(Conversaciones sobre
peronismo y deporte
con Fernando “Pato”
Galmarini. Corrección y notas de Javier
Garin.)
-Por estos días recordamos la muerte de Perón. ¿Qué te viene a la memoria de aquella época?
- Los momentos finales del último gobierno de Perón quedaron en el recuerdo de muchísimos argentinos por sus dos últimos actos públicos.
- ¿La Plaza del primero de mayo de 1974, la del apelativo de “imberbes”?
- Sí –dice el Pato-. Esa tarde, cuando las
columnas montoneras se fueron de la Plaza, nos quedamos todos los que habíamos
tomado la decisión de formar la JP “Lealtad”. Éramos leales a Perón y por lo tanto nos quedamos en la plaza.
-La
siguiente plaza fue la del 12 de junio de 1974, la que se colmó con la
movilización popular ante la posible renuncia de Perón por el boicot que venía
sufriendo el plan económico. ¿Te acordás?
-Sí. Ahí la gente fue a respaldar al Presidente, y ese
fue el último gran discurso de Perón, un Perón de nuevo combativo, que
enfrentaba a quienes querían frenar el proceso histórico, y reafirmaba que
había trascendido la mera conducción del peronismo y que él hablaba para todos
los argentinos, como dejó en claro en aquella frase: “Yo llevo en mis oídos la
más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”. Y
después, su muerte diecinueve días después. Y ahí fue el comienzo del fin…
-¿Cómo viviste la muerte de Perón?
-Todo el
mundo sabía que a partir de ese momento iba a haber un vacío de conducción
difícil de llenar, que Perón no tenía reemplazo en esos momentos, y que se
abría un período de mucha incertidumbre. Se sabía que su salud había
desmejorado mucho por el viaje que hizo a
Paraguay, que le había dejado una angina jodida. El era un tipo disciplinado,
cumplía sus dietas, descansaba, dormía la siesta, tenía rutinas entrañables,
como ver la serie del Zorro por la televisión y las películas de “cowboys”.
Pero ese viaje lo sacó de sus rutinas y lo desestabilizó. De cualquier modo,
mentiría si dijera que por mi cabeza pasaba la posibilidad de que se muriera.
Para mí –y para centenares de miles de peronistas- era inmortal. Se especulaba
mucho, obviamente, en los análisis políticos, sobre lo que pasaría después de
la muerte de Perón. Pero no terminábamos de creer que eso realmente sucedería.
-Cuando murió Perón -recuerda Javier-, yo tenía diez años, y una vecina, Beba, madre de mi
amigo de la infancia, mirando la televisión, lloraba a lágrima viva. Me impresionó que llorara tanto por alguien que no era de su familia. Tambien recuerdo las imágenes de televisión en blanco y negro de
los autos oficiales desfilando con el cuerpo… ¿Vos cómo supiste su muerte?
- Ese día me bajé
del tren en Retiro –responde el Pato- y tan pronto pisé el andén noté una
atmósfera distinta, un silencio, una pesadumbre… ¡fue algo notable! Cuando
llegué al quiosco de diarios, me enteré: “Murió”, me dijo la señora que atendía
con lágrimas en los ojos. No hacía falta que dijera el nombre del muerto. Sentí
hondamente la pena de esa mujer, la tristeza de los que pasaban, mi propia
angustia y sentí también que todos nos acompañábamos en ese instante, que ante
la muerte del General todos éramos compañeros. Y sentí el vacío que se abría
para todos. Para la Patria...
-A mí me parece –responde el
Pato- que los peronistas hemos sido, por momentos, muy duros, aún entre
nosotros y con nuestra propia historia. Porque, así como decimos que Cámpora no
fue un estadista, ni se pareció a Perón, debemos reconocer que fue un compañero
absolutamente leal a Perón; por eso fue Presidente de la Cámara de Diputados
allá por el ’48 al ´52, delegado de Perón y en 1973 Presidente de la Nación. Yo
estuve en su casa en una oportunidad.
