce salió mi parte a las tres de la
tarde, y tuve la dicha que el día quince antes que salga el sol, y
estando todavía el Marqués en cama, llegó a mi chasque a Yavi; con este le doy
parte a dicho Marqués de que el enemigo
no se había retirado, y que antes trataba de avanzar a Yavi, y que no se
descuide, y que estuviese muy vigilante, y no sea que lo sorprendan; entregó mi
chasque el parte, lo leyó, y dijo que lo
aguardase, y que después de misa, lo despacharía, pero no tomó
disposición, ninguna precaución o no dio
crédito a mi parte, o a quién sabe lo que sería; a poco instante que salieron de
misa cargó el enemigo a Yavi, y los sorprendió del modo que ya a vuestra
excelencia lo habrán informado, mi mozo
escapó como pudo, y lo he venido a encontrar aquí; mi oficio quedó sobre la
mesa, y en el acto mandaron cien hombres a donde yo estaba; el día dieciséis
supe dicha sorpresa a las diez del día,
y escapé, y a poco cayó la partida que iba a sorprenderme. En la avanzada de Berque intercepté la correspondencia de una mujer,
que daba cuenta exacta, al enemigo de la fuerza del Marqués; y averigüé la
evidencia de un chasque que habían mandado de este Valle, el cual llegó a
Talina. y de allí pasó a Yavi con un oficial, con éste daban cuenta exacta de la fuerza que tenía el Marqués, la fuerza que
salió de aquí, la de Salta, y por este motivo retrogradaron los enemigos, y sucedió
dicha sorpresa pues ellos se retiraban hasta Santiago (nota: Santiago de
Cotagaita); pero como supiesen el número
de nuestra fuerza que era tan corta, cargaron sobre ella, ya le pasé parte
al señor Güemes, del sujeto que fue de chasque, quiénes lo mandaron, y de todo
un parte individual, y yo iba tomando providencias sobre el particular. También
di cuenta a Salta de que el enemigo marchaba de Cotagaita a Tupiza con toda su
fuerza, y que llegó el general nuevo (nota: José de la Serna), y que trataban de
bajar a Salta, aunque creo que ya habrán mudado de parecer por la derrota que
ha sufrido el enemigo en Tarija, y aseguran que para arriba ha sufrido otra
derrota por Warnes, siendo cierto todo lo que se dice puede no bajar el enemigo
a Salta hasta después de las aguas, pero está en el orden que se tomen las
precauciones y medidas para aguardarlos
en Salta. Ayer han llegado a este pueblo
seis prisioneros de los de Yavi, éstos han escapado de Tupiza, en donde los
incorporaron, y dicen lo siguiente: “Que el cuartel general es Tupiza, que allí tienen, veinticinco cañones
de todo calibre; que allí iba a llegar la maestranza; que el general había pasado a Yavi a reparar su vanguardia, y
avanzadas, y que de allí se volvía para Tupiza; que una división de los
enemigos había venido hasta la Rinconada, que de allí se volvieron arreando
cuanto ganado ovejuno encontraren; que decían allí que los habían derrotado en
Tarija, y para arriba; que los prisioneros que tomaron en Yavi han
sido ciento ocho Vallistos, doscientos peruanos (nota: soldados del Regimiento
Peruano), y cincuenta entre Dragones e Infernales; que de los oficiales
solamente a Don Diego Cala, y su teniente
al otro día de la sorpresa los fusilaron; que a los ciento ocho Vallistos
los han incorporado en sus tropas, de los oficiales del Valle, solamente a
Rodríguez y a dos Plazas los han llevado para Santiago juntamente con los
demás, que a todos los demás los han suelto, y están de paisanos en Tupiza; que
de los soldados del regimiento peruano, a
ciento los han mandado a Portugalete, que me supongo los destinarán para el
trabajo de las minas e ingenios, que otros ciento los han mandado a Potosí
juntamente con los Dragones, e Infernales; que al Marqués lo tienen preso en la
cárcel de Tupiza; que les han oído hablar que después de aguas han de bajar
a Salta, pero que los soldados europeos
apuran de que quieren pasar luego; el enemigo ha tenido refuerzo de gente
europea, y el general ha traído sesenta oficiales europeos para acomodarlos
en su ejército, dicen que piensan que toda su oficialidad se componga de
europeos: lo cierto es, que toda su
fuerza está reunida desde Tupiza hasta Yavi, que nada dista a Salta, y las
aguas no les embarazan para que se vengan, y lo que conviene es que se tomen
las medidas de defensa con tiempo; aquí han de estar llegando todos los días
los soldados que se deserten, quedo con el cuidado de avisarle a vuestra
excelencia de continuo, aunque estoy pensando el retirar a mi familia a San
Carlos, o Santa María para que allí estén más a gusto. No deje vuestra
excelencia de ocuparme en cuanto guste pues mi
patriotismo es inmutable, los vejámenes y desprecios de los mismos paisanos
desunidos no me harán mudar de sistema, antes me harán que me una más y más
hasta conseguir el fin de nuestra revolución que tantos años la sostenemos a
costa de tantos sacrificios. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Cachi y diciembre 10 de 1816. Gaspar Aramayo, Señor general don Manuel Belgrano.”
