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jueves, 16 de julio de 2020

LA INFANCIA DE JUAN JOSÉ CASTELLI, por Javier Garin






Por Javier Garin 



            Juan José Antonio Castelli y Villarino nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1764. La ilustre ciudad rioplatense era entonces una aldea fangosa, sucia, azotada por el viento y oscura: una urbe fea y pequeña que estaba muy lejos de poder competir con ciudades hermosas como Charcas o fastuosas como Lima. Aún no había sido embellecida por los laboriosos emprendimientos del Virrey Vértiz, porque el Virreynato del Río de la Plata ni siquiera había sido creado. La cercana presencia de los portugueses, expulsados por el gobernador Ceballos de la Colonia del Sacramento y restituidos a ella el año anterior en virtud de la Paz de París,  confería al poblado una condición de frontera y precariedad. Los jesuitas, amigos de Ceballos, todavía gobernaban su vasto y sigiloso imperio teocrático en el corazón del continente, aunque en apenas tres años caería sobre ellos la orden de expulsión de Carlos III, de la mano del gobernador Buccarelli, provocando gran conmoción en el territorio del Plata, donde la Compañía de Jesús tenía algunos de sus mayores baluartes. Las pampas no habían sido arrebatadas aún a los indígenas, pese a la impaciencia con que comerciantes y terratenientes instaban a las autoridades a “extender la frontera con el indio”; y el bravo cacique Cangapol podía darse el gusto de aterrorizar a los porteños con un malón que arrasó poblaciones hasta más acá de Lujan y obligó a la naciente burguesía mercantil a refugiarse temblorosa en las iglesias. Los agentes de Inglaterra recien empezaban a tomar nota de las posibilidades que les ofrecía el contrabando en estos lares. Allá en las tierras de “arriba”, en el Perú y el Alto Perú florecía la perversa institución de la mita, y la prepotencia de los antiguos encomenderos no había sufrido aún el menor revés. El desdichado Tupac Amarú II era apenas conocido de unos pocos con el nombre de José Gabriel Condorcarqui y conservaba los miembros en sus coyunturas, porque todavía faltaban dicecisiete años para que los feroces españoles lo descuartizaran en la Plaza de Cuzco, después de obligarlo a presenciar la tortura y asesinato de toda su familia. Ningún español asustado había expresado aún su peor pesadilla: “si los indios nos ganan, serán ellos los españoles y nosotros los indios”.
                        Juan José era el hijo primogénito de don Angelo Castelli Salomón y de doña María Josefa Villarino. Su padre, veneciano de origen, había llegado a Buenos Aires unos años antes, tras embarcarse para América en el puerto de Cádiz y sobrevivir milagrosamente a un voraz naufragio.
                        Don Ángelo era médico boticario; su profesión y esfuerzo le permitieron adquirir una sólida posición económica. Su segundo apellido –Salomón- daría pie a que se tachase a su hijo Juan José de “judío” y “musulmán”, con el odio reaccionario tan característico de las oligarquías ofendidas. Tambien la ocupación de don Ángelo, despreciada por los viejos españoles –que sólo consideraban digno de un hidalgo el no trabajar en absoluto- sería motivo de burla y satíricos comentarios.  Castelli –dirían los chapetones luego de la derrota de Huaqui- se ha creído que “formar repúblicas, organizar gobiernos, dar a un estado nueva legislación, levantar ejércitos y disciplinarlos, era hacer caldos de jeringas, píldoras y eméticos en la botica de su padre”. Claro: para estos señores las altas tareas políticas y militares no eran cosa de hijos de boticarios. Algunos de los actuales críticos de Castelli siguen pensando igual, y lo tildan aun hoy de iluminado, iluso e ideologista sin contacto con la realidad.
                        Este desprecio hacia un hijo de boticario no carece de importancia. El movimiento emancipatorio americano reclutó sus dirigentes entre los hijos de los comerciantes y los doctores criollos. Ellos representaban lo nuevo en el seno de la destartalada sociedad colonial, luchando por sus derechos frente a la soberbia de los antiguos españoles, venidos de la Península con una mano atrás y otra adelante y convertidos en burócratas, terratenientes y monopolistas, pues América -al decir de Cervantes-, era el refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores”. Estos presuntos “hidalgos”, “cristianos viejos”, españoles de “sangre limpia”, que vivían de explotar a los indios, esclavos y proletarios, consideraban el trabajo como una señal de inferioridad, y la holgazanería e ignorancia como adornos de “nobleza” Tenían la idea, según describe Félix de Azara, de que “ser noble y generoso consiste en derrochar, destrozar y en no hacer nada”. La conducción de la guerra y del Estado les pertenecía “por derecho”, y el vástago de boticario que aspirase a mandar no era más que un advenedizo usurpador.
                        Pero volvamos a la familia de Juan José. Su madre, María Josefa, era hija de un rico terrateniente español proveniente de Vigo y de una santiagueña de viejo cuño. Esta última -doña Gregoria- resultaba ser hermana de don Juan González de Islas, abuelo materno de otro futuro gran patriota y revolucionario: Manuel Belgrano. Castelli y Belgrano fueron, pues, primos segundos: parentesco de gran importancia en razón de la sociedad política que ambos –más hermanos que primos- sostendrían con total lealtad hasta la muerte del primero. Juan José tenía casi seis años cuando nació Manuel, y aunque muchas veces, en los juegos infantiles de una familia que se mantenía en estrecha relación cotidiana, cuidó a su pariente más joven, la diferencia de edad impidió que entonces fueran realmente amigos. La verdadera amistad e inclaudicable alianza entre ambos primos patriotas nacería siendo ya hombres.
                        Juan José fue el mayor de siete hermanos y tuvo desde pequeño un carácter serio y grave. Fue criado con cariño, pero con severidad, por un padre que no admitía réplicas. Se le enseñó a ser muy responsable, en carácter de primogénito, y a velar por sus hermanos menores: Mónica, Joaquín, María Ventura, Francisco, María Dolores, Josefa y Rosa Micaela. Quizás de allí provenía su actitud algo paternal, protectora con sus amigos, a quienes parecía cuidar con extraño celo de las amenazas exteriores a su círculo. “Nuestro Castelli”, lo llamarían más tarde sus camaradas, entre orgullosos y cómplices, demandándole una y otra vez –con su complacencia- que les oficiara de vocero, embajador y público abogado.
                        Aunque no hay testimonios sobre su infancia, es posible deducir la severidad paterna con que fue criado de la circunstancia de haber tenido que aceptar sin apelación una carrera decidida, no por él, sino por su padre, y haber debido esperar a la muerte de éste último para seguir su verdadera vocación. Muchos años después, y ya al borde la muerte, Juan José incurriría en la misma actitud autoritaria de don Ángelo al no aceptar la voluntad de su propia hija, deseosa de casarse con una persona que no era del agrado paterno. Entonces este hombre –paladín de la libertad y el autogobierno-, escribiría, para justificar su oposición, que estaba ejerciendo un derecho “que da la naturaleza a los padres para educar y conducir sus hijos al bien verdadero y dirigiendo la libertad que tienen”. Y agregaría: “La patria potestad jamás ha dado motivo de arrepentimiento (…) La conducta contraria fue siempre funesta (…) Yo para con mis hijos tengo derechos, como ellos tienen deberes (…) Me es peculiar y privativa la inspección de mi familia y el establecimiento de mi hija”. El enemigo de todos los despotismos se negaría a oir las razones del corazón de su amada hija, de la misma manera que su padre se había negado a oir los reparos del pequeño Juan José a la carrera que le había sido impuesta, invocando la patria potestad y la obediencia filial. La naturaleza humana tiene estas contradicciones...
                        La familia habitaba en la casa paterna, en calle de las Torres esquina San Miguel, y según J.C. Chávez, tenía a su servicio “siete esclavos”, nota de distinción. Cerca de allí, en la modesta escuela del otrora convento jesuita, Juan José hizo sus primeras letras, estudiando aritmética y el catecismo bajo la severa vigilancia de un religioso que no escatimaba castigos corporales para imponer la disciplina del aula. Como muchos de sus coetáneos, aprendió desde niño a aborrecer los poco sutiles métodos educativos de la Colonia. Faltaba mucho tiempo para que la Asamblea del Año XIII prohibiera azotar a los alumnos.
                        A los trece años, Juan José ingresó al célebre Real Colegio de San Carlos, que educó a generaciones de criollos bajo el impulso inicial del “virtuoso canónigo” Juan Baltasar Maciel. Allí tuvo como condiscípulo a un joven destinado a ser amigo afectuoso, y a colaborar en todas sus iniciativas políticas con absoluta lealtad: Hipólito Vieytes. Pero su paso por esa institución fue breve. Un amigo íntimo de la familia dejó a los Castelli un importante legado dinerario con la condición de que el hijo favorecido se hiciese sacerdote. Irónicamente, el futuro revolucionario, abominado por “hereje” y “satánico”, resultó elegido por su padre para sobrellevar la carrera eclesiástica. Juan José, a disgusto pero obediente, debió marchar a la Real Universidad de Córdoba del Tucumán, separándose de su familia y de los lugares donde transcurriera su infancia. Allí cursaría, con notable desempeño, teología y filosofía, materias indispensables para la proyectada ordenación sacerdotal.

