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domingo, 5 de julio de 2020
Los Comandos Civiles, los primeros grupos guerrilleros, por Aldo Duzdevich
La semana pasada publique la nota “De Comando Civil antiperonista a militante montonero”. Sabía que tratándose de un tema poco investigado y difundido iban a quedar muchos cabos sueltos que no se resuelven en una pagina y media. Así que le propuse a mi editora, hacerlo en varias notas, arrancando por el principio.
por Aldo Duzdevich
Los Comandos Civiles, los primeros grupos guerrilleros
El primer paradigma a desmontar es un concepto escuchado muchas veces: “los comandos civiles son el antecedente directo de la Triple A y las patotas desaparecedoras del proceso”.
La realidad es que, por su cultura organizativa, y su composición etaria-social, los Comandos Civiles -excluyendo el aspecto ideológico- fueron casi, el antecedente directo de las organizaciones guerrilleras de los setenta. Su modelo eran los “maquis” , la guerrilla urbana francesa que combatió la ocupación nazi; y estaban convencidos, de que Peron, era el emulo de Hitler, en América. Incluso los diarios en sus crónicas hablaban de “los maquis”. Rendían culto a la muerte en combate. Reclamaban para si, la gloria del : “nosotros pusimos los huevos, los presos y los muertos”. Se consideraban la “vanguardia de la revolución” porque tenían que empujar al ejercito a sublevarse. Su predica política dentro de las fuerzas armadas fue importante. Y aunque hubo muchos otros elementos externos intervinientes, el ejercito se quebró, y en Cordoba las “milicias maquis” combatieron junto al ejercito sublevado. Y seguramente, muchos de esos jovencitos, superaron en temeridad a los cuadros regulares del ejercito y la aeronáutica.
La diferencia principal (ademas de las ideológicas , obvio) sería que los Comandos Civiles (CC), casi siempre estaban “apadrinados” o tenían lazos con algunos militares antiperonistas, que les proveían armas, explosivos e instrucción militar. Vale aclarar que años después, algunos militares peronistas (Iñiguez, Alberte y otros menos conocidos) también colaboraron con las organizaciones armadas de los setenta. Pero bueno, por ahora dejemos allí las comparaciones.
Los CC se nutrieron de los partidos y sectores que conformaban el amplio abanico del antiperonismo: radicales, conservadores, demoprogresistas, demócratas cristianos, socialistas, intelectuales de izquierda, nacionalistas católicos y grupos juveniles católicos. Su extracción social principal era la clase alta, la clase media, y el estudiantado universitario. Su organización comienza a fines de 1954, pero el grueso de los grupos van a estar realmente activos, de junio a septiembre de 1955.
Tenían una composición celular clandestina con un responsable cada 10 o 20 militantes, usaban nombres falsos, sistemas de citas, casas operativas, imprentas clandestinas, recibían instrucción en manejo de armas, explosivos, e intercepción de comunicaciones y respondían a comandos centralizados por ciudad.
Su actividad principal fueron las campañas de panfletismo. Imprimían miles de volantes en mimeografos e imprentas clandestinas que distribuían en mano a través de redes militantes. A partir de junio del 55, cuando el enfrentamiento Iglesia-Gobierno se hace mas abierto los militantes de los CC, se organizan para custodiar los templos y ser fuerza de choque en manifestaciones. Algunos comandos realizan atentados a Unidades Basicas y locales sindicales. En Buenos Aires producen al menos una docena de atentados contra policías de custodia en templos y escuelas, con un saldo de tres policías asesinados.
Sindicados como jefes de los comandos de Buenos Aires figuraban: el capitan Walter Viader, el Ing. Carlos Burundarena,Juan Francisco Guevara, Renato Benzacon, Dario Hermida, Adolfo Sanchez Zinny, Edgardo Garcia Pulo, Francisco Olmedo y Raul Puigbo. Otros participantes fueron: Francisco Trusso, Mariano Grondona, Mariano Castex, David Michel Torino, Emilio De Vedia y Mitre, Augusto Rodriguez Larreta, Mario De las Carreras, Emilio Posse, Eduardo Madero Lanusse, Reinaldo Tettamanti, Alejandro Astiz, Roberto Etchepareborda, Menendez Behety, Rodolfo Urtubey, Luis Maria Pueyrredon.
El 16 de septiembre de 1955 cuando se inicia la sublevación militar contra Peron, los CC de Buenos Aires realizan acciones de sabotaje en once plantas trasmisoras de radio. En Cordoba epicentro de la sublevación militar, hay una participación masiva de Comandos Civiles en los enfrentamientos contra policía y tropas leales. Se habla de 1500 a 3500 jóvenes armados en las calles, acompañando a los militares sublevados. Rafael Capellupo en su libro, menciona como jefes de los CC en Cordoba a : Eduardo Arenas Nievas, Jorge Landaburu, Horacio Martinez, Pedro Knutty, Clemente Villada Achaval, Damián Fernández Astrada, Alfredo Malbran y Gustavo Aliaga.
Previo a 1955, algunos grupos mas pequeños, realizaron varios intentos de asesinar a Peron y un atentado terrorista muy grave en 1953.
Conspiraciones y atentados previos a 1955
Ya en 1946, dirigentes de la Sociedad Rural y del radicalismo de Corrientes, planificaron un atentado contra la vida de Peron en ocasión de su visita a esa provincia, que fue abortado.
En enero de 1952 la policía, desbarató un complot liderado coronel (R) José Francisco Suárez quien planeaba atacar con camiones blindados la residencia presidencial de Libertador y Tagle.
El 15 de abril de 1953 tuvo lugar el primer atentado terrorista contra población civil, que se recuerde antes de la Embajada y AMIA. Un grupo de activistas de la FUBA integrado por Arturo Mathov, Roque Carranza, Carlos Alberto González Dogliotti, y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados por el capitán Eduardo Thölke (quien proveyó explosivos) hicieron estallar dos bombas en medio de una concentración en Plaza de Mayo provocando 6 muertos y 90 heridos, entre ellos 19 mutilados. Vale aclarar que, el mas grave atentado contra población indefensa, fue el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, que dejo 400 muertos, y centenares de heridos, pero a diferencia del anterior, este acto criminal fue organizado y ejecutado por fuerzas regulares de la aviación naval.
Entre el 16 y 17 de octubre de 1953 fueron detenidos Mariano N. Castex, Hernán E. Blackley, Gastón García Miramon, Raúl A. Jorsiomo, Lorenzo Blanco, Emilio Allende Posse e Isidoro Martínez Castro, logrando fugarse Diego Muñiz Barreto. Inspirados en la “operación Antropoide “ de la ejecución del jerarca nazi Heydrich en Praga, planificaban matar a Peron con un jeep cargado de explosivos. Por la edad de los participantes la prensa la bautizó “operación bebe”. (Ver mi nota en Infobae "General, yo intenté matarlo… no sé si se acuerda") .