[CARTA DE RUIZ DE LOS
LLANOS A SU TIO]
“Cachi, Noviembre 26 de 1816. Mi
amadísimo tío: después de una larga serie de trabajos originados de su
ausencia, ninguna comunicación, ni contesto a varias que le he dirigido, y por
último, el terrible, e inesperado del 15
del presente en Yavi; me hallo en este lugar desde ayer, gracias a Dios, al
que me dirigí reunido con nuestro Díaz, y el capitán Frías, con quienes me
permitió la fortuna escapar; sé que usted y otras personas allegadas desearán
el saber cómo he escapado, y lo demás que precedió aquel infausto día, que
perdimos constantes sacrificios en ocho meses de servicio a las órdenes de
nuestro marqués, comandando seis de estos las avanzadas, y en fin cuanto podía
perder, a excepción de mi vida, y libertad, para evitar prolijidades; me
explicaré por un diario desde que movió el dicho marqués su campo de Mira
Flores a Abrapampa, que fue el día 8 del corriente; en este mismó llegó el
referido Marqués a aquel destino con toda su fuerza, constando la mía, ya
algunos días situada allí de doscientos hombres. El 9 marché con toda ella al
Puesto, y en el momento destaqué partidas: l9 en CongrejilIos al
mando del teniente don Gregorio Villlada; 2º en Pulpera al mando de Berresfort;
3º en Pumaguasi, al mando del Alféréz de Cala; 4º en Chocoiti al del oficial
Quadros; el 10 por la mañana recibí partes de las de Pumaguasi y Pulpera, que el enemigo estaba en movimiento en el
mismo Yavi. y que por una mujer sabían trataban de salir hasta el Puesto; inmediatamente pasé el parte correspondiente;
con este motivo dispondría el coronel su marcha al Puesto; pues el 11 llegó, e
inmediatamente ordenó que Lanza con su división de Dragones, e Infernales, y yo con la mía marchásemos a Pulpera, se efectuó aquel mismo día, y ordené
yo a mis partidas que a cada una se avanzase con dirección a Yavi: el 12 muy
temprano recibí parte de Berresford datado en Yavi, quien había entrado junto
con Billada a dicho Yavi el día antes, y dos horas primero que éstos, el capitán
Rojas quién había venido mandado por el señor Güemes; este Rojas traía su
partida de quince hombres con la que pasó hasta Sococha; en este mismo día
dispusimos con Lanza seguir de Pulpera nuestra marcha para Yavi, pues ya teníamos
orden para ello, así es, que la emprendimos y habiendo llegado a Barrios,
dispuse el mandar dos partidas, la una a Tapia al mando de Burgos, y el capitán
Saravia del Toro con la mitad de su compañía; y la otra a la Quiaca con la otra
mitad al mando de su teniente Baldivieso. A las horas que éstas marcharon de aquel
punto llegó el segundo Jefe Quesada, a quien inmediatamente di cuenta de todo,
y lo aprobó dicho jefe; dispuso pasar en esta misma tarde a Yavi, acompañado de
mí, y una escolta de Dragones; efectivamente pasamos y llegamos a Yavi al
anochecer. Este jefe trajo instrucciones del lº, y a lo que creo no fueron cumplidas. El 13
salieron tres oficiales con partidas, el uno que fue Berresford destacado a
Rota a cuidar el camino de Tarija, y Santa Victoria, el otro fue Iturbe, quien
con cuatro hombres se fue a Toro con una carta para el europeo Garner con el
objeto me dijeron de traer plata y qué sé yo que otras cosas más para nuestro
auxilio, y el otro que fue Villada a cuidar la encrucijada de Sampaya; aquel
mismo día por la tarde llegó a Yavi un sargento de Rojas, quien traía pliegos
para dicho señor Güemes, y dos bastones puño de oro, y se rugió la voz de que
sables, petacas, y una cantidad de pesos se había tomado al enemigo por Rojas,
o su gente; parece que estas noticias abrieron la codicia, lo cierto es, que
