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miércoles, 15 de julio de 2020

OTROS RECUERDOS DEL PRIMER PERONISMO, por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista y textos de Javier Garin






"Puto y ladrón, queremos a Perón".

por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista y textos de Javier Garin



"Puto y ladrón, queremos a Perón".

        Ya hemos dicho que el Pato se reconoce orgullosamente como “de Boca y Peronista”. “Como el propio Perón”, agrega. Y promete que fundamentará irrefutablemente la filiación boquense del General.
     -La frase “de Boca y peronista” -cuenta el Pato- se la oí decir muchas veces a Antonio Cafiero. Y antes de él, a un sacerdote tercermundista que, al igual que Carlos Mugica, fue -para muchos de mi generación- un referente político y espiritual: el Padre Jorge Galli."  Un sacerdote de Pergamino que jugó un papel importante en la conformación de la JP Lealtad y en el alejamiento del Pato y de otros jóvenes de la tendencia revolucionaria, tras el asesinato de Rucci. “El padre Jorge Galli era un fenómeno –cuenta-. Un tipazo. Amigo de Carlos Mugica, pero de origen más popular. Fuimos muy cercanos. A veces el padre Jorge lo chicaneaba amistosamente a Carlos Mujica y le decía: “vos sos un cajetilla”. Porque, claro, el padre Jorge era de una familia muy humilde y muy peronista. Le gustaba el futbol y era fanático de Boca. Y siempre me decía: soy de Boca y peronista.”
          El Pato no sabe muy bien de dónde le viene esa filiación político-futbolera. Casi seguro, por el contacto con los chicos del barrio, de la calle Arenales. “Ahí, en los picados, yo me hice boquense, no me preguntes por qué… Mi viejo era hincha de Independiente, y me enloquecía con ir a ver al Rojo: me hablaba de los infinitos goles de Arsenio Erico y de las míticas apiladas y gambetas de Vicente De la Mata; con él vi a Micheli, Ceconatto, Bonelli; Grillo y Cruz. Pero entre el piberío de los picados Boca tenía más predicamento, creo yo. Y a partir de los siete años, más o menos, me habré hecho hincha de Boca, aunque mi viejo me tirara para el lado de Avellaneda. No era por exitismo: Boca había salido campeón cuando yo tenía un año y dos años, y después recién volvió a ganar un campeonato en 1954, tras una década. Tengo grabada la formación de Boca campeón para siempre: arquero Musimessi; Colman y Edwards; Lombardo, Mouriño y Pescia; Nardiello, Baiocco, Borello, Rosello, y el “turco” Markarian. A Musimessi le decían “el guardavallas cantor”, porque cantaba unos chamamés más malos que el diablo; incluso grabó un disco que yo de pibe tenía en formato de 78; años después lo conocí cuando trabajó con Rousselot en la Municipalidad de Morón. También conocí a Edwards cuando armamos la Secretaría de Deportes de Nación. Y a Pepino Morello lo conocí en una estación de servicio de zona sur muchísimos años después”.
                   - ¿Es cierto que, entre las cosas buenas que te dejó la militancia política, te diste el gusto de tratar con muchos de los ídolos deportivos de la Argentina?
.                    - Sí, Javier. Tuve la suerte de conocer en persona a los cinco más grandes deportistas del siglo XX, según la elección del Círculo de Periodistas Deportivos de 1999, a saber: Diego Armando Maradona, Juan Manuel Fangio, Carlos Monzón, Guillermo Vilas y Roberto De Vicenzo. Además de ellos, tuve oportunidad de conversar muchísimas veces, y en algunos casos mantener amistad, con importantes figuras, desde Prada a Nicolino Locche, desde César Menotti a Salvador Bilardo, Gabriela Sabattini, Hugo Porta, Osvaldo Suarez, Reynaldo Borno, y desde ya numerosos futbolistas, el “loco” Gatti, el “pato” Fillol, Juan Simón, Norberto Alonso, mi amigo el “Hueso” Glaría… Hasta me puse la gloriosa camiseta de Boca en un partido a beneficio”, dice, y promete contarnos todo esto en detalle más adelante.