-¿Cómo
fue eso?
-Lo visité con Guillermo Ball
Lima, que era un compañero nuestro de Pergamino, antes de que se fuera al
exilio. Después de haber dejado la presidencia, y antes del 24 de Marzo, él
siguió viviendo modestamente en su casa de San Andrés de Giles, y Ball Lima me
invitó a ir y lo conocí. Tampoco recuerdo bien qué habremos hablado, pero sí
que me dejó la impresión muy fuerte de que era un compañerazo.
-¿En qué época fue?
- Y, eso debe haber sido en el
’74 o ’75. Antes del golpe del ’76, porque cuando sobrevino la dictadura él se
vio obligado a asilarse en la embajada de México durante unos tres años, hasta
que le permitieron salir del país, pues estaba gravemente enfermo de cáncer, y
viajó a Méjico donde murió.
“Bueno,
los cuentos que se hacían de Cámpora, iban desde que era un cobarde hasta que
se había dejado manejar por la Tendencia en contra de Perón… Llegaban a decir,
para criticarlo, que cuando él tiene que escapar de la cárcel en 1957, en Usuhaia,
junto a Jorge Antonio, Patricio Kelly, el bebe Cooke, Gomis y Espejo, para
sacarlo hubo que empujarlo porque no quería. El mismo Cooke le decía a Perón
que no había que contar con él porque no era combativo. Después pasó de ser un "cagón" en la cárcel a un "revolucionario corajudo". Yo no sé si fue una cosa, o la
otra, o ninguna de las dos. Seguramente lo que ha pasado con estos ataques o
exaltaciones a Cámpora, es que cada uno
en una etapa mide las cosas de distinta manera… Pero de lo que estoy seguro es de
que fue un compañero leal de Perón. No tengo ninguna duda.
-Fuiste a la casa y ¿cómo lo
viste?
- Me atendió bárbaro. Era un
tipo bonachón, muy peronista, muy dado. Yo lo había visto muchas veces en
actos, pero nunca había estado con él. Me pareció un compañerazo. Habló mucho
de Perón…
- ¿Qué hablaba de Perón?
- Él hablaba de la
majestuosidad de Perón… En esto coincidía con muchos testimonios de otros
peronistas que también lo habían tratado al General. Yo no conozco ningún
peronista de la época del primer Perón, que haya hablado mal de él. Después
alguno te pudo haber dicho “le gustaban las mujeres”, o algun chisme personal.
Pero nadie hablaba mal en cosas importantes. Al contrario, todos me han hablado
de un enorme respeto por su capacidad intelectual y su valentía individual. Entre
ellos, está quien fue su jefe de seguridad en la época de la resistencia,
Andrés López. Decía que, en muchos casos, había que decirle tres veces “Che,
tené cuidado porque la bomba está por venir”, “el quilombo está por llegar”, y
el Viejo era duro de aceptar estas cosas. Como que creía que nada le iba a
pasar. Y por estas cosas y por otras Cámpora lo admiraba mucho.
“Después, hay algunos, no del
peronismo sino de afuera, que han dicho de Perón que era incapaz de pelear por
sus ideas, de pelear por otras armas que no fueran sus ideas. Y esto es
absolutamente mentira. Compañeros que han contado que han vivido los últimos
tramos del gobierno del ’55, dicen que Perón no tenía ningún temor por su vida,
sino que él no quería una guerra civil.Tenía la idea de España en la cabeza
donde murieron un millón de personas.
- Escuché a un periodista muy allegado a Perón en España contar que una vez fueron al Valle de los Caídos,
y Perón se emocionó, y lo tomó del brazo y le dijo: “La política no vale un
solo muerto”.
-¡Ah mierda, qué anécdota! –exclama
Galmarini, conmovido-. Yo creo en eso.
