Por Catalina Pantuso.
Pareciera que el arte y la política transitan caminos muy diferentes y algunos hasta podrán afirmar que son sendas paralelas que no debieran cruzarse nunca. Esto no es cierto. Aun cuando el creador se mantenga al margen de cualquier ideología siempre estará creando su obra en un paisaje, un clima y un momento determinado. No significa que siempre quiera hacer “arte testimonial”, es simplemente que su sensibilidad capta y expresa mucho más de aquello que dice con palabras, colores, texturas, formas o armonías. En el caso del Tango esto es, muchas veces, explicito porque sus letras son un permanente diálogo con la Argentina.
El tango puede ser diagnóstico del presente con sus temores y esperanzas como se expresa en “Sueño de Barrilete” de Eladia Blázquez (1969): “Yo quise ser un barrilete/buscando altura en mi ideal,/tratando de explicarme que la vida es algo más/que darlo todo por comida”. Puede contar la historia de un pasado glorioso o detestable y también puede convertirse en un oráculo de aquello que se presiente. Hay una letra para cada situación y una melodía para cada sentimiento. Allí se encuentran el pecado o arrepentimiento, el grito de bronca o el susurro amoroso, el desengaño o el coraje para continuar. Para decirlo en palabras de Enrique Santos Discépolo, “Conjuro extraño de un amor hecho cadencia/ Que abrió caminos sin más luz que la esperanza,/Mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia”.
A través de su historia, el género expresó los distintos ciclos de la vida política en composiciones emblemáticas. Un vistazo muy rápido permite detenerse en algunos tangos.
- “Pan”, de Celedonio Flores (1932) donde se describe con crudeza el hambre de los más pobres: “Quisiera que alguno pudiera escucharlo/en esa elocuencia que las penas dan,/y ver si es humano querer condenarlo/por haber robado… ¡un cacho de pan!..”.
- “Bronca”, de Mario Batistella y Edmundo Rivero, grabada por Rivero tras el golpe militar que derrocó a Arturo Frondizi (1963) “¿Qué pasa en este país,/qué pasa, mi Dios,/que nos venimos tan abajo?/¡qué tapa que nos metió/el año sesenta y dos!/¿Qué pasa?/¿Qué signo infernal/lo arrastra al dolor?/Ya ni entre hermanos se entienden/en esta gran confusión…”.
- Durante la última dictadura militar Osvaldo Tarantino y Juanca Tavera le preguntaban al poder “Qué me querés vender” (1979) y, desafiando la muerte, se atrevían a cantar “¿Miedo de qué?…/Qué me querés vender esta vez/no ves que la propuesta es vivir,/todo a vivir,/todo el saldo que queda de mí”. Un año después Tavera compuso “Vientos del ochenta” (1980) junto a Rubén Juárez “Ya no quedaba en la ilusión/ni el mínimo rincón/para un fracaso más./Ansias de encontrar/el modo de salir del lodo/y empezar a andar”.
- Recuperada la democracia pero sin lograr afianzar el rumbo, mientras acechaban los fantasmas del levantamiento militar y la hiperinflación, Cacho Castaña pintó ese panorama contradictorio en un tango canción: “Septiembre del ochenta y ocho” Primero cuenta “Si vieras que triste que está la Argentina/tiene la nostalgia de aquellos amantes que nunca se olvidan./La hicieron de goma, parece mentira./La gente se escapa pero no hay salida./Y hasta los gorriones, de tanta tristeza,/se fueron de gira”. De inmediato recapacita y surge la esperanza “Si vieras que linda que está la Argentina,/tiene la mirada de la primer novia que nunca se olvida./Desde los balcones llueven las glicinas/y a pesar de todo, camina y camina./Si vieras de nuevo que linda y que grande que está mi Argentina”.
- Ya en pleno siglo XXI el tango sigue dando testimonio de las sucesivas crisis y conflictos: “Y entre tus calles me encontré caceroleando mi dolor,/marchando al centro de tu entraña rebelada;/en mi pancarta de cartón te convocaba una ilusión/con la impotencia y la utopía en el sudor”. Así lo cantaron en “Buenos Aires y yo” Quique Rassetto y Marta Pizzo.
- Siempre hubo tangos reos, tangos románticos y tangos nostálgicos, la novedad del Tercer Milenio fueron los “tangos desaforados” que compuso y presentó, en el año 2014, Enrique Fischer, más conocido como “Pipo Pescador”. En “Argentinito Devaluado” (2004) este reconocido artista pregunta “¿Qué te han hecho/argentinito devaluado/que andás tan angustiado/y no te consolás?./Ahora ya es tarde./Para hacer el aspaviento/No chillaste en su momento/Te curraron sin piedad./El tren se fue/y te quedaste sin boleto./te cambiaron el libreto/y no sabés cómo actuar./Ahora ya es tarde/Para hacer el aspaviento./te morfaste todo el cuento/Y no viste la maldad”.