domingo, 28 de junio de 2020

ELOGIO DE JUAN JOSÉ CASTELLI, por Javier Garin



Por Javier Garin


“Genio ilustre, que dirigió los primeros pasos de la Primera Junta, y por cuyos extraordinarios esfuerzos hemos llegado al camino en que ahora nos hallamos”. Bernardo Monteagudo

            “De Castelli hay que hablar como quería Martí de Bolívar, teniendo una montaña por tribuna, entre rayos y relámpagos, con el despotismo descabezado a los pies y un manojo de pueblos libres en el puño”. Julio Cesar Chavez.

            “Era el principal interesado en la novedad”. Virrey Cisneros.

            “Muy perverso, hijo de un boticario. Lo llamaban Pico de Oro. Predicaba la irreligión.” Faustino Ansay, español.

            “Creyó que formar repúblicas era hacer píldoras en la botica de su padre”. Pasquín español contra Castelli.

            “El expresado mi marido fue uno de los principales autores y agentes de nuestra gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810, y el que, arrostrando todo peligro, logró con su influencia y actividad la destrucción, en aquel día célebre y digno de nuestra memoria, del antiguo gobierno español”. María Rosa Linch de Castelli.

            “Don Juan José Castelli, doctor en derecho, hombre de mucho mérito, es uno de los principales autores de esta Revolución”. Nota del periódico “Star” de Londres sobre los sucesos de Mayo.

            “Uno de los primeros cuatro hombres que empezaron a trabajar en el cambio político de estos países”. Ignacio Núñez.


                                                                      
“Sólo un pueblo habitualmente esclavo puede vivir en esa calma profunda que no es sino el sopor de la razón humana”. B. Monteagudo.

                        Ell hombre que pudo decir sin jactancia: “Yo soy la Revolución”; el llamado por Cisneros: “principal interesado en la novedad”;  aquel a quien los patriotas encomendaron en su mayor incertidumbre: “hable usted por nosotros”; el que dirigió desde las sombras y a plena luz los movimientos que condujeron al 25 de mayo de 1810; el dueño de una notable “muñeca” política, capaz de conciliar los extremos y reunir a personalidades tan antagónicas como Saavedra y Moreno detrás de un objetivo común; el cabecilla que no vaciló en sacrificar su liderazgo para ponerse al hombro una peligrosa campaña militar; el único que osó fusilar a un Virrey y a varios ilustres genocidas, sin temer las represalias; el que se atrevió a proclamar la emancipación de millones de indígenas, sometidos durante siglos a la peor esclavitud; quien renunció a todo –tranquilidad, familia y fortuna- por la Libertad de un continente; ese hombre, alma de la Revolución de Mayo, se llamó Juan José Castelli.
                        Fue uno de los individuos más inteligentes y valerosos que produjo nuestra tierra. Y fue tambien uno de los más abnegados. Ofrendó sus bienes y los de su familia, junto con la vida, en la lucha revolucionaria. Entregó en holocausto incluso su buen nombre, exponiéndose al mote de “sanguinario, inhumano y cruel”, al tomar sobre sí la dura tarea de descabezar la Contrarrevolución antes de que pudiera fortalecerse. Y sin embargo, la Historia oficial lo ha reducido a un papel subalterno, desconociendo o minimizando –cuando no condenando- su trascendental actuación. ¿No es sintomático que la primera biografía completa y seria de Castelli no la haya escrito un argentino, sino un historiador paraguayo? ¿No es sintomático que recién después de doscientos años se reclame el traslado de su estatua a la Plaza de Mayo, donde siempre debió estar? ¿No es sintomático que sus restos estén arrumbados en una tumba sin honores? Es que Castelli fue casi un nombre prohibido. Y hay razones para ello: las ideas y las líneas directrices de su conducta histórica no son de aquellas que un hombre pueda emprender impunemente. Quien se enfrenta a los poderosos de su tiempo y reivindica a los oprimidos, se habrá hecho acreedor al odio imperecedero de las oligarquías y de sus sucesores. Castelli fue, es y será un mal ejemplo...
                        En sucesivos artículos nos proponemos trazar el retrato de este héroe a quien Bernardo Monteagudo, su principal discípulo, consideraba tan celoso de la felicidad general “que el más virtuoso espartano admiraría su conducta con emulación”. No era extraño que Monteagudo lo comparase una y otra vez con los héroes de Plutarco, pues se advierte en Castelli una conjunción de virtudes que en nada desmerecen a aquellos personajes de la Antigüedad clásica. Y por eso, tal vez, no suenan desmedidas las palabras que el joven tucumano dedicó a su maestro, citando los elogios fúnebres de Cicerón a Crasso: los dioses inmortales no le quitaron la vida, sino que le concedieron la muerte, como premio a sus esfuerzos, para librarlo de las aflicciones que bien pronto envolverían a su amada Patria Americana.

