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miércoles, 2 de septiembre de 2020

FINES DE LOS SESENTA: ENTRE DESCAMISADOS, FIERROS Y PELOTAS DE FUTBOL, por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista de Javier Garin.


por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista por Javier Garin.



                       

               Cuando se le pregunta al Pato sobre el sentido y el valor de las organizaciones armadas en aquellos años previos al regreso definitivo de Perón, reflexiona durante un momento y luego responde:

                -Lo primero que  debemos concluir es que fueron una etapa inevitable, producto de la situación de represión política y social que se vivía en el país. Yo creo que las “organizaciones armadas”, primero provienen, en alguna medida, de lo que había hecho anteriormente el peronismo, y en segundo término de todo ese movimiento mundial de que ya hablamos, de la revolución cubana, de los movimientos de liberación nacional de África y de América Latina, de las modificaciones del Concilio Vaticano en la Iglesia Católica, y lo que significaron en países como el nuestro, profundamente católico, los obispos y curas del Tercer Mundo en América Latina ... ¡que no fueron pocos, eh!... Me acuerdo de haber leído de Norberto Habbeger, que era periodista y uno de los fundadores de Descamisados, un libro suyo que me obsequió, y luego perdí, "Camilo Torres, el cura guerrillero": el cura colombiano[1] que fue uno de los tipos que agarró las armas, posterior a que lo mataran  en la Colombia del año 48 a ese gran líder popular, Jorge Eliecer Gaitán[2], que tenía puntos de contacto con Perón. Y así como este cura, hubo en todas las iglesias de América Latina tipos similares. A todo eso sumemos la incorporación a la política revolucionaria de nuevas generaciones provenientes de distintos sectores sociales. Hubo una expansión política fenomenal, sobre todo bajo la dictadura de Onganía. Pero esto ya se venía dando desde antes. Y las organizaciones armadas son producto de todas estas variables, juntas, mezcladas. Pero, si yo me acuerdo, digamos de lo que viví, que fue fundamentalmente el grupo conocido como Descamisados[3], que abrevaba en la Democracia Cristiana, no es que solamente estábamos tipos de clase media, ¡macanas! Yo te puedo contar de parvas de compañeros que fueron de los primeros tipos que se incorporaron a los Descamisados, antes de que esta orga se sumara a Montoneros, y no eran pocos los laburantes e hijos de laburantes. Ojo con ese mito de que las organizaciones armadas eran solo de clase media alta. Y como en esta, en otras organizaciones, se iba dando un agrupamiento. Porque al peronismo,  a la vuelta de Perón, le faltaba todavía una vuelta de tuerca para derrotar a las dictaduras militares. Yo no sé si solamente la lucha sindical o la lucha del conjunto del movimiento alcanzaban. Y ahí es donde estas organizaciones aparecían como una herramienta. En aquellos años,  a mí me pareció que este fenómeno le dio a Perón la posibilidad de decir: "A ver, muchachos, vengan para acá, rebélense!". Las introduce dentro de su dispositivo de conducción y su estrategia general. Después se les fue de las manos, se hizo incontrolable.

                        Pero esto de la dificultad de controlar el peronismo es algo que viene desde los comienzos. El movimiento fue siempre informe, con esa diversidad de lo popular ya desde sus mismos orígenes. No me entra en el balero cómo hizo Perón para ganar la elección en 1946, con muy poco tiempo de organización.  Los mismos tipos que hicieron el 17 de octubre, que arrancaban de Tigre, o de Lomas de Zamora, o de Avellaneda o Ensenada, caminando porque no tenían ni para el bondi, ese “subsuelo de la Patria sublevada” como dijo Scalabrini Ortíz, cuatro meses después ganaron una elección. No sé cómo. Porque el sindicalismo peronista recién se había iniciado, y no había partido organizado. Porque una cosa es la bronca y las ganas de cambiar  y otra es la organización indispensable para materializarlo en las urnas, donde tres años antes te decían: “Usted ya votó”, cuando no habías votado. Digamos, gente sin instrucción, en apariencia sin mucha organización, y de repente estaban manejando y ganando una elección popular en 1946. Es cierto que Perón había sumado dirigentes experimentados con una larga historia en el radicalismo, en el socialismo, etc. Pero así y todo, había que organizar aquello que era nuevo… Esto yo lo escuché de muchísimos compañeros viejos… Nadie sabía cómo se hizo. Juancito Molina, viejos amigos que ya han muerto, que fueron a votar en esa jornada gloriosa, cada uno te cuenta una cosa distinta.

             - ¿Juancito Molina es uno de los que están en la foto famosa del 17 de octubre, con las patas en la fuente?.

            - ¡Sí, sí! (Risas). Lo jodían, le decían “vos pusiste las patas ahí, para lavarte, hijo de puta” (Más risas). Y Juan decía: “Claro, si yo no tenía agua en casa” (Más risas). Juan, Cuellito… ¡Qué se yo! El peronismo fue así. Las grandes cosas populares. A uno le cuesta, años después, entender cómo se hizo esa epopeya. Y de esa manera extraña, colectiva, imparable, funcionó también la resistencia peronista, y se fueron articulando, o no, las organizaciones armadas. Por eso decía que esto ni la KGB y la Cia sumadas lo hubieran podido encuadrar.

              -Pero volvamos a tu vida en los sesenta y setenta.

              -Sí. Al mismo tiempo que me involucraba más y más en política –dice el Pato-, empecé a estar de novio con quien fue mi primera mujer. Ya conté cómo nos casó Carlos Mugica después de un noviazgo corto. Ella, como yo, y como tantos jóvenes de entonces, se sintió convocada por el compromiso social. Así como yo me había ido por Mugica a Fortín Olmos, ella viajó con otros compañeros a los Valles Calchaquíes, con la misma motivación. Noviazgo y matrimonio venían combinados con ese compromiso, con esa militancia. La militancia era nuestra vida.

         -¿Y cómo combinabas esa militancia con el futbol?

         -Eran vidas paralelas.  Lo que a mí siempre me dio más paz, me puso más los pies sobre la tierra, fue el futbol, el deporte… Yo seguía mi carrera deportiva en los clubes. En el fútbol me decían: “¿Pero vos estás loco? ¿Qué estás haciendo?”. Me cargaban en el ’71 cuando empecé a jugar en Acassuso y andaba clandestino, escondiéndome: “¿Vos sos medio pelotudo? ¿A qué te dedicás? El otro día teníamos que jugar contra Defensores de Belgrano, y nos cagaste, no apareciste…”

            -¿Quién te reclamaba?

             -¡Los compañeros de fútbol! Si hoy todavía los veo, y me dicen: “Vos eras un loco de mierda”. La política tampoco se entendía mucho cuando no militabas. La política había arrasado con todo, había llevado a todo lo otro contra un rincón. Era un vendaval. La JP brotaba de la mañana a la noche, y movía miles y miles; la juventud sindical movía menos, pero también movía. La juventud peronista eran grupos que vos no sabías ni a quién pertenecían, estaban más o menos encuadrados algunos, y otros eran pendejos de familias peronistas, y muchos que se fueron haciendo peronistas. Es muy difícil. Cuando uno lee las cosas escritas parece mucho más fácil de entender de lo que en realidad fue en ese momento. Después, el sindicalismo tuvo mucho que ver.

            -¿Cómo es eso? Porque siempre se pone esquemáticamente de un lado la JP y del otro el sindicalismo. Contá del sindicalismo y su influencia.

           - Yo me acuerdo de haber conocido, en aquella época, en la primera resistencia, a dirigentes gremiales, que además estuvieron también en las organizaciones armadas. No es que las organizaciones armadas estuvieran totalmente despegadas del movimiento obrero, porque había compañeros de esa extracción. Yo me puedo referir con más precisión a la orga que conocí, que es a la que pertenecí muy de entrada, Descamisados, donde estaban los tres que fueron los iniciadores: Oscar de Gregorio, Horacio Mendizábal, y Norberto Habbeger.

               - ¿En qué época fue eso?

               -Y, nos empezamos a conocer en el año 1967. A éstos tres compañeros, yo los veía con frecuencia en lo de Julio Barbaro, porque ahí morfábamos, ellos, nuestras novias, o las que eran nuestras mujeres entonces… Ahí charlábamos. Asimismo estaba el negro Sicardi, que era un pibe, que fue también de los iniciadores, que después se recibió de contador, pero no era de clase media, sino de condición más popular. Cristina Ruiz, la mujer de él, era también una piba de clase humilde. Estaba Fernando Saavedra, y su novia, ese sí era un tipo patricio.

               -¿Pero cómo se empezaron a conocer?