Para la cultura tanguera “La vida es una milonga” (R. Sciammarella y F. Montoni, 1941) en la que no es fácil destacarse. No basta con tener cuatro pasos bien estudiados y una pareja deslumbrante. Es necesario bailar por mucho tiempo, saber adaptarse a diferentes cadencias, sacar a bailar a otros, invitar a compartir el escenario principal y sobre todo nunca perder de vista la dimensión total del local bailable. “En la pista está sobrando/ El que pierde su compás”. Algunas veces suele convocarse a formar parte de “milongas colectivas”. En ellas muchísimas parejas salen a bailar con diferentes estilos mostrando una gran variedad de destrezas. Cada una, a su tiempo, va tomando el centro de la pista. El abrazo se va dando naturalmente de unos a otros. Los mejores bailarines son reconocidos por sus pares y comparten la alegría de ser premiados.
Desde las rebeliones populares, al golpe de Estado. Desde la economía a la cultura.
Desde sus inicios, el tango dio testimonio del acontecer político y supo jugarse, para bien o para mal, según la parcialidad representada. Podemos comenzar recordando aquellos temas compuestos en ocasión de la llamada “Revolución del Parque”, la insurrección cívico-militar de 1890 dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle y, Bernardo de Irigoyen. Si bien la revolución fue un fracaso obligó a la renuncia del presidente, Miguel Juárez Celman, quien fue reemplazado por el vicepresidente Carlos Pellegrini. Dos de las composiciones que recuerdan este hecho son: “Al parque” de José Pini y “El parque” de Pedro Domingo Datta.
Sigamos con el vals “A Mitre” compuesto por Juan Bautista Etchepare y Pablo José Vázquez, grabado por Carlos Gardel en 1912, que comenzaba con estos versos: “En mi alma nacido un anhelo/que su vuelo/lo cubre cual buitre/que cantar a Bartolomé Mitre/hijo heroico de esta gran nación”.
Pero más allá de las esperanzas de los radicales, en 1930 estalló la crisis con un levantamiento militar en el que José Félix Uriburu derrocó a Yrigoyen. Francisco García Jiménez y Anselmo Aieta compusieron inmediatamente el tango “¡Viva la Patria!”, que dedicó “A la mujer, al ejército, al periodismo ilustre, a los prohombres, a la juventud universitaria, al pueblo todo. A las que anticiparon el dulce premio de sus mejores sonrisas; a los que dieron sus nobles vidas; a todos los que aportaron un arma, un grito o un gesto siquiera, a la conquista de la idea suprema, el 6 de septiembre de 1930”. Esta pieza fue grabada por Carlos Gardel pocos días más tarde, por entender que, en esos momentos, el golpe militar era una solución. Pareciera que rápidamente comprendió que había cometido un error ya que, unos meses después, grabó “Yira, yira”, de Discépolo: “Cuando te dejen tirao, después de cinchar, lo mismo que a mí…”.
La Argentina tuvo y sigue teniendo una relación altamente conflictiva con las deudas públicas, ya sean éstas internas o externas. Históricamente las más famosas fueron el “El empréstito Baring”, contraído por Bernardino Rivadavia, que se canceló 120 años después (1947) durante el primer gobierno de Perón y los títulos públicos del “Empréstito de Recuperación Nacional 9 de julio”, emitidos por Álvaro Alsogaray, Ministro de Economía del gobierno militar de José María Guido, en el año 1962 y que fue cancelado en agosto de 1972. Lo interesante es que uno de los tantos endeudamientos, el denominado “Empréstito Patriótico” (1932), mereció un tango que llevó por título “Suscribite al 6,67%”, en alusión al interés anual que pagaban los bonos. Su autor, Pedro Diorio, fue el ganador de un concurso destinado a promocionar los títulos. La letra es una verdadera arenga en lunfardo: “Estamos en yanta por falta de vento./El carro e’ la patria se encuentra encajao./¡Hermano anotate, dejate de cuentos./Total todo el vento lo das emprestao”.