Los ecos de Yalta en el ABC de Perón, por Marilina Juárez


Capítulo III del ensayo "Estados Unidos de Sudamérica, un sueño pendiente.
Proyecto ABC, la alianza fallida entre Argentina, Brasil y Chile (1947-1955)"

Por Marilina Juárez.



CAPITULO III Los ecos de Yalta


  Como ha quedado expuesto en los capítulos precedentes, el escenario mundial luego de la Segunda Guerra Mundial, fue decisivo en cuanto a la política exterior adoptada durante el primer gobierno de Perón. La conferencia de Yalta, antes de terminar la Guerra en febrero de 1945, y finalmente el acuerdo de Potsdam, son dos hechos claves a la hora de entender la intención del gobierno argentino de mantener cierta distancia respecto de los dos grandes bloques hegemónicos. La idea de Perón de consolidar una unidad de los países latinoamericanos, estuvo estrechamente ligada a este nuevo contexto político/económico.
   El reparto de Yalta se proyectaba sobre sudamérica  cuando el gobierno constitucional peronista inició su gestión a mediados de 1946. La distribución del mundo, confirmada en Potsdam ratificó el dominio bipartito entre los dos grandes bloques: el occidente capitalista y el oriente comunista. Se estableció así un “modus vivendi” denominado coexistencia pacífica, que representaba según dichos de Perón, un “conformismo imperialista”.
En el año 1971, el General Perón reflexiona acerca de aquella situación:

  “ No es un secreto para nadie que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en 1945 se reúnen en Yalta el imperialismo Yanqui y el imperialismo Soviético. Allí ellos arreglan el asunto. Hacen conversaciones ( estaban Stalin, Churchill, y Roosevelt) y dividen el mundo. Trazan una línea y dicen : de acá para allá es de ustedes, de acá para allá de nosotros. (...) Estos dos imperialismos tratan de hacer en el mundo un nuevo imperialismo global. El mismo de toda la vida, pero con otros nombres”.

   Fue en este escenario mundial en el que Perón promovió la Tercera Posición analizada en el capítulo anterior. Este posicionamiento tenía implícita la idea de la conformación de un bloque sudamericano entre Argentina, Brasil y Chile para contrarrestar la injerencia norteamericana en la región.

El proyecto ABC
    Como se ha analizado en los capítulos anteriores, la política económica del primer peronismo se basó en la redistribución del ingreso en favor de los asalariados, y en el fuerte impulso del mercado interno favorecido por el proceso de industrialización desplegado en los años treinta, y profundizado por Perón.
   En aquel contexto Perón reflexionó acerca de las limitaciones del desarrollo económico sustentado en las reglas absolutas de la economía de mercado, así como de las propias limitaciones que imponía un mercado interno relativamente angosto como el argentino, y ante esta situación, se propusieron políticas de integración en América Latina como mecanismo de: expansión económica, y maximizar la influencia política en la región, contrarrestar el multilateralismo y el panamericanismo promovido por los Estados Unidos.
   Perón concibió la integración regional como una herramienta de política externa que debería contribuir al desarrollo nacional, así como a la autonomía de decisión del país, aumentando de este modo los márgenes de negociación internacionales. El proyecto de unidad regional emergía también como un instrumento de proyección de poder.
   Este proyecto de unidad entre los países más industrializados del cono sur ( Argentina, Brasil y Chile “A. B. C”)  resultaba amenazante a los intereses norteamericanos . El historiador Fermín Chávez lo advierte en su obra “La Tercera Posición y la unidad latinoamericana”:
  “En un memorándum fechado el 20 de mayo de 1947, el director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas Americanas, Ellis Briggs, observaba: existe el peligro de que la Argentina aspire a organizar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y económica  Argentina; y también que los Estados Unidos debían oponerse a cualquier desarrollo que pudiese facilitar la formación de tal bloque.

  En el año 1949, el Foreign Office también recibe un comunicado titulado : “ Ambiciones argentinas en Sudamérica, en el que se informaba :

  “Perón incursiona en las peligrosas incursiones de la geopolítica. Al dirigirse  a un grupo de estudiantes brasileros en julio de 1948, anticipó un tercer bloque de países latinos, liderado aparentemente por la Argentina, y basado sobre una unión aduanera, establecida primero entre las naciones latinoamericanas y luego extendido a España, Portugal, Italia e incluso Francia-en otras palabras un bloque latino-. Este bloque parecía asociado de cerca, en la mente del General Perón, con la Tercera Posición de la Argentina como mediadora entre los Estados Unidos y Rusia.”