              -Los fundadores de Descamisados venían los tres de la Democracia Cristiana.  Y Julio también, claro, y era además un importante militante estudiantil. Yo me acuerdo perfecto de la casa de Julio, porque vivía a dos cuadras de la Federación de Box, por Castro Barros. Me acuerdo de su padre, que era colchonero… Lo conocí al viejo, a la madre… Morfábamos ahí con Julio. Y después a Julio, cuando empezamos a tabicarnos, por células, lo dejé de ver por mucho tiempo.

             - ¿Y cómo decidieron formar el grupo?

            - Porque muchos compañeros cristianos ya venían muy embalados con todo el tema este de la opción por los pobres y las orgas armadas… Norberto Habbeger lo había conocido al cura guerrillero, a Camilo, del que escribió ese libro que mencioné.  Entonces, imagínate el quilombo de mi cabeza… ¡Entre el fútbol, y eso, yo qué sé!…

           - Pero vos dijiste, hace un ratito, que lo que te salvó fue el fútbol; que no te hiciste tan intelectual; que te puso los pies sobre la tierra.

          -Sí. Pero estaba muy metido en esta orga, como nos enganchábamos todos, porque todo hacía que vos te emblocaras y te solidificaras en esos grupos. Yo estuve muy firme ahí.

            -¿Estaba Dardo Cabo, también?

             -Sí. Pero yo no lo conocí ahí. Lo conocía, pero no sabía que estaba. No siempre sabíamos qué otros compañeros estaban en la orga. ¡Un compañerazo! Un cuadro de acción que venía del nacionalismo y de la relación fuerte con los sindicatos: había estado en el desvío de un avión a las Islas Malvinas. Él ya estaba en la dirección de Descamisados cuando nuestra organización, tiempo después de la Operación Aramburu, se incorpora a los Montoneros. Y el padre, Armando, fue un dirigente gremial de mucho peso, de los metalúrgicos, que llegó a disputar una interna con Lorenzo Miguel. También hubo cierto mito alrededor de Dardo Cabo porque algunos lo sindicaban como el tipo que mató a Vandor: decían que fue unos de los que entraron en la UOM de Cangallo, que lo dejaron entrar porque lo conocieron, porque lo conocían a su viejo; que él fue el que subió y participó de la muerte de Vandor. Esta era la bola que se corría,  pero después nunca se comprobó.

            - ¿Y qué era Descamisados, en ese momento?

             - Y, antes de llamarse Descamisados, éramos unos “colifas” de la militancia, que debatíamos y hacíamos actividades militantes todo el tiempo. Delirábamos con formar una organización revolucionaria, que fuera más allá de distribuir volantes o hacer actos relámpago; creíamos en el “hombre nuevo”; nos influyó mucho el clima de época de la revolución cubana, el mayo francés, etc.. Veíamos cambios en el movimiento obrero: se fortalecían tendencias combativas; se empezaba a hablar de Raimundo Ongaro[4], el jefe de los gráficos; a su alrededor se congregaba el gremialismo peronista “duro”, la CGT de los Argentinos, en la sede de los gráficos, en Avenida Paseo Colón. Mis amigos y yo andábamos por allí, nos encontrábamos con compañeros que andaban en la misma búsqueda. No había posibilidad de no ir. Era como ir a tomar un café a la esquina de tu barrio. Iban todos ahí.

             - ¿A Raymundo Ongaro lo conociste?

            - Sí, un cuadrazo, pero no recuerdo si en esa época lo traté. A Julio Guillan[5] lo conocí mucho, porque después lo vi, a la vuelta de los años, en otros lados. Dante Oberlín, que fue un dirigente gráfico santafesino, fue mi amigo del alma, que murió hace un tiempo. Hugo Anzorregui, que fue de la SIDE con Menem, era el abogado de varios sindicatos; él también jugaba al fútbol con el cura Mugica. Su padre había sido presidente de la Suprema Corte bonaerense, con Perón, en la primera presidencia. Era de una familia cajetilla, de las que pudo haber enganchado Perón. Y, como ya conté, yo andaba repartiendo los diarios de la CGT de los Argentinos aprovechando los partidos. Por ahí tengo una nota periodística que hicieron años atrás en Pergamino recordando la anécdota. Ahí, dicen, que yo jugaba bien en Douglas High, pero les rompía las pelotas con esos diarios, y habrán dicho: “A estos no los traemos más ¡Qué carajo nos importa la Revolución en Pergamino!” Y nunca más (risas).

               -¿Cómo es que todo este movimiento se hace masivo?

              -Lo que hay que pensar es que se habían roto los diques. Había un dique, que era la Iglesia, y con el Concilio Vaticano II se rompe la Iglesia tradicional, y los pibes que iban a la Acción Católica… El dique Partido Comunista era otro, que con el Mayo Francés se termina, y surge la nueva izquierda… Toda esa gente suelta, se mezcla con Perón. Más el sindicalismo… Lo que unifica toda esa diversidad es la conduccion de Perón. Esto pasaba en todos lados, porque no es solo que en Argentina hubo gente que de la Iglesia y lo social pasó a la política, sino en todo el continente. No es solo que se rompe el Partido Comunista en Argentina, se rompe en el mundo, y empiezan a aparecer corrientes de izquierda alternativa. ¿Qué hace Perón? Perón encarrila todo eso, y lo liga a su propia historia, y a los trabajadores y el sindicalismo. Entonces, se genera un proceso muy masivo. Lo de los ’70 fue muy masivo. En apariencia inorgánico, para los cánones tradicionales de lo orgánico, pero Perón lo dirigía. Se rompe la Democracia Cristiana; se rompe el Ejército, y empiezan a aparecer los milicos nacionales. ¡Es decir, venía de todos lados la cosa! Venían tipos muy diversos, hasta contradictorios. De allí que hubiera también enfrentamientos muy fuertes por la gran diversidad de opiniones, orígenes, etc.

            -¿Hubo algún momento en el que dijeron “A partir de hoy somos el grupo Descamisados, nos vamos a organizar de la siguiente manera, cada uno tiene tal tarea…”?

                -Sí, si, por supuesto- dice el Pato-. Como te decía, queríamos pasar a otro tipo de lucha que nosotros creíamos en ese momento más decisiva frente a la asfixia política que vivía el país. Vos pensá que no había democracia, que el principal dirigente popular estaba exiliado, que el principal movimiento político estaba proscripto, y, ¿cómo se salía de eso? No se sabía. Pero creíamos que había que hacer algo. En el país ya había habido expresiones guerrilleras, tanto marxistas como peronistas. Por supuesto, habían existido los uturuncos[6], un grupo de pioneros que armó la primera guerrilla peronista a fines de los años cincuenta en tiempos de la Resistencia; una década más tarde, otro grupo de compañeros intentó desarrollar un foco en Tucumán, en Taco Ralo[7]. En Salta, un poco antes, un grupo activado directamente desde Cuba pero integrado por muchachos de Buenos Aires (la mayoría disidentes del Partido Comunista), había formado el llamado Ejército Guerrillero del Pueblo[8],  que concluyó desbaratado y con la mayoría de sus miembros presos. Y durante el gobierno de Arturo Illia un sector proveniente del nacionalismo, el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, liderado por Joe Baxter[9], había iniciado una breve experiencia de insurgencia urbana que incluyó una “expropiación”, es decir, un choreo: el famoso golpe sobre el Policlínico Bancario[10] de la avenida Gaona, en Buenos Aires. Estábamos rodeados por toda esa atmósfera. Leíamos bastante, discutíamos mucho entre nosotros y con amigos que compartían a grandes rasgos nuestras inquietudes. También se estaban formando otros grupos como los “demetrios”[11], o como “Guardia de Hierro”, que dirigía el gallego Alvarez[12].

                    “Sea como fuere -dice el Pato-, nuestro grupo seguía pensando en pelear por ese retorno del General. Practicábamos tiro al blanco en descampados bonaerenses. Habremos sido treinta locos de la guerra. ¡Imaginate! ¡Yo era instructor de tiro! En mi puta vida había tirado, pero se suponía que yo debía saber tirar porque paraba bien la pelota ¿viste?... (Risas)

               -Claro. Tenías buena coordinación física como deportista.

               - Y sí, al lado de los gordos, yo era Gardel. Había guerrilleros gordos, como los canas gordos, que no podían ni correr. (Risas) Yo estaba entrenado, por el futbol, entonces parecía Cisco Kid. (risas) ¡Claro! Era así.

              - Y por eso ya eras el instructor…

              -Imaginate qué colifas que estábamos. Una instruida mía fue la mujer de de Norberto Habbeger, con la que hice mi primera operación militar, que mejor no te cuento lo que fue. Ella era rellenita, y  si nos veía un cana, y teníamos que correr diez metros, la agarraban de las pestañas… (Risas). Una mina bárbara, ojo. Pero era todo así. Y nosotros creíamos que éramos muy organizados. ¡La Argentina estaba loca, el mundo estaba loco, y nosotros también!

