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martes, 2 de noviembre de 2021

¿JESUS ANTIRROMANO, NACIONALISTA Y VIOLENTO? OTROS MITOS DE LA APOLOGÉTICA ANTI-JESUANA, por Javier Garin



Por Javier Garin




Ya hemos explicado en el capítulo anterior que la apologética anti jesuana intenta por todos los medios demostrar que Jesús ya no tiene vigencia y que no fue el espiritual y elevado propugnador de un nuevo estado de conciencia y de una ética del perdón y la liberación interior, sino un energúmeno nacionalista, exclusivista y racista.

              En ese sentido de descalificación moral y política trabaja sus hipótesis una parte de la academia que intenta destruir o tergiversar el significado de las doctrinas jesuanas por hostilidad ideológica.

              Para ello buscan equipararlo con los rebeldes nacionalistas judíos del siglo primero, que fueron los que provocaron con sus desatinadas revueltas armadas contra Roma la destrucción del Templo y el arrasamiento de Judea y los judíos.

Se trataría, según autores como el antijesuano español Antonio Piñero, de un “profeta fracasado”, un fallido intento de Mesías nacionalista al que la jugada le salió mal y murió en la Cruz, y cuyas doctrinas llenas de odio y discriminación no tienen valor moral ni vigencia para el mundo de hoy, están caducas.

Para poder sostener esta insostenible hipótesis, Piñero y autores afines deberían en primer término demostrar que Jesús rechazaba la dominación romana y predicaba contra ella, que se oponía al pago de los tributos como los zelotes, y que propugnaba una vía armada o violenta para sacarse de encima la dominación imperial.

Sin embargo, se topan con que los textos conservados no mencionan en absoluto nada de eso. No les resta sino decir que en realidad los evangelios suprimieron todo lo antirromano y proceder a adulterar flagrantemente los textos haciéndoles decir lo contrario de lo que dicen.

Examinemos el antiimperialismo jesuano, que es una prenda común de Piñero, Ehrman, Aslan y otros autores.

 

PRIMERA CUESTIÓN: ¿POR QUÉ JESÚS NO SE PRONUNCIÓ JAMÁS CONTRA ROMA?

           A diferencia de los académicos impolutos y asépticos del Primer Mundo, los latinoamericanos tenemos experiencia en líderes antiimperialistas, ya que toda nuestra historia estuvo signada por la lucha contra diversos imperios colonicales: primero contra España, luego contra Inglaterra y luego contra Estados Unidos. 

            La constante prepotencia y codicia de los imperios fue respondida con sucesivos movimientos de liberación nacional. En tiempos de las guerras de Independencia, los líderes como San Martín, Belgrano, Bolívar, Sucre, O´Higgins, y los ideólogos como Moreno o Monteagudo, no hablaban de otra cosa que de las iniquidades de España y de la necesidad imperiosa de acabar con su dominación. Más tarde, los ideólogos que bregaron por romper la dominación económica, comercial y financiera de Gran Bretaña centraron sus denuncias en los espurios negocios e injustas ventajas que los ingleses obtenían a expensas de los pueblos latinoamericanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, la resistencia a la nueva dominación norteamericana se manifestó en constantes arengas, proclamas y acciones políticas o militares contra el Imperialismo estadounidense. Líderes como Juan Perón, Jacobo Arbenz, Omar Torrijos, el che Guevara, Fidel Castro, Velazco Alvarado, etcétera, impugnaban permanetemente en sus discursos el imperialismo yanqui.

                ¿Por qué Jesús jamás dijo absolutamente nada contra el Imperio Romano?

              Si hubiera sido un antirromano en lucha de liberación nacional, era inevitable que su prédica tuviese un leit motiv: predicar contra Roma, señalar las injusticias de la dominación romana e incentivar la sublevación nacional, como hicieron los líderes antiimperialistas latinoamericanos, africanos o asiáticos que bregaban por la descolonización y la expulsión de las fuerzas de ocupación coloniales norteamericanas y europeas.

                 Pero Jesús no dijo nada.