sin pérdida de tiempo se le ofició a Rojas llamándolo,
y con responsabilidad de Sococha, se vino
con toda su partida, y allí mismo fue reconvenido de que a él solo se le había
llamado, lo cierto es que el camino de Sococha ya no se le cubrió más, y por
allí fue nuestra desgracia. Rojas en su conversación dijo que sabido
que en Toro habían enemigos haciendo
sus correrías, con esto dispuso Quesada
que saliese Lanza con su división a proteger a su ayudante Iturbe: todo se
efectuó esa misma tarde. El 14 por la mañana llegó toda nuestra fuerza con el
coronel, inmediatamente le di cuenta a dicho señor de todo, en conversación que
tuvimos los dos, y con todo se avino, en todo aquel día no hubo novedad. El 15
a las ocho de la mañana salieron algunos Vallistos a recoger leña, como por
el lado de Yavi Chico, y allí mismo sin
separarse ni dos cuadras del pueblo
habían tomado, los enemigos que ya cargaban, seis de ellos
prisioneros, uno escapó, y vino avisándolo a voces: yo me hallaba en casa del coronel con Quesada, don Luis Díaz, José
Gregorio López, y otros varios;
y como oyésemos aquella inesperada voz nos aterramos; pero yo, Díaz y
López no en tanto grado que no atinásemos a tomar algunas providencias, así es
que corrimos a nuestras casas, yo vivía en la de Campero por donde mismo venían
los Cuycos, allí también Quesada, corrí, y tomé mi sable y traté de ensillar mi
caballo, sólo conseguí enfrenarlo pues cuando quise ponerle jergas, y lomillo
ya me hicieron dos tiros. Quesada pudo hacer lo mismo, y este con la satisfacción
que debía tener, en su caballo que no monté por consideración a él, en fin
monté en pelo, y caí a la plaza; ya el enemigo se apoderó de las alturas de
Tapiales, jamás pudimos conseguir formarlos, y sí el que con algún desorden hicieran
fuego. En este estado aparéceme el
Marqués me costernó su suerte, y sin advertir en la mía al oír sus exclamaciones,
Ruiz qué haré, favorézcame, me desmonté, y con gran trabajo alzándolo lo
cabalgué en el mío, advirtiéndole que trate
de caminar hasta el alto derecho, y allí vea de formar la tropa que
ya en gran número había tomado esa dirección; estando en esto,
yo a pie, y con tan poca fuerza, y algo aturdido se oye una voz, nos cortan por
la zanja, que es aquella que está a la izquierda, por donde se veía una columna
como de seiscientos hombres sin caja y a
paso redoblado, allí fueron mis apuros, y sin atender a más defensa
que la de huir, lo hice con tal agitación que antes de tres cuadras ya no pude,
alcancé al Marqués, y
brinqué en sus ancas, diciéndole que hasta donde estaba mi tropa, no había
mucha distancia me llevase, pero el hombre apenas hizo con mi peso un
movimiento extraño el caballo se quiso caer, y tuve a bien apearme, y
enderezarlo, corra usted le dije, y pasó. Encuéntreme con Durán de Castro, el
mozo, y como le viese en buena mula le rogué me alzase,
después de algunos instantes me admitió brinqué a sus ancas, y ladeóse con
recado, y todo en tal estado que cayó allí; me apeé, y lo dejé componiendo su
recado, pasé adelante, y mi felicidad me depara la mejor de mis mulas,
ensillada en poder de Alejo, aquel mozo de José Gregorio López, se la pedí, me objetó la necesidad en que se hallaba su patrón,
le contesté que ya había montado en ancas de Gaspar, y el infeliz no tuvo embarazo
en dármela con todo el apero de su patrón, cuando yo me vi en ella, como la
conociese ser tan buena ya me conté
libre pasé adelante, alcancé mi tropa, e hice montar al ayudante [intercalado:
de Lanza] Quiroga, y con esta compañía hicimos alcance otra vez al Marqués, que
en el momento que me vio exclamó segunda vez diciéndome que ya no podía sufrir