Los comandos de Septimio Walsh
El Hermano Marista Septimio Walsh era primo de Carlos y Rodolfo Walsh .El Capitán de Navio Carlos Walsh, participó como aviador en el combate contra las tropas leales. Rodolfo Walsh desde las paginas de la revista Leoplan, también apoyó el golpe contra Perón.
Florencio Jose Arnaudo, escribió “El año en que quemaron las iglesias” . Un relato de tono épico, sobre su participación en los Comandos Civiles. Transcribo algunos párrafos de su libro que pintan el tono de época: “Nos encontramos en el café Paulista de Corrientes y Pueyrredon. Creo que eramos seis, todos solteros, universitarios, y la mayoría ex compañeros de Acción Católica. (…) Juntamos dos mesas en un punto aislado del resto. Comenzábamos a tomar las primeras precauciones. Quizás lo hacíamos para sentirnos mas importantes. No dejaba de tener su encanto eso de ser señalados por Perón como enemigos de un régimen al que se calificaba de dictatorial”.
Luego de la clausura del diario católico “El Pueblo” (en enero del 55), el grupo de Arnaudo se lanzo de lleno a lo que se conoció como el “Panfletismo”. Lo relata así: “Llegamos a la conclusión que era necesario iniciar un campaña de volantes clandestinos, después de la clausura de El Pueblo no nos quedaba otra forma de hacer conocer la verdad. Había que conseguir varios mimeógrafos para imprimir el mayor número de ejemplares”. Se le dio forma de hoja periódica y se le puso el nombre “Verdad” .De la redacción se encargaban Emilio Mignone, Horacio Storni y Jose Miguens. De la impresión : “se había ocupado quien llegaría a ser el panfletista máximo, el rey del mimeógrafo clandestino: el hermano Septimio Walsh.” Agrega que “tuvo destacadísima actuación en la campaña panfletista y en la coordinación de los comandos civiles católicos, cuya conducción asumió espontáneamente”.
En un reportaje en el año 2005 Jose Arnaudo confeso a Clarín: "Yo pensaba que si mataba a Perón, igual me iba al cielo. Según la teoría del magnicidio, de Santo Tomás de Aquino, estábamos dispuestos al tiranicidio y liquidar a Perón". Debo confesar que no me escandaliza la cita. En 1970 la misma teoría de Santo Tomas, la pusieron en practica Fernando Abal Medina y Mario Firmenich al fusilar a Pedro Eugenio Aramburu.
Queda para una próxima nota, los comandos católicos cordobeses del padre Quinto Carnelutti, cuya mano derecha era el padre Enrique Angelleli.
Cierro con una estrofa de la “Marcha de la Libertad” grabada en el sótano de la Iglesia Nuestra Señora del Socorro: “Y si la muerte quiebra tu vida, al frio de una madrugada, perdurara tu nombre, entre los héroes de la patria amada”
Aldo Duzdevich
Autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron” y “Salvados por Francisco”
lunes, 29 de junio de 2020
"DE BOCA Y PERONISTA" - Introducción de Antonio Cafiero - Reportaje a Fernando "Pato" Galmarini por Javier Garin -
Reportaje a Fernando "Pato" Galmarini por Javier Garin -
El Pato (el de bigotes) cumple el sueño del pibe y juega para Boca en un amistoso.
.........................
.........................
A modo de introducción
"LA HISTORIA DEL PERONISMO NO SÓLO HAY QUE HACERLA, TAMBIÉN HAY QUE ESCRIBIRLA"
Palabras de Antonio Cafiero
Creo que podemos afirmar, sin que se
nos asigne una visión facciosa o parcial, que el peronismo, como el
radicalismo, constituye una corriente histórica profunda de la política
argentina. No ha sido, como en sus orígenes preveían algunos críticos, un
fenómeno pasajero que se acabaría tan pronto fuera desalojado del poder y separado
de su líder y creador. No: el peronismo sobrevivió en el llano, atravesó con
dignidad, sacrificio, paciencia, resistencia y lucha el extenso desierto de la
persecución y la proscripción, recuperó sus derechos; volvió al gobierno; fue
nuevamente desplazado por la violencia; aprendió a perder elecciones y aprendió
a recuperarse de esa novedosa experiencia; se renovó; volvió a ganar…, en fin,
ya cuenta con varias décadas de vida y tiene, si Dios quiere y los peronistas
ayudamos, mucha vida por delante.
A lo largo de esta trayectoria,
millones de peronistas han aportado a la experiencia y la historia del
movimiento. Y quizás entendimos sesgadamente la intención de Perón, cuando nos
decía que “mejor que decir es hacer”. “Decir” puede ser una forma del “hacer”.
Perón mismo lo tenía claro, y su obra intelectual es una prueba de ello. La
militancia, en tanto, ha estado tan ocupada en producir cosas que se descuidó
un poco la reflexión y el registro de las experiencias.
La historia del movimiento no sólo hay
que hacerla: también hay que escribirla, para que nutra a las generaciones
presentes y futuras. Como estoy convencido de esto, siempre les pido a los
compañeros que cultiven la memoria, la registren y la publiquen.
Hablamos mucho con el querido Pato
Galmarini de este tema. Y como soy insistente, al menos con él he tenido éxito.
En los recuerdos del Pato se cruzan su amor por el deporte y su compromiso con
el país; podemos ver cómo vivían el naciente peronismo muchos pibes de los años
cuarenta y cincuenta del siglo pasado; vemos pasar a jóvenes heroicos, a
militantes sacrificados, a personajes entrañables como el cura Mugica y a
tantos otros. Como no se trata de un libro de teorías abstrusas, sino una
colección de recuerdos personales, el resultado es un pedacito de vida
argentina.
Yo espero que muchos otros sigan el
ejemplo de Galmarini. La historia, al fin de cuentas, es (o debería ser) la
resultante de todas las memorias.
ANTONIO CAFIERO.
ANTONIO CAFIERO.
1) "Al
tronar de las bombas. La supresión de los Torneos Evita",
por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje y texto por Javier Garin.
por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje y texto por Javier Garin.