Un hito fundamental de la consagración nacional del tango fue su llegada “al Colón”, cuando el Primer Coliseo era considerado el templo de la música “culta”. La figura central del acontecimiento, que tuvo lugar en el año 1952, fue el joven Marianito Mores con su recién creada Orquesta Sinfónica. En el insólito espectáculo de música “popular” Mores estrenó su milonga “Taquito militar” —dedicado al Ministro de Guerra del gobierno peronista, el general Franklin Lucero— en el Teatro Colón. Este tema se convirtió en el símbolo del vínculo que se estableció entre lo aparentemente antagónico: “lo culto” y “lo popular”.
Los Tangos de la Causa Radical
Son muchas las letras que hacen referencia a los gobiernos radicales del siglo XX, entre ellas merecen destacarse la “Milonga del 900”, de Sebastián Piana y Homero Manzi (1933) —“Soy de partido de todos/y con todos me la entiendo/pero váyanlo sabiendo ¡Soy hombre de Leandro Alem!”— y “Yo soy del treinta” de Héctor Méndez y Aníbal Troilo (1964)
El radicalismo, tuvo varios tangos titulados con el nombre de su partido. Uno de los primeros fue “Unión Cívica Radical” (1912) de Carlos Leitner (tango criollo para piano), dedicado a los dirigentes de la UCR en general y al Dr. Hipólito Yrigoyen en particular. “Unión Cívica”, de Domingo Santa Cruz —estuvo “Dedicado al señor Manuel Aparicio”, un caudillo de la Capital Federal— y “Unión Cívica [b]” de Pedro Sofía. “Don Leandro” de Rafael Rossi, fue compuesto en homenaje a Leandro N. Alem, quien después de participar de la Revolución del Parque, tras el pacto entre Bartolomé Mitre y Roca, conformó la Unión Cívica Radical.
Enrique Pedro Maroni, en las vísperas de los comicios de 1928, compuso la letra y música del tango “Hipólito Yrigoyen” para alentar su segunda elección presidencial: “Yrigoyen, Presidente/la Argentina te reclama;/la voz del pueblo te llama/y no te debes negar. (…)Desde el suburbio al asfalto/mil voces claman y lloran,/todas las almas te adoran/y quieren verte feliz;/viejo sencillo y valiente,/para los pobres guarida,/me juego entero la vida/serás gloria del país”. Celebrando la reelección presidencial, el maestro Carmelo De Stefano creó el tango canción “12 de Octubre.” También “Boina blanca” de Raimundo L. Chartier, y “Otra vez el viejo” de Alfredo Eusebio Gobbi, fueron dedicados al Jefe del Partido Radical.
La fórmula Radical que ganó las elecciones de la provincia de Buenos Aires en 1922, integrada por por José Luis Cantilo y Pedro Solanet, mereció un gran tango de actualidad compuesto por Udelino Toranzo: “Cantilo-Solanet”
García Jiménez, después de unos años, hizo su autocrítica por haber compuesto aquel “¡Viva la Patria!” destinado al golpe militar de 1930 y compuso, junto a Oscar Arona, “Barba Blanca”, en cuya partitura escribió: “Dedico con admiración y respeto al inolvidable apóstol, tribuno y leader de la Unión Cívica Radical, D. Leandro N. Alem, el viejo noble de la barba blanca, el nombre querido por varias generaciones que perdurará su nombre eternamente en los corazones argentinos.”
Los militantes radicales fueron destinatarios de muchos tangos como: “Del Grosso” de Ernesto Zambonini; “El Radical”, de Angélica Martegani, dedicado a la juventud radical y “U.C.R.” de Adolfo Pérez Pocholo que fue estrenado en 1958, durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi.
El dos por cuatro de los Socialistas y los Demócratas Progresistas
En algunas composiciones se elogia la trayectoria del Dr. Alfredo Palacios (1878-1965), el primer legislador socialista de América Latina. En 1904, impulsado por un grupo de inmigrantes italianos, fue electo como diputado nacional por primera vez, en representación del barrio de La Boca y posteriormente, fue senador por la Capital Federal (1931 y reelecto en 1935). Los temas más conocidos son: “Espiante que viene Palacios” de Silvio Di Pascal, “El socialista argentino” (subtitulado “A. Palacios”) de Luis Loiello y “El socialista”, de Juan M. Mallada.
El primer senador nacional en representación del socialismo de Argentina y de América fue Enrique del Valle Iberlucea (1877-1921) que había nacido en Castro Urdiales, provincia de Santander, España. Antonio Lagomarsino compuso en su honor el tango social “El socialista”.