A partir de la cita de estos dos comunicados podemos inferir lo amenazante que resultaba para los Estados Unidos como potencia hegemónica de aquel momento, el proyecto de integración regional entre los tres grandes Estados del cono sur; Argentina, Brasil y Chile, ideado por Perón.
  Las razones del fracaso del proyecto ABC, fueron variadas, pero es importante destacar el rol jugado por la cancillería brasileña, “Itamaraty” y la relación de Brasil hacia los Estados Unidos, como uno de los factores decisivos a la hora del fallido intento integracionista.
  La relación entre Perón y Vargas ha sido objeto de innumerables conjeturas, pero cuando el Vicepresidente Hortensio Quijano viajó al Brasil tras reasumir Vargas, aquél le comunicó el deseo de reunirse con él. Sin embargo, por motivos que aún se desconocen, esa reunión nunca tuvo lugar.

    “El embajador brasileño Lusardo, buscaba la coincidencia de ambos gobiernos, y fue por su intermedio que Perón, sondeó a Vargas sobre el proyecto de creación  de un nuevo tratado que uniera a la Argentina, Brasil y Chile (ABC). Este proyecto recibió un violento rechazo de funcionarios brasileños (...). Getulio Vargas nunca pudo superar la arcaica doctrina “antiargentina” que nutría el pensamiento de muchos sectores de la diplomacia brasileña.”

  De acuerdo con la valoración de Perón, las resistencia por parte del gobierno de Brasil, incluído el propio Vargas a involucrarse en un proyecto de unión con la Argentina, estaría motivada por la Cancillería brasileña, que consideraba esta alianza como un acto de enemistad frente a los Estados Unidos, país que era el pivote de su política exterior. El Presidente Perón no ocultó su decepción por la ausencia de Brasil, dentro de los acuerdos suscritos por Chile y Argentina.
  El fracaso del proyecto ABC, está relacionado con el tipo de modelo de desarrollo que había adoptado Brasil, muy distinto al argentino. En la posguerra temprana, la Argentina había seguido un modelo basado en estímulos internos. El Brasil formuló un tipo de economía sustentado en la inversión externa, sobre todo a partir de 1964. Al contrario de Argentina, Brasil se constituyó en un país receptor de grandes inversiones extranjeras y su modelo de desarrollo dependió en gran medida de sus relaciones con los grandes centros económicos occidentales, especialmente los Estado Unidos.
   La construcción del complejo hidroeléctrico Volta Redonda, es un ejemplo emblemático de cómo el régimen de préstamo y arriendo de los Estados Unidos hacia América Latina  se había volcado hacia el Brasil, como una prioridad dentro del marco de la carrera armamentística durante la Guerra Fría.
   En cuanto a la unión con Chile, Perón tuvo que sortear los mismos escollos que con el Brasil, pero finalmente logró un tratado bilateral con el país transcordillerano. Así lo destaca el historiador Fermín Chávez en su análisis:

   “ Perón estaba remando contra la corriente y avanzando cuanto podía. Todo el sistema neocolonial de ideas estaba contra sus proyectos, pero lo mismo siguió pacientemente marchando. Entre el 20 y el 26 de febrero de 1953 visitó Chile con el objeto de echar las bases de un convenio de complementación económica (sobre alimentos, minerales y energía principalmente). (...) A la distancia no se divisan los escollos que hubo que vencer en 1953 para avanzar hasta esa unión económica. Los hábitos mentales dominantes allende y aquende la Cordillera, con su carga de prejuicios, deformaciones y desinformaciones, no facilitaban ni mucho menos una política de integración”.

  El Presidente chileno Carlos Ibáñez, meses después del encuentro de febrero, firmaría en Buenos Aires finalmente un tratado de unión económica, en donde los dos Gobiernos se comprometían a la unidad de Argentina y Chile en las “gestas históricas de independencia”.
   El proyecto de Unidad Latinoamericana ideado por Perón, si bien no tuvo el éxito esperado por el líder, fue un antecedente ejemplar de lo que en años posteriores fueron acuerdos de reciprocidad como el Mercosur, o el Alalc. El fracaso del proyecto ABC demuestra cómo el imperialismo puede ser capaz de dominar haciendo uso de su poder económico/político, pero también explotando a su favor los conflictos internos de los países involucrados en proyectos que impliquen cierta autonomía e independencia de los centros hegemónicos occidentales.

Conclusión
   Los programas de integración regionales como el ABC, estuvieron signados a lo largo de la historia latinoamericana por avances y retrocesos. La idea de concretar un proyecto de unidad entre los países sudamericanos, especialmente los que habían tenido un desarrollo industrial importante como: Argentina, Brasil y Chile, ya estaba presente entre los líderes revolucionarios americanos del siglo XIX.
    Perón intentó infructuosamente promover el proyecto ABC, porque tenía presente el inmenso potencial con que contaban los países del cono sur para llevar adelante una economía autosuficiente y no dependiente de los países centrales. Esta idea de Perón estuvo enmarcada en el proceso histórico que se desplegó luego de la Primera Guerra mundial, en el cual se produjo un cambio sustancial del modelo Agroexportador.
   Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial hubo una importante caída de los capitales europeos en sudamérica, este hecho sumado a la Crisis del veintinueve, obligó a los países periféricos como la Argentina, a iniciar un proceso de industrialización. Este nuevo modelo económico de desarrollo, estuvo ligado también al surgimiento de una idea de “nacionalismo” dentro de la sociedad, y  un sector de las fuerzas armadas.
   La política peronista estuvo marcada en aquél entonces por el fuerte impulso dado a la burguesía nacional y por la redistribución del ingreso en favor de los asalariados. Estos dos factores generaron un desarrollo del mercado interno. El proyecto ABC tuvo que ver con esta idea de generar un mercado común entre los países involucrados  para contrarrestar la injerencia de las grandes potencias en la región.
    Los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, intentaron por todos los medios coartar cualquier intento de unidad entre los países latinoamericanos porque  veían amenazada su hegemonía económica, política e ideológica. Hubo otro factor esencial a la hora de entender el porqué del fracaso del ABC, el país del norte tenía fuertes inversiones tanto en Brasil como en Chile, esto sumado a la reacción adversa de la aristocrática cancillería brasileña fuertemente ligada a los intereses norteamericanos.
    Durante el reparto de Yalta, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dividido entre dos grandes esferas ideológicas el occidente capitalista y el este comunista. En aquel contexto la Tercera Posición de Perón marcaba una independencia de criterio frente a los dos bloques hegemónicos. Este no alineamiento a los centros ideológicos resultaba un fastidio para las pretensiones de los Estados Unidos de afianzar un panamericanismo en el sur de latinoamérica.
    La economía de los Estados Unidos y la de Argentina no eran complementarias sino que competitivas. Este hecho hizo que entre ambos países hubiera una histórica tensión en sus relaciones comerciales. El proyecto ABC, resultaba peligroso a los intereses del país del norte, ya que la Argentina tenía una gran capacidad agroexportadora, y hubiera podido convertirse en una potencia regional abasteciendo a los países vecinos.
   Mediante el proyecto ABC Perón pretendía consolidar la idea de unidad latinoamericana ya presente en San Martín y Bolívar. Durante su última presidencia en los años setenta, el líder hizo una reflexión que bien podría aplicar al tiempo presente:
  “ Cada país participa de un contexto internacional del que no puede sustraerse. Las influencias recíprocas son tan significativas que reducen las posibilidades de éxito en acciones aisladas. Es por ello que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores, en lugar de conducirse por la historia que quieren crearle los mercaderes internos y externos. Nuestra respuesta, contra la política de dividir para reinar, debe ser la de construir la política de unirnos para liberarnos.”