            Esto sólo admite tres interpretaciones: 

           1) Vivió despotricando contra Roma pero sus denuncias no fueron conservadas en los evangelios, porque la influencia de San Pablo hizo que se suprimiera esa parte de su predicación, a fin de poder ganar adeptos entre los gentiles; 

           2) Por temor a la censura y la represión, Jesús ocultó sus sentimientos a la espera de momentos más propicios; 

           3) Jesús realmente no se interesó por la cuestión nacional judía sino por la purificación religiosa y la transforamción moral y espiritual.

         Las dos primeras soluciones tienen el inconveniente de que no pueden ser probadas históricamente. Si Jesús era un antirromano que promovía una insurrección pero su predicación política fue eliminada por San Pablo y acólitos, o si odiaba a los romanos pero no lo manifestaba para evitar la represión, no hay forma de saberlo.

            Lo único que sabemos es que no se conservan logias jesuanos contra Roma y por tanto lo único que puede ser probado es la falta de expresiones antiimperialistas. La tercera opción es la que surge sin dificultad de la prueba disponible.

              Tal como dijimos muchas veces, no se puede afirmar lo que no puede ser respaldado, y en ausencia de pruebas sólo se puede especular o formular conjeturas. Cuando las conjeturas van en contra de las fuentes, como en estos autores, se trata de inferencias anticientíficas.

             Jesús no habló contra Roma porque su preocupación central era la reforma religiosa y la conversión moral, primero de Israel y después también de los gentiles, tal como se describe en todos los textos neotestamentarios, que son el único material disponible, toda vez que los testimonios no cristianos nada nos dicen al respecto, si bien Flavio Josefo nos proporciona algún indicio.

SEGUNDA CUESTIÓN: EL INDICIO FLAVIANO.

             Tomemos del propio Antonio Piñero el texto de Antigüedades Judías (XVIII 2,2 -.63-64) que da por válido, ya que todos los especialistas concuerdan en que el párrafo sufrió algunas interpolaciones de escribas cristianos para hacerle decir a Flavio Josefo que Jesús era el Mesías.

“Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, y atrajo hacia él a muchos judíos. Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron. La tribu de los cristianos, llamados así por él, no ha cesado de crecer hasta este día.”

             Este texto es el que admite Piñero porque se adapta mejor a sus propósitos. El texto proveniente del árabe, también conocido como “versión eslava”, incluido en el  siglo X en una traducción al árabe de Antigúedades Judías, dentro de la Historia Universal de Agapio, obispo de Hierápolis, descubierta en 1971 por el judío Sholomo Pines, no conserva ni rastros de interpolación cristiana, y es anterior a cualquier texto adulterado que fue confeccionado después, motivo por el cual se lo suele considerar el más fiel.

            ”En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el mesías de quien los profetas habían contado maravillas.”

              Cualquiera sea el texto que se tome por válido, surge una imagen positiva y no bélica de Jesús. Es más: en el texto propugnado por Piñero se elimina lo de los adeptos gentiles pero se incluye que fue crucificado por "la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros", vale decir, los saduceos, lo cual concuerda con la versión evángelica, que atribuye a una conjuración saduceo el juzgamiento, denuncia y condena de Jesús.

              Los anti jesuanos, para sostener su hipótesis, afirman que Flavio Josefo menciona a Jesús como parte de una lista de personajes nefastos que provocaron la agitación del pueblo contra Roma y llevaron a la destrucción de la nación judía. Según Piñero, “parece casi evidente que el núcleo del testimonio de Josefo sobre Jesús estaba dentro de una lista de personajes y sucesos ominosos que impulsaron a los judíos a la desastrosa sublevación del 66 d.C.”

          Pero esto no es cierto. En los párrafos anteriores, lo que enumera Flavio Josefo son situaciones de injusticia provocadas por la impericia política de Poncio Pilato. En el primer parágrafo narra la provocación llevada adelante por Pilato contra las leyes judías al querer introducir las efigies del emperador en Jerusalén violando la prohibición de imágenes de la ley judía. Esta arbitrariedad concluyó con la resistencia pacífica (no armada) de los judíos, a quienes Pilato rodeó con sus tropas en Cesárea y amenazó con asesinarlos a todos. “Pero ellos se echaron al suelo y descubrieron sus gargantas, diciendo que preferían antes morir que admitir algo en contra de sus sabias leyes. Pilatos, admirado de su firmeza y constancia en la observancia de la ley, ordenó que de inmediato las imágenes fueran transferidas de Jerusalén a Cesárea.” Un ejemplo práctico de no resistencia. Como se ve, el primer episodio que se relata no es de una sublevación armada sino de defensa pacífica de la religión judía frente a una torpeza política de Pilato.