"Cuando fue lo de su primer retorno en Ezeiza, que los
milicos lo encierran, en un momento él dice: “Bueno, bueno, vamos”. Y toma la
valija, y sale. Entonces, los milicos le apuntan, y lo podrían haber matado…
- Si lo tocaban era un desastre.
- Pero puso el pecho. En un
momento así, vos podés hacer todo el análisis político, pero un milico
nervioso, se le escapa un tiro y te mató. No hay cagones allá arriba, si no, no
llegás a una posición encumbrada en la política- observa Galmarini-. Así que
Cámpora tenía gran admiración por Perón hasta su último día, más allá de
quienes lo quisieron poner en las antípodas.
-Después, la leyenda que
trataron de establecer en estos años era de un Cámpora que era una alternativa
revolucionaria a un Perón conservador o fascista, ¿vos qué opinás?
-¡Una gilada! A Cámpora lo acorraló
el momento histórico, no Perón. Él aceptó lo que Perón le indicó en ese
momento. No le costó nada a Perón decirle “che, tomatelas”. Lo contó Solano
Lima, y otros tipos que han estado muy cerca en los momentos finales de
Cámpora, cuando Perón se dio cuenta de que ya no podía seguir eludiendo ser Presidente
de la Nación. Y Cámpora le dijo: “Tomá el gobierno, es tuyo, vayamos a
elecciones”.
- Por lo pronto no tenía la
capacidad de liderazgo de Perón, y bueno, tal vez se exigía demasiado de él en
esos momentos. Tampoco creía que podía desarrollar ese liderazgo ni se lo
propuso.
-Y otro símil a esto –continúa el
Pato- fue Oscar Bidegain, el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires, a
quien también conocí. Estuve en su casa muchos años después, conocí a su mujer
y a sus hijas, a las que tuve gran cariño. A Bidegain y su mujer los conocí en el Gran Hotel de Azul, hace mucho tiempo. Yo estaba con unos compañeros del
peronismo, en Azul, con Barberena, que fue intendente, y con otros compañeros
charlando. Y entra ahí, ya muy veterano, Bidegain, de la mano de su mujer,
“Toni”, una señora adorable. Ella era española, creo. Y yo me di cuenta que
ninguno de los compañeros que estábamos en la mesa se levantaron a saludarlo.
Más allá de que me habían contado la historia de Bidegain, de que había sido
parte de las formaciones especiales, de los montoneros, qué se yo, a mí me
pareció que era un compañero de Perón, que había sido diputado y uno
de los iniciadores en la Provincia de Buenos Aires de lo que fue el peronismo original.
No entendía que lo tuvieran así estigmatizado. Yo me levanté, y lo fui a
saludar. La mujer, hasta hace un tiempo, cuando la veía, me agradecía por el
gesto. Pero no solo eso, sino que después fuimos a la casa, y con Duhalde lo
nombramos ciudadano ilustre de la Provincia, y le fui a entregar la declaración
a la mujer, y a recordarlo en el cementerio, cuando falleció.
El día que yo le fui
entregar este reconocimiento a Bidegain, estuvo conmigo Juan Carlos Dante Gullo,
el Canca; tengo la foto, ahí en la casa. Pero, tiempo después, se le hizo otro
homenaje, ya bajo otro gobierno, y no me invitaron al palco. Ahí
estaban los más conspicuos hombres de la lucha popular y prolongada, de los
cuales muchos no fueron ni populares, ni deben saber nada de la cosa prolongada,
y menos de la lucha. Nunca los vi ni tirar con una gomera (risas). Gloria, la hija, ingresó a
trabajar en el Banco Provincia como un reconocimiento a su padre por parte de
Duhalde.
Galmarini, en carácter de Ministro de Gobierno bonaerense con Eduardo Duhalde, entrega a a la viuda de Bidegain la declaración de ciudadano ilustre |
"También, durante la época de Duhalde le hicimos un enorme homenaje a
Cámpora, en el cementerio de su pueblo, donde él está todavía. Y yo veo las
fotos hoy, y la verdad que me pasa lo mismo que con Bidegain, había pocos de
los duros de hoy. ¡No estaban por ninguna parte!