Bibliografía

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Escudé, Carlos. Gran Bretaña, Estados Unidos, y la declinación Argentina 1942-1949. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1983.
 Escudé, Carlos. La Argentina versus las grandes potencias: el precio del desafío, Buenos
Aires, Editorial de Belgrano, 1986.
Ferrer, Aldo. La economía argentina. Desde sus orígenes hasta principios del siglo XXI. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2004 3ª ed.
Granato, Leonardo. Nahuel, Oddone. Ideas y praxis de la integración regional durante los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) : la visión del líder y la construcción política. Cuadernos sobre relaciones internacionales, regionalismo y desarrollo/Vol. 9. No. 17. Enero-junio 2014.
Halperín Dongui, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editorial, 1980.
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Pavón Pereyra, Enrique. (1974). La tercera posición internacional. Perón. El hombre del destino, 24.
Rapoport, Mario; Amado Luiz Cervo comp.. El Cono Sur. Una historia común. Buenos Aires: Fondo de cultura económica, 2001.
Rapoport, Mario; Claudio Spiguel. Relaciones tumultuosas. Estados Unidos y el primer peronismo. Buenos Aires: Emecé, 2009.
Rougier, Marcelo. La economía del peronismo. Una perspectiva histórica. Buenos Aires: Sudamericana, 2012.


lunes, 22 de junio de 2020

EL ABC SEGUNDA PARTE: La Triangularidad Argentina/Gran Bretaña/Estados Unidos. POR MARILINA JUAREZ




POR MARILINA JUAREZ


Capítulo II

La Triangularidad Argentina/Gran Bretaña/Estados Unidos.



La Guerra Fría y la Tercera Posición.

   La llamada Guerra Fría comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando emergieron dos superpotencias: los Estados Unidos y la Unión Soviética, cada una de ellas expresando sistemas económicos y políticos distintos, conformando así dos bloques antagónicos. Esta denominación se debe a que no implicó otro conflicto bélico a escala mundial, sino que se basó más bien en enfrentamientos regionales y en foros internacionales. La temprana Guerra Fría fue sobre todo de carácter ideológico, dando lugar a la bipolaridad mundial.

  Este proceso estuvo ligado a la desintegración de los imperios coloniales existentes, especialmente el británico y el surgimiento de nuevas naciones y movimientos nacionalistas, reafirmando intereses propios que chocaron con los poderes hegemónicos, y constituyeron un bloque de países a los que se denominó el Tercer Mundo, tanto en Asia y África, como en América Latina. En cuanto al plano económico, Washington había impulsado la expansión del comercio internacional sin restricciones, para poner fin a las barreras nacionales y al bilateralismo tan característico de la etapa de preguerra.

   En este nuevo escenario mundial Perón planteó una doctrina: la Tercera Posición. Este concepto no se basaba en un simple distanciamiento respecto de los dos grandes bloques en que se dividió el mundo durante la posguerra, sino que nació de las propios dogmas peronistas, que especificaba que el justicialismo era una nueva filosofía de vida. El General Perón, planteaba en diversas oportunidades que la Tercera Posición era uno de los pilares de su pensamiento y su práctica política. En el año 1956 decía desde Panamá :



   “ Pensamos que tanto el capitalismo como el comunismo son sistemas ya superados por el tiempo. Consideremos al capitalismo como la explotación del hombre por el capital y al comunismo como la explotación del individuo por el Estado. Ambos “insectifican” a la persona mediante sistemas distintos. (...) La ideología justicialista implícita en las tres banderas (justicia social, independencia económica, y soberanía política) se proyecta en el orden internacional a través de una política autónoma”.



  Esta postura tercerista, no impidió que se mantuvieran relaciones diplomáticas con Estados Unidos y con la Unión Soviética, ni tampoco que en determinados momentos, dichas relaciones se hagan más intensas y se plasmen en provechosos acuerdos comerciales. La Tercera Posición se caracterizaba justamente por la independencia de criterio en cuanto a la política externa argentina.

   En cuanto a las relaciones económicas internacionales y a través de acuerdos bilaterales contrapuestos al multilateralismo impulsado por los Estados Unidos, la política exterior peronista tuvo tres rasgos fundamentales. Primero fortaleció las relaciones con América Latina, tomando distancia del “panamericanismo” estrictamente subordinado al país del Norte. Segundo, potenciaba las relaciones comerciales con Europa Occidental y especialmente con Inglaterra, con el objetivo de capitalizar el importante papel de la Argentina como proveedora de alimentos. Mediante esta política, el gobierno peronista procuraba “equilibrar” el peso de Washington en lo económico y diplomático, intentando lograr a partir de esto, su tercer objetivo: la recomposición, en mejores condiciones, de sus relaciones con los Estados Unidos.

   En la coyuntura internacional de los comienzos de la posguerra, la política externa argentina mantuvo el viejo esquema triangular con la intención de favorecer el proceso de industrialización: esto implicó exportar hacia Gran Bretaña y Europa para obtener las divisas necesarias para la compra de bienes de capital y materias primas esenciales, que en las condiciones mundiales, solo podían ser provistas por los Estados Unidos.