Año
1955. Es el dieciséis de junio al
mediodía. Nadie sabe aún que ese día pasará a la historia como una fecha
luctuosa, criminal. Aunque hace fresco y hay una esporádica llovizna, un grupo
de chicos del barrio de Palermo se encuentran jugando un picado en la calle
Arenales, entre lo que es hoy Scalabrini Ortiz y Malabia. “Era una calle empedrada, donde pasaba un auto por hora. Las calles
estaban tomadas, entonces, por los pibes y la pelota. En vez de piquetes, había
partidos de futbol. Jugábamos todo el día, ocupando la cuadra a nuestro antojo,
haciendo los arcos con dos montoncitos de ropa de cada punta en la calzada; y
cuando los vecinos protestaban por los gritos o por algún pelotazo en las
persianas, el policía del barrio, familiarmente apodado “el vigi”, nos tocaba
el silbato. Ese silbato se respetaba más que el de cualquier referí. El partido
se cortaba, y nos trasladábamos para seguir jugando a la plaza que estaba en la
esquina de mi casa, la Plaza Intendente Casares”, recuerda Fernando
Galmarini, quien a la sazón tenía unos trece años de edad.
El
“picado” era una maravillosa mezcla de clases sociales, hermanadas por el amor
a la pelota: el hijo del doctor gambeteaba junto al hijo del portero, del albañil
o del dueño de la bicicletería “El Indio”, lindera a la casa del Pato. Los chicos
de una familia de clase media convivían en el picado con los hijos de
laburantes del único conventillo de la cuadra. No había “grieta política” entre
los pibes, pero de vez en cuando había algunas trompadas, producto de un gol
inventado o de un penal no cobrado.
De
pronto, grandes y repetidos estruendos. Gente que empieza a correr. Los pibes
hacen un alto sin comprender lo que sucede.
-¡Vamos a mi terraza!, propone el Pato.
Entran al edificio de Arenales 3859,
en cuyo primer piso, departamento B, vivía la familia Galmarini, y suben
corriendo los cinco restantes que los separan de la azotea, desde donde se divisa
la ciudad.
“En
todas las terrazas había gente mirando –recuerda el Pato-. Estábamos no muy lejos de Plaza de Mayo y no
sabíamos que en ese mismo momento, allí, estaba muriendo gente por las bombas:
trabajadores que habían concurrido en respaldo del gobierno, oficinistas,
transeúntes circunstanciales, y hasta niños de un autobús escolar que tuvieron
la desgracia de ser alcanzados por el criminal ataque. Se escuchaban las
detonaciones y los ruidos de los aviones de la Marina de Guerra sublevados
contra el presidente constitucional Juan Perón, a quien querían matar a
cualquier costo, sin importarles las vidas de quienes se encontraban en las
inmediaciones; y se veían las columnas de humo elevarse en el cielo. Años
después, me enteré que también habían bombardeado otros lugares, como el cuartel
de La Tablada y la residencia presidencial, el Palacio Álzaga Unzué, en Austria
y Las Heras; y que una bomba había caído en Las Heras y Pueyrredón, y que hubo
muertos allí también, no sólo en la Plaza de Mayo.”
Aunque ni el Pato ni sus amigos del picado lo supieran, ese día se empezaba a modificar el curso de la historia. Un grupo de militares y civiles opositores a Perón intentaba asesinarlo y derrocar su gobierno mediante el bombardeo y ametrallamiento aéreo, matando a más de trescientas personas e hiriendo a más de setecientas. La sociedad, tal como el Pato y sus amigos la habían conocido, no volvería a ser la misma. Faltaban pocos días para que Perón finalmente cayera bajo otro golpe de Estado, esta vez exitoso.
Aunque ni el Pato ni sus amigos del picado lo supieran, ese día se empezaba a modificar el curso de la historia. Un grupo de militares y civiles opositores a Perón intentaba asesinarlo y derrocar su gobierno mediante el bombardeo y ametrallamiento aéreo, matando a más de trescientas personas e hiriendo a más de setecientas. La sociedad, tal como el Pato y sus amigos la habían conocido, no volvería a ser la misma. Faltaban pocos días para que Perón finalmente cayera bajo otro golpe de Estado, esta vez exitoso.
La época de oro del peronismo, de
la “comunidad organizada” y la Justicia Social, que había empezado a delinearse
a partir del 4 de junio de 1943 (1),
que hizo eclosión el 17 de octubre de 1945 (2),
que tuvo como hito la Constitución de 1949 (3),
con los derechos laborales y sociales, el
acceso de los trabajadores a todos los niveles de la educación, incluso universitaria,
el voto femenino, el dominio estratégico de los recursos naturales y las
fuentes de energía, la Independencia Económica, las grandes obras públicas, la
política sanitaria dirigida por Ramón Carrillo, la acción social de la
Fundación Eva Perón, los ferrocarriles nacionalizados, la flota mercante, la
búsqueda de la unidad latinoamericana, y tantos otros logros, y en la
que aquellos pibes de barrio -y todos los pibes del país- eran los “únicos
privilegiados”, comenzaba a extinguirse. Venían otros tiempos. De proscripción y resistencia para el peronismo y de nostalgia para el
piberío deportista.
-¿Cómo se reflejaron estos cambios en la percepción sencilla de un niño de aquellos años?
-Un ejemplo -responde el Pato-. Los Torneos Infantiles Evita, todo un símbolo de la política deportiva y social del peronismo, serían eliminados poco tiempo después. Aquellos torneos formaban parte de nuestra pequeña felicidad cotidiana. Ya de grandes comprobamos que estaban destinados a perdurar en la memoria de todos, como las conquistas de la justicia social. Pero en aquel momento sólo nos ganó la angustia y el presentimiento de que se estaba destruyendo un modo de vida, mediante un ataque artero e injusto. Lo que para los pibes de mi época fue una pérdida muy grande, no sólo deportiva, simbolizaba al mismo tiempo otras grandes pérdidas que la sociedad sufría en otros ámbitos, en el mundo del trabajo, en la economía, en todo. Aquello quiso ser el fin de la Comunidad Organizada y su reemplazo por el retorno a la vieja Argentina para pocos”.
-¿Cómo se reflejaron estos cambios en la percepción sencilla de un niño de aquellos años?
-Un ejemplo -responde el Pato-. Los Torneos Infantiles Evita, todo un símbolo de la política deportiva y social del peronismo, serían eliminados poco tiempo después. Aquellos torneos formaban parte de nuestra pequeña felicidad cotidiana. Ya de grandes comprobamos que estaban destinados a perdurar en la memoria de todos, como las conquistas de la justicia social. Pero en aquel momento sólo nos ganó la angustia y el presentimiento de que se estaba destruyendo un modo de vida, mediante un ataque artero e injusto. Lo que para los pibes de mi época fue una pérdida muy grande, no sólo deportiva, simbolizaba al mismo tiempo otras grandes pérdidas que la sociedad sufría en otros ámbitos, en el mundo del trabajo, en la economía, en todo. Aquello quiso ser el fin de la Comunidad Organizada y su reemplazo por el retorno a la vieja Argentina para pocos”.
