Los artículos publicados en este blog son propiedad intelectual y responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores.

PUBLICACIONES MAS RECIENTES (EL CONTENIDO ES RESPONSABILIDAD DE CADA AUTOR)

Mostrando las entradas con la etiqueta Triple A. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Triple A. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de julio de 2020

Los Comandos Civiles, los primeros grupos guerrilleros, por Aldo Duzdevich




La semana pasada publique la nota “De Comando Civil antiperonista a militante montonero”.  Sabía que tratándose de  un tema poco investigado y difundido iban a quedar muchos cabos sueltos que no se resuelven en una pagina y media. Así que le propuse a mi editora, hacerlo en varias notas, arrancando por el principio. 

por Aldo Duzdevich

Los Comandos Civiles, los primeros grupos guerrilleros
El primer paradigma a desmontar es un  concepto escuchado muchas veces: “los comandos civiles son el antecedente directo de la Triple A y las patotas desaparecedoras del proceso”.
La realidad es que, por su cultura organizativa, y su composición etaria-social, los Comandos Civiles -excluyendo el aspecto ideológico- fueron casi, el antecedente directo de las organizaciones guerrilleras de los setenta. Su modelo eran los “maquis” , la guerrilla urbana francesa que combatió  la ocupación nazi; y estaban convencidos, de que Peron, era el emulo de Hitler, en América.  Incluso los diarios en sus crónicas hablaban de “los maquis”. Rendían culto a la muerte en combate. Reclamaban para si, la gloria del : “nosotros pusimos los huevos, los presos y los muertos”.  Se consideraban la “vanguardia de la revolución” porque tenían que empujar al ejercito a sublevarse.  Su predica política dentro de las fuerzas armadas fue importante. Y aunque hubo muchos otros elementos externos intervinientes, el ejercito se quebró, y en Cordoba las “milicias maquis” combatieron junto al ejercito sublevado. Y seguramente, muchos de esos jovencitos, superaron en temeridad a los cuadros regulares del ejercito y la aeronáutica.
La diferencia principal (ademas de las ideológicas , obvio)  sería que los Comandos Civiles (CC), casi siempre estaban “apadrinados” o tenían lazos con algunos militares antiperonistas, que les proveían armas, explosivos e instrucción militar. Vale aclarar que años después,  algunos militares peronistas (Iñiguez, Alberte y otros menos conocidos)  también colaboraron con las organizaciones armadas de los setenta.  Pero bueno, por ahora dejemos allí las comparaciones.
Los CC se nutrieron de los partidos y sectores que conformaban el amplio abanico del antiperonismo: radicales, conservadores, demoprogresistas, demócratas cristianos, socialistas, intelectuales de izquierda,  nacionalistas católicos y grupos juveniles católicos. Su extracción social principal era la clase alta, la clase media, y el estudiantado universitario. Su organización comienza a fines de 1954, pero el grueso de los grupos van a estar realmente activos, de junio a septiembre de 1955.
 Tenían una composición celular clandestina con un responsable cada 10 o 20 militantes, usaban nombres falsos, sistemas de citas, casas operativas, imprentas clandestinas, recibían instrucción en manejo de armas, explosivos, e intercepción  de comunicaciones y respondían a comandos centralizados por ciudad.
Su actividad principal fueron las campañas de panfletismo. Imprimían miles de volantes en mimeografos e imprentas clandestinas que  distribuían en mano a través de redes militantes. A partir de junio del 55, cuando el enfrentamiento Iglesia-Gobierno se hace mas abierto los militantes de los CC,  se organizan para custodiar los templos y ser fuerza de choque en manifestaciones. Algunos comandos realizan atentados a Unidades Basicas y locales sindicales. En Buenos Aires producen al menos una docena de atentados contra policías de custodia en templos y escuelas, con un saldo de tres policías asesinados.