  Perón mantuvo también las relaciones diplomáticas con la URSS y el estrechamiento de vínculos económicos con España y otros países europeos, a fin de impulsar su Tercera Posición y combatir el aislamiento internacional y constante hostigamiento promovido por ciertos sectores del gobierno y la opinión pública estadounidenses, así como la no participación argentina en el Plan Marshall.



   En cuanto a la política interna durante el primer gobierno peronista, es importante destacar el rol decisivo del Estado como regulador de la economía. El proceso de industrialización durante el peronismo tuvo grandes diferencias del imperante hasta principios de los años cuarenta. Durante el régimen oligárquico, el proceso industrializador era excluyente respecto de las capas sociales más bajas, mientras que para el peronismo el desarrollo de la industria nacional, ampliando el mercado interno mediante una fuerte redistribución del ingreso en favor de los asalariados resultaba esencial.

El análisis de Mario Rapoport y Claudio Spiguel sostiene esta idea de redistribución del ingreso en favor del mercado interno como factor determinante del desarrollo económico:



  “El modelo económico peronista se sustentaba en cuatro pilares que rompían con las  concepciones tradicionales del pasado, aunque no se contraponen a las nuevas ideas económicas que comenzaban a imponerse en otras partes del mundo: la importancia del mercado interno, del nacionalismo económico, del estatismo y del papel central de la industrialización.”



   La orientación principal de la política exterior durante el primer peronismo, se dirigió a tratar de recrear, en lo económico, la triangularidad Argentina-Estados Unidos- Gran Bretaña y Europa, gestionando entre otras cosas que Norteamérica pusiera fin a su política de intimidación hacia la Argentina  y pudiera proveer con sus productos, los bienes de capital necesarios para el proceso de industrialización. A sí mismo, se intentaba diversificar las relaciones económicas y políticas internacionales,  afirmando la posición en América Latina.  Se buscaba afianzar los lazos con los países vecinos, en busca de favorecer la complementariedad económica entre los Estados del cono sur, para contrarrestar la injerencia del país del Norte en la economía de la región.

sábado, 13 de junio de 2020

Estados Unidos de Sudamérica, un sueño pendiente. (PRIMERA PARTE) Proyecto ABC, la alianza fallida entre Argentina, Brasil y Chile (1947-1955).Por Marilina Juárez.





Por Marilina Juárez


Introduccion



La política exterior durante el primer gobierno peronista tendió hacia la integración latinoamericana. Con el objetivo de crear un bloque regional que le brindara cierta autonomía política y económica a los países del cono sur respecto de Estados Unidos, el presidente Perón ideo infructuosamente ligar a los tres estados más importantes de sudamérica: Argentina, Brasil y Chile.

Según las palabras de Perón:





  “En 1948, dos años antes de que Europa lo hiciera, promovimos la integración latinoamericana con un tratado multilateral de complementación económica que firmaron Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Colombia y que quedó abierto a que lo hicieran los demás países de nuestro continente. La finalidad de esta iniciativa era crear un mercado común sudamericano, poner fin a las divisiones artificiales creadas entre nuestros países y mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos”.




    Para realizar un análisis integral de las relaciones entre Argentina y los países contemplados en el proyecto ABC ( Brasil y Chile), se utilizarán las categorías desarrolladas por Mario Rapoport con respecto a este tema. Para ello se tendrán en cuenta el peso de los vínculos bilaterales entre Argentina y Estados Unidos a partir de la Primera Guerra Mundial y en las décadas de 1920 y 1930, que constituyen un factor clave en el posicionamiento internacional de nuestro país.



   La neutralidad que adoptó la Argentina durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, y la aparición de Perón en el escenario político del país, contribuyeron a vincular la situación interna con el contexto internacional y a conflictuar las relaciones con los Estados Unidos. El neutralismo no era una actitud novedosa, sino que tenía sus antecedentes en la Primera Guerra Mundial y había sido defendido por conservadores y radicales. Esta situación revela un enfrentamiento de larga data con Washington, que quería afirmar su hegemonía regional y Buenos Aires resultaba una amenaza por estar más ligado a Inglaterra y Europa.



   En la década de 1940, el proceso de industrialización por sustitución de importaciones inducido por la crisis de 1929, abrió en Estados Unidos la posibilidad de una mejor complementación económica y política con nuestro país. Pero la inconvertibilidad de la libra, la escasez de dólares y el Plan Marshall para ayudar a Europa en la posguerra terminaron desbaratando esos planes.



   Quedan expuestas entonces, las diversas “idas y vueltas” en las relaciones entre la Argentina y el país del Norte, producto de intereses políticos y económicos contrapuestos. A esto se suman la influencia británica (aliada histórica), alemana y la diplomacia soviética. La política interna y el contexto internacional quedarían así íntimamente ligados.

El proyecto ABC promovido por Perón, está inserto en la trama de relaciones conflictivas entre Norteamérica y Argentina, como así mismo se tendrá en cuenta la política exterior de los demás países integrantes (Brasil y Chile) con sus vértices geopolíticos respectivos.



   En cuanto a la política exterior de los Estados Unidos para con los países periféricos, especialmente en Latinoamérica, se utilizará la categoría de “hegemonía” desarrollada por Raúl Bernal Meza. En su análisis sobre la creación del “sentido común” el autor sostiene que:





   “Un paradigma puede hacerse hegemónico, es decir, la dominación ideológica de un grupo, por medio del cual se explican cómo sucedieron los hechos, lo que les permite asegurarse la legitimidad necesaria para imponer su política exterior, a través de la política de gobierno, presentando su propia visión del mundo, formando el sentido común. Sería el consenso, más que la coerción por la fuerza, lo que determina el liderazgo de un conjunto de ideas que llamamos hegemónicas o ideología dominante.”




   La pretensión de Norteamérica era que los países sudamericanos se alinearan a su ideología, amparándose en el consenso  e imponiendo su visión del mundo, para lograr el liderazgo político/ económico en la región, y fortalecer sus áreas de influencia. El presidente Perón, ante este contexto, adoptó una política denominada “tercera posición” que no se despegó de occidente en sus intereses, y mantuvo una relación equilibrada con la Unión Soviética.

El proyecto ABC, se enmarca en el intento de crear una zona “neutral” que no estuviera condicionada solamente a los intereses Norteamericanos en sudamérica.