Los Torneos Evita marcaron a miles de niños enseñándoles el amor al deporte. El Pato es el tercero desde la izquierda de su equipo "Mundo Infantil".
-¿Cuál era la importancia de esos torneos tan famosos?
- Promovían el deporte, la contención, la formación moral. Eran mucho más que justas deportivas. En salud, por ejemplo, dicen los viejos peronistas que fue su ministro, Ramón Carrillo, quien intervino activamente en el armado de los Torneos Infantiles Evita. Estos torneos, en los cuales jugaron miles de pibes a partir de 1948 hasta el golpe de 1955, tenían como premisa y fundamento no solo el jugar, sino que era exigencia del Estado Nacional, y de los Estados provinciales, que todos los chicos que disputaran en ellos, fuesen sometidos a un chequeo médico, como parte del control sanitario y de la revolución de Carrillo en la salud de Argentina. El antiperonismo dijo después que en esos torneos adoctrinaban a los pibes. Nada que ver. No había nadie adoctrinando a los pibes ni mucho menos. Sólo se les daba la oportunidad de jugar organizadamente, de competir con otros pibes del país…”
- ¿Cómo fue que participaste?
- Como miles de pibes. Yo era muy chico… Me di cuenta, años después, de lo que había significado para mí. Yo jugué mucho en la calle, en la esquina de mi casa. Y ahí, un día, nos reclutó un tipo, no recuerdo si a todos o a algunos, para jugar en el equipo “Mundo Infantil”, que era el nombre de una revista de aquellos años. Había una revista Mundo Infantil, otra Mundo Deportivo, otra Mundo Peronista, etc. Mi equipo era Mundo Infantil, y me acuerdo lo felices que éramos los pibes con jugar en esos torneos. ¡Basta ver la foto del equipo Mundo Infantil! … ¡Qué cosa tan linda! En cada equipo te daban las camisetas, los pantalones, y las medias. Y todos lo íbamos a buscar a los locales de la Fundación Eva Perón, donde había miles de juegos de camisetas, miles de juegos de pelotas. Cada equipo se iba con su camiseta, para jugar los torneos en todo el país. Imaginate lo que habrá sido eso… Yo he charlado de esto muchísimas veces en reuniones con amigos míos, muy amigos, como el Cabezón Sívori, que fue uno de los grandes jugadores argentinos y comenzó jugando en los torneos Evita en San Nicolás. Él era de allí. O con el Toscano Rendo … Antonio Valentín Angelillo… Vicente de la Mata… Tipos de mi edad, que fueron jugadores excepcionales, que llegaron a primera e incluso fueron estrellas, no como yo, (risas) ¡y empezaron jugando en los torneos infantiles Evita! ¿Te das cuenta?
-¿Cuál era la importancia de esos torneos tan famosos?
- Promovían el deporte, la contención, la formación moral. Eran mucho más que justas deportivas. En salud, por ejemplo, dicen los viejos peronistas que fue su ministro, Ramón Carrillo, quien intervino activamente en el armado de los Torneos Infantiles Evita. Estos torneos, en los cuales jugaron miles de pibes a partir de 1948 hasta el golpe de 1955, tenían como premisa y fundamento no solo el jugar, sino que era exigencia del Estado Nacional, y de los Estados provinciales, que todos los chicos que disputaran en ellos, fuesen sometidos a un chequeo médico, como parte del control sanitario y de la revolución de Carrillo en la salud de Argentina. El antiperonismo dijo después que en esos torneos adoctrinaban a los pibes. Nada que ver. No había nadie adoctrinando a los pibes ni mucho menos. Sólo se les daba la oportunidad de jugar organizadamente, de competir con otros pibes del país…”
- Como miles de pibes. Yo era muy chico… Me di cuenta, años después, de lo que había significado para mí. Yo jugué mucho en la calle, en la esquina de mi casa. Y ahí, un día, nos reclutó un tipo, no recuerdo si a todos o a algunos, para jugar en el equipo “Mundo Infantil”, que era el nombre de una revista de aquellos años. Había una revista Mundo Infantil, otra Mundo Deportivo, otra Mundo Peronista, etc. Mi equipo era Mundo Infantil, y me acuerdo lo felices que éramos los pibes con jugar en esos torneos. ¡Basta ver la foto del equipo Mundo Infantil! … ¡Qué cosa tan linda! En cada equipo te daban las camisetas, los pantalones, y las medias. Y todos lo íbamos a buscar a los locales de la Fundación Eva Perón, donde había miles de juegos de camisetas, miles de juegos de pelotas. Cada equipo se iba con su camiseta, para jugar los torneos en todo el país. Imaginate lo que habrá sido eso… Yo he charlado de esto muchísimas veces en reuniones con amigos míos, muy amigos, como el Cabezón Sívori, que fue uno de los grandes jugadores argentinos y comenzó jugando en los torneos Evita en San Nicolás. Él era de allí. O con el Toscano Rendo … Antonio Valentín Angelillo… Vicente de la Mata… Tipos de mi edad, que fueron jugadores excepcionales, que llegaron a primera e incluso fueron estrellas, no como yo, (risas) ¡y empezaron jugando en los torneos infantiles Evita! ¿Te das cuenta?
“Esto ha quedado, aunque lo quisieron borrar. Es un sello del
peronismo. Hoy todavía cuando se organizan torneos infantiles,siempre salta alguno que dice: “pongámosle
Evita”. Incluso hace poco Tinelli me contó, en Showmatch, que él había jugado en
la segunda versión de los torneos Evita que se hizo en los años setenta. Porque
en el ’73, con la vuelta de Perón, se volvieron a hacer. Y luego nosotros en
los noventa, tomando aquel modelo, hicimos los Torneos Juveniles Bonaerenses, y
fuimos varias veces al programa de Tinelli, y él contó ahí que había
participado en los Evita de los años setenta. ¡Y Diego Maradona jugó en estos
torneos, con los Cebollitas, en el 74 o 75, cuando él ya estaba jugando en
Argentinos Juniors! Pero los juegos infantiles Evita, los originales,
comenzaron en 1948, patrocinados por la Fundación Eva Perón. Al principio
fueron campeonatos infantiles de fútbol, pero después incluyeron otras
disciplinas, atletismo, natación, básquet… ¡Ahora, imagínate el daño que habrá
sido para los pibes desarticular aquello cuando cayó Perón!”
-¿Qué significó que los eliminaran?