                   “Después, poco a poco, empezamos a imponernos una disciplina más rígida. Cuando nos hicimos una orga un poco más seria, vivíamos colectivamente, de a grupos, en viviendas asignadas con criterio organizativo. Hacíamos un pozo común con los ingresos y los administrábamos y distribuíamos con pautas decididas colectivamente. Nuestras familias no debían conocer nuestros domicilios. Mi primera mujer y yo vivíamos, por ejemplo, con otra pareja, Tate y Tojo,  en una casa en la calle Monroe 4140, cerca del Hospital Pirovano. Yo trabajaba en Kasdorf y Tojo estudiaba derecho y dedicaba buena parte de su tiempo a la militancia. Vivíamos los cuatro ahí. Ni unos ni otros teníamos pendejos, pero nuestros primeros hijos nacieron por esas épocas. Y de esa casa me acuerdo porque en ella recibíamos visitas de conspiradores militantes, con los que analizábamos cómo impulsar la organización popular, y también la de deportistas, aportados principalmente por mí. Recuerdo la presencia de Huguito Pezzi, que había jugado en Boca, donde fue campeón, y que ese año jugaba en Comunicaciones. También la de Juancito Tamburrino, que había jugado en Argentinos Juniors, y la de Horacio Rognoni, un marcador de punta duro, gran jugador de hockey y padre de una de “Las Leonas”. Y vos fijate qué loco: mi quilombo era que, cuando pasamos a ser una organización militar, los jefes lógicamente me decían: “Vos no podés jugar al fútbol”. Y yo los mandaba a la concha de su hermana. No entendía mucho eso. Me decían: “Vos no podés jugar al fútbol”, y ¡claro!, yo no jugaba ni en Boca, ni en River, jugaba en primera B, pero igual no quería largar ni loco. (Risas).

               -¿Puedo preguntarte algunos detalles de la vida cotidiana en la juventud vinculada a las organizaciones? Algunos me han hablado, por ejemplo, de moralismo. ¿Existió eso?

                -Siii. En algunas organizaciones te controlaban. Si te mandabas macanas en tu vida privada, te le tirabas a alguna compañera casada o algo así, ¡te aplicaban la castración! (risas).  Hablando en serio. Cierto puritanismo existía. Eso tenía que ver, no sólo con el compromiso absorbente con la política sino también, pienso yo, con todos los curas que rondaban. No era una pelotudez. Había todos esos curas cercanos a las organizaciones que influían mucho sobre nosotros. Mucho más en Capital Federal que en el Conurbano…. ¡Acá en el Conurbano, los muchachos se culeaban todo! (Risas). Era muy extraño el menjunje que se armaba entre dos mundos sociales distintos, a través de la militancia. Minas que venían de Filosofía y Letras a militar en la villa, con toda una visión idealizada del villero, y volvían orgullosas porque “esta noche me culeó un compañero de la villa”. (Risas). Pero tambien tenía que ver con el origen de las organizaciones. La nuestra era más moralista porque veníamos del cristianismo. Otro tema que se vincula a nuestro origen como organización era el “no matar”.

                -Explicate.

                -Los Desca, originariamente, rompíamos las pelotas con "no matar", cosa que en la guerrilla puede parecer un contrasentido, pero que a nosotros nos parecía lógica porque lo que buscábamos era dar un testimonio. Nos entrenábamos mucho para que los operativos no tuvieran víctimas. Sobre eso se hizo mucho hincapié en los Descamisados. Cuando nos unimos a los Monto fue todo más enquilombado; porque ya era más enquilombado el momento, también, y había avanzado mucho la violencia. En determinado momento la cosa se puso demasiado pesada y hasta tuvimos que rajarnos.

                    -¿Por qué estuviste rajado?

                    -Mi primera mujer y yo nos fuimos a vivir con otros dos compañeros, otra pareja, Ricardo Dios, y la “Petisa” Norma, su mujer, que vivían por Villa Urquiza… A él años más tarde lo asesinaron en la represión. ¡Un pibe fenómeno! Y nuestros compañeros anteriores, Tate y Tojo, se  mudaron a Olivos, y quedaron en la mira de la cana por una persona con la que compartían la casa, que se mandó una macana. Y la policía los fue a buscar a ellos de rebote. Ya había nacido Bernardita, mi hija mayor, y ellos tenían ya a su hijo Tomás… Y fijate lo que son las cosas: cae la cana a buscarlos  en Olivos, donde vivían, la detienen a Tate y a su hijo Tomasito, que tendría uno o dos años, y Tojo se raja. Habíamos comprado una camioneta para que Tojo (que años más tarde se recibió de abogado estando en cana), manejara e hiciera de fletero. Habíamos puesto la camioneta a nombre suyo y mío, entonces cuando los fueron a buscar a ellos aparecieron los papeles de la camioneta, y me fueron a buscar a mí también, y pasé a ser otro sospechoso. Fue así que con mi primera mujer nos tuvimos que rajar. Había que actuar rápido, dejar la casa, buscar otro lugar. Empezó mi etapa de clandestinidad. Recuerdo dónde pasamos la primera noche: en un hotel alojamiento, en Puente Saavedra. Después todo fue peregrinaje entre domicilios de compañeros. Eso fue en el ’71, 72..



[1] Jorge Camilo Torres Restrepo (1929-1966), fue un sacerdote católico colombiano y una de las cabezas de la Teología de la Liberación. Promotor del diálogo del catolicismo y el marxismo, fue cofundador de la primera cátedra de Sociología de Latinoamérica en la Universidad Nacional de Colombia. Pasó a ser conocido como “el cura guerrillero” a partir de su militancia en el Ejército Nacional de Liberación.  Murió el 15 de febrero de 1966 en el combate de Patio Cemento, contra el Ejército colombiano. Su cadáver fue ocultado en lugar secreto.

 

[2] Jorge Eliecer Gaitán Ayala ( 1903-1948) fue un notable intelectual y político colombiano, que ejerció varios cargos de importancia y destacó como orador popular de tendencia izquierdista y como jefe del Partido Liberal. Precandidato a la presidencia de Colombia, fue asesinado para detener su acceso al poder, desatando una ola de protestas masivas conocidas como “Bogotazo” e iniciándose un período de fuertes convulsiones y violencia. Dos ex agentes de la CIA han reconocido la intervención de la agencia norteamericana en el asesinato del líder colombiano.

[3] Descamisados fue una organización armada proveniente de la fusión de diversos grupos del nacionalismo católico y la democracia cristiana y del peronismo, y de la experiencia de trabajo en villas y fábricas, creada hacia 1968, y fusionada con Montoneros en 1972. Entre sus fundadores figuraban  el abogado laboralista Horacio Mendizábal, vinculado entonces a la CGT de los Argentinos,  el periodista  Norberto Armando Habegger, el militante Oscar de Gregori (1941-1978),  y   otros jóvenes. Aunque se menciona como una acción de esta organización el asesinato del dirigente metalúrgico Augusto Timoteo  Vandor, supuestamente ejecutado por Dardo Cabo, la autoría de esta acción no es para nada clara, y mucho menos que la organización Descamisados hubiera estado detrás de la misma. Mendizabal, incorporado a Montoneros, muere en 1979 durante la Contraofensiva, luego de un enfrentamiento con el Ejército. Habberger fue secuestrado en Brasil el mismo año permaneciendo desaparecido. De Gregorio fue secuestrado y asesinado en la ESMA.

 

 

[4] Raimundo José Ongaro​ (1925- 2016) fue el más destacado y representativo dirigente del ala revolucionaria del sindicalismo peronista. Fue durante muchos años secretario general del gremio de los gráficos, y en 1968, durante la dictadura de Onganía, fundó la “CGT de los Argentinos”, que se haría célebre por sus posiciones de enfrentamiento a la dictadura militar y de apoyo a los levantamientos populares como el Cordobazo. Encarcelado junto a Agustín Tosco y Elpidio Torres, a su salida de prisión organizó el Peronismo de Base, y tiempo más tarde participó en 1974 en el lanzamiento de  la Coordinadora de Gremios, Comisiones Internas y Fábricas en Conflicto. En 1975 fue nuevamente encarcelado , y luego se exilió fuera del país hasta el regreso de la democracia. A partir de  1989 apoyó a Carlos Menem.

 

[5] Julio Isabelino Guillán, dirigente telefónico proveniente de los Talleres Ciudadela, militó en la CGT de los Argentinos junto a Ongaro. Estuvo siete años preso durante la dictadura militar. Tras su liberación retomó la actividad política desde el sindicalismo combativo. Fue dirigente nacional de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos (FOETRA). Tras su paso por la renovación peronista, en 1987 se unió al Grupo de los 15, cercano al alfonsinismo. En 1989 apoyó a Menem y la privatización de Entel, despertando fuertes críticas de los defensores de la empresa estatal. Falleció en 1997.