           A continuación, se relata que Pilato ordenó realizar un acueducto con dinero del tesoro sagrado, ofendiendo nuevamente las leyes judías, y ante la protesta de los judíos mandó reprimirlos provocando muchos muertos. Una vez más, se trató de un capricho de Pilato acompañado de una  represión desmedida. 

           Recién entonces viene el relato sobre Jesús, que aparece como un episodio destinado a mostrar una vez más la arbitrariedad de Pilato, al presentarlo crucificando a Jesús pese a que éste era un hombre sabio y virtuoso. La historia concluye en el capítulo siguiente con la desaforada represión de los samaritanos que ordenó Pilato provocando centenares de muertos y que le valió ser reemplazado por el emperador.

             Como vemos, en este párrafo de Antigüedades Judías no es cierto que Flavio Josefo esté pasando revista a los sediciosos antirromanos que condujeron a la represión el año 66. Lo que está haciendo es enumerar los dislates cometidos por Poncio Pilato en su pésima administración de Judea. Pero para presentar a Jesús como un sedicioso antirromano hay que inventar que en realidad Flavio Josefo habla en su contra y no en contra de Pilato y sus crímenes.

            Cuando se compara la mención de Jesús expurgada de posibles interpolaciones, observamos que Flavio Josefo hace de él afirmaciones que no hace de los líderes judíos rebeldes, a quienes desprecia profundamente.

             Sobre los zelotes y  Judas el Galileo, dice lo siguiente:  “Sus seguidores imitan a los fariseos, pero aman de tal manera la libertad que la defienden violentamente, considerando que sólo Dios es su gobernante y señor. (Señala la violencia como método). No les importa que se produzcan muchas muertes o suplicios de parientes y amigos, con tal de no admitir a ningún hombre como amo” (Señala el desprecio de los zelotes por las consecuencias de sus levantamientos, aunque cuesten la muerte de sus parientes y amigos). Más adelante, después de reconocer su valor y desprecio ante el sufrimiento, agrega que el movimiento de los zelotes fue una “locura”.

          Veamos lo que cuenta de Judas el Galileo: "Sin embargo, Judas, un gaulanita nacido en el pueblo de Gamalis, con la adhesión del fariseo Saduco, incitó al pueblo a que se opusiera (al censo de Quirino para pagar impuestos). El censo, decían, era una servidumbre manifiesta, y exhortaron a la multitud a luchar por la libertad. Si tenían éxito, se aseguraban sus bienes; y en el caso de que lo tuvieran, conseguirían gloria y alabanza por la grandeza de su alma. Además la divinidad colaboraría en la obtención de estos designios, si emprendían grandes obras convencidos de su honorabilidad, y no dejaban nada de hacer para lograrla. Y en esta forma se aventuraron a algo sumamente temerario, pues sus palabras fueron aceptadas ávidamente. A causa de su predicación, no hubo desgracia que no provocaran, sumiendo al pueblo en infortunios con mucha mayor intensidad de lo que pueda imaginarse: guerras de violencia continua inevitable, pérdida de amigos que hacían más llevaderas las penas, acrecentamiento de los latrocinios, muerte de los mejores hombres, todo con el pretexto del bienestar común, pero en realidad con la esperanza de lucro personal. Se originaron sublevaciones, y por su causa numerosos asesinatos, en parte entre la misma gente del pueblo, pues estaban tan enfurecidos unos contra otros que no querían ceder ante el adversario, y en parte también por la acción de los enemigos. A ello siguió el hambre, que llevó a extremos vergonzosos, con capturas y destrucciones de ciudades, hasta que el mismo Templo de Dios fué sometido al fuego del enemigo. Fué tan grande el afán de novedades que llegó a perder a aquellos que fueron sus causantes. Judas y Saduco, que introdujeron entre nosotros la cuarta secta filosófica y contaron con muchos seguidores, no solamente perturbaron al país con esta sedición, sino que pusieron las raíces de futuros males con un sistema filosófico antes desconocido. Quiero decir algo sobre el particular, tanto más cuanto que la adhesión de la juventud a esta secta causó la ruina del país.” 