Salvando las distancias, ese mismo maltrato de algunos hacia otros compañeros yo mismo lo viví, cuando cierto personaje retiró una placa conmemorativa de la inauguración del Ce.N.A.R.D. (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) que pusimos en marcha en fines de 1992, y como a algunos no les gustaban los nombres que estaban en esa placa directamente la eliminaron. Cunado se lo reclamé al responsable, no fue más guapo, se cagó en las patas.
"Así es cómo fue el peronismo en algunos casos: maltratadores de nosotros mismos…
Homenaje a Héctor Campora en el cementerio de San Andrés de Giles. El Pato habla junto a Duilio Brunello, Julio mera Figueroa, Juan Carlos Dante Gullo y Jorge Vázquez. |
"Así es cómo fue el peronismo en algunos casos: maltratadores de nosotros mismos…
- A Bidegain lo demonizan
después de que Perón lo obliga a renunciar, en 1974, y ahí queda estigmatizado como “montonero y subversivo”. Lo responsabilizan por el
copamiento del Regimiento de Azul, en febrero de 1974, un hecho llevado
adelante por el ERP, no por Montoneros, pero corrió la sospecha de que había
habido excesiva tolerancia del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Perón
se lo reprochó públicamente en ese discurso por cadena nacional en que se
presenta ante las cámaras con uniforme para solidarizarse con las víctimas
militares del copamiento - dice Javier.
-Pero hay que entender que a
Bidegain se le fue de las manos, como se les iba de las manos a todos –alega el
Pato - Porque en realidad Bidegain no puede haber estado involucrado en el
copamiento del Regimiento de Azul. Era responsable político como Gobernador y
nada más. Se le habrá escapado de las manos, como se le escapó también al viejo
Cámpora, y como le costó una enormidad a Perón intentar encauzar, y no pudo
tampoco. Era inordenable. Y si no lo pudo ordenar Perón…
-En medio de la “guerra fría”, -observa Javier- es
difícil pensar que las grandes potencias iban a permitir que se consolide un
gobierno popular e independiente. Si sacamos ese aspecto del análisis, no entendemos lo que decía Perón, de que “la
política nacional es política provincial, y la verdadera política es la
política internacional”.
- En este mismo camino, en esta
misma circunstancia, evalúo a Isabel Perón –agrega el Pato-. El peronismo, en
ese momento, decía: “Y, Evita hubo una sola. Vos no sos Evita”… Y la puteaban
porque no era Evita, porque Evita debió haber sido vicepresidenta y no lo fue,
e Isabel sí.
-¿Y sobre Isabel qué podés decir?
- No conozco pormenores, pero
no fue una mujer que se fue a tomar sol a la playa del sur de España…
"Seguramente,
Isabel hizo lo que pudo. Cuando muere Perón, ella queda en medio de un tremendo
despelote. Y debe haber dicho: "si pego cuatro gritos, me muestro
enérgica, tal vez logro algo de orden". Pero no le hubiesen dado ni cinco
de pelota, ni aunque hubiera gritado cuatro horas por día, porque era imposible
eso. Entonces, a partir de eso, porque quiso parecerse, según algunos, o
muchos, a Evita, o porque no pudo conducir lo que era inconducible, Isabel fue
denostada.
-Lo que más le achacan no es no
ser Evita, sino el poder que tomó López Rega y con él la Triple A.
-Bueno, una vez más, hay que
recordar que para muchos López Rega era un operador de la CIA. Fuera de esta
sospecha, que es muy probable –dice Galmarini- para ella debe haber sido alguien
de confianza, alguien que estuvo muchos años con ella y con Perón en el exilio.
¿Adónde se iba a respaldar? Si a vos en
el peronismo hoy te cuesta saber quién te garca y quién no, imaginate en ese
momento.
