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sábado, 12 de septiembre de 2020

VIVIR EN CLANDESTINIDAD ANTES DEL REGRESO DE PERON, por Fernando "el pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin



Por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin





Nace "el Pato" en clandestinidad

          -¿Cómo te enteraste que te buscaban?

-Faltaba poco para que el General Perón volviera a su patria. El tiempo de su llegada era un misterio. Todos algo suponían, pero era un secreto de muy pocos. Ya habían nacido Bernardita y Socorro, mis primeras dos hijas. Lo que ni siquiera imaginaba sucedió. Mi madre y una tía me esperaban para darme la noticia: "te buscan". Un beso a mis dos hijas, un puñado de pilchas y no más tiempo. El por qué quedaba para más adelante. Nadie sabe para cuándo, no hay tiempo. "Gracias vieja por avisar, cuidalas mucho, nos vemos pronto".

-¿Y en esa precariedad es que nace "el Pato"?

-Poco después de entrar en la clandestinidad, mirá vos cómo se mezcla el tema del deporte, nace el hijo mayor de mi hermana, Nicolás… Yo estaba rajado por la zona sur, por Lanús, Lomas… Y, para que no me reconocieran me había dejado los bigotes, y tenía una cédula trucha, me llamaba “Lucas Suárez”. Ya Descamisados nos habíamos fusionado con Montoneros, y ellos tenían la suficiente organización como para proveerte de documentación. Al parecer, usaban una agencia de empleos: ponían avisos en los diarios pidiendo gente para distintos puestos, con diferentes exigencias de calificación, y en las “entrevistas laborales” fotocopiaban cédulas que después eran la base de la documentación fraguada; además, en esas entrevistas se averiguaba la historia de vida de los solicitantes y con esas historias  se fabricaban coberturas para los perseguidos políticos, como era mi caso. Así es que terminé siendo “Lucas”. Allá en Lomas, con los pibes que también eran militantes, algunos de ellos de fábricas y comisiones internas, como el flaco “Patiño”, el “comanche” Figueroa, etc., jugábamos picados, porque rajado y todo no podía dejar el futbol, y ahí es cuando los muchachos futboleros me empiezan a decir “Pato”, por el dibujito animado, el “Pato Lucas”. (Risas). Yo nunca pude explicar públicamente el origen de mi apodo, que nació en la clandestinidad, hasta hace unos años. Cuando me preguntaban de dónde venía lo de “Pato”, lo justificaba diciendo que era por mi estilo de juego, que era parecido al del Pato Pastoriza,  que por eso me llamaban así. ¡Mentira! ¡Qué caradura, compararme con Pastoriza!  Así que cuando nace el hijo de mi hermana (quien andando el tiempo fue medio scrum de Los Pumas), y yo salgo como padrino, me caigo ante toda la familia con bigotes y con anteojos para que no me reconozcan, y mi familia me miraba como a un loco (Risas)… Y, claro, mi hermana y todos decían: “este está medio pelotudo” (Risas). ¡No entendían un carajo!  Por suerte no había nadie que se ocupara de seguirme, porque ese disfraz era ridículamente transparente: todos mis familiares y amigos presentes me reconocieron de inmediato. Así, nació un nuevo personaje para mí. Fui el “Pato”, y nunca más me llamaron como antes.

                -¿Y cómo te llamás vos? (Risas).

                -Fernando Nicolás.

               -Pero cuando jugabas oficialmente al futbol no podías usar la cédula trucha… Tenías que mostrar la tuya.

             -Mostraba la mía, y después, si alguien me paraba en la esquina de la cancha, mostraba la cédula trucha. Cosa que nunca me pasó, pero llevaba las dos por las dudas. Los compañeros jugadores, alguno me debe haber visto con las dos cédulas. Raúl Delucci, uno que jugaba conmigo en Acassuso, que había jugado en Ferro, un rata piola, me llamaba “el Fugitivo” por la serie de TV. (Risas).

            “Recuerdo que en esos tiempos, cuando nació el “Pato”, jugamos un partido con Defensores de Belgrano. Lo recuerdo bien, en principio, porque ese año 1972 ellos salieron campeones y ascendieron y nosotros nos fuimos al descenso, a la “D”, la última categoría de la AFA. En Defensores había un jugador que la rompía, era un delantero de colección. El técnico nos decía: “Hay que marcarlo, hay que marcarlo, no lo dejen que agarre la pelota”. ¡Qué mierda lo íbamos a marcar, si el hijo de puta hacía lo que quería! Nos golearon: le metían 3 ó 4 goles a todo el mundo y a nosotros también. El delantero imparable era René Houseman[1], que poco después, en el ´73, iba a ser campeón con uno de los grandes equipos de la historia de nuestro fútbol: el “Globito” de César Luis Menotti[2].