 

 

[6] A partir de 1959 un grupo de miltiantes de la resistencia peronista del NOA intentan organizarse como guerrilla rural en la selva tucumana, en el departamento de Chicligasta, bajo la denominación Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, aunque se los conoció popularmente como “uturuncos”. Se los considera unánimemente la primera experiencia guerrillera del siglo XX en Argentina.

 

[7]Taco Ralo fue la acción que presentó en sociedad a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), organización armada creada en 1968 y liderada por Envar “Cacho” El Kadri. El 17 de septiembre de ese año las FAP instalaron un campamento integrado por 14 guerrilleros en la localidad de Taco Ralo, provincia de Tucumán, para realizar entrenamiento militar. El 19 de septiembre el grupo fue sorprendido y detenido por la Policía.

 

[8] El Ejército Guerrillero del Pueblo fue la primera experiencia foquista, de inspiración nítidamente guevarista, en el país, que intentó fallidamente hacer pie entre 1963 y 1964, en la selva de Orán, en la provincia de Salta. Dirigida por el periodista argentino Jorge Masetti en calidad de “comandante segundo” (el comandante primero era el propio Che Guevara desde el extranjero) e integrada por unos 30 guerrilleros, mayoritariamente argentinos, pero también con algunos veteranos cubanos, resultó un fracaso completo que pareció preanunciar la experiencia fallida del Che en Bolivia tiempo después. Al serle imposible sostenerse, fue derrotado por la Gendarmería sin mayores dificultades. Masetti desapareció en la selva.

 

[9] José Luis “Joe” Baxter ( 1940 - 1973) fue un pionero de la guerrilla argentina, de ascendencia irlandesa y uno de los fundadores, en 1957, del Movimiento Nacionalista Tacuara. Originalmente profesó el nazismo y el antisemitismo; viró más tarde hacia el catolicismo nacionalista, y adquirió paulatinamente creciente simpatía con el peronismo. El 1962 se separa del tracuara original y funda con otros el MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara), filoperonista. Entre las acciones de esta nueva agrupación destaca el asalto al policlínico Bancario. Conoció a Perón en Madrid durante un periplo por Europa. Combatió en Vietnam contra los norteamericanos, siendo condecorado por Ho Chi Min. Asimismo participó de los Tupamaros en Uruguay. Recibió instrucción militar en China y en Cuba. A partir de 1968 vira hacia la izquierda marxista, conoce a Roberto Mario Santucho y se integra al ERP. Muere en un accidente de avión en Francia en 1973.

[10] 29 de agosto de 1963.

 

[11] El Encuadramiento de Juventud Peronista (los “demetrios”) fue una importante agrupación militante de las juventudes políticas. Dice sobre ellos un reciente estudio: “Los “Demetrios” definían su accionar dentro de lo que llamaban la “lealtad objetiva y doctrinaria” al general Perón, lo que nos permite ubicarlos dentro del peronismo “ortodoxo”, en una trayectoria semejante a la de Guardia de Hierro. No obstante, sus orígenes y ciertas formulaciones teórico-políticas los hicieron recibir motes tan disímiles que, en la jerga militante, iban desde el de “troskos” al de “hitlerianos” (Denaday, Juan Pedro, “ “Los “demetrios”: ¿troskistas, peronistas, nazis?” www.uel.br/ revistas/uel/index.php/antiteses/article/viewFile/14350/12806).

 

[12] “Guardia de hierro” fue una organización política peronista, de enorme influencia en la formación de cuadros, fundada por Alejandro “el gallego” Alvarez durante la Resistencia peronista, que defendió la conducción del General Perón y el trabajo militante en los barrios populares y se opuso a las posturas militaristas del Montoneros y el ERP. Entre sus cuadros o afines más relevantes se suele mencionar al jesuita Jorge Bergoglio, electo Papa en 13 de marzo de 2013.

 



sábado, 29 de agosto de 2020

LOS AÑOS SESENTA: FUTBOL, POLÍTICA, GUERRILLA Y RESISTENCIA, por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin

 



 Por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin




            Fue en aquellos años de lo que algunos llaman “la primera resistencia”, en la época posterior al golpe de 1955, que se fue modelando mi ser peronista –reflexiona el Pato. Y agrega:- Aunque no sé si es correcto hablar de una “primera resistencia”, porque en verdad podemos sostener que hubo una continuidad de la resistencia frente a los intentos por eliminar al peronismo y todo lo que éste representaba que se prolongó hasta bien entrada la década del ochenta, con el breve intervalo del regreso de Perón…”

              Fue entonces que tuvo lugar el fin de su infancia, el comienzo de su adolescencia y juventud, la muerte de su padre, sus primeros trabajos para ganarse el pan y ayudar a su familia, sus primeras incursiones en el mundo del futbol como deportista y sus primeras aventuras como militante político en medio de la proscripción del peronismo. Todo esto aparece mezclado en sus recuerdos. El tiempo feliz de la infancia había coincidido con el tiempo feliz del primer peronismo. Esta segunda etapa de su vida era de luchas, de conflictos: los conflictos propios de la adolescencia y el crecimiento aunados a los conflictos de una Argentina desgarrada por el autoritarismo y la violencia represiva.

             Lo primero que me viene a la memoria al pensar en aquellos años, ya en parte lo conté: son aquellos días dramáticos del bombardeo de 1955, las noticias de tantos argentinos muertos por la metralla y las bombas, la gente alterada en las terrazas; unos meses después, ya caído Perón, la historia de los fusilamientos y los crímenes de junio de 1956[1]. Estos últimos hechos los fui conociendo y comprendiendo con el paso del tiempo y la gente que traté en la militancia, que me fue explicando lo que había sucedido”.

             Pero también evoca sus amigos del barrio, y el amor por el deporte que compartió con su padre: “Yo siempre digo que gracias a Perón y al deporte peronista me hice muy amigo de mi viejo, por todo lo que compartí con él, pues él era un amante del deporte, había jugado al futbol en los torneos interuniversitarios, jugaba conmigo para enseñarme a patear, hasta un mes antes de su fallecimiento jugábamos siempre a la pelota-paleta en la cancha de los Zubeldía en Bulnes y Córdoba, e incluso fue al regresar de una de esas noches de deporte que se descompuso y nunca pudo recuperarse. Y además de todo esto, siempre, desde pibe, él me llevaba a todas partes a presenciar competencias deportivas: al Luna Park, a las canchas de futbol de los grandes clubes, la Bombonera y la cancha de Racing recién estrenada, al velódromo, al autódromo, etc. Recuerdo una de las miles de veces que fui con mi viejo al Luna Park: peleaban Eduardo “K.O.” Lausse versus Ubaldo Sacco; en el primer round, el zurdo Lausse le mete un piñazo y lo deja fuera de combate; hace poco le pedí a Eva, la hija de Gattica que me confirmara datos de esta pelea, y me dijo que tuvo lugar el 31 de 1958, con Perón ya derrocado, pero nuestro amor por el deporte venía de los tiempos de Perón y la manija que le había dado a todo lo deportivo; y mirá lo que son las vueltas de la vida: pasan los años y conocí a ambos rivales: Lausse nos acompañó mucho en actividades político-deportivas, y siendo yo Secretario de Deportes, lo conozco a Sacco, que por entonces era entrenador y entre sus pupilos lo tenía a su hijo Uby Sacco, que fue campeón del mundo. “Yo vi tu pelea con Lausse”, le digo a Ubaldo padre, y me contesta: “Me sentó de culo, me mató, nunca supe dónde carajo estaba”. Esto me lo contó mientras íbamos caminando por Mar del Plata a visitarlo a su hijo el campeón, que estaba detenido por un hecho que le imputaban, tiempo antes de que muriera.

Esto es lo que tiene el deporte, que fortalece lazos familiares y desarrolla solidaridades y amistades. Todas esas imágenes –y tantas otras que se abren en la infancia y la adolescencia- fueron puertas al sentimiento y a la cultura del pueblo, de donde surge el peronismo”.

             Cuando cae Perón se precipitan las venganzas y violencias. El interés del pato por la política no nace de inmediato, sino mucho más adelante.  Tal vez las injusticias que le tocó presenciar de los tiempos de proscripción hayan influido: “A mí me parece que todo eso, en mi balero, debe haber quedado. Más adelante, con estas imágenes borrosas guardadas en un cachito de mi cabeza, más los pibes del barrio, lo de la pelota… Yo algo debo haber escuchado de estos pibes, del sentimiento popular peronista ¿No? La tristeza, la bronca, el final de los Evita, todo esto en mí debe haber pesado. Sobre todo cuando lo conocí al cura Mugica.”