Lisandro de la Torre (1868-1939), un periodista y abogado que fue adversario de Yrigoyen fundó el Partido Demócrata Progresista en 1914 y ocupó una banca en el senado nacional en 1932. Después de sufrir un atentado contra su vida y de batirse a duelo con el político conservador, Federico Pinedo, tomó la triste decisión final de quitarse la vida. Dos tangos lo recuerdan: “Don Lisandro”, de Manuel Solano y Juan Augusto —dedicado “Al incansable batallador Dr. Lisandro de la Torre, defensor de los altos ideales de la democracia”— y “El Demócrata Progresista”, de Ernesto Zambonini.
Con ritmo y cadencia peronista
El clima popular de la Argentina Peronista (1946-1955) se vio plasmado, muy especialmente, en dos tangos. El primero fue “Una carta para Italia” (1948) de Santos Lipesker y Reinaldo Yiso “Dos días hace, mamma, que estoy en la Argentina,/no me parece cierto sentirme tan feliz./Si vieras Buenos Aires, qué linda y qué distinta/a nuestra pobre Italia, cansada de sufrir./Quisiera en esta carta decirte muchas cosas/que en este suelo amigo dan ganas de vivir,/que ya soy otro hombre, que sueño a todas horas/con el día que pueda traerte junto a mí”. El segundo fue “Se acabó la mischiadura”, de José Paradizo y Enrique Rodríguez, grabado por la orquesta de Enrique Rodríguez con la voz de Ricardo Herrera en 1950.
Sin ningún lugar a dudas, Hugo Del Carril fue la voz del Movimiento al entonar la marcha “Los muchachos peronistas” y Nelly Omar se convirtió en la imagen femenina de la descamisada cuando interpretó el tema del mismo nombre “Soy la mujer argentina,/la que nunca se doblega/y la que siempre se juega/por Evita y por Perón./Yo soy la descamisada,/a la que al fin se le escucha,/la que trabaja y que lucha/para el bien de la Nación.”
No es posible analizar la relación del tango y peronismo sin mencionar a Enrique Santos Discépolo. Su militancia política le hizo perder algunos amigos, varios colegas del mundo artístico y la consideración de muchos intelectuales de aquella época. Su creatividad e ironía llegaron masivamente en 1951, cuando desde Radio Nacional, interpelaba a un personaje llamado “Mordisquito” a quien siempre le hacía una pregunta retórica: “¿A mí me la vas a contar?”
En el año 1949, Homero Manzi y Hugo Del Carril escribieron dos milongas: “Versos de un payador al General Juan Perón” y “Versos de un payador a la señora Eva Perón”; ambas fueron interpretadas por Hugo Del Carril. La devoción por el peronismo, de estas dos grandes figuras de la canción ciudadana, se demuestra en los versos de la composición dedicada a Evita: “Él es el verbo mayor y usted la mayor templanza./Él es la punta de lanza y usted la punta de amor./Él es un grito de honor que hasta el deber nos alcanza,/y usted la mano que amansa cuando castiga el dolor./Él es el gran sembrador y usted la gran esperanza”.
Son innumerables los temas que diferentes compositores argentinos le dedicaron al peronismo, a modo de ejemplo puede citarse: Alberto Marino, grabo “Oda a Perón” con la música de “Mis harapos”, Héctor Pacheco “El descamisado” un tango de Alfredo Attadia y Pedro Maroni y Héctor Maure, grabo la marcha “Vuelve Perón”.
Jorge Marziali —poeta, cantor y compositor mendocino— es el autor del tango “Cuando Perón era Cangallo”. Lo publicó en una carta de lectores del diario Clarín en el año 2006 con el siguiente texto: “Les envío un tango cuya letra y música compuse con motivo de cumplirse el año pasado los sesenta años del 17 de Octubre de 1945. Espero que este intento lírico de contar, a mano alzada, una parte de la historia reciente de nuestro país, sea del agrado de los lectores de Clarín.”
Como no podía ser de otra manera, con el tango ocurrió lo mismo que con la historia de nuestro país: cada signo político eligió sólo una parte. Sin embargo, mal que nos pese, toda la historia es nuestra historia. Aquella de la que estamos orgullosos y la otra, la que nos avergüenza y queremos ocultar sigilosamente. El problema político es que, todavía, no existe un acuerdo generalizado en la calificación de los hechos del pasado como “memorables”, “trágicos” o “insignificantes” y cada uno pretende tener “la razón” excluyente.
Por suerte en el tango pudo superarse la discordia. Es que los valores artísticos se impusieron a las parcialidades políticas, trascendieron el momento coyuntural de su creación y fueron ignorados los epítetos y las adulaciones circunstanciales. Poetas, músicos e intérpretes son recordados por sus aportes a la cultura; perdieron los colores partidarios y se vistieron de celeste y blanco para representarnos a todos, dentro y fuera del país.
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