   Creemos que el motivo central del fracaso del proyecto ABC, fue la histórica relación conflictiva entre Argentina y Estados Unidos. La no complementariedad de ambas economías fue la principal causa que originó la débil relación entre el país del norte y los sectores dominantes argentinos, cuyo poder económico se basaba en la exportación de productos primarios a Gran Bretaña y Europa. En este contexto histórico la posibilidad de una integración económica entre los principales países de sudamérica promovida por Perón, resultaba una amenaza contra los intereses norteamericanos en la región, porque Argentina podría convertirse en el país  dominante del bloque gracias a su gran capacidad agroexportadora.



   El fracaso del ABC resultó también de la relación que sostuvieron Chile y Brasil en consonancia con el panamericanismo norteamericano, en contraste con la Argentina que intentaba desligarse del compromiso promovido por los Estados Unidos en el Cono Sur, argumentando principios igualitarios para evitar una hegemonía regional subsidiaria de los intereses de Norteamérica.

Tanto las economías de Chile como Brasil resultaban orientadas hacia los Estados Unidos por las fuertes inversiones que el país del norte tenía en estas regiones, este pudo ser una de las causas por los cuales el proyecto ABC, fuera desalentado por la élite económica dominante  de dichos países, que presionaron para la no concreción del tratado de integración regional impulsado por el presidente Perón en 1947.



   Otro motivo importante del fallido intento de unión sudamericana, se debió al papel que jugó la reaccionaria cancillería brasileña.  Itamaraty había sido un obstáculo constante para lograr una relación armónica entre Argentina y Brasil desde la época del Imperio Brasileño. Getúlio Vargas (presidente del Brasil) se vio sometido a la fuerte presión de la cancillería para impedir el acuerdo con Argentina, que finalmente no se pudo concretar.

Creemos que la Tercera Posición planteada por Perón en el marco de la integración del ABC, no respondía a las realidades de Brasil y Chile, más alejados de los intentos autonomistas. En ese contexto la unión entre los tres países no resultaba funcional ni a las demandas sistémicas, ni a los grupos de poder dominantes en Brasil y Chile.



   A partir de la Primera Guerra Mundial y el crack del veintinueve, Estados Unidos comienza a consolidarse como potencia capitalista en el escenario internacional transformándose de país deudor a país acreedor, cambio que significó un considerable aumento de sus inversiones en el exterior. La razón de esto está dada por el hecho  de que Gran Bretaña exportaba principalmente productos que podían ser fácilmente sustituidos por otros bienes, o afectados por el cierre de alguno de sus mercados.

En este nuevo escenario internacional se analizará el cambio sustancial que se produjo en las esferas de influencia entre los principales países del cono sur, (Argentina, Brasil y Chile) y las potencias hegemónicas (especialmente Estados Unidos) surgido a partir de la “gran depresión” del veintinueve y de las guerras mundiales.



   Se analizará la relación económica triangular entre Argentina, Inglaterra y Estados Unidos, teniendo en cuenta el contexto político internacional que se desplegó durante la posguerra temprana. Al respecto se profundizará sobre las políticas económicas específicas de Argentina, Brasil y Chile en relación con Gran Bretaña y Norteamérica.

Se estudiará el impacto a nivel internacional, que tuvo la doctrina de “tercera posición” declarada por Perón  durante los primeros años la Guerra Fría, teniendo en cuenta los intercambios comerciales entre los países del cono sur y las potencias centrales durante este período.



    Por último se analizará específicamente el proyecto de integración económica ABC entre Argentina, Brasil y Chile impulsado por Perón, teniendo en cuenta las relaciones políticas, económicas y sociales entre los tres países. También se realizará un análisis sobre el papel que jugaron los estadistas de los tres países y la política internacional que tuvieron que adoptar con respecto a las grandes potencias.



    Nos proponemos analizar de manera exhaustiva la relación entre los Estados Unidos y los países del cono sur ( Argentina, Brasil y Chile), luego de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, a partir de los textos que analizan la política internacional latinoamericana: “El Cono Sur” de Mario Rapoport, y la obra perteneciente a Juan Archibaldo Lanús “ De Chapultepec al Beagle”. Política exterior Argentina : 1945-1980.



   La histórica relación conflictiva entre la Argentina y los Estados Unidos, fue un factor esencial para el fracaso del proyecto de integración regional promovido por Perón durante su primera presidencia. Para profundizar acerca de la “triangularidad” respecto de las política internacional entre la Argentina, Gran Bretaña y los Estado Unidos, se realizará un análisis interpretativo sobre historia económica utilizando los textos de : Mario Rapoport, y Carlos Escudé.



    La política internacional argentina durante el gobierno peronista, estuvo marcada por la doctrina de la “Tercera Posición” promovida por Juan D. Perón. Nos proponemos analizar el impacto que este nuevo posicionamiento geopolítico tuvo en la región y también a nivel internacional. Para ello,se profundizará acerca de la estrategia geopolítica del peronismo, a partir de fuentes secundarias presentes en los escritos que dejó Perón y bibliografía específica.



    El proyecto de integración regional entre los países del cono sur ( Argentina , Brasil y Chile) se investigará  utilizando fuentes secundarias presentes en los textos que escribió Juan D. Perón, en los cuales aparecen los fundamentos filosóficos y políticos del ABC. Con el objetivo de reforzar la hipótesis central de trabajo, nos proponemos analizar la política regional del peronismo utilizando la investigación realizada por el historiador revisionista Fermín Chávez al respecto.



   Relevaremos fuentes  secundarias sobre el pensamiento de Juan D. Perón que se encuentran en: “ Fundamentos de Doctrina Nacional Justicialista”. Texto Oficial.

Respecto de la bibliografía específica, estará  orientada a los siguientes fines:

fortalecer la hipótesis y el marco teórico; comprender la importancia de la estructura económica desplegada a partir de la crisis del veintinueve y la posguerra temprana; establecer la relación que tuvo la política exterior del peronismo con las potencias hegemónicas y los países latinoamericanos.








CAPÍTULO I

Contexto histórico



Crisis de 1929. Industrialización por Sustitución de Importaciones



   Los programas de integración regional en Latinoamérica son de larga data, éstos comenzaron a formularse desde la época de las revoluciones independentistas por medio de diversos proyectos y acuerdos concretos, que expresaban en algunos casos auténticas convicciones, y en otros solo se redujeron a declamaciones políticas.