-De
hecho, cuando Oyarbide pide la extradición de Isabel por la causa de la Triple
A –recuerda Javier-, allá en España dicen que no hay pruebas para involucrarla
en la planificación de los atentados de la Triple A. Tal vez sabía o no sabía,
pero es muy difícil de probar judicialmente. La resolución de la justicia
española es bastante razonable desde el punto de vista jurídico.
-Acá hay algo contradictorio
–dice el Pato-. Por un lado, dicen que no tenía capacidad, y por el otro, que
era capaz de planificar una represión parapolicial en masa. Me parece un
disparate pensar que Isabel pudo haber planificado las operaciones de la Triple
A...
-¿Y por qué considerás vos, a
través de los años, que Perón la pudo haber puesto a ella, o haber dado el
visto bueno para que sea su vicepresidenta?
- Si yo soy Perón, que
obviamente no lo soy, hago lo mismo que él. No le voy a dar el poder, en ese
momento, a alguien que tampoco hubiese podido, ni siquiera empezar a conducir
al peronismo, como era Ricardo Balbín. Yo creo que lo que hizo Perón, era inevitable.
En el medio de ese quilombo, cualquier persona era discutida por todo el mundo.
Dicen que Perón intentó decir que no a la fórmula con Isabel. Decía que el
nepotismo se condena hasta en el África. No sé si habrá sido una frase de
ocasión o un rechazo sincero. Pero al final terminó optando por Isabel.
-En
realidad lo de Balbín tenía también otros inconvenientes. Porque, suponiendo que lo hubiera puesto de vicepresidente, también quedaba el país sin oposición democrática.
La única oposición habría sido la de afuera del sistema institucional. O la
guerrilla o los golpistas
-
No era solamente el peronismo, porque en el radicalismo también se resistía la
postulación de Balbín –dice el Pato-. Alfonsín era uno de los que lideraban esa
oposición interna. No podemos olvidar el fuerte componente antiperonista del
radicalismo, como de otras fuerzas políticas, que nunca pusieron el grito en el
cielo cuando estaban cercenados los derechos políticos de los peronistas. Poco
les había importado nuestra proscripción, el exilio de Perón, que nos
intervinieran el PJ y la CGT, salvo para los momentos en que necesitaban
nuestros votos. Entonces, no es que sólo Alfonsín se oponía al acuerdo de
Balbín y Perón sino que dentro del radicalismo estaba muy enraizado el rechazo
a Perón y la complicidad con las maniobras proscriptivas.
-Volviendo a Isabel…
-Isabel, yo creo haber sido un
reivindicador suyo.
"A mí me parecía que era una mujer con la que habíamos sido
injustos, porque yo la había conocido presa, y muchísimos años después de eso
estuve en el Mecidor (que es la casa del gobernador de Neuquén, donde la
llevaron cuando la sacaron de Casa de Gobierno) y hablé con la mujer que la atendió
allí durante su cautiverio en poder de los milicos; y ella me contó que durante
todo el tiempo que estuvo allá, no la dejaron salir ni siquiera al jardín: "Mire,
llegó con nada –contaba esta señora-. Al día siguiente yo tuve que ir a
comprarle la bombacha y las medias al pueblo. No tenía nada. No hizo ningún
reproche, no me dijo nada en contra de nadie, no dijo nada". No estaba solo yo escuchando a esta señora,
estaba con el Beto Pierri. Y la mujer reivindicó la dignidad de Isabel. Una
mujer que nunca nos dijo que fuera peronista, sólo que era una laburanta del
Mecidor. Reivindicó la dignidad que mantuvo Isabel todo ese tiempo que ella la
estuvo cuidando.
“Es claro que Isabel no era
Perón, y tal vez no haya tenido un talento político sobresaliente, pero
acompañó a Perón en los momentos más difíciles en el extranjero, vino al país
en misiones jodidas, cuando había que bancárselo al nene de Vandor, cuando tuvo
que ir a Mendoza, y no sabía si no le metían un cohetazo. Había que estar ahí.