en empelo en un caballo tan flaco, no tuve embarazo en cambiarle con la mula advirtiéndole
lo buena que era, lo hice montar en ella, pues si eso podía, y tratamos solo
de huir, ya las circunstancias no admitían otro partido, allí estábamos
reunidos con el Tatito, Castro, Frías, y yo, cuando nos alcanza Díaz, y dicen apuren
que nos traen muy cerca. El Tatito y Castro se separaron, y fue el medio mas
seguro para que el enemigo ya sabía quiénes éramos los que huyamos por los
prisioneros de atrás, revolví, y vi que venían siete hombres en persecución de
cuatro que éramos, y tan inmediatos que a salvo nos venían tiroteando dos de ellos
que se adelantaban venían en los caballos de Quesada, los mismos que quedaron
en mi casa, allí se cayó el Marqués no por otra cosa que por haberse criado en
mejores pañales que nosotros, ayudamos a alzarlo y seguimos sufriendo un vivo
tiroteo, visto lo cual desviándonos del
camino hacia mano derecha, subimos con gran trabajo un cerro, mas los siete
no dejaron de perseguirnos, bajamos este
y pasamos al río de Barrios, y aseguro a usted que aunque ya habían quedado
cinco de nuestros perseguidores arriba de cerro, dos nos traían tan inmediatos que no distaban tres cuartos de
cuadra, cada uno de estos con dos fusiles, con los que nos hacían un fuego
diestro; aquí fueron los apuros del Marqués, y peor cuando encontramos una
zanja como de vara y media de latitud, y onda, fui el primero que salvé, y después
Plaza, y Frías, quedando dicho Marqués, sin animarse a hacerlo, nos paramos, le
hicimos instancia a que pasara, él se animó pero sin un esfuerzo cual lo
requería el caso que no podía ser más apurado; pues con nuestra detención se
aproximaron los dos referidos a menos de media cuadra, y se unían ya las otros
cinco, en este estado metió, la mencionada mula del coronel las dos manos en
la zanja, y cómo esta bestia no encontró jinete que la apurase la sacó de golpe
por un lado con cuyo movimiento cayó en tierra el Marqués de espaldas,
inmediatamente cargaron sobre él, los enemigos intimándole rendición, se paró
él, y contestó que estaba rendido, y los que venían atrás le hicieron un tiro,
pero no le acertaron, y fueron reprendidos por el que lo rindió, el mismo que
dirigió sus expresiones a nosotros, que nos rindiésemos, que seríamos
perdonados a lo que sin contestarles
advirtiéndole a Díaz, y Frías, me siguieron, huimos con dirección a
Chiyavi, al huir nos hicieron tres tiros, y advertí nos seguían, corrimos como
seis cuadras, y alcanzamos a Canero que venía montado, le advertimos que apurase, y no sé
cual fue el motivo, pues a poco rato advertí
que llegaron a alcanzarlo los enemigos, y lo volvieron prisionero con lo que
cesó nuestra persecución; ya podrá usted formar una idea de mi narración
que satisfaga el deseo de saber lo sucedido, pues aún no han concluido hasta
entonces los peligros que amenazaban, es el caso que el mismo día de nuestra desgracia marchaba para Yavi un oficial Marcó
con una partida de veinte y tantos Infernales, quienes encontrando a algunos
derrotados, formaron un cabo y seis de ellos el proyecto de desertarse, como lo
verificaron, no puede usted figurarse el tamaño de los delitos que han cometido,
sólo me ciño a decirle que después que han robado, saqueado, y arrasado por
donde han venido, que han sido los lugares de Cochinoca, Tambillo, en donde
quitándole a un indio una carguita lo maniataron, y lo dejaron distante del
camino, lo dejaron así, Casabindo, en donde fusilaron al oficial Telles, y un
soldado habiendo salvado milagrosarnente Gregorio Villada, y otro soldado, que