Sindicados como jefes de los comandos de Buenos Aires figuraban: el capitan Walter Viader, el Ing. Carlos Burundarena,Juan Francisco Guevara, Renato Benzacon, Dario Hermida, Adolfo Sanchez Zinny, Edgardo Garcia Pulo, Francisco Olmedo y Raul Puigbo. Otros participantes fueron: Francisco Trusso, Mariano Grondona, Mariano Castex, David Michel Torino, Emilio De Vedia y Mitre, Augusto Rodriguez Larreta, Mario De las Carreras, Emilio Posse, Eduardo Madero Lanusse, Reinaldo Tettamanti, Alejandro Astiz, Roberto Etchepareborda, Menendez Behety, Rodolfo Urtubey, Luis Maria Pueyrredon.
El 16 de septiembre de 1955 cuando se inicia la sublevación militar contra Peron,  los CC de Buenos Aires realizan acciones de sabotaje en once plantas trasmisoras de radio. En Cordoba epicentro de la sublevación militar, hay una participación masiva de Comandos Civiles en los enfrentamientos contra policía y tropas leales. Se habla  de 1500 a 3500  jóvenes armados en las calles, acompañando a los militares sublevados.  Rafael Capellupo en su libro, menciona como jefes de los CC en Cordoba a : Eduardo Arenas Nievas, Jorge Landaburu, Horacio Martinez, Pedro Knutty, Clemente Villada Achaval, Damián Fernández Astrada, Alfredo Malbran y Gustavo Aliaga.
Previo a 1955, algunos grupos mas pequeños, realizaron varios intentos de asesinar a Peron y un atentado terrorista muy grave en 1953.

Conspiraciones y atentados previos a 1955
Ya en 1946,  dirigentes de la Sociedad Rural y del radicalismo de Corrientes,  planificaron un atentado contra la vida de Peron en ocasión de su visita a esa provincia, que fue abortado.
 En enero de 1952 la policía, desbarató un complot liderado  coronel (R) José Francisco Suárez quien planeaba atacar con camiones blindados la residencia presidencial de Libertador y Tagle.
 El 15 de abril de 1953  tuvo lugar el primer atentado terrorista contra población civil, que se recuerde antes de la Embajada y AMIA. Un grupo de activistas de la FUBA  integrado por  Arturo Mathov, Roque Carranza, Carlos Alberto González Dogliotti, y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados por el capitán Eduardo Thölke (quien proveyó explosivos) hicieron estallar dos bombas en medio de una concentración en Plaza de Mayo provocando 6 muertos y 90 heridos, entre ellos 19 mutilados. Vale aclarar que, el mas grave atentado contra población indefensa, fue el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, que dejo 400 muertos, y centenares de heridos, pero a diferencia del anterior, este acto criminal fue organizado y ejecutado por fuerzas regulares de la aviación naval.
Entre el 16 y 17  de octubre de 1953 fueron detenidos Mariano N. Castex, Hernán E. Blackley, Gastón García Miramon, Raúl A. Jorsiomo, Lorenzo Blanco, Emilio Allende Posse  e Isidoro Martínez Castro, logrando fugarse Diego Muñiz Barreto. Inspirados en la “operación Antropoide “ de la ejecución del jerarca nazi  Heydrich en Praga, planificaban matar a Peron con un jeep cargado de explosivos. Por la edad de los participantes la prensa la bautizó “operación bebe”. (Ver mi nota en Infobae "General, yo intenté matarlo… no sé si se acuerda") .
Los comandos de Septimio Walsh
El Hermano Marista Septimio Walsh era primo de  Carlos y Rodolfo Walsh .El  Capitán de Navio Carlos Walsh, participó como aviador en el combate contra las tropas leales.  Rodolfo  Walsh  desde las paginas de la revista Leoplan, también apoyó el  golpe contra Perón.