Los países sudamericanos no fueron ajenos a este proceso de integración que estuvo signado  por fracasos, éxitos a medias, y múltiples acciones neutralizadoras provenientes de las potencias centrales que veían amenazada su hegemonía en la región.



   La política de concertación entre los países del cono sur durante el siglo XX tuvo diversos hitos, entre ellos se destacan: el Congreso de neutrales propiciado en 1917 por Argentina, la creación, en 1932, de la comisión integrada por Argentina , Brasil, Chile y Perú (ABCP), para negociar la solución del conflicto del Chaco entre Paraguay y Bolivia, el proyecto ABC propuesto por Perón, a fin de constituir una unidad económica sudamericana, el ALALC en los años sesenta y su reemplazo en los años ochenta por el ALADI.



    La Primera Guerra Mundial (1914-1918)  fue un conflicto bélico que marcaría definitivamente el rumbo económico y político que debieron tomar los países periféricos durante y después de la guerra. El ingreso de capitales europeos prácticamente se detuvo en el cono sur durante ese período, como contrapartida hubo un importante afluente de capitales norteamericanos que produjo un crecimiento sustancial de la presencia de los Estados Unidos en la región, esto hizo que mermara la injerencia de Europa, especialmente de Gran Bretaña.

Los capitales norteamericanos en sudamérica tuvieron un crecimiento exponencial durante la década del veinte: “ entre 1914 y 1919, el volumen de inversiones norteamericanas aumentó en un 50%. y en el período 1920-1929 se duplicó dirigiéndose esos capitales principalmente a Chile, Brasil y Argentina”.



   Finalizada la Primera Guerra Mundial países como Argentina y Brasil experimentaron un relativo crecimiento industrial. Este desarrollo se profundizó durante la crisis económica mundial del veintinueve, en este período que alcanzó a toda la década del treinta, el derrumbe de la demanda externa y la recesión agrícola jugaron un papel fundamental en las economías sudamericanas, ante esta situación, la alternativa adoptada fue el proceso de industrialización por sustitución de importaciones.



  La economía de los países centrales durante la crisis del treinta experimentó grandes transformaciones que impactaron especialmente a los países agroexportadores como el nuestro. El análisis de Mario Rapoport resulta esclarecedor al respecto:



 “Los años treinta presenciaron una intensa rivalidad en la región entre las grandes potencias. Mientras Estados Unidos procuró implementar una política comercial multilateral, el Reino Unido y Alemania se inclinaron hacia el bilateralismo. Gran Bretaña abandonó sus viejos principios librecambistas y adoptó un sistema de preferencia imperial a través del Tratado de Ottawa de 1932, perjudicando especialmente las exportaciones argentinas. Ello implicó una relativa retirada de los intereses británicos en América Latina, excepto en Argentina y Uruguay, donde obtuvieron acuerdos bilaterales preferenciales para proteger sus inversiones.”



   El pacto Roca Runciman de 1933 fue el ejemplo arquetípico del bilateralismo, el sector ganadero pampeano argentino hizo sentir, a través de este acuerdo, sus intereses vinculados al comercio con la metrópoli británica. Entre las principales cláusulas del tratado figuraba un tratamiento discriminatorio favorable al Reino Unido en el manejo del control de cambios argentino, a lo que se sumó la reducción de impuestos a la importación de manufacturas inglesas y grandes privilegios para a las inversiones de Gran Bretaña. A cambio de ello se aseguraba la exportación de carnes al mercado inglés.



   Este pacto le permitió a la Argentina continuar con su relación apendicular hacia la potencia declinante. Paralelamente, Estados Unidos se transformó en el principal proveedor de financiamiento externo de Chile luego de la crisis del veintinueve. Esta situación comenzó a tener una influencia cada vez más marcada en los asuntos internos chilenos, sumado a la percepción común en amplios sectores de la sociedad, que veían al país del norte como una potencia imperialista.



   Este proceso de grandes transformaciones económicas y políticas a nivel mundial, que comenzó una vez terminada la Primera Guerra Mundial y se profundizó con la crisis del treinta, tuvo su corolario con el triunfo del nazismo en Alemania. La posterior división del mundo en dos bloques ideológicos antagónicos, convirtió al extremo sur del continente americano y especialmente a Brasil, Chile y la Argentina, con una gran afluencia de población germana, en un campo fértil para la disputa  ideológico/ política. Alemania trató de establecer relaciones más estrechas con sus aliados del sur, promoviendo el anticomunismo y el antinorteamericanismo en la región.






La Segunda Guerra Mundial y el ascenso de Perón.



 El Golpe de Estado de 1943, puso fin a  una década signada por el fraude electoral y el conservadurismo más reaccionario. Este suceso allanó el camino de nuevos e inesperados espacios al entonces Coronel Perón. La personalidad de este militar adquirió relevancia en la vida pública nacional, a partir del momento en que se hizo cargo del Departamento de Trabajo y Previsión Social.



“ Su proclamado antiimperialismo, en especial su  enfrentamiento con el embajador Braden, contribuyó sin duda a aumentar su popularidad. A la vez, rasgos desprejuiciados y plebeyos de su vida (como los que surgen de su notoria relación y su posterior casamiento con una actriz) que contrastaba con el conservadurismo imperante, militar y oligárquico, diferenciaron su imagen de la de sus colegas de armas.”




    Luego de los sucesos del 17 de octubre de 1945, la alianza policlasista que sostuvo al peronismo aparecía como una amenaza a los intereses británicos. La política económica que estableció Perón durante su participación en el gobierno de facto precedente, y que desplegaría en sus futuros gobiernos estaría estrechamente ligada con las capacidades económicas de la incipiente burguesía industrial nacional en su época de mayor expansión.

    Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, dos países, la Argentina neutral durante el conflicto, y los Estados Unidos activo en la confrontación, emergían como polos opuestos. Mientras que uno surgía dominante, porque era el triunfador, el otro, en este caso la Argentina, se vio obligado a soportar un hostigamiento diplomático y económico como consecuencia de su negativa a sumarse a las potencias aliadas.

    En 1945, las principales potencias del mundo, intentaron establecer un nuevo sistema internacional, que reemplazará la pasada práctica de los Estados tendientes a hacer prevalecer el equilibrio de poderes como medio de estabilidad. Para la Argentina, el año 1945, resultó  clave en su historia, porque las fuerzas sociales en su interior comenzaban un gran proceso de transformación con la llegada del Peronismo al poder.