            ¿Cómo era ese peronismo de la resistencia? “Era algo absolutamente inorgánico. Esto no es una definición mía, es parte de lo que vi y de lo que me contaron quienes fueron protagonistas de la resistencia, que fue muy heroica y tiene un rico anecdotario. En ese momento, el peronismo debe haber sido difícil, si ahora es difícil… Porque yo no tengo conciencia de los primeros años en los que me decía peronista, no entendía mucho, pero sí entendía que no había una estructura orgánica en el peronismo. Lo único orgánico eran las órdenes de Perón a sus delegados que después se bajaban a todas partes. Muchos peronistas se encontraban, uno fue después sabiendo, no tanto en Capital sino en las provincias. Había mucho más peronismo, como ahora se sabe, en la Provincia de Buenos Aires que en la Capital. Pero en la Capital, te encontrabas, por ejemplo, con unos compañeros que se reconocían por la florcita de “no me olvides” que llevaban en la solapa como señal identificatoria. Después, estaban las misas por Eva Perón, que eran un gran lugar de encuentro…  A fines del ’55, y muy claro lo recuerdan los que militaban entonces, fue el afano del cadáver de Evita de la sede de la CGT, donde descansaban sus restos. Esto no fue una simple anécdota sino un agravio muy profundo que sufrimos los peronistas. Entró una patota de las fuerzas armadas a las trompadas a la CGT, ahí estaban Framini –compañero a quien conocí, y entonces secretario general de la Asociacion Obrera Textil, y de la CGT hasta su intervención- y un compañero de apellido Natalini, de Luz y Fuerza; los atacaron, cerraron el cajón donde reposaba Evita y se la llevaron. Ahora han restaurado el lugar donde estaba el cajón en la CGT. Hicieron desaparecer por años el cuerpo de Evita, lo tuvieron en Italia, en un cementerio de Milán, bajo el nombre de fantasía “María Maggi de Magistris”, para que nadie pudiera ubicarla. Recién a comienzos de los setenta, cuando Perón estaba por volver, le devuelven el cadáver, se lo llevan los militares a Puerta de Hierro con signos de deterioro.  Bueno, otra barrabasada. Le afanan el cadáver a su marido, y al pueblo argentino, lo esconden durante años… Fue la primer desaparecida, decimos los peronistas, y el primer desaparecido varón fue Felipe Vallese, obrero metalúrgico secuestrado en 1962”.

              Tanta persecución, tantas vejaciones, y las que diariamente se vivían en los barrios, en los sindicatos, en todas partes, especialmente con la instauración del Plan Conintes, lejos de desalentar al pueblo peronista, incentivaban la resistencia.  “La militancia era un tumulto. ¡Era inordenable esto! Por eso es que les rompimos el orto a nuestros verdugos. No había una conducción centralizada (salvo Perón en el exilio) ni líneas de mando. Era casi espontáneo. La resistencia florecía por todas partes. Te cerraban una unidad básica, y decías: “Qué carajo me importa”… Cerraban el PJ, y abrían casas… ¿No? ¡Era imposible para los milicos, no lo entendía ni la KGB esto!” –se ríe.

               ¿En qué consistía la militancia en esa época? “En encuentros, diaritos mimeografiados que se hacían en los barrios y se distribuían de mano en mano, en los mensajes de Perón que llegaban desde el exilio de vez en cuando en cartas o en grabaciones, en actos de sabotaje en todas partes, robo de armas en armerías para hipotéticos levantamientos futuros… Reuniones. Muchas reuniones. Y mucha pertenencia…”  ¿Había debate? “¡Todo el día! Para los que recién empezábamos, era hablar más al pedo que otra cosa (risas). No se sabía ni lo que había que hacer, pero servía para mantenerse unidos, para sentirse parte…”

              Hubo momentos en los cuales la cosa se tranquilizaba y después se agitaba de nuevo. Cuando Arturo Frondizi llegó a la presidencia, en 1958, el Pato cursaba la escuela secundaria. El fútbol seguía siendo todavía su pasión principal, pero no le faltaban antenas para percibir un cambio de clima. “En esos años empezó una revisión de los odios que habían prevalecido. Frondizi[2] hablaba de desarrollo  y también de integración política: había llegado a la Casa Rosada por un acuerdo con Perón[3] y había prometido devolver los gremios y la CGT (que estaban intervenidos) al movimiento obrero.” Cumplió durante un tiempo. Trató de hacer equilibrios políticos para eludir las constantes amenazas de golpes de estado, amagó con permitir la participación electoral del peronismo y finalmente se vio obligado a anular las elecciones, cuando ganó Framini la gobernación de Buenos Aires[4], medida que no evitó su derrocamiento. Pero también con Frondizi se instauró el plan Conintes, que fue un plan general de represión interna por medio de las Fuerzas Armadas para sofocar toda protesta o movilización social. Era una aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional que promovía Estados Unidos[5]. Recordemos que Frondizi, además de incumplir sus propuestas nacionalistas en materia de petróleo, tuvo como ministro de Economía al ultraliberal Álvaro Alsogaray, y como operador político a Rogelio Frigerio. Pronto se comprendió que iba a traicionar el apoyo recibido en las urnas por parte del peronismo.

             “Oí muchas anécdotas de aquel período de lucha en relación al Frigorífico Lisandro de la Torre, al cual Frondizi quería privatizar y fue fuertemente resistido por las bases obreras. En aquel frigorífico trabajaba un jovencito que se llamó Saúl Ubaldini.[6]

              “Un hito de la resistencia por parte de los trabajadores fue la aparición de las 62 Organizaciones Peronistas, nacidas ante la convocatoria del Congreso Normalizador Patrón Laplacette[7]. Allí se empieza a articular el movimiento obrero como un eje de la resistencia.

             En las clases medias, inclusive en muchos hogares que habían combatido a Perón, comenzaba a manifestarse una desilusión con las promesas democratistas del antiperonismo.  Sobre todo entre los jóvenes, cundía la decepción ante esos “demócratas” que proscribían a una porción significativa del pueblo. Había una búsqueda de nuevos horizontes, un nacionalismo que se manifestaba, por ejemplo, en un masivo acercamiento al folklore. “Un impulso por encontrar las raíces, que se expresaba en el interés por la historia (Félix Luna vendía decenas de miles de ejemplares de la revista Todo es Historia) y en el auge del revisionismo, que venía de Forja, de Jauretche, de Scalibrini Ortíz. La revolución cubana[8] tiñó de romanticismo revolucionario a mi generación, mientras el marxismo soviético iniciaba una crisis con las revelaciones de Kruschev sobre los crímenes de Stalin[9] y con los enfrentamientos entre la Unión Soviética y China. Todo parecía estar en discusión. Me acuerdo que se hablaba mucho del “diálogo entre católicos y marxistas”. Ya estaba con bastante fuerza el tercermundismo en la Iglesia, porque esto arrancó con Juan XXIII, con el Concilio Vaticano II[10]. Tengo poca memoria de los primeros años de este movimiento, pero después fue una cosa muy influyente, en la Argentina y en el mundo. Acá hizo mucha fuerza. Así que, si sumás los curas y obispos tercermundistas, la revolución cubana, los movimientos de liberación que fueron naciendo en toda América Latina, en el África, en Asia, Perón en el exilio, el peronismo proscripto e inorgánicamente confabulado para que vuelva Perón, ¡todo contribuía a hacer del país un hervidero!

                   En 1966 cayó otro gobierno civil, el de Arturo Illia[11]: otra tentativa de gobernar excluyendo al peronismo. Adrede lo califico como “civil” y no “democrático” porque fue una presidencia montada sobre la proscripción de Perón y de nuestro movimiento. Con esto no quiero poner en duda el patriotismo de Illia, su honestidad o la nobleza de sus aspiraciones. Pero sufría ese pecado de origen de la proscripción de Perón, y fue electo con un magro veintidós por ciento del electorado. Esto se agravó cuando, por apriete de los militares y de Estados Unidos, solicitó a la dictadura militar brasileña que detuviera en El Galeao el avión en que Perón intentaba regresar a la Argentina y lo despachara compulsivamente de nuevo a Madrid. Así como la anulación de los comicios provinciales de 1962 no evitó la caída de Frondizi, gestos como este de Illia tampoco impidieron su desplazamiento. En junio de 1966 usurpaba la presidencia el general Onganía[12] y, a las pocas semanas  se producía la “noche de los bastones largos”, cuando fue intervenida la Universidad de Buenos Aires y se inició un terrible vaciamiento académico. En medio de todo esto, crecía el descontento y la politización de los jóvenes, que veíamos que constantemente se cercenaban los derechos del pueblo”.