Florencio Jose Arnaudo, escribió “El año en que quemaron las iglesias” . Un relato de tono épico,  sobre su participación en los Comandos Civiles. Transcribo algunos párrafos de su libro  que pintan el tono de época: “Nos encontramos en el café Paulista de Corrientes y Pueyrredon. Creo que eramos seis, todos solteros, universitarios, y la mayoría ex compañeros de Acción Católica. (…) Juntamos dos mesas en un punto aislado del resto. Comenzábamos a tomar las primeras precauciones. Quizás lo hacíamos para sentirnos mas importantes. No dejaba de tener su encanto eso de ser señalados por Perón como enemigos de un régimen al que se calificaba de dictatorial”.
Luego de la clausura del diario católico “El Pueblo” (en enero del 55),  el grupo de  Arnaudo se lanzo de lleno a lo que se conoció como el “Panfletismo”. Lo relata así: “Llegamos a la conclusión que era necesario iniciar un campaña de volantes clandestinos, después de la clausura de El Pueblo no nos quedaba otra forma de hacer conocer la verdad. Había que conseguir varios mimeógrafos para imprimir el mayor número de ejemplares”.  Se le dio forma de hoja periódica y se le puso el nombre  “Verdad” .De la redacción se encargaban Emilio Mignone, Horacio Storni y Jose Miguens. De la impresión : “se había ocupado quien llegaría a ser el panfletista máximo, el rey del mimeógrafo clandestino: el hermano Septimio Walsh.”  Agrega que “tuvo destacadísima actuación en la campaña panfletista y en la coordinación de los comandos civiles católicos, cuya conducción asumió espontáneamente”.
En un reportaje en el año 2005 Jose Arnaudo confeso a Clarín: "Yo pensaba que si mataba a Perón, igual me iba al cielo. Según la teoría del magnicidio, de Santo Tomás de Aquino, estábamos dispuestos al tiranicidio y liquidar a Perón". Debo confesar que no me escandaliza la cita. En 1970 la misma teoría de Santo Tomas,  la pusieron en practica Fernando Abal Medina y Mario Firmenich al fusilar a Pedro Eugenio Aramburu.
Queda para una próxima nota, los comandos católicos cordobeses del padre Quinto Carnelutti, cuya mano derecha era el padre Enrique Angelleli.
Cierro con una estrofa de la “Marcha de la Libertad” grabada en el sótano de la Iglesia Nuestra Señora del Socorro: “Y si la muerte quiebra tu vida, al frio de una madrugada, perdurara tu nombre, entre los héroes de la patria amada”

Aldo Duzdevich
Autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron” y “Salvados por Francisco”

domingo, 28 de junio de 2020

RECORDANDO AL PADRE MUGICA JUNTO A FERNANDO "EL PATO" GALMARINI.


Fragmento del reportaje: “DE BOCA Y PERONISTA” -
Conversaciones sobre peronismo y deporte con Fernando “Pato” Galmarini. Reportaje y notas de Javier Garin.

(La foto fue tomada durante la boda de Fernando Galmarini que celebró el Padre Mugica en junio de 1969).

                  -A mí, el Padre Mugica me formó –dice el Pato-. Nunca hay un solo tipo que modele tu cabeza, pero el cura Mugica fue para mí muy importante.
       -¿Cómo lo conociste?
        -Jugando al fútbol. Si vos me preguntás cómo, te digo que con una pelota en la mano… No me imagino que por otra cosa, porque yo no era practicante religioso. A la Iglesia iba lo suficiente para cumplir con mi colegio. Jugué mucho al fútbol con él.
        -Pero ¿Dónde? ¿En qué lugar?
         -Yo era muy chico, tendría no más de 17 años. Fuera de Boca, que era la pasión de los domingos, me había hecho hincha de Excursionistas, como otros pibes del barrio. El club quedaba más o menos cerca, y los sábados íbamos a la cancha. Seguíamos jugando, pero ya no en la calle, sino en canchas que se armaban en terrenos baldíos, o en clubes de barrio. Fue en esos partidos que lo conocí, jugando en un equipo que se llamaba Curupaití, en un torneo de la Unión Argentina Amateur de Fútbol.  En ese equipo jugábamos nosotros dos y también Ricardo Pereyra Iraola y Miguel Tezanos Pinto. Y Hugo Anzorregui. Pibes de apellidos patricios, Y yo, un pibe de barrio de clase media. Esas son las mezclas que permite el futbol.