Dicen que Perón, en el exilio, se la pasó como un millonario, pero es una gran
mentira. Ella lo bancó en ese exilio que no era un exilio dorado como dijeron. Y
estuvo allá con él todos esos años. Así que yo, contrariamente a lo que se
piensa, la reivindico.
"Porque a muchos de los que hoy son detractores de
Isabel, nunca los vi en una celda, nunca estuvieron en cana... Cuando la cosa
estaba más o menos jodida, se las tomaron. Yo, frente a estas cosas, tengo mis
reservas. Si hay un tipo al que le veo agallas, que ha peleado, y no la quiere
a Isabel, yo lo escucho porque puso las pelotas. Ahora, cuando hay otros que
son la supuesta inteligencia peronista, que hablan libremente de todo y nunca
pelearon por nada, su opinión me merece escaso respeto.
“Yo
creo que fue una maltratada de muchos sectores del peronismo en términos
generales. Cuando Isabel estaba detenida en San Vicente, la fui a ver a la
Quinta acompañando a Julio Arriola, que era su abogado. Ahí conocí lo que había
sido la Quinta que Perón le había comprado a Mercante, y donde hoy están los
restos del General y donde algún día debemos llevar los de Evita. Pero en ese
momento no era una quinta sino un matorral por lo abandonada que estaba. Ahí la
conocí a Isabel. Habremos estado dos horas. Estaba todo custodiado, estaba
presa, los canas, y las fuerzas armadas compartían
la custodia, porque había sido
presidenta, y no querían que alguien la mate, que le pase algo. Así que fueron
un par de cafés los que me invitó Isabel. Habló muchísimo, de su vida en el
exilio, del peronismo. Y fue, la verdad, muy amable. El gesto adusto de Isabel
en la presidencia, este gesto duro, tiene que ver con los momentos que se
vivían. Pero en privado era amable. Con Isabel hablamos mucho aquella vez de la
historia del peronismo. No sé cuánto sabía ella, aunque debía conocer bastante,
porque al lado del Viejo era imposible no aprender.
“Pero lo que más recuerdo, lo que me quedó
grabado –y tal vez lo más importante que hablamos para un boquense- fue cuando
le pregunté: “¿Y su marido, al final, de quién era hincha?” (Risas). Y ella me dijo, “No
diga nada, pero Perón era de Boca”.
-Al
fin se develó el misterio.
-Bueno,
ya Antonio Cafiero solía comentar que él también había oído a Perón confesar
que era de Boca. Pero inútil insistir: todos creían que Perón era de su equipo.
Empezando por los de Racing. Porque en su tiempo Cereijo, ministro de Perón, facilitó
la construcción del estadio. Vas a la cancha de Tigre, y los hinchas veteranos
te dicen: “Perón, era nuestro” (Risas). Y vas a la de Atlanta, y resulta que
era de Atlanta… (Risas).
-Como Carlitos Gardel…
-Si, además
le daban los carnet de vitalicio, de socio honorario. Y él era de todos. Para
no quedar mal con nadie… ¡El era argentino! (risas).
-En algún momento, ya en el retorno
a la democracia, quien se mostraba cercano a Isabel era Menem, ¿no es cierto?
-Si- asiente Galmarini-: Menem fue
alguna vez a Madrid a conversar con ella. Lo que hizo ella, tal vez, fue no
dejarse usar por ninguno de los que la iban a ver para posicionarse
políticamente. Esto fue una cosa importante en ella. A Carlos Menem tal vez lo
quiere, porque ella estuvo cuando Carlos asumió como Presidente. La vi por
última vez el día de la asunción de Menem, porque yo también asumía como
Secretario de Deporte.
-También estuvo cuando asumió
Alfonsín.
-En todos los países serios, los
ex presidentes están los asunciones... Después, si no la invitaron más o no
quiso venir, ya no lo sé. Tengo entendido que no quiso recibir más a nadie.
CONTINUARÁ
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