         Su adhesión al peronismo también nació en el barrio y en los picados. “Mi viejo era un profesional de clase media, y mi vieja, ama de casa. Cuando vino el peronismo, mi familia no fue de las que lo celebraron, sino más bien de las que se limitaron a admitirlo. En mi casa no se hablaba de política. Mi viejo laburaba como bioquímico en el Ministerio de Agricultura. Fue reservista. Yo me acuerdo que tenía el birrete, que les daban a todos los laburantes, y que los hacían desfilar. Y a algunos les gustaba, y a muchos no les gustaba. No era antiperonista, pero le desagradaban las imposiciones. Por ejemplo, que lo obligaran a llevar brazalete negro por la muerte de Evita [1], aunque íntimamente lamentara su pérdida. Pero si vos me preguntás dónde habré escuchado las cosas primeras de Perón, debe ser con los pibes de la calle, jugando a la pelota. Y en los Torneos Evita. Entre mis amigos del fútbol callejero sentí fuerte la tristeza que provocó la muerte de Evita. Me acuerdo de esos días en que en las radios sólo se escuchaba música sacra y a las 20:25 se recordaba diariamente el momento de su fallecimiento. Creo que durante varios días hasta dejamos la pelota archivada y nos dedicamos a la bolita o las figuritas para no hacer bochinche. Ahora, ¿yo era peronista? ¡No lo sé! ¡Yo qué sé qué era! Futbol y peronismo eran cosas que se respiraban. En el ambiente futbolero se respiraba mucho peronismo. Era más que una postura política. Era una forma de ser. Para muchos, ser peronista era como me contó la hija del “Mono” Gatica, Eva, que solía decir su padre: “yo de política no entiendo nada, yo soy peronista”.
-Tengo una imagen muy, muy fuerte –prosigue el Pato- donde de nuevo se mezclan para mí la política y el deporte, Boca y Perón, como ha sido una constante a lo largo de mi vida. Los gorilas habían instalado miles de mentiras sistemáticas para destruir el prestigio de Perón después de su derrocamiento[2]. Lo acusaron de ladrón de los dineros públicos. Y pusieron en circulación todo género de infamias destinadas a presentarlo como un pervertido, persiguiendo a las jovencitas de la Unión de Estudiantes Secundarios, o asegurando que Perón era homosexual. En su amor por el boxeo, había traído a la Argentina grandes pugilistas norteamericanos, entre ellos Archie Moore, y salieron a decir que éste se acostaba con Perón. Y había un muñequito movible, que yo tuve en mis manos (y debe haber habido muchos dando vuelta) que representaba a un boxeador negro, como Archie Moore, y un tipo vestido de general como Perón, y cuando lo apretabas de abajo, el boxeador tenía sexo con el general. Esto circulaba entre los adultos, pero también lo veíamos los pibes. ¡Los gorilas de entonces eran peores que ahora! La palabra “Evita” había sido prohibida, igual que las palabras “Perón”, “peronismo”, “justicialismo”, “descamisado”… ¡Igual que la marcha peronista, su escudo, las efigies de sus fundadores! Ese gobierno que se llamaba a sí mismo “libertador” y que proclamaba “la democracia” había emitido un decreto ley –número 4161- tan  infame como ridículo, con el que pretendía expropiarnos la palabra y borrarnos los recuerdos”[3].
           Pero el pueblo no creía en las infamias y las daba vuelta. El Pato se emociona al recordar la lealtad de las hinchadas futboleras hacia Perón en los primeros años de la proscripción. Allá en la Bombonera, donde ningún decreto de prohibición dictatorial de nombrar a Perón tenía vigencia, donde no lograban calar los escribas pagados para difamar y ensuciar al líder proscripto, donde caducaban todas las represiones y se liberaban los impulsos vedados en la Argentina “oficial”, la hinchada daba rienda suelta a su peronismo y su rebeldía. La multitud informe, incontenible, exuberante, prorrumpía en cánticos reivindicativos. Y la Bombonera temblaba, y todas las canchas temblaban, y se oía por largo rato el retumbar ensordecedor del pueblo, burlándose de los dictadores, sin perder el tiempo en refutar sus agravios, tomando sus mismas mentiras como bandera:
“Puto-y-ladrón,
queremos-a-Perón.”
“Puto-y-ladrón,
queremos-a-Perón.”
         “Porque el peronismo es así –dice el Pato-. Y Boca también es así. Puro tumulto, puro corazón, puro pueblo. Y por eso soy como decía el Padre Galli. De Boca y peronista.”