                       “Todavía no era el cura Mugica. Era un joven seminarista. Venía a los partidos del sábado o los domingos después de misa.  Luego de un tiempo, nos juntábamos a hacer fútbol en distintos lugares: a veces en el Seminario de Villa Devoto, otras en la Villa de Retiro, la 31, en la que él residía de a ratos, haciendo trabajo social. No era su domicilio permanente: turnaba algunas noches en la villa, otras en Devoto y otras en la casa de su familia, en la calle Arroyo y Esmeralda, un departamento de la gran puta, porque su padre había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Frondizi en 1958. Yo visité esa casa. Su familia era de muy buena posición. 
                    “Con él, jugué mucho, mucho, mucho, en la villa 31. Todavía tengo amigos, como Alberto Orietta, que vivían entonces en la 31, y a veces nos vemos. Ellos son los que me han ido recordando algunas cosas. En ese entonces, la 31, que hoy es enorme, tenía cuatro o cinco barrios, uno al lado del otro, muy ordenados. Donde Carlos está enterrado era el barrio YPF, al lado había un barrio que se llamaba Comunicaciones, otro se llamaba Saldías, y otros dos que no recuerdo… Pero, entre esos cinco barrios se hacían, casi todos los fines de semana, torneos o desafíos.
          -¿Y qué era lo que hacía Mugica? ¿Jugaba él? ¿Dirigía? ¿Organizaba?
         -Era un zurdo de buen manejo, jugaba de 10 y a veces de 11. Carlos, yo creo que fue un loco del fútbol, un enamorado del fútbol. Hincha fanático de Racing. Muy jugador, muy bien entrenado, salía siempre a correr desde su casa en calle Arroyo. Adonde tuviera que ir se iba corriendo. Entre otros lugares, a la villa. Salía corriendo para entrenarse. Cuando no entrenaba salía en una motito.
    -¿Y él, qué edad tendría en esa época?
      -Cuando lo conocí, había entrado hacía poco al seminario de Villa Devoto. Me llevaba doce años. Donde lo invitaban a él a jugar un partido, me enganchaba a mí, para que fuera a reforzar su equipo. Y siempre lo invitaban, porque ya a comienzos de los sesenta debió haber sido un tipo muy conocido.
              “En la relación con Carlos siempre estaría el fútbol presente, pero un tiempo después de conocernos, empezamos a hablar de otras cuestiones: de la Argentina, de la situación social, de la necesidad de comprometerse con los más humildes. Carlos era peronista, pero no hablaba de política, sus comentarios y reflexiones eran fundamentalmente el producto de sus elucubraciones como cristiano y de la actitud que él esperaba de su Iglesia.
              “Yo hasta ese momento no había pensado demasiado en el compromiso social ni había sacado conclusiones de la identidad peronista que íntimamente me atribuía. Las charlas con Carlos avivaron ese fuego.
Al poco tiempo de consagrarse sacerdote, siendo el año ’62, Carlos da su última misa en la Iglesia del Socorro, a la vuelta de su casa. En la esquina de esa Iglesia era donde yo me juntaba muchas veces con él a charlar, a confesarme, y donde seguramente él me daba también un cacho de letra sobre el tema político… Que no era solamente a mí, era a todos los que lo frecuentábamos. Pero yo recuerdo especialmente esas charlas con Carlos en ese bar, frente a la Iglesia, donde empecé a abrir los ojos. Y en esa Iglesia, su última misa, fue la semana siguiente de que le impiden asumir la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires al candidato peronista, Andrés Framini, que había ganado holgadamente la elección. Y dio un sermón durísimo repudiando el acto antidemocrático. Y ese era un barrio muy gorila, muy antiperonista.
          -¿Y él ya era un tipo muy comprometido con el peronismo?