            Y siempre la sombra de Perón exiliado en Madrid, como un recordatorio permanente. Al respecto comenta el Pato: “Justamente el otro día estábamos en un cumpleaños de un viejo dirigente sindical, Juan José Minnicilo. Conversando allí con él y Oraldo Britos (dirigente sindical ferroviario, y diputado y senador por San Luis), Juan José contaba que él fue uno de los que le llevaban guita a Perón a Puerta de Hierro, para ayudarlo a mantenerse en el exilio. Se la enviaba el movimiento obrero. Juntaban la guita, a él se la daban en la UOM, normalmente se lo daba Vandor, pero le decía: “Traemelo firmado, pibe”, para que ninguno metiera la mano y algo se quedara por el camino (Risas). Minnicillo llegaba allá con el bolsito y le decía a Perón: “General, no se enoje ¿Me lo puede firmar?” (Risas). Y, claro, esto pasaba mientras en el país a Perón lo trataban de “puto y ladrón”, decían que se había choreado todo. Pero nadie, hoy en día, te puede decir si Perón tenía algún mango de él, o vivía gracias a la ayuda del movimiento obrero. Porque además no le pagaban ni la pensión, ni la jubilación. Le habían bajado todo. No existía. Hasta la Iglesia, decían, lo había excomulgado. Estaba en pelotas y sin documentos (risas). Pero acá todos te decían “¿Y cómo vive allá, en Madrid, en ese barrio de la gran puta?”. Y en realidad, cuando se instaló ahí no era un barrio sino medio descampado en las afueras de Madrid. Durante años fue un centro de peregrinación de personajes políticos que iban a visitarlo en el exilio. Pero ya no existe más la casa, la vendieron”.

                Sintetizar la resistencia del peronismo es para el Pato empresa muy difícil: “hay miles, y miles, y miles de cuentos; cada uno tiene un cuento distinto, de lo que hizo cada uno en su pueblo, en su barrio, en su manzana, en su sector”. Y no había una conducción centralizada en el terreno. “Sí algunos grupos más ordenados, como el caso del MRP (Movimiento Revolucionario Peronista), que conducía Pancho Gaitán. Después hubo tipos, como Cacho El Kadri, Caride, Jorge Ruli, José Luis Nell, los Rearte, otros… Estos tipos eran los ídolos del momento para nosotros los pibes. Uno leía u oía, te contaban de sus hazañas, la provocación al régimen, algunos hechos que empezaban a circular de boca en boca, y se convertían en verdaderos mitos. ¡Hubo un loco, en el buen sentido, Osvaldo Agosto, que robó el sable corvo de San Martín para llevárselo a Perón de trofeo!  Imaginate. Y Perón, que era milico, cuando supo del sable corvo se puso de la nuca y dijo: “ni se les ocurra traérmelo a Madrid” (Risas). Y le ordenó al coronel Filipeau que lo hiciera restituir a las autoridades”.

                 “¡Pero fue todo una historia! Porque se convertía todo en mito. En estos años –rememora el Pato- en la resistencia peronista, aparece un tipo que se llamó José Luis Nell, yo lo conocí tiempo después por el nombre de “Raúl”. Él estaba inicialmente en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas)[13], aunque después todo confluye en Montoneros. Él fue uno de los que afanó el Policlínico Bancario[14] para financiar la actividad de la resistencia: otro gran hecho mítico de la época. Un compañero que empezó a sonar mucho fue Dardo Cabo[15], hijo de un gran dirigente metalúrgico, Armando. Este muchacho participó en el desvío de un avión de línea a Malvinas como acto de reivindicación de la soberanía argentina en las islas: otro hecho mítico de la resistencia”.

               Sobre el surgimiento paulatino de las organizaciones armadas peronistas, durante la proscripción el Pato tiene la impresión de que fue “un paso más en la resistencia peronista, desde un inicio desorganizado hacia una creciente organización. Digamos, que esto vino gestándose en el tiempo; que nació de la escasa pero creciente organización que tuvo el peronismo, desde el ’55 en adelante, siempre reprimido, que pasó por milicos que se quisieron organizar y los cagaron a tiros; compañeros que se quisieron organizar y terminaron todos encanados… Algunos de los compañeros que nombré, y otros no mencionados, en algún momento de su militancia pasaron por la experiencia de estas organizaciones armadas”.

            ¿Cómo vivía el Pato esos sucesos? Admite que al principio ese clima lo tocaba de costado: “yo estaba dedicado a laburar. Mi viejo había muerto y en casa la situación económica era de bastante estrechez. El que había sostenido económicamente a la familia era mi padre. Mamá vendió el departamento de Capital y nos fuimos a vivir a la casa de mi abuela, en San Isidro. Salí a trabajar ni bien terminé la secundaria en el Colegio San Fernando. Afortunadamente, pude contar con muchos amigos que mi viejo había dejado en los lugares por donde había pasado, muchos de ellos vinculados a la industria de la alimentación. Mi primer empleo fue en “La Martona”, en la casa central, que quedaba por Solís y Caseros. Entré como empleado administrativo, mientras hacía el trámite para exceptuarme del servicio militar, como único hijo varón de madre viuda. Después trabajé en Nestlé, en el sector de comercialización. En homenaje a mi viejo, me ofrecieron una beca en la Universidad Argentina de la Empresa, que quedaba en Libertad y Alvear. Mi vida se convirtió en un ajetreo constante, porque al trabajo y el estudio se sumaban la política y el fútbol, dos  actividades que no estaba dispuesto a abandonar. En casa de mi abuela también vivían unos tíos con siete hijos varones. Mamá, mi hermana y yo nos acomodamos allí. Yo madrugaba muchísimo, viajaba en tren a Retiro, seguía en subte o colectivo, cumplía mi horario en Nestlé, me hacía tiempo para estudiar algo, iba a la UADE, trasnochaba con los amigos de la política o los del fútbol”.

                   Por esos días, el Pato jugaba fútbol “donde lo agarrara el desafío”. Una vez fue a probarse a Racing donde un “4” de la historia académica, Cachito Giménez, estaba a cargo de las inferiores. “Me llevaron a la prueba algunos amigos que todavía veo y que siempre me dicen que  fui un gil por no haberme quedado jugando allí. Pero con toda mi actividad de aquella época, no podía. Para colmo, viviendo en la zona norte, Racing me quedaba del otro lado del mundo. Quizás no tuve en ese momento alguien que me insistiera para hacer la carrera deportiva”. No había jugado nunca en equipos afiliados a la AFA, pero en el Club Mitre de San Martín había varios jugadores que sí lo hacían y lo invitaban a jugar los torneos de verano. “Un día me vio Federico Pizarro, que había sido full back de Chacarita, de San Lorenzo, de Huracán y la Selección Argentina. Pizarro era técnico de Estudiantes de Buenos Aires y me dijo: “Che, ¿por qué no venís mañana a la noche a jugar en mi equipo?”. Había un cuadrangular en la cancha de Atlanta. Acepté la propuesta y así aparecí, esa noche, jugando en Estudiantes de Buenos Aires contra All Boys. Mal no me fue, seguro, porque al día siguiente el Negro Pizarro me dijo: “Bueno, vení a ficharte”. Pero apareció una propuesta del Club Excursionistas que quedaba más cerca de mi casa, y acepté. Y acá se mezcla la política interfiriendo en mi incipiente carrera, porque para entonces ya el padre Mugica me había hecho el bocho y yo me borré un tiempo para ir al interior a conocer la vida de los hacheros de la ex Forestal”. Luego volveremos sobre esa incipiente experiencia militante.

                   Fue a los 24 años que el Pato intentó ser jugador profesional en Excursionistas. Al año siguiente, 1968, volvió a Estudiantes con Pizarro, pero éste dejó el club dos o tres meses después para dirigir Chacarita. “El nuevo DT era Jorge Elmer Banki, un húngaro que había llegado a la Argentina poco después de la guerra. Y yo estaba fusilado: ir a los entrenamientos era un sacrificio enorme, porque el club me quedaba muy a trasmano. Un día el húngaro me llevó aparte y me preguntó de qué jugaba. Como tenía tonada de extranjero, uno no entendía bien si hablaba en serio o para verduguear. ¿Cómo no iba a saber si él mismo me puso de 8? Se lo dije. “Se equivoca –me respondió- Usted no juega de nada. Usted dedíquese a estudiar y a trabajar, que tiene mejor porvenir en eso que en el fútbol” (risas). ¡Y me rajó! Cosas de la vida, años después me vino a ver cuando yo era Secretario de Deportes de la Nación. ¡Se ve que no le guardaba rencor, porque incluso hice el prólogo de un libro suyo!