-Ahí se empezó a notar lo que
significaba la caída del peronismo hasta en los detalles más pequeños de la
vida cotidiana. Porque la persecución a los deportistas peronistas fue indignante, pero
tal vez no se percibía con claridad para el que no estaba en ese mundo. Pero en
los torneos Evita estaban los pibes de todos los barrios de la República. Y al
año siguiente del derrocamiento no hubo más torneos Evita, porque no se podía
mencionar a Evita, estaba prohibido su nombre por decreto…
- Si hubiera habido voluntad política de mantenerlos podrían haberlos rebautizado...
-¡Es que ahí estaba el quid! No los querían. O no le otorgaban al fomento del deporte la
importancia que le dio Perón. O no les interesaba hacer felices a los pibes. O
querían simplemente borrar todo lo que había caracterizado al peronismo. Aun
cambiándoles el nombre, seguían siendo los torneos Evita. Eran un recuerdo del
peronismo que había que eliminar. Fue una cosa de lo más perversa, porque no
solamente hicieron lo que hicieron, fusilaron, persiguieron, censuraron, proscribieron al
peronismo, impidieron al pueblo votar, intervinieron el PJ, los gremios, la
CGT, reprimieron huelgas, destrozaron todo, ¡sino que también a los pibes nos
cagaron parte de nuestra alegría!...
"Pero el tiro les salió por la culata -reflexiona el Pato-. A muchos de nosotros, pibes entonces, el deporte nos había comprado el corazón y los sueños. Unos años más tarde los chicos que habíamos visto de lejos ese criminal bombardeo comenzamos a entender los cuentos de los mayores y a reclamar nuestro lugar en la pelea que estaban dando los mayores para que Argentina volviera a ser una patria con dignidad para su pueblo. Fue una paradoja de la historia, porque, contrariamente a lo que hubieran querido los enemigos de Perón, todo aquello tuvo como fruto la incorporación de nuevas generaciones a la lucha por el retorno, una lucha que comenzó la misma noche en que echaban a Perón. Quienes imaginaron que Perón tendría un destino similar a San Martín o a don Juan Manuel de Rosas, es decir, morir en el exilio, si antes no podían asesinarlo, calcularon mal. Esta vez, el pueblo peronista, conducido por su líder, volvería 17 años más tarde, y poco después sería por tercera vez presidente de la Nación."
.
CONTINUARÁ...
Notas: [1] Fecha del golpe de Estado militar que derrocó al Presidente
Ramón Castillo, puso fin a la denominada “Década Infame” gobernada mediante la
corrupción y el fraude electoral, y elevó a la Presidencia sucesivamente a los
generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell. El principal
ideólogo y articulador de este movimiento fue el coronel Juan Perón, quien,
primero desde el GOU y luego desde la Secretaría de Trabajo y Previsión logró
articular a distintos sectores detrás de un proyecto común, promoviendo junto a
los sindicatos un cambio legislativo y social que dignificó a los trabajadores
urbanos y rurales y fue la base social que lo catapultó a la Presidencia en
1946.
[2] El 17 de octubre, una de
las más grandes y significativas puebladas de la historia argentina, es
considerado unánimemente como la verdadera fundación política del peronismo, a
partir de la movilización de los trabajadores a Plaza de Mayo para reclamar la
liberación del coronel Perón, destituido de su cargo y preso en la Isla Martín
García. Es también considerada como la expresión pública de la alianza de Perón
con los trabajadores, a quienes reconoció como “la columna vertebral” de su
movimiento.
[3] La Constitución de 1949,
o constitución peronista, fue una reforma constitucional extraordinaria que
promovió el primer gobierno de Perón y que tuvo en el jurista Arturo Sampay a uno de sus principales ideólogos. Fue un
ejemplo del denominado “constitucionalismo social”, caracterizado por incluir
en las cartas constitucionales los derechos sociales, como complemento de los
derechos individuales del constitucionalismo clásico: típica expresión
normativa de la concepción peronista de la Justicia Social, con un Estado
activamente presente para corregir las desigualdades y proteger a los más
vulnerables. Fue derogada mediante bando militar tras el derrocamiento de Perón
y nunca pudo ser restablecida.
domingo, 28 de junio de 2020
RECORDANDO AL PADRE MUGICA JUNTO A FERNANDO "EL PATO" GALMARINI.
Fragmento
del reportaje: “DE BOCA Y PERONISTA” -
Conversaciones
sobre peronismo y deporte con Fernando “Pato” Galmarini. Reportaje y notas de
Javier Garin.
(La foto fue tomada durante la boda de Fernando Galmarini que celebró el Padre Mugica en junio de 1969).
-A mí, el Padre Mugica me formó –dice el Pato-. Nunca hay un solo tipo
que modele tu cabeza, pero el cura Mugica fue para mí muy importante.
-¿Cómo lo conociste?
-Jugando al fútbol. Si vos me preguntás
cómo, te digo que con una pelota en la mano… No me imagino que por otra cosa,
porque yo no era practicante religioso. A la Iglesia iba lo suficiente para
cumplir con mi colegio. Jugué mucho al fútbol con él.
-Pero ¿Dónde? ¿En qué lugar?
-Yo era muy chico, tendría no más de
17 años. Fuera de Boca, que era la pasión de los domingos, me había hecho
hincha de Excursionistas, como otros pibes del barrio. El club quedaba más o
menos cerca, y los sábados íbamos a la cancha. Seguíamos jugando, pero ya no en
la calle, sino en canchas que se armaban en terrenos baldíos, o en clubes de
barrio. Fue en esos partidos que lo conocí, jugando en un equipo que se llamaba
Curupaití, en un torneo de la Unión Argentina Amateur de Fútbol. En ese equipo jugábamos nosotros dos y
también Ricardo Pereyra Iraola y Miguel Tezanos Pinto. Y Hugo Anzorregui. Pibes
de apellidos patricios, Y yo, un pibe de barrio de clase media. Esas son las
mezclas que permite el futbol.
“Todavía no era el cura Mugica.
Era un joven seminarista. Venía a los partidos del sábado o los domingos
después de misa. Luego de un tiempo, nos
juntábamos a hacer fútbol en distintos lugares: a veces en el Seminario de
Villa Devoto, otras en la Villa de Retiro, la 31, en la que él residía de a
ratos, haciendo trabajo social. No era su domicilio permanente: turnaba algunas
noches en la villa, otras en Devoto y otras en la casa de su familia, en la
calle Arroyo y Esmeralda, un departamento de la gran puta, porque su padre
había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Frondizi en 1958. Yo visité esa
casa. Su familia era de muy buena posición.