           -Debe haber sido. Empezaba el tercermundismo en la Iglesia, impulsado por el Concilio Vaticano II. No sólo acá, sino que eran muchos los obispos tercermundistas en toda América Latina. Los brasileros. Helder Cámara, un obispo del norte brasilero, que era un tipo muy polenta… Y estaba el colombiano Camilo Torres, el cura guerrillero. Eran figuras que pesaban en la imaginación.
                   “Recuerdo que un día, después de un partido en la villa 31, Carlos me propuso que lo acompañara a Fortín Olmos. Yo no tenía idea de dónde quedaba ese lugar. “Es en el Chaco santafesino, zona de obrajes”, me explicó. Vivían entonces muchas familias que habían laburado en La Forestal. La Forestal se había ido, y quedó un drama social espantoso. No sé qué más me habrá dicho, qué argumentación habrá desarrollado: se me perdieron esos detalles. Pero me convenció y allá fui con un amigo. Él debía reunirse con nosotros allá, pero por algún motivo finalmente no pudo viajar y quedamos nosotros. Descubrí los obrajes, hablé muchas noches con los hacheros de las compañías inglesas que trabajaban de sol a sol. Carlos había llevado a varios muchachos: la mayoría eran estudiantes del Nacional Buenos Aires, a los que él daba asistencia religiosa. Entre sus alumnos estaban Firmenich,  Ramus,  Fernando Abal Medina, que también fueron a Fortín Olmos y luego serían famosos como dirigentes montoneros.
         “También en aquella localidad había unos hermanitos de la Compañía de Jesús, que adoraban la hostia, y entonces se pasaban horas y horas velando o rindiendo culto. Había uno que, me acuerdo, siempre estaba en una capillita chiquitita junto al cáliz y la hostia, como en una penitencia, durante horas, rezando. Yo no entendía muy bien eso. Pero lo veía, y me hacía reflexionar. También había unos curas, o hermanos, franceses, ligados a un pensador católico muy importante en esos años, Teilhard de Chardin, que oraban parte del día y el resto trabajaban al mismo ritmo de los hacheros. Por la noche, en fogones, nosotros hablábamos de la situación social y del comportamiento que debía esperarse de auténticos cristianos ante ese desafío.
      - ¿Y él para qué quería que vayan?
         - Porque en la Iglesia estaba la idea de que había que conocer la pobreza. Había que vivir junto a los más humildes, para poder conocer realmente sus vidas y sus necesidades. Había que convivir con los demás para poder entenderlos. Por eso Carlos pasaba tanto tiempo en la villa. Cuando su familia se mudó de la calle Arroyo a Geli y Obes, recuerdo perfectamente el edificio en uno de los lugares más hermosos de Buenos Aires, los padres ocupaban el segundo piso, y él se hizo un “ranchito” en la azotea. Y ahí vivía él. Y otras veces apolillaba en la Iglesia que está en la  villa 31, la cual se la hizo construir uno de sus hermanos. Estos eran sus apolillos. Tal vez tenía otros, no lo sé.
          “Toda esa actividad de ir hacia los pobres, hacia los más necesitados, pegaba muy fuerte en la juventud de esos años. Yo fui en el 67 a Fortín Olmos. En el 68, se iniciaron los campamentos universitarios de trabajo. El padre Llorens, cura mendocino, muy piola también, era uno de los que los impulsaban. Iban cientos de pibes de entonces, estudiantes universitarios, a laburar por un mes a las provincias, a los lugares, conviviendo con la gente que laburaba en el campo. A pintar, a ayudarlos a levantar la zafra. A tomar conciencia de que había mucha pobreza en este país. Digamos, este era el resumen de todo eso.
           -¿Y eran pibes que venían de la Iglesia?
            -De clase media. Sí. Ligados a la Iglesia, porque los curas te empujaban hacia ahí. Servía para salir de la cuestión moralista de la Iglesia de esa época, que los tenía medio encerrados. Soltarse un poco, practicar la solidaridad: pero no sólo pasaba entre los católicos. También estaban los del Partido Comunista, por ejemplo, que organizaban tareas solidarias para su juventud. En Fortin Olmos habrá sido uno de los pocos lugares en que no pude jugar al futbol. Tenía que andar saltando los pajonales para que no me picaran las víboras. (Risas)
         -¿Y cómo era personalmente Mugica?