         Con Judas el Galileo, Saduco y los zelotes pasó lo mismo que pasa siempre con los sediciosos violentos que no calculan las fuerzas del enemigo y a los que no les importan las consecuencias para los demás: terminaron dando pie a una represion monumental y fueron crucificados en masa  a no más de cinco kilómnetros de la casa de la familia de Jesús, quien a la sazón contaba unos doce años, y podemos imaginar que contempló de lejos a los crucificados como todos los habitantes de Nazareth.

            Valde decir que, al referirse a Jesús, Flavio Josefo lo incluye entre las arbitrariedades cometidas por Poncio Pilato y dice del él que era un “hombre sabio”, de “conducta buena”, “considerado virtuoso”, y a quien los discípulos “no lo abandonaron” pese a su crucifixion. Pero al hablar de Judas el Galileo y los zelotes, refiere que son violentos, que no le simportan las muertes y sufrimiento que provocan, que Judas y el fariseo Saduco actuaban movidos por la ambición y el interés personal, llevando a cabo planes “temerarios”, y “a causa de su predicación no hubo desgracia que no provocaran, sumiendo al pueblo en infortunios”, “guerras de violencia continua”, “pérdidas de amigos”, “acrecentamiento de latrocinios”, “muerte de los mejores hombres”, por la "esperanza del lucro personal", originando "sublevaciones" y “numerosos asesinatos” entre la misma gente del pueblo, “hambre”, “extremos vergonzosos”, “captura y destrucción de ciudades”, “incendio del templo”; "perturbaron el país con esta sedición” y "causaron su ruina".

              La caracterización es de una diferencia tan abismal que surge a simple vista que Jesús y los zelotes eran dos fenómenos por completo diferentes, el primero era un hombre virtuoso, de buena conducta, a quien sus discípulos no abandonaron pese a la crucifixión, los segundos, bandas de fascinerosos nefastos y violentos que causaron la reuina del país, así al menos los pinta el ilustre historiador.

 

TERCERA CUESTION: LOS TRIBUTOS.

     Para poder hacer de Jesús un zelote o un nacionalista judío rebelde autores como Piñero, Ehrman y Aslan necesitan imperiosamente mostrar que él también adhería a la violencia sanguinaria y postulaba el no pago de los tributos. Como el tema de la violencia se trata más profusamente en otro lugar, analicemos la cuestión de los tributos.

            La anécdota evangélica de los impuestos no puede ser más clara: sus enemigos le hacen una “pregunta envenenada “, si es lícito pagar o no los impuestos al emperador romano. Si responde por la negativa queda en rebeldía ante Roma y lo pueden liquidar, como hicieron con Judas el Galileo. Y si dice que sí, una parte del pueblo lo odiará porque odian a los romanos y se oponen naturalmente al pago de los tributos.

         La actitud frente al pago del tributo era un tema álgido, una "piedra de toque" política. Este era el símbolo más visible de la ocupación romana, y debían pagarlo al César todas las personas, incluidos los siervos; los hombres desde los 14 años, y las mujeres desde los 12, hasta la edad de 65.

          La pregunta "envenenada" no la hacen directamente los fariseos sino unos discípulos de estos, acompañados de unos partidarios de Herodes, después de dorarle la píldora llamándolo "rabí" y dirigiéndole elogios para "hacerle pisar el palito". Los espías de Herodes están allí, prestos a denunciarlo.

       Marcos, el evangelio más antiguo, cuenta la historia así, luego de decirnos que Jesús atacó con parábolas a los fariseos (Marcos, 12, 12 a 17):

12. Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.

13. Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra.

14. Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?

15. Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.

16. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César.

17. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.

         La historia, que es de las más conocidas, es relatada de similar manera por los otros sinópticos.

           Jesús, pues, no se opone al pago del tributo, como era de esperar de un zelote, como habían hecho Saduco y Judas el Galileo; responde que las monedas son de César y que hay que dárselas a César, que es una manera elegante de responder a una pregunta envenenada. 