“Con él, jugué mucho, mucho, mucho,
en la villa 31. Todavía tengo amigos, como Alberto Orietta, que vivían entonces
en la 31, y a veces nos vemos. Ellos son los que me han ido recordando algunas
cosas. En ese entonces, la 31, que hoy es enorme, tenía cuatro o cinco barrios,
uno al lado del otro, muy ordenados. Donde Carlos está enterrado era el barrio
YPF, al lado había un barrio que se llamaba Comunicaciones, otro se llamaba
Saldías, y otros dos que no recuerdo… Pero, entre esos cinco barrios se hacían,
casi todos los fines de semana, torneos o desafíos.
-¿Y qué era lo que hacía Mugica?
¿Jugaba él? ¿Dirigía? ¿Organizaba?
-Era un zurdo de buen manejo, jugaba
de 10 y a veces de 11. Carlos, yo creo que fue un loco del fútbol, un enamorado
del fútbol. Hincha fanático de Racing. Muy jugador, muy bien entrenado, salía
siempre a correr desde su casa en calle Arroyo. Adonde tuviera que ir se iba
corriendo. Entre otros lugares, a la villa. Salía corriendo para entrenarse.
Cuando no entrenaba salía en una motito.
-¿Y él, qué edad tendría en esa época?
-Cuando lo conocí, había entrado hacía
poco al seminario de Villa Devoto. Me llevaba doce años. Donde lo invitaban a
él a jugar un partido, me enganchaba a mí, para que fuera a reforzar su equipo.
Y siempre lo invitaban, porque ya a comienzos de los sesenta debió haber sido
un tipo muy conocido.
“En
la relación con Carlos siempre estaría el fútbol presente, pero un tiempo
después de conocernos, empezamos a hablar de otras cuestiones: de la Argentina,
de la situación social, de la necesidad de comprometerse con los más humildes.
Carlos era peronista, pero no hablaba de política, sus comentarios y
reflexiones eran fundamentalmente el producto de sus elucubraciones como
cristiano y de la actitud que él esperaba de su Iglesia.
“Yo
hasta ese momento no había pensado demasiado en el compromiso social ni había
sacado conclusiones de la identidad peronista que íntimamente me atribuía. Las
charlas con Carlos avivaron ese fuego.
Al
poco tiempo de consagrarse sacerdote, siendo el año ’62, Carlos da su última
misa en la Iglesia del Socorro, a la vuelta de su casa. En la esquina de esa
Iglesia era donde yo me juntaba muchas veces con él a charlar, a confesarme, y
donde seguramente él me daba también un cacho de letra sobre el tema político…
Que no era solamente a mí, era a todos los que lo frecuentábamos. Pero yo
recuerdo especialmente esas charlas con Carlos en ese bar, frente a la Iglesia,
donde empecé a abrir los ojos. Y en esa Iglesia, su última misa, fue la semana
siguiente de que le impiden asumir la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires
al candidato peronista, Andrés Framini, que había ganado holgadamente la
elección. Y dio un sermón durísimo repudiando el acto antidemocrático. Y ese
era un barrio muy gorila, muy antiperonista.
-¿Y él ya era un tipo muy
comprometido con el peronismo?
-Debe haber sido. Empezaba el
tercermundismo en la Iglesia, impulsado por el Concilio Vaticano II. No sólo
acá, sino que eran muchos los obispos tercermundistas en toda América Latina.
Los brasileros. Helder Cámara, un obispo del norte brasilero, que era un tipo
muy polenta… Y estaba el colombiano Camilo Torres, el cura guerrillero. Eran
figuras que pesaban en la imaginación.
“Recuerdo
que un día, después de un partido en la villa 31, Carlos me propuso que lo
acompañara a Fortín Olmos. Yo no tenía idea de dónde quedaba ese lugar. “Es en
el Chaco santafesino, zona de obrajes”, me explicó. Vivían entonces muchas
familias que habían laburado en La Forestal. La Forestal se había ido, y quedó
un drama social espantoso. No sé qué más me habrá dicho, qué argumentación
habrá desarrollado: se me perdieron esos detalles. Pero me convenció y allá fui
con un amigo. Él debía reunirse con nosotros allá, pero por algún motivo
finalmente no pudo viajar y quedamos nosotros. Descubrí los obrajes, hablé
muchas noches con los hacheros de las compañías inglesas que trabajaban de sol
a sol. Carlos había llevado a varios muchachos: la mayoría eran estudiantes del
Nacional Buenos Aires, a los que él daba asistencia religiosa. Entre sus
alumnos estaban Firmenich, Ramus, Fernando Abal Medina, que también fueron a
Fortín Olmos y luego serían famosos como dirigentes montoneros.
“También en aquella localidad había
unos hermanitos de la Compañía de Jesús, que adoraban la hostia, y entonces se
pasaban horas y horas velando o rindiendo culto. Había uno que, me acuerdo,
siempre estaba en una capillita chiquitita junto al cáliz y la hostia, como en
una penitencia, durante horas, rezando. Yo no entendía muy bien eso. Pero lo
veía, y me hacía reflexionar. También había unos curas, o hermanos, franceses,
ligados a un pensador católico muy importante en esos años, Teilhard de
Chardin, que oraban parte del día y el resto trabajaban al mismo ritmo de los
hacheros. Por la noche, en fogones, nosotros hablábamos de la situación social
y del comportamiento que debía esperarse de auténticos cristianos ante ese
desafío.
- ¿Y él para qué quería que vayan?
- Porque en la Iglesia estaba la idea
de que había que conocer la pobreza. Había que vivir junto a los más humildes,
para poder conocer realmente sus vidas y sus necesidades. Había que convivir
con los demás para poder entenderlos. Por eso Carlos pasaba tanto tiempo en la
villa. Cuando su familia se mudó de la calle Arroyo a Geli y Obes, recuerdo
perfectamente el edificio en uno de los lugares más hermosos de Buenos Aires,
los padres ocupaban el segundo piso, y él se hizo un “ranchito” en la azotea. Y
ahí vivía él. Y otras veces apolillaba en la Iglesia que está en la villa 31, la cual se la hizo construir uno de
sus hermanos. Estos eran sus apolillos. Tal vez tenía otros, no lo sé.
“Toda esa actividad de ir hacia los
pobres, hacia los más necesitados, pegaba muy fuerte en la juventud de esos
años. Yo fui en el 67 a Fortín Olmos. En el 68, se iniciaron los campamentos
universitarios de trabajo. El padre Llorens, cura mendocino, muy piola también,
era uno de los que los impulsaban. Iban cientos de pibes de entonces,
estudiantes universitarios, a laburar por un mes a las provincias, a los
lugares, conviviendo con la gente que laburaba en el campo. A pintar, a
ayudarlos a levantar la zafra. A tomar conciencia de que había mucha pobreza en
este país. Digamos, este era el resumen de todo eso.