                    -¿Cómo era la vida en clandestinidad?

               -Te aseguro que no era nada gracioso… Yo lo cuento en forma chistosa, pero es para desdramatizar, para poder hablar de tiempos que fueron terribles. Hay hechos muy fuleros que empezaron a suceder a medida que la cosa se ponía pesada. Yo me separé, mi primera mujer no pudo aguantar que anduviéramos de aquí para allá, huyendo en nuestro exilio interno con dos hijitas a cuestas. ¿Cómo no entenderla? Arreglamos que se blanqueara, que se presentara en la Cámara Federal, el famoso “Camarón”, que se ocupaba de las cuestiones relacionadas con las organizaciones que ellos llamaban “subversivas”, para desligarse de mi militancia, de común acuerdo conmigo, porque se nos hacía insostenible seguir ambos en la clandestinidad.  Yo visitaba a mis dos primeras hijas, que entonces eran unas nenitas, mi vieja las llevaba en secreto a encontrarse conmigo; la obligaba a tomar varios colectivos a mi pobre vieja, y yo tomaba como catorce colectivos, hasta la plaza Las Heras, para poder verlas. Mi vieja no entendía qué carajo tenía que hacer escondiéndome así… Yo llegaba, las hamacaba un rato, y ella se las llevaba de nuevo. No era joda estar clandestino, estar en cana, o que te hagan pelota, como les pasó a tantos compañeros.

                  Invadido por los recuerdos, el Pato se pone serio y reflexiona:

                  -Tardé mucho tiempo en decidirme a hablar o contar estas experiencias. Y el motivo no era la pereza. Muchas de las cosas que hoy puedo recordar vuelven tras un enorme esfuerzo. Tengo que forzar la memoria para organizar largos lapsos de mi vida. Seguro a miles de compañeros, que vivieron situaciones análogas, les ocurra lo mismo.

         “Cuando uno atraviesa la clandestinidad hace un ejercicio del olvido, se esfuerza en acordarse sólo de lo indispensable. Además, está la simulación: el  amigo “Fulano” pasa a llamarse  “José”. ¿Y dónde vive “José”? Uno lo ignora y hasta ignora el apellido fingido si no se necesita el dato. El lema es: “No conocés a nadie”. El  nombre de uno pasa a ser otro, los otros son todos nombres de fantasía. Si hay que visitar el domicilio de un compañero para tratar algún tema, el dueño de casa te guiará, mientras vas en un auto con los ojos cerrados para no recordar el camino.

         “Así,  he vivido en algunos lugares  que aprendí a borrar de mi memoria.  Paso por algunos y me digo: “esto me parece conocido, yo viví por esta zona”, pero no tengo modo de precisar ese recuerdo. Yo viví, seguro, en Avellaneda, pero  hoy no podría precisar dónde, ni en qué mes de qué año.

         “Para recuperar muchos de estos recuerdos necesité años de ordenar fechas, de encuentros con compañeros que por largo tiempo no vi. Años de terapia, una cura de recuerdos ayudada por la voluntad. Me di cuenta de que el olvido estaba envuelto en viejos temores y angustias. De a poco fui reconstruyendo.

        “Después de empezar a conversar este reportaje, yo pensé que tenía todas las cosas muy claras y asumidas. Y en verdad me paso que ni tenía las cosas muy claras, ni tampoco las tenía muy asumidas como para que nada me afectara –confiesa el Pato-. En verdad, no fueron pocas las noches en este tiempo que sentí nostalgias, o no sé cuál es el término, de muchos compañeros que yo conocí, que estuvieron muy cerca mío, y que no están. Y en verdad, de sus muertes, yo me enteré muchísimo tiempo después, porque habíamos tomado caminos distintos.