                   ¿Y qué hizo entonces? “Yo estaba empeñado en seguir jugando porque no me desalenté y me fui a Pergamino, a “Douglas Haig”. Me entrenaba por mi cuenta y viajaba para jugar.  Una vez, siendo Secretario de Deporte de la Nación, anduve por aquellos pagos, y muchos se acordaban de verme llegar a jugar con el bolso lleno del diario de la CGT de los Argentinos, que repartía a otros militantes, acompañado a veces por el mismísimo Padre Mugica. Futbol y política, política y fútbol… Con todo esto mi cabeza debe haber sido un gran quilombo… Yo no sé cómo no me estalló. (Risas) Yo dudaba dónde quedarme: si con el fútbol, el hombre nuevo, el cura Mugica, las utopías, el peronismo…”

           Se quedó con el peronismo. Con la política. “La política era entonces un tsunami, un ventarrón que te llevaba por delante. Yo, en esos años, fana de Boca y del deporte, ya iba un poco menos a la cancha. Me acuerdo, sí, de que Boca salió campeón en el ’62 porque estuve en la cancha el día que le ganamos a River, que Roma le atajó el penal a Delén… Y que Valentín le hizo el gol, de penal, a Carrizo. Y fui con amigos, que todavía se acuerdan de ese día. Fue en el año ’62, y yo tenía 19 años. En el 64 Boca volvió a ser campeón. Y, en todo eso, se me aparece la figura de Carlos, el cura, que fue mi referente después de que murió mi viejo, imaginate.

               Empezó a conocer a muchos peronistas de la zona norte, de la JP. “Era un bolonqui en cuanto a su organización. Si vos me decís: “Quiénes eran los tipos”… ¡Era un desorden! Pero sí me acuerdo de haber estado varias veces en el Cementerio de Olivos, donde está todavía enterrado Juan José Valle, el general que se levantó en 1956 y que fue cobardemente fusilado por Aramburu. Me acuerdo que iba Lorenzo Pepe, Norberto Gabino, el “rengo” López, el gordo Teodoro Barbieri, unos cien compañeros a rendirle homenaje…” El Pato evoca  a Norberto Gabino como un personaje también mítico, unos años mayor, uno de los que salvaron la vida casi milagrosamente en el fusilamiento en los basurales de José León Suarez, en la “Operación Masacre”. “Después siguió en la resistencia, y también militó con nosotros, aunque era mucho mayor. ¡Era un tipazo! Gabino fue intendente de San Isidro en 1973, en el retorno de Perón, un ejemplo para nosotros, y murió hace veinte años. Vivía cerca, en una casa muy distinta a lo que son hoy las casas de los intendentes. Una casa común en un barrio de laburantes. Hace unos años fui, toqué timbre, y me dijeron: “Sí, acá vivió”… Y ese día de los fusilamientos logró salvarse también uno de los Lisazo”. También conoció a otros peronistas de la zona norte de entonces: Jorge Donofrio padre; el Nene Viviant, que fue intendente de San Fernando; Alberto Campos, que fue delegado de Perón e Intendente de San Martin, y en 1975 cae asesinado por  Montoneros cerca de las piletas que él mismo había hecho construir, próximas a José León Suarez; el “rengo Lopecito”, que fue intendente de Vicente López... En el peronismo de zona norte había muchos compañeros jóvenes y otros de generaciones anteriores, muy comprometidos con la resistencia, entre ellos Julio Troxler (otro sobreviviente de los fusilamientos, más tarde subjefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires en la época del retorno de Perón, acompañando al coronel César Díaz). Y Teodoro Barbieri. Un militante, y amigo entrañable también, fue el Gordo Barbieri, que paraba en el Muqui, un boliche donde íbamos a tomar café. El gordo era el centro de todas las reuniones, porque era un tipo pesado. Tenía una herrería, que la hizo mierda (la guita), por el retorno de Perón. No fue el único. Hacían mierda su guita, para defenderlo a Perón, para rebelarse, digamos, para militar. Y el gordo, era un fenómeno. Y a ese, años después, cuando vino la dictadura de Videla, lo levantaron: lo fueron a buscar al Muqui, y el gordo salió corriendo, cruzó Maipú, lo engancharon en la vereda de enfrente, en una concesionaria de autos, y nunca más apareció. Unos días antes había estado en la casa nuestra, con Marcela Durrieu, mi segunda mujer, y conmigo... pero eso fue durante la segunda resistencia, muchos años después. ¡Cuántos han muerto, y a cuántos mataron a través de los años!”

            Otro personaje que conocí en aquella época fue Julio Migliozzi, que tambien iba al Muqui, militaba en San Martín y fue diputado en el 73, y compañero mío de bancada en el regreso de la democracia. Fue uno de los gestores de la recaudación del dinero para la compra de la casa de Gaspar Campos, donde se alojó Perón en su regreso a la Argentina. Cuento todo esto para que se entienda la valentía y compromiso de aquellos compañeros que hacían todas estas cosas sin importarles la proscripción y la persecución, pues su único objetivo era el regreso de Perón y consecuentemente la democracia. Por eso es importante que las nuevas generaciones no olviden aquellas luchas”.

            Y el Pato navegaba aún entre la militancia y el fútbol. Le viene a la memoria una anécdota: “En junio del ´67 decidimos  hacer una volanteada en Lavalle, la calle de los cines. Queríamos hacer ruido unos días antes de que se cumpliera un nuevo aniversario de los fusilamientos del 9 de junio de 1956.  Nos teníamos que encontrar a las 8 de la noche en el Bar Suárez. Recuerdo a algunos de los que estuvieron allí: Horacio Mendizábal, Norberto Habergger, el Sordo Oscar De Gregorio, Osvaldo Sicardi y la que sería muy pronto su mujer, Cristina Ruiz: todos ellos desaparecidos durante la dictadura militar. Estábamos en el Suárez, con panfletos hasta las pelotas,  cuando entra una brigada policial y cierran el bar. Nos piden documentos, nos palpan y, claro, ¡marche preso! Además de los volantes teníamos las bombas panfleteras, que sólo eran petardos para llamar la atención y hacer volar los papeles.  Todos derechito a la Comisaría 1ª de Capital. Eso fue un jueves a las ocho de la noche. Pasan las horas, pasa el viernes y muchos de los que estaban en el calabozo iban saliendo. El sábado a la mañana el único pelotudo que seguía preso era yo, y tenía que jugar para mi club. Llamé al agente y le expliqué: “Mire, jefe, tengo que salir rápido. Juego al fútbol esta tarde” “-¿Dónde?” “-En Excursionistas.” El tipo salió y volvió enseguida: “Lo llama el comisario”.  Me abrió la puerta y me acompañó hasta la jefatura. El comisario me miró de arriba abajo: “¡Así que vos jugas al fútbol! Lo hubieras confesado al entrar”, me dijo. Y al vigilante que me acompañaba: “Llévalo”. ¡Es esa cosa milagrosa que tiene el fútbol!  Piénsese que vivíamos bajo un gobierno militar. El comisario no sólo me soltó de inmediato, sino que me hizo trasladar en un patrullero hasta Excursionistas, en Pampa y Miñones. Recuerdo haberle pedido al chofer que me dejara a una cuadra de la cancha. ¡Me daba vergüenza llegar al partido en un patrullero! (risas)



[1] A raíz del levantamiento peronista del General Juan José Valle contra la dictadura militar de entonces, el 9 de junio de 1956 la autodenominada “Revolución Libertadora”, entonces encabezada por el General Pedro Eugenio Aramburu y por el Almirante Isaac Rojas, llevó a cabo fusilamientos públicos y clandestinos de militares y civiles peronistas. En esa acción fueron ejecutados doce civiles en los basurales de José León Suárez, de los cuales cinco murieron en el acto y siete lograron sobrevivir y escapar. Asimismo se dispuso la ejecución otras siete personas en Lanús. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, veintisiete civiles y militares fueron pasados por las armas. El general Valle fue fusilado públicamente el 12 en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. Los fusilamientos de José León Juárez fueron relatados por el periodista y escritor Rodolfo Walsh en su libro más célebre: “Operación masacre”. La “Revolución Libertadora” pasó a conocerse popularmente como “Revolución Fusiladora”.

 

 

[2] Luego de la dictadura de la “Revolución Fusiladora”, tras la derogación de la Constitución de 1949 por bando militar, y la reforma constitucional de 1957, en las siguientes elecciones –con el peronismo proscripto- fue elegido presidente el líder de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), Dr. Arturo Frondizi (1908-1995). Gobernó entre el 1 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, cuando fue derrocado por otro golpe militar y sustituido por José María Guido. Su gobierno se vio atravesado por múltiples contradicciones y constantes amenazas de golpe y planteamientos militares, así como enfrentado con importantes conflictos sindicales. Intelectual muy formado, fue impulsor del denominado “desarrollismo”, que procuraba un nuevo modo de inserción económica en el mundo de la posguerra favoreciendo el ingreso de capitales extranjeros. Su proyecto de apariencia modernizadora no tardó en convertirse en una nueva frustración.