-¿Y eran pibes que venían de la
Iglesia?
-De clase media. Sí. Ligados a la Iglesia,
porque los curas te empujaban hacia ahí. Servía para salir de la cuestión
moralista de la Iglesia de esa época, que los tenía medio encerrados. Soltarse
un poco, practicar la solidaridad: pero no sólo pasaba entre los católicos.
También estaban los del Partido Comunista, por ejemplo, que organizaban tareas
solidarias para su juventud. En Fortin Olmos habrá sido uno de los pocos
lugares en que no pude jugar al futbol. Tenía que andar saltando los pajonales
para que no me picaran las víboras. (Risas)
-¿Y cómo era personalmente Mugica?
-Un tipo muy seductor, carismático.
Tenía una pinta que debe haber sido muy importante porque no faltaban hombres
entre sus fieles, pero eran muchas más las mujeres que concurrían a sus misas y
lo escuchaban extasiadas. (Risas).
“Carlos era un tipo alegre, jodón,
pero muy rígido en el aspecto moral y en el compromiso evangélico: esa cosa
dura del cristianismo, del Evangelio. Él era incapaz de transgredir las
prescripciones del Evangelio, o de la Iglesia.
-¿Lo tentaban las chicas?
-Seguramente (Risas). Pero de ahí
a dejarse llevar por la tentación, jamás que yo sepa. Yo no era vigilante del
cura, pero estuve muy cercano a él y jamás lo vi en nada.
“En el año ’68, me caso con mi
primera mujer y quien oficia el matrimonio es precisamente Carlos. Como se ve,
éramos muy amigos. Así que tengo el orgullo de decir que fui casado por el
padre Mugica.
"Fijate vos que el día de mi casamiento estuvieron presentes Horacio Mendizabal, Oscar de Gregorio, Norberto Habegger, Osvaldo Sicardi, Fernando Saavedra y otros compañeros más q recuerdo con mucho cariño. Seguramente estuvieron acompañados por sus compañeras de entonces, algunas de ellas, como todos ellos, desaparecidos durante las casi tres décadas de resistencia que afrontó el peronismo. En el momento en que llegaba a la iglesia para la ceremonia religiosa se asomó por una ventana de enfrente a la iglesia, Graciela Imaz de Ojea, que terminaba de parir a su primer hijo. A ella y a Tojo, su marido, detenidos durante muchos años, les guardó un enorme cariño a pesar de que no los volví a ver.
"Fijate vos que el día de mi casamiento estuvieron presentes Horacio Mendizabal, Oscar de Gregorio, Norberto Habegger, Osvaldo Sicardi, Fernando Saavedra y otros compañeros más q recuerdo con mucho cariño. Seguramente estuvieron acompañados por sus compañeras de entonces, algunas de ellas, como todos ellos, desaparecidos durante las casi tres décadas de resistencia que afrontó el peronismo. En el momento en que llegaba a la iglesia para la ceremonia religiosa se asomó por una ventana de enfrente a la iglesia, Graciela Imaz de Ojea, que terminaba de parir a su primer hijo. A ella y a Tojo, su marido, detenidos durante muchos años, les guardó un enorme cariño a pesar de que no los volví a ver.
“Por ese entonces, Carlos la conoció a
Lucía Cullen, una chica que luego en la dictadura fue desaparecida; y, de
Lucía, que era una piba muy hermosa, yo era también amigo. Ella vivía en
Libertad y Libertador con los padres. Me acuerdo por haber ido a su
departamento. Su viejo era juez, me parece… También, de una familia cajetilla…
Pero ella era una chica muy peronista. Muy ligada a la Iglesia, a Carlos, y a
todo el despelote, que en ese momento, era el tercermundismo. Y, yo no sé si
fue en el ’68 o en el ’69, que fuimos los cuatro de vacaciones a Necochea. Mi
primera mujer, yo, Carlos y Lucía. ¡Andá a saber por qué, y cómo terminó ahí,
Carlos! Y yo tengo la impresión de que Lucía estaba un poco metejoneada con él, pero Carlos corría más rápido que ella y la gambeteaba como un crack. Era un tipo muy estricto y nunca lo vi pecar. En otra
oportunidad Carlos se fue a ver a Racing cuando jugó contra el Celtic, en
Escocia; y después se quedó allá, un tiempo, a causa del Mayo Francés, porque
quería informarse de lo que estaba pasando con los jóvenes en Europa. Y Lucía también estuvo en Francia pero no pasó nada, porque Carlos era muy estricto consigo mismo y con su compromiso pastoral.
“Y ya en ese momento había muchos
curas que abandonaban los hábitos, como el obispo de Avellaneda, Gerónimo
Podestá, que se casó. Cuando íbamos a jugar al futbol a Villa Devoto, solía
participar otro cura amigo de Carlos, Alejandro Mayol, ¡un cura que tocaba la
viola! Este también colgó los hábitos y se casó y terminó viviendo en Villa
Martelli con su mujer, muy humildemente, porque él también era de una familia acomodada, como Carlos, pero existía esa idea muy fuerte del compromiso
social, de compartir la vida de los más humildes, como hacía Carlos en la Villa
31. Y había otros que, sin abandonar los hábitos, salían con mujeres. Pero
Carlos no aceptaba compromisos a medias. Con nada. Con los pobres, con el
Evangelio: todo tenía que ser firme. Era muy recto. Muy derecho. Y tampoco
tenía ambiciones personales. En algún momento, cuando volvió Perón, no fueron
pocos los que le dijeron: “Che, vos tenés que ser diputado”. Muchos. Y él nunca
aceptó. No le interesaba. Vos pensá que fue una de las personalidades que
acompañaron a Perón en el famoso chárter del regreso a la Argentina el 17 de
noviembre de 1972.
-¿Cómo era en el trato?
-Tenía mucha convicción, mucha
polenta para hablarte. A mí, seguramente me pegó un montón. Me hizo dar un
brinco para adelante, de la puta madre. A mí, y a mucha pendejada de entonces.
Tengo ese recuerdo de decir “este tipo a mí me dio muchas más cosas de las que
puedo enumerar”. Tengo una imagen de él como una especie de ídolo. Me formó. Me
instruyó.
-¿Qué pensaba Mugica de Perón?
-Él lo conoció al Viejo. Estuvo en
Madrid. Perón lo recibió. Han estado acá, cuando Perón regresó, en Gaspar
Campos. A Perón le tenía un respeto de la puta madre. Y yo creo que Carlos
también se fue haciendo peronista. Era de cuna muy privilegiada, su familia era
muy antiperonista. No sé si su familia también acompañó su evolución. Pero él
se hizo muy peronista.