       “Por ejemplo, de los compañeros con los que vivimos un tiempo en Villa Urquiza, Ricardo Dios, y la petisa Norma (no sé si Norma era su verdadero nombre, o si era un nombre de fantasía; ella estudiaba psicología; después me enteré que se había recibido de psicóloga, pero nunca más la vi), a Ricardo lo mataron, todavía no sé en qué circunstancias, ni cuando, ni dónde… Era más chico que yo, estuve con él en algún grupo…¿Cuánto estuve ahí? Tampoco me acuerdo… Y de ahí salté yo solo, porque ya mi primera mujer había comparecido ante el “Camarón, y me fui a vivir a Vicente López, a dos o tres cuadras de la Municipalidad; si yo pasase reconozco la casa: un departamento, en planta baja;  con Ángel Giorgiadis, y Teté. A Teté la volví a ver hasta el presente, y a Angelito, un pibe fenómeno, con ilusiones, con mística, lo mataron cuando estuvo detenido en la Unidad 9 de La Plata, junto a Dardo Cabo, en la última dictadura. Les aplicaron la "ley de fugas". Inventaron un intento de evasión[3]. Yo había sido su jefe operativo, y después del retorno de Perón nuestros caminos se separaron: yo me fui a la Juventud Peronista Lealtad y él siguió con Montoneros. Hace un tiempo se les rindió un homenaje, a Ángel y a Dardo, en la Unidad 9. En esa Unidad 9 convergen las dos líneas del pasado, política y futbol. Allí gestioné, hace un tiempo, que fuera la primera división de Tigre a jugar al fútbol con los internos, con mi hijo Martín que juega en ese club.

                 “¿Por qué me tengo que rajar de lo de Ángel y Teté? Porque un día, planta baja con las ventanas abiertas, estábamos en tareas organizativas, y pasa gente por la calle y nos entran a mirar de un modo sospechoso, y nos dimos cuenta enseguida. Era un momento no tan bravo como el posterior al 76, pero era una dictadura, y por precaución hicimos abandono del lugar. Poco después salto a Lomas de Zamora, donde la conozco a Norma Arrostito, que estaba buscada por todos lados. Y era, en ese momento, una mujer de unas agallas impresionantes. Y que también murió, en la ESMA. Todos con los que yo viví en esos tiempos hoy están muertos o los mataron…

              “De Angelito yo la volví a ver a Teté, su mujer, y hablé algunas veces con ella, y son cosas que no se superan. Y de Ricardo de Dios, terminé conociendo a su madre, que vivía a una cuadra de la estación Martínez… Yo caí en la casa de ellos, a hablar con la madre tiempo después, ya en época de la democracia. Con lo cual, todo esto fui recordándolo a medida que pude. Durante mucho tiempo uno niega todas estas cosas, lo esconde de sí mismo. Y a veces por necesidad, porque no podés estar rememorando todo el tiempo. Te hacés pelota.

          -¿Cómo fue que Descamisados se incorpora a Montoneros?

         -Bueno, era la lógica, pienso yo. La Argentina ya había aprendido a convivir con el fenómeno de la guerrilla urbana; actuaban muchos grupos: FAL, FAP, FAR y, desde hacía algunos meses (desde el 29 de mayo de 1970), esta organización de nombre original, Montoneros. Su primera acción conocida había tenido una enorme resonancia: habían secuestrado de su domicilio al general retirado Pedro Eugenio Aramburu[3], segundo presidente de la llamada “Revolución Libertadora”, bajo cuyo gobierno se habían producido los fusilamientos de militares y civiles peronistas y nacionalistas en 1956. Cuando surgieron a la luz pública, los Montoneros estaban rodeados por un halo de misterio. Su nombre, el lenguaje de sus comunicaciones (no menos que el hecho de tomar a Aramburu como blanco de su primer ataque), los asociaba con el peronismo y con el revisionismo histórico nacionalista. En vísperas del secuestro, fuertes versiones indicaban que Aramburu había tendido puentes y mantenido contactos con Arturo Frondizi y hasta con el propio Perón con el objeto de desplazar al general Onganía de la presidencia y abrir un proceso electoral para salir del régimen militar. En ese contexto, algunos difundieron la conjetura de que la acción de los misteriosos guerrilleros había sido inducida por el propio gobierno castrense[4]. Esas versiones no impidieron que muchísimos militantes que buscábamos que el retorno de Perón se vinculara con una fuerte reforma social, nos sintiéramos atraídos por esos misteriosos montoneros. Debo confesar que la aparición del cadáver de Aramburu  no neutralizó el magnetismo que ejercía esa fórmula que en ese momento nos parecía romántica, combativa, justiciera, redentora y peronista. Después mi visión cambió, sobre todo cuando Perón llegó al gobierno y me fui a la JP Lealtad. Es una nueva etapa.

                   “Cuando evoco aquella época, me surgen dos cosas. Primero, el cariño subsistente hacia muchos compañeros militantes que conocí y fueron parte de las organizaciones armadas, que hoy ya no están, y que se granjearon mi respeto y admiración por su compromiso militante, en el cual dieron sus vidas, más allá de la mirada crítica que hoy tengo respecto de la lucha armada, sobre todo cuando esa lucha armada se continuó una vez restablecida la democracia y retornado Perón al país, tal como anhelaban las mayorías argentinas. Por otra parte, hoy puedo analizar que esta entrega tan valiente estuvo signada, lamentablemente, por enormes errores políticos de quienes conducían, errores que andando el tiempo sirvieron como pretexto para los sectores cívico-militares que conspiraban contra el gobierno democrático de Perón y de Isabel, y que finalmente lograron instaurar la más brutal y cruel de las dictaduras tras el golpe de 1976”.