         Durante dos mil años está anécdota-enseñanza fue interpretada de una sola manera: Jesús no justifica pero no se opone al pago del tributo; lo considera una cuestión ajena a su misión, que es de índole religiosa. El provecho de esta escena fue tanto para la Corona cuanto para la Iglesia: ambas partes en disputa la invocaban apra rechazar la ingerencia de la potencia secular o eclesiástica degun el caso. Sirvió de fundamento en contra de las pretensiones de la iglesia de intervenir en la política estatal y los regalistas la usaban contra el Papa. Durante siglos fue la anécdota preferida de quienes defendían la separación del poder temporal del espiritual, al emperador frente al Papa y más modernamente  la separación de la Iglesia y el Estado . El argumento era: lo espiritual va por un lado (Dios) y lo temporal va por otro (el César). Si hay algo que siempre se interpretó del mismo modo fue esa anécdota evangélica. 

               Para que quede claro que nop se estaba hablando de los impuestos en general, la moneda que se usaba para pagar impuestos al César no era la misma que se usaba para pagar el tributo al templo (Dios). Por eso existían las mesas de cambio de los parientes y amigos de los saduceos. 

                Tanto no estaba en contra del pago de los tributos al emperador, que Jesús aceptaba entre sus discípulos y seguidores a... ¡los recaudadores de impuestos! Los odiados y despreciados "publicanos".

      La frase “dad al César lo que es del César” es la PRUEBA IRREFUTABLE de que Jesús NO ERA un zelote fanatico judio sino un reformador religioso que adrede se desentendió de la cuestión de los tributos.Jesús se presenta siempre como un reformador religioso que ataca a los administradores del templo por corruptos pero jamás ataca a los romanos, porque no era su misión.

           Para intentar hacerle decir a Jesús lo que no dijo y convertirlo en un predicador antirromano violento del no pago de tributos, los antijesuanos hacen toda clase de maniobras intelectuales inadmisibles con la finaldiad de adulterar un texto clarísimo. Piñero y sus correligionarios apelan aargumentos rebuscados, como que "para un judío como Jesús, todo pertenecía a Dios y nada al César y por tanto lo que suiso decir es que no hayq ue pagar el tributo". ¿Y qué hacemos con la moneda con la esfigie de César que Jesús dispuso dal al César?  Aquí es donde los especialistas empìezan a tartamudear y responden vacilantes: "Bueno, no sé, hagamos como que no dijo nada, lo habrá inventado San Pablo..."

               Entonces van corriendo al Levítico y dicen que el capítulo 25 ordena no pagar tributos, y como Jesús dijo que no vençia a abrogar la ley sino a cumplirla, ergo, no había que pagar tributos y había que declararse en rebeldía ante los romanos.

                    Pero es otra mentira. En los más de cincuenta versículos del capítulo 25 Levítico se habla del jubileo cada cincuenta años, de no tomar esclavos judios, de que la tierra no se concede a perpetuidad a nadie porque es de Dios, pero NO HACE NINGUNA MENCIÓN AL NO PAGO DE TRIBUTOS. Hay una diferencia entre la tierra y el dinero: la primera es un bien de producción y el segundo es un medio de pago. Si se enajena la tierra se enajena lo que produce. Enmtregar una moneda es entregar sólo un medio de pago y no está prohibido por el Levítico, que se limita a declarar: 'La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es". Por tanto, Jesús podía hacer lo que hizo sin violar la ley: recomendar el pago de tributos al césar con las monedas del César.

            Para diferenciarse de Judas el Galileo, Jesús afirma que la ley de Dios no se ocupa del tributo a los romanos (que es un hecho de fuerza).

CUARTA CUESTION: LAS ENSEÑANZAS DE JUAN EL BAUTISTA CONTINUADAS POR JESÚS Y OTROS GESTOS REVULSIVOS E INACEPTABLES PARA LOS NACIONALISTAS

        En esta conducta, Jesús era un digno continuador de Juan el Bautista, que jamás predicó contra los romanos y que se concentró en promover el arrepentimiento y purificación de los judíos, porque para Juan y Jesús el problema central era la degradación religiosa de Israel y no la ocupación romana. En todo caso, aún suponiendo que miraran con fuerte antipatía el estado político, lo cierto es que su prédica da a entender que primero se debe purificar y enmendar al pueblo, corrompido pos sus gobernantes y sacerdotes. 