todos cuatro iban a ser víctimas, en Abra de Barrancas en donde dieron una
puñalada, y dejaron moribundo a un hombre en Corralitos donde se batieron, haciéndonos
y recibiendo fuego de nosotros etcétera. A
éstos nos hallamos juzgando por una comisión militar, y creo no escaparán tres
o cuatro, salvando la vida los demás por consideraciones. Mi tío, yo sólo he salvado mi freno perdiendo todo,
todo lo demás, así es, que necesito un todo espero que me mande lo poco que
me queda por lo pronto, y para después del modo más posible lo preciso, en la
inteligencia que yo sé que usted no lo podrá proporcionar, porque me hago el cargo
de su estado; pero la Providencia no me ha negado del todo sus recursos. Nada
sé de mi Barrios que es lo que más falta me hace, ojalá aparezca por ahí, que no hay mucha dificultad, pues aquí ya nos hemos juntado con más de cincuenta
fusiles, cuando creíamos todos perdidos, y por consiguiente con el duplo, o más
gente; yo no pienso bajar a ésa, pues sabe usted mi amistad con Díaz, y que
aquí necesito menos, fuera de que es mucha
mi inclinación a esta división, y puedo serle útil con mis conocimientos y pocas
luces, José Gregorio López llegó ayer,
éste ha padecido muchos más trabajos que yo, y como ya se han acabado, y
estamos juntos todos, parece que nos hallamos satisfechos, con esta recompensa,
ya he dicho lo principal; si algo me resta, lo diré después en mis continuas
correspondencias, y entregando las adjuntas, mande en la voluntad más firme de
su sobrino que sus manos besa. Bonifacio Ruiz.”
Desde
Jujuy Güemes remite el siguiente oficio al comandante de gauchos don Eustaquio
Medina: “Aunque el desgraciado suceso de Yavi no ha sido de la entidad que yo
creí al principio, sin embargo parece que es un forzoso consiguiente que
el enemigo cargue sobre esta provincia (nota:
la provincia de Salta se encontraba formada entonces por las actuales Jujuy y
Salta) ; bajo cuyo principio es llegado
el caso de que sin más demora salgan
todas las familias al punto indicado en mi anterior orden, y todos los enemigos de la causa, sospechosos,
o indiferentes a la de Salta con las seguridades que estime convenientes; cuidando
al mismo tiempo de que en las carretas que salgan de allí, se lleven todos los
útiles, o herramientas de sembrar que se pueda; y sin perjuicio de esto, se retiren al mismo punto todas las
haciendas, y ganados, que pudieran servir al enemigo: sobre cuyos
particulares, se espera el más pronto, y exacto cumplimiento, sin dar lugar a
nuevas órdenes.
Dios guarde a
vuestra señoría muchos años, Jujuy, noviembre 22 de 1816.
Güemes”
Así comenzaba una nueva invasión
realista, la llamada Invasión Grande, que llegaría hasta Salta y se retiraría en
completa derrota en mayo de 1817, acosada por todos lados, en lo que el militar
realista García Camba llamó en sus memorias “una célebre retirada”. La
persecución de Güemes y sus gauchos cesó en la Puna debido a la total carencia
de caballos. Solo gracias a ello el ejército invasor pudo llegar a Tupiza,
hambriento y de a pie.
Bibliografía
-Güemes, Luis,
Güemes Documentado, Ed. Plus Ultra, 1980, Tomo 4, págs. 97 a 110.
-Cornejo, Atilio,
Historia de Güemes, Ed. Codex, 1983, págs. 217 a 222
-Rosa, José María,
Historia Argentina, Ed. Oriente, 1982, Tomo 3, págs. 214 a 217.
-Sánchez de
Bustamante, Teófilo, Biografías Históricas de Jujuy, Ed. Univ. Nac. de Tucumán,
1995, págs. 186/187.
*El autor es
abogado, funcionario de AFIP-Dirección General de Aduanas. Publicó en el año
2008 el libro Yavi – Apuntes Históricos.
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