          -Un tipo muy seductor, carismático. Tenía una pinta que debe haber sido muy importante porque no faltaban hombres entre sus fieles, pero eran muchas más las mujeres que concurrían a sus misas y lo escuchaban extasiadas. (Risas).
          “Carlos era un tipo alegre, jodón, pero muy rígido en el aspecto moral y en el compromiso evangélico: esa cosa dura del cristianismo, del Evangelio. Él era incapaz de transgredir las prescripciones del Evangelio, o de la Iglesia.
            -¿Lo tentaban las chicas?
             -Seguramente (Risas). Pero de ahí a dejarse llevar por la tentación, jamás que yo sepa. Yo no era vigilante del cura, pero estuve muy cercano a él y jamás lo vi en nada.
                     “En el año ’68, me caso con mi primera mujer y quien oficia el matrimonio es precisamente Carlos. Como se ve, éramos muy amigos. Así que tengo el orgullo de decir que fui casado por el padre Mugica. 
                     "Fijate vos que el día de mi casamiento estuvieron presentes Horacio Mendizabal, Oscar de Gregorio, Norberto Habegger, Osvaldo Sicardi, Fernando Saavedra y otros compañeros más q recuerdo con mucho cariño. Seguramente estuvieron acompañados por sus compañeras de entonces, algunas de ellas, como todos ellos, desaparecidos durante las casi tres décadas de resistencia que afrontó el peronismo. En el momento en que llegaba a la iglesia para la ceremonia religiosa se asomó por una ventana de enfrente a la iglesia, Graciela Imaz de Ojea, que terminaba de parir a su primer hijo. A ella y a Tojo, su marido, detenidos durante muchos años, les guardó un enorme cariño a pesar de que no los volví a ver.
            “Por ese entonces, Carlos la conoció a Lucía Cullen, una chica que luego en la dictadura fue desaparecida; y, de Lucía, que era una piba muy hermosa, yo era también amigo. Ella vivía en Libertad y Libertador con los padres. Me acuerdo por haber ido a su departamento. Su viejo era juez, me parece… También, de una familia cajetilla… Pero ella era una chica muy peronista. Muy ligada a la Iglesia, a Carlos, y a todo el despelote, que en ese momento, era el tercermundismo. Y, yo no sé si fue en el ’68 o en el ’69, que fuimos los cuatro de vacaciones a Necochea. Mi primera mujer, yo, Carlos y Lucía. ¡Andá a saber por qué, y cómo terminó ahí, Carlos! Y yo tengo la impresión de que Lucía estaba  un poco metejoneada con él, pero Carlos corría más rápido que ella y la gambeteaba como un crack. Era un tipo muy estricto y nunca lo vi pecar. En otra oportunidad Carlos se fue a ver a Racing cuando jugó contra el Celtic, en Escocia; y después se quedó allá, un tiempo, a causa del Mayo Francés, porque quería informarse de lo que estaba pasando con los jóvenes en Europa. Y Lucía también estuvo en Francia pero no pasó nada, porque Carlos era muy estricto consigo mismo y con su compromiso pastoral.
             “Y ya en ese momento había muchos curas que abandonaban los hábitos, como el obispo de Avellaneda, Gerónimo Podestá, que se casó. Cuando íbamos a jugar al futbol a Villa Devoto, solía participar otro cura amigo de Carlos, Alejandro Mayol, ¡un cura que tocaba la viola! Este también colgó los hábitos y se casó y terminó viviendo en Villa Martelli con su mujer, muy humildemente, porque él también era de una familia acomodada, como Carlos, pero existía esa idea muy fuerte del compromiso social, de compartir la vida de los más humildes, como hacía Carlos en la Villa 31. Y había otros que, sin abandonar los hábitos, salían con mujeres. Pero Carlos no aceptaba compromisos a medias. Con nada. Con los pobres, con el Evangelio: todo tenía que ser firme. Era muy recto. Muy derecho. Y tampoco tenía ambiciones personales. En algún momento, cuando volvió Perón, no fueron pocos los que le dijeron: “Che, vos tenés que ser diputado”. Muchos. Y él nunca aceptó. No le interesaba. Vos pensá que fue una de las personalidades que acompañaron a Perón en el famoso chárter del regreso a la Argentina el 17 de noviembre de 1972.