“Mientras duró la dictadura y la
proscripción del peronismo, Carlos daba mucha máquina promoviendo la rebeldía y
justificaba la resistencia: “a la violencia de arriba, hay que combatirla con
la violencia de abajo”. Yo creo que, Carlos, tuvo algo que ver, en el caso mío,
para llegar a estar en una organización armada. Creo que tuvo que ver, no
porque me haya dicho “metete”; sino porque hacia eso nos iba conduciendo todo
el cuadro de la Iglesia rebelde, del Concilio Vaticano, de la nueva Iglesia,
más la Revolución Cubana con el Che Guevara como bandera, más el Mayo Francés,
más los curas, como Carlos, como Alberto Carbone, como Jorge Bernazza, como
Domingo Bresci, como Rodolfo Ricciardelli, como Jorge Galli, como algún otro,
que eran además peronistas, de ese peronismo tercermundista que empujaba el
retorno de Perón; todo indicaba un camino, y parecía inevitable para un tipo
joven y comprometido el querer tomar las armas.
“Ojo. Nunca Carlos dijo “muchachos
agarren los fierros”. Y fue muy contundente con el regreso de la democracia y
de Perón. A partir de ese momento, estuvo abiertamente en contra de la
violencia. Tomó clara distancia de todos sus amigos del Nacional Buenos Aires y
de cualquier ámbito que seguían predicando y practicando la lucha armada en
plena democracia. Digámoslo con total contundencia: Carlos se opuso a ese
militarismo, lo condenó con energía. Y lo manifestaba abiertamente. En la
Iglesia, en los sermones, en las charlas personales.
“Otra contradicción muy fuerte que él
tuvo con Montoneros, muchos de los cuales habían sido poco menos que sus
discípulos, fue la relación con el movimiento obrero. Para Montoneros el
movimiento obrero estaba copado por la “burocracia sindical”. Él, durante la
tercera presidencia de Perón, estaba ya muy ligado al movimiento obrero, a
Lorenzo Miguel y a José Ignacio Rucci, entre otros muchos, y reivindicaba la
organización sindical porque era la creación de Perón y de los trabajadores.
Además lo quería mucho a Rucci, así que te imaginás que repudió totalmente su
asesinato por Montoneros. En esa época Carlos estuvo durante un corto tiempo
como funcionario en el Ministerio de Bienestar Social, que era el reducto de
López Rega. Yo conocí a Rucci y a Lorenzo Miguel justamente gracias a Carlos,
porque habremos ido más de un par de veces a la UOM, que quedaba en la Calle
Cangallo. Él laburaba en Bienestar Social, pero sacaba todo lo que podía para
los barrios más humildes.
-¿Y qué choque o interna habrá habido
allí para que López Rega lo mandase a matar?
-Por lo pronto había tambien una
contradicción, en ese momento, entre el movimiento obrero y López Rega. Mugica
estaba con el movimiento obrero y eso pudo haber sellado su suerte. Él
reivindicaba la estructura sindical. Estaba lejos de Lopez Rega y lejos de
Montoneros. El final de Carlos con las organizaciones armadas fue durísimo. De
cara de perro. Yo me acuerdo, porque charlé mucho con él, y no había “tutía”.
No quería saber nada con el rumbo que habían tomado Montoneros, e hizo todo lo
posible para que tipos como yo termináramos de alejarnos de ese camino, a
través de la JP Lealtad, que fue el vehículo que a muchos que habíamos estado
en Montoneros se nos presentó para alejarnos de esa orga.
-Muchos dijeron en ese momento que a
Carlos Mugica lo mataron los montoneros. O por lo menos sospechaban de ellos a
causa de estas diferencias. Aunque hoy se afirma que lo mató Rodolfo Almirón, uno
de los hombres de López Rega y de la Triple A.
-Fueron momentos de
mucha confusión, donde era imposible saber quién te mataba, por qué te mataba,
a qué se debía la muerte… -rememora el Pato. Y agrega:- Él sabía que lo estaban
buscando para bajarlo. Un tiempo antes del asesinato, él me lo contó, habían
aparecido unos tipos en un Ford Falcon, armados con ametralladoras, en el
domicilio de los padres, en la calle Gelly y Obes, y subieron hasta la
casillita que él se había armado en la azotea. No encuentran a Carlos y lo
capturan al portero del edificio, que justo estaba en la terraza, limpiándole
la casilla. Le exigen que les diga dónde está el cura; y como el pobre tipo no
sabe, lo sostienen colgando en el vacío y amenazan con dejarlo caer a la calle.
Carlos se enteró ese mismo día y me lo comentó enseguida. “Soy boleta”, me
dijo. Pensaba que la amenaza venía del lopezrreguismo. Dejó de parar en su
“ranchito” de la terraza. A partir de ese momento, pasaba las tardes y las
noches en la villa de Retiro o iba al Seminario de Devoto. Pero obviamente,
encontrarlo era fácil. Era una cuestión de tiempo. Fijate vos, yo estuve con
Carlos el día anterior a que lo mataran en la casa de Dante Oberlin, comiendo y
charlando, en Berazategui. Y volví a estar con él el mismo día de su asesinato.
-¿Cómo fue eso?
- Me despedí de Carlos en el Club
Atalaya, que es un clubcito de acá de San Isidro, donde todavía hoy juego. Él
jugaba en un equipo, que se llamaba La Bomba. ¡Qué nombre, justito, en esos
días en que en cualquier momento alguien te hacía volar con una bomba! Me
despedí de él el mismo día, pasado el mediodía, sin imaginarme que me despedía
para siempre, que no iba a volver a verlo con vida. Y yo siempre pregunto:
¿quién jugó ese día, en el equipo de él? Pero no recuerdo si jugué con él, si
jugué en contra, o no jugué. A veces me encuentro con otros muchachos que
también jugaron, como el Bebe Acevedo, y evocamos ese 11 de mayo de 1974
nefasto, que nos marcó a todos, y no logramos ponernos de acuerdo. La cuestión
es que yo me despedí ahí. Y esa noche en el Bajo Flores, en la iglesia “San
Francisco Solano” -donde era párroco otro sacerdote del movimiento de
Sacerdotes del Tercer Mundo, el padre Jorge Vernazza-, es cuando lo matan. Esa
noche llego a mi casa y de pronto
escucho por la radio que lo habían baleado apenas terminado el oficio
religioso. Después discutían si lo había matado la izquierda o la derecha… Era
una época terrible.
“A veces me quedo pensando
por las noches en todos los compañeros y compañeras que conocí en la militancia
juvenil de aquellos años, y un enorme porcentaje fueron asesinados o
desparecidos. Es una lista interminable de ausencias..."
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