                                               


  Infancia en el primer peronismo:
                   La nostalgia del Pato Galmarini por el primer peronismo se mezcla en su memoria con la natural nostalgia que todos sentimos por nuestra infancia. La alegre despreocupación infantil, la inocencia y los juegos, la edad dorada de la niñez, la cariñosa protección de los padres, el cuidado y afecto de un padre justo, pero también “compinche”, que luego perdería a edad demasiado temprana: todo ello coincidió felizmente, para él y para los chicos de su tiempo, con uno de los períodos de mayor esplendor y primacía popular en la historia argentina.
                   Tras la Década Infame se abrió en el país un tiempo de afirmación nacional, de crecimiento económico y de redistribución de la riqueza que impactó en el bienestar de los sectores populares. Este auge estuvo vinculado, por una parte, con un nuevo concepto introducido por los hombres que asumieron el gobierno –entre los que descollaba el entonces coronel Perón-, y en parte por el aprovechamiento inteligente de una coyuntura internacional. El nuevo concepto fue el de planificación. Los sectores más inteligentes del gobierno surgido de la Revolución de 1943 se propusieron administrar planificadamente los distintos aspectos de la vida argentina, para realizar potencialidades hasta entonces inexploradas: su instrumento y usina de ideas fue el Consejo Nacional de Posguerra, que tuvo a su cargo el cometido de pensar el mundo, y la forma de inserción argentina en él, en el escenario existente y en el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial[4]. Por primera vez se hablaba de manera sistemática de geopolítica y de planificación económica y social, haciendo amplio uso de las estadísticas. La coyuntura internacional fue, precisamente, la de la gran contienda bélica entre las potencias del Eje y los Aliados, conflagración monstruosa en la que se debatían millones de combatientes y que insumía esfuerzos y recursos de los principales Estados de cinco continentes. Argentina se empeñó en mantener la neutralidad casi hasta el final. Esta decisión, duramente criticada por los países aliados –y fuertemente combatida por los Estados Unidos a través de un aguerrido y soberbio representante diplomático, el embajador Spruille Braden, quien pasó a convertirse en el símbolo viviente del intervencionismo norteamericano-, dio sin embargo al país la oportunidad de un inédito desarrollo. La guerra obligó a la sustitución de importaciones, con la consiguiente expansión de la actividad industrial y el fortalecimiento del mercado interno; en pocos años, Argentina dejó atrás la exclusividad asfixiante de la producción agrícola-ganadera –propia del modelo tradicional agroexportador afianzado por la división internacional del trabajo desde la segunda mitad del siglo XIX-; la actividad se diversificó; se fortaleció un proletariado urbano cada vez más numeroso y bien organizado; el Estado asumió un decidido rol interventor en la economía; mediante la Justicia Social se procuró corregir desigualdades. Los sectores más vulnerables y postergados –los campesinos, los trabajadores rurales, los trabajadores industriales, los niños, los ancianos, las mujeres- recibieron una protección legal y social inédita hasta entonces. Fue la versión criolla del Estado de Bienestar, sostenida políticamente en la alianza de Perón con el movimiento obrero organizado: base social de su consagración como líder popular nacional durante la jornada del 17 de octubre de 1945, y razón principal de su triunfo electoral del 24 de febrero de 1946, en las primeras elecciones libres y democráticas que se celebraron casi dieciséis años después del golpe de Estado al presidente Yrigoyen[5].
                   En paralelo a todo este proceso de expansión económica y reparación social, el país vivió un auge en todos los aspectos de la vida nacional, y un renacimiento del espíritu patriótico, el orgullo y la autoestima. La Argentina de los años cuarenta y primera mitad de los cincuenta era un país joven que se sentía llamado a grandes destinos; que confiaba en sus propias fuerzas; que miraba al futuro sin temor y esperaba de él la ocasión de nuevos desarrollos y triunfos. Este optimismo era fogoneado desde el gobierno y sostenido en hechos positivos y reales: la capacidad y la inventiva hallaban expresión en la producción industrial, en la obtención de logros tecnológicos, la realización de importante obra pública, el desarrollo y fabricación de automóviles, locomotoras, aviones, barcos, hasta los primeros intentos de aprovechamiento de la energía nuclear. En el terreno cultural, fue también el auge de diversas formas de la cultura popular: el tango tuvo su época dorada; el folklore conquistó el respeto y la estimación; la radiofonía copó los hogares instalando decenas de estrellas de radioteatros –de ese medio surgió precisamente Evita-; el cine argentino, exportado a toda América, conoció su momento de gloria. Nada parecía imposible para una Argentina que se ponía de pie sin miedo ni complejos ante el mundo.
                   Aquellos años vieron también el ocaso e irremontable declinación del dominio político, económico y cultural de Inglaterra. La Segunda Guerra Mundial significó el principio del fin del más grande imperio mundial que los ingleses habían sabido construir en los últimos siglos, derrotando a sus rivales, y que tenía en Argentina una semicolonia, un país teóricamente “independiente” desde el punto de vista político, pero en la práctica subordinado a sus mandatos económicos, y cuyas áreas estratégicas estaban controladas por los capitales británicos. Los lazos de la sujeción imperialista al dominio británico habían sido denunciados por Lisandro de la Torre en jornadas ominosas en el Senado de la Nación[6], y por Raúl Scalabrini Ortíz[7] y los hombres de FORJA[8] en densos e irrefutables ensayos y en enérgicas proclamas políticas, hasta entonces caídas en saco roto. Pero mientras Inglaterra decaía, Estados Unidos se levantaba, robustecido por el triunfo en la Segunda Guerra Mundial, afianzado en su autoproclamada intención hegemónica a nivel mundial y especialmente en relación a América Latina, a la que siempre había mirado como su “patio trasero”, aunque sin poder consumar sino hasta entonces la extensión de su dominio a todo el continente. La sustitución gradual del dominio británico menguante por la naciente hegemonía norteamericana abrió una brecha en el esquema de dominación del sur del continente, que fue muy bien aprovechado por Perón para intentar un gobierno autodeterminado y procurar extender una influencia independiente a otros países de la región. Fue la época del renacer del americanismo, del sueño del ABC: la alianza estratégica de Argentina, Brasil y Chile en la construcción de una gran potencia sudamericana bioceánica, capaz de disputar su lugar en el mundo con los más poderosos[9]. Sueño boicoteado por los intereses imperiales y nunca concretado. Fue también el comienzo de