         -¿Cómo era en el trato?
          -Tenía mucha convicción, mucha polenta para hablarte. A mí, seguramente me pegó un montón. Me hizo dar un brinco para adelante, de la puta madre. A mí, y a mucha pendejada de entonces. Tengo ese recuerdo de decir “este tipo a mí me dio muchas más cosas de las que puedo enumerar”. Tengo una imagen de él como una especie de ídolo. Me formó. Me instruyó.
         -¿Qué pensaba Mugica de Perón?
          -Él lo conoció al Viejo. Estuvo en Madrid. Perón lo recibió. Han estado acá, cuando Perón regresó, en Gaspar Campos. A Perón le tenía un respeto de la puta madre. Y yo creo que Carlos también se fue haciendo peronista. Era de cuna muy privilegiada, su familia era muy antiperonista. No sé si su familia también acompañó su evolución. Pero él se hizo muy peronista.
           “Mientras duró la dictadura y la proscripción del peronismo, Carlos daba mucha máquina promoviendo la rebeldía y justificaba la resistencia: “a la violencia de arriba, hay que combatirla con la violencia de abajo”. Yo creo que, Carlos, tuvo algo que ver, en el caso mío, para llegar a estar en una organización armada. Creo que tuvo que ver, no porque me haya dicho “metete”; sino porque hacia eso nos iba conduciendo todo el cuadro de la Iglesia rebelde, del Concilio Vaticano, de la nueva Iglesia, más la Revolución Cubana con el Che Guevara como bandera, más el Mayo Francés, más los curas, como Carlos, como Alberto Carbone, como Jorge Bernazza, como Domingo Bresci, como Rodolfo Ricciardelli, como Jorge Galli, como algún otro, que eran además peronistas, de ese peronismo tercermundista que empujaba el retorno de Perón; todo indicaba un camino, y parecía inevitable para un tipo joven y comprometido el querer tomar las armas.
            “Ojo. Nunca Carlos dijo “muchachos agarren los fierros”. Y fue muy contundente con el regreso de la democracia y de Perón. A partir de ese momento, estuvo abiertamente en contra de la violencia. Tomó clara distancia de todos sus amigos del Nacional Buenos Aires y de cualquier ámbito que seguían predicando y practicando la lucha armada en plena democracia. Digámoslo con total contundencia: Carlos se opuso a ese militarismo, lo condenó con energía. Y lo manifestaba abiertamente. En la Iglesia, en los sermones, en las charlas personales.
                 “Otra contradicción muy fuerte que él tuvo con Montoneros, muchos de los cuales habían sido poco menos que sus discípulos, fue la relación con el movimiento obrero. Para Montoneros el movimiento obrero estaba copado por la “burocracia sindical”. Él, durante la tercera presidencia de Perón, estaba ya muy ligado al movimiento obrero, a Lorenzo Miguel y a José Ignacio Rucci, entre otros muchos, y reivindicaba la organización sindical porque era la creación de Perón y de los trabajadores. Además lo quería mucho a Rucci, así que te imaginás que repudió totalmente su asesinato por Montoneros. En esa época Carlos estuvo durante un corto tiempo como funcionario en el Ministerio de Bienestar Social, que era el reducto de López Rega. Yo conocí a Rucci y a Lorenzo Miguel justamente gracias a Carlos, porque habremos ido más de un par de veces a la UOM, que quedaba en la Calle Cangallo. Él laburaba en Bienestar Social, pero sacaba todo lo que podía para los barrios más humildes.