 




[1] René Orlando Houseman (1953- 2018), delantero mítico, célebre por su excepcional gambeta, fue el jugador estrella del Huracán campeón del Torneo metropolitano de 1973. Integró asimismo la Selección argentina de fútbol en los mundiales de 1973 y 1978, en que se coronó campeón. Jugó para la albiceleste 55 partidos anotando 13 goles.

.[2] Huracán, equipo chico, causó sensación con su excelente juego  en 1973 al consagrarse campeón del Torneo Metropolitano tras una gran campaña bajo la conducción del futuro DT de la selección campeona del mundo 1978, César Luis Menotti. Disputó 19 partidos ganados, 8 empatados y 5 perdidos, con 62 goles a favor y 30 en contra siendo la valla menos vencida. Lo integraban Héctor Jorge Roganti; Nelson Pedro Chabay; Jorge Carrascosa; Omar Ruben Larrosa; Francisco Faustino Russo; Alfio Basile; Daniel Alberto Buglione; René Orlando Houseman; Carlos Alberto Babington; Carlos Alberto Leone; Roque Alberto Avallay; Miguel Angel Brindisi; Eduado Enrique Quiroga; Francisco del Valle; José Rubén Scalise; Edgardo Luis Cantú; Julio Cesar Tello; Ruben Alberto Ríos; Angel Carlos Tolisano; Adolfo Kerikian; Alberto Luis Fanesi; Alfonso Dante Roma; Luis Alberto Ceballos.

[3] El general y ex presidente de facto de la Revolución Libertadora, Pedro Eugenio Aramburu ( 1903 -  1970)  fue secuestrado por Montoneros el 29 de mayo de 1970, sometido a un “juicio revolucionario” por el golpe de Estado de 1955,  los fusilamientos de 1956 y el robo del cadáver de Evita, y ejecutado de un tiro por Fernando Abal Medina en el sótano de la estancia La Celma en la localidad de Timote (partido de Carlos Tejedorprovincia de Buenos Aires).Fue la presentación en sociedad de Montoneros, tal como señalara posteriormente Firmenich: "El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo sueño nuestro ( …) La ejecución de Aramburu debía significar precisamente la aparición pública de la organización."​

 [4] La versión alternativa a la que brinda Montoneros en la revista “Causa peronista” en septiembre de 1974 sobre el secuestro y asesinato de Aramburu ha sido sostenida por muchos investigadores sobre la base de las versiones que desde un principio señalaron al propio gobierno de Onganía como responsable del crimen y presentaron al núcleo fundacional de Montoneros operando a su favor. Fernandez Alvariños sostiene en su libro “ZA argentina, el crimen del siglo”, que el asesinato fue perpetrado por fuerzas paramilitares y parapoliciales de Onganía, en un operativo organizado por su Ministro del Interior, el General Francisco Imaz. Según esta versión, Aramburu habría sido asesinado en el Hospital Militar Central de Buenos Aires.

Para explicar este accionar se afirma que en esos momentos Aramburu representaba un serio problema para Onganía, ya que había iniciado conversaciones en búsqueda de un acuerdo con Perón para una salida electoral”. Asimismo, se sostiene que avanzaba un golpe militar para sustituir a Onganía, en el que habrían conspirado, entre otros, el general Agustín Lanusse, Arturo Frondizi y el propio Aramburu, a quien se propondría como futuro Presidente. Para prevenir este golpe fue que la inteligencia millitar de Oganía habría facilitado el accionar de los futuros montoneros para que lo secuestren y luego interrogarlo. El anciano general habría fallecido durante el oeprativo sin que pudieran reanimarlo en el Hospital Militar, fraguándose luego toda la historia del secuestro y ejecución para ocultar lo sucedido.

Por su parte, Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi, en la biografía “Aramburu”, afirman que Carlos Alconada, ex ministro de Aramburu, imputaba el asesinato al ministro Francisco Imaz. Y aseguran que Arturo Mor Roig, siendo ministro del Interior, habría informado a la viuda de Aramburu que no se podía seguir investigando sin que el Ejército resultara salpicado.

Sin duda, el verdadero carácter y autoría intelectual del asesinato de Aramburu quedará como un tema controversial por muchos años.

 

 

 





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