    Pero hay algo más: Lucas, capítulo 3, nos cuenta que Juan recibió a publicanos y soldados, vale decir a dois sectores que con su trabajo servían a la ocupación romana. 

"12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?

13 Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.

14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario."

    Un zelote ultranacionalista hubiera considerado a estos dos sectores sociales como "traidores y antipatriotas". De hecho, ambos sectores eran odiados y repudiados por buena parte del pueblo.Si hubiera sido un zelote les habría dicho: “si quieres arrepentirte de verdad deja de servir a los usurpadores Romanos”. No les dice nada de eso. Les dice: no abusen del poder. Entiende que se están ganando la vida y no los condena.

    Siguiendo los pasos de Juan, también Jesús acoge a los publicanos, visita sus casas, comparte comidas y banquetes y hasta acoge a uno de ellos, Leví, también llamado Mateo, entre sus principales discípulos.    

    No contento con esto, que para un nacionalista judío era inadmisible, va en auxilio de un... ¡centurión romano! Vale decir, el mismísimo enemigo. Cuando los nacionalistas judíos veían a un centurión sin escolta lo asesinaban con la sica, daga de la que proviene el nombre de sicario. Jesús no sólo no lo asesina: cura a su sirviente. la anécdota puede ser un invento evangélico o una parábola, pero indica con claridad que Jesún no pudo ser jamás un zelote. Va en el mismo sentido que la anécdota de la muejr cananea o sirofenicia de que ya hablamos en el artículo anterior:    

    "Y entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora (Mateo 8:5-13)."

    A eso hay que añadir que el único grupo judio que no se sublevó en armas contra los romanos en el año 66/70 fueron los judeocristianos y que los primeros cristianos que predicaron en tierras de Israel (Jesús, Esteban, Santiago, etcétera) cayeron víctimas de conspiraciones de otros judíos, herodianos o seguidores de de los sumos sacerdotes Anas, Caifas y Ananías y no de los romanos.

CONCLUSIÓN:

    No hay un solo versículo de los Evangelios ni una sola línea de Flavio Josefo ni de ninguna otra fuente histórica que diga que Jesús se preparaba para expulsar a los romanos o que hacía llamamientos a no pagar impuestos y a levantarse contra el imperio. Lo acusaron de eso sus enemigos pero no era su prédica. Judas el Galileo incitó a no pagar impuestos y Jesús dijo que había que pagarlos. No estaba en esa lucha porque no era una nacionalista judio que buscaba la liberación sino un reformador religioso que quería cambiar y hacer más pura y más espiritual la religión corrompida de su tiempo. 

    Nadie niega que Jesús era un judio de su tiempo; lo que rechazamos es la insostenible e infundada hipótesis de que se propusiera liberar políticamente a Israel de los romanos ya que esa era una postura que jamás sostuvieron ni Jesús ni Juan el Bautista.

    Jesús, en su infancia, había sido testigo del fracaso de Judas el Galileo, que fue crucificado junto a todos sus seguidores a unos cinco kilómetros de la casa de Jesús, por haber intentado tomar la guarnición romana de Seforis y hacer un llamado a no pagar impuestos; por eso sabía muy bien que ese no era el camino. Sabía que no se podía luchar con éxito contra los romanos y jamás lo intentó siquiera. Sus enemigos lo acusaron de eso pero no es lo que hizo. Consideró a la ocupación romana como un hecho de fuerza y pensó que su tarea era promover la reforma religiosa y la purificación espiritual del pueblo; por eso su predicación asumió el carácter de una constante crítica social hacia las clases altas judías, a quienes hizo blanco de sus increpaciones y que fueron las que, en definitiva, lo denunciaorn ante Poncio Pilato bajo el falso cargo de sedición y de haberse querido proclamar rey.

            En los próximos capítulos nos ocuparemos de temas tales como las infundadas acusaciones de violencia analizando los logia jesuanos que las descalifican por completo, y demostrando que Jesus introdujo innovaciones en la ley judía de tipo fundamental, así como demostraremos que la ejecución de Jesús no obedeció a ninguna sublevación contra Roma sino a una conspiración de los detentadores del status quo.