        -¿Y qué choque o interna habrá habido allí para que López Rega lo mandase a matar?
          -Por lo pronto había tambien una contradicción, en ese momento, entre el movimiento obrero y López Rega. Mugica estaba con el movimiento obrero y eso pudo haber sellado su suerte. Él reivindicaba la estructura sindical. Estaba lejos de Lopez Rega y lejos de Montoneros. El final de Carlos con las organizaciones armadas fue durísimo. De cara de perro. Yo me acuerdo, porque charlé mucho con él, y no había “tutía”. No quería saber nada con el rumbo que habían tomado Montoneros, e hizo todo lo posible para que tipos como yo termináramos de alejarnos de ese camino, a través de la JP Lealtad, que fue el vehículo que a muchos que habíamos estado en Montoneros se nos presentó para alejarnos de esa orga.
           -Muchos dijeron en ese momento que a Carlos Mugica lo mataron los montoneros. O por lo menos sospechaban de ellos a causa de estas diferencias. Aunque hoy se afirma que lo mató Rodolfo Almirón, uno de los hombres de López Rega y de la Triple A.
            -Fueron momentos de mucha confusión, donde era imposible saber quién te mataba, por qué te mataba, a qué se debía la muerte… -rememora el Pato. Y agrega:- Él sabía que lo estaban buscando para bajarlo. Un tiempo antes del asesinato, él me lo contó, habían aparecido unos tipos en un Ford Falcon, armados con ametralladoras, en el domicilio de los padres, en la calle Gelly y Obes, y subieron hasta la casillita que él se había armado en la azotea. No encuentran a Carlos y lo capturan al portero del edificio, que justo estaba en la terraza, limpiándole la casilla. Le exigen que les diga dónde está el cura; y como el pobre tipo no sabe, lo sostienen colgando en el vacío y amenazan con dejarlo caer a la calle. Carlos se enteró ese mismo día y me lo comentó enseguida. “Soy boleta”, me dijo. Pensaba que la amenaza venía del lopezrreguismo. Dejó de parar en su “ranchito” de la terraza. A partir de ese momento, pasaba las tardes y las noches en la villa de Retiro o iba al Seminario de Devoto. Pero obviamente, encontrarlo era fácil. Era una cuestión de tiempo. Fijate vos, yo estuve con Carlos el día anterior a que lo mataran en la casa de Dante Oberlin, comiendo y charlando, en Berazategui. Y volví a estar con él el mismo día de su asesinato.
           -¿Cómo fue eso?
          - Me despedí de Carlos en el Club Atalaya, que es un clubcito de acá de San Isidro, donde todavía hoy juego. Él jugaba en un equipo, que se llamaba La Bomba. ¡Qué nombre, justito, en esos días en que en cualquier momento alguien te hacía volar con una bomba! Me despedí de él el mismo día, pasado el mediodía, sin imaginarme que me despedía para siempre, que no iba a volver a verlo con vida. Y yo siempre pregunto: ¿quién jugó ese día, en el equipo de él? Pero no recuerdo si jugué con él, si jugué en contra, o no jugué. A veces me encuentro con otros muchachos que también jugaron, como el Bebe Acevedo, y evocamos ese 11 de mayo de 1974 nefasto, que nos marcó a todos, y no logramos ponernos de acuerdo. La cuestión es que yo me despedí ahí. Y esa noche en el Bajo Flores, en la iglesia “San Francisco Solano” -donde era párroco otro sacerdote del movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, el padre Jorge Vernazza-, es cuando lo matan. Esa noche llego a mi casa  y de pronto escucho por la radio que lo habían baleado apenas terminado el oficio religioso. Después discutían si lo había matado la izquierda o la derecha… Era una época terrible.
                           “A veces me quedo pensando por las noches en todos los compañeros y compañeras que conocí en la militancia juvenil de aquellos años, y un enorme porcentaje fueron asesinados o desparecidos. Es una lista interminable de ausencias..."