[3] El “Pacto Perón-Frondizi”, pese a haber sido negado con insistencia, fue un hecho notorio y determinante que aseguró el triunfo de Frondizi en las elecciones. Se cristalizó a través de una serie de reuniones en Caracas y en Ciudad Trujillo, con intervención del frondicista Rogelio Frigerio. Mediante dicho pacto, Perón resolvió dar su apoyo a Frondizi desde el exilio, aconsejando a los peronistas darle su voto y con ello el triunfo electoral, y a cambio Frondizi se comprometía a cumplir catorce puntos que  incluían preservar los sindicatos y la CGT, derogar los decretos de proscripción y restituir bienes. Frondizi se hizo célebre por el sucesivo incumplimiento de los numerosos y contradictorios compromisos que asumía con distintos sectores, y sólo cumplió parcialmente el pacto con Perón: sancionó la ley n.º 14.455 que establecía un nuevo modelo sindical y una amnistía para los peronistas, pero sin permitirles presentarse a elecciones libremente.

[4] Andrés Framini, (1914 - 2001), dirigente peronista de extracción sindical proveniente de la Asociacion Obrera Textil y directivo de la CGT, fue electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires en las elecciones del 18 de marzo de 1962 bajo el lema “Framini- Angladamainia-anglada, perón a la Rosada”. No pudo asumir pues su triunfo fue desconocido por el presidente Frondizi debido a las presiones militares, lo que no impidió que él propio Frondizi fuera derrocado algunos días después.   Quedaba demostrado que si se restablecía la democracia plena, el peronismo seguía siendo imbatible.

[5] El 14 de marzo de 1960 el gobierno de Arturo Frondizi puso en marcha el Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) dando lugar a una ola de persecuciones, allanamientos y arrestos en todo el país para derrotar la conflictividad obrera, con intervención directa de las Fuerzas Armadas en la seguridad interior, por aplicación de la denominada Doctrina de Seguridad Nacional que por aquellos años impulsaba Estados Unidos en América Latina, a través de la Escuela de las Américas, en el marco de la guerra fría, con el propósito declarado de involucrar a las fuerzas militares de los países sudamericanos en el objetivo hemisférico de “combatir el comunismo”, apelando para ello a métodos de “contrainsurgencia” que iban desde la represión clásica hasta la desaparición forzada de personas y las torturas, como sucedería masivamente en sucesivas dictaduras militares. El objetivo del Plan Conintes decretado por Frondizi, aunque sin  llegar a los extremos represivos que luego se volverían moneda corriente, era terminar con la conflictividad obrera que obstaculizaba sus planes de gobierno.

[6] El 15 de enero de 1959, Frondizi acordó la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre. Los nueve mil obreros del frigorífico y los vecinos de Mataderos se levantaron durante varios días para enfrentar la entrega, y forzaron la declaración de una huelga general. La resistencia fue tan grande que Frondizi presentó el movimiento como una acción subversiva. El Gobierno utilizó todos los resortes para sofocarla. Durante el mes de febrero se reanudaron las tareas en el establecimiento con rompehuelgas. El 20 de febrero fue detenido Sebastián Borro, uno de los principales dirigentes. A fines de febrero solo tres mil obreros trabajaban en el frigorífico. Con cinco mil despedidos, el Gobierno anunció, a mediados de 1960, que se había efectivizado la venta del frigorífico a la CAP.

[7] Efectivamente, las 62 Organizaciones Peronistas surgen como respuesta organizativa frente all Congreso normalizador de la CGT convocado en agosto de 1957 por la Revolución Libertadora.

[8] El 1° de enero de 1959 las fuerzas del Ejército Rebelde encabezadas por Fidel Castro ingresan triunfales en Santiago de Cuba provocando la huida precipitada del dictador Fulgencio Batista a EE.UU y dando comienzo al gobierno castrista, originariamente de tendencia nacionalista y pronto volcado hacia el comunismo. La influencia de este acontecimiento resulta imposible de exagerar en América Latina, brindó inspiración a los movimientos guerrilleros y facilitó la paranoia anticomunista de la guerra fría,  sirviendo de inmejorable excusa para la difusión ilimitada de la Doctrina de Seguridad Nacional estadounidense en todo el continente americano.

 

[9] En 1956, el nuevo líder de la Unión Soviética, secretario del Comité Central del Partido Comunista ruso, Nikita Kruschev, brinda un informe secreto sobre los excesos y crímenes del fallecido líder máximo José Stalin, dando comienzo al proceso de “desestalinización”, que signiificó una considerable convulsión ideológica en el mundo comunista y que condujo a una hasta entonces inédita crítica del culto a la personalidad y la dictadura estalinista. Luego del XX Congreso del PCUS se le dio estado público.

 

[10] Juan XXIII (1881-1963), llamado Angelo Giuseppe Roncalli y conocido como el "Papa bueno", fue elegido Sumo Pontífice el 28 de octubre de 1958 en sustitución de Pío XII. Inició la modernización doctrinaria y litúrgica de la Iglesia Católica con la convocatoria del Concilio Vaticano II el 21 de enero de 1959. Con este concilio, que se celebró el 11 de octubre de 1962, instó a promover la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos, reemplazando el latín de los oficios religiosos por las lenguas populares,  y propendiendo a una inserción social más activa de los creyentes con los problemas de su tiempo. Medió en la “crisis de los misiles” de Cuba entre Estados Unidos y la URSS para evitar la guerra nuclear, y promovió el diálogo político e interreligioso. Publicó ocho encíclicas que marcaron un cambio sustancial en la vida de la Iglesia. Fue canonizado por el Papa Francisco.

 

 

 

[11] Arturo Umberto Illia (1900 – 1983) fue Presidente de la Nación Argentina entre el 12 de octubre de 1963 y el 28 de junio de 1966, siendo derrocado por un golpe de Estado militar. Su desempeño se vio opacado por la falta de legitimidad de origen, ya que fue electo bajo la proscripción del peronismo y mientras estaba detenido Arturo Frondizi. Aunque llevó adelante políticas económicas nacionalistas, procurando la anulación de los contratos petroleros de Frondizi, fomentando la industria nacional y la educación,  ​ aumentó el PBI, bajó la desocupación, disminuyó la deuda externa, y sancionó la ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil y la Ley de Medicamentos, entre otras medidas, no pudo consolidarse como gobernante debido a la debilidad de su base política, lo que facilitó su derrocamiento.

[12] Juan Carlos Onganía (1914-1995) encabezó el gobierno de facto autotitulado “Revolución Argentina” entre el 29 de junio de 1966 y el 8 de junio de 1970 en que fue removido. Su dictadura, teñida de cierto corte corporativista, se caracterizó por una política económica oscilante entre un inicial nacionalismo y el liberalismo más ortodoxo; una fuerte represión cultural, de la que la censura artística e informativa y la “noche de los bastones largos” –golpe tiránico contra la libertad de enseñanza en las universidades- fueron ejemplos claros; un moralismo conservador; una alianza esporádica con sectores sindicales; y una absurda vocación de eternizarse. Golpeado por levantamientos populares -de los cuales fue el “Cordobazo” el más notorio-, por la aparición de las guerrillas, y particularmente por el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu por Montoneros, fue obligado por sus camaradas a renunciar de modo humillante y en forma personal en la sede del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. ​

[13] Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) fueron creadas en 1968 bajo la conducción de Envar Cacho El Kadri. Su aparición se produjo el 17 de septiembre de ese año con la fallida operación de Taco RaloTucumán. Tuvo varias divisiones a partir de 1972.

[14] Asalto ejecutado el 29 de agosto de 1963 por una banda que mató a dos empleados, hirió a  tres y huyó con el equivalente  a aproximadamente a 100 000 dólares. Parte del botín se destinó al financiamiento de la organización guerrillera Tacuara. Aunque inicialmente atribuido  a delincuentes comunes, se supo más tarde la filiación política de los autores, al ser identificados tras gastar algunos argentinos billetes provenientes del robo en un cabaret de París. Casi todos los participantes fueron detenidos. Algunos participaron luego en otras organizaciones guerrilleras.

[15] Dardo Cabo (1941-1977), hijo del sindicalista Armando Cabo, comenzó su militancia muy joven en el Movimiento Nacionalista Tacuara, del que luego se separó- El 28 de septiembre de 1966 dirigió el Operativo Cóndor, secuestrando con otros 17 militantes un avión de Aerolíneas Argentinas, desviado hacia las islas Malvinas, y plantando la bandera argentina en las islas. Más tarde fue parte de Descamisados, que se fusionaría con Montoneros. Detenido por la última dictadura militar, permaneció a disposición del PEN en la unidad 9 de La Plata, hasta que el 8 de enero de 1977 fue fusilado en un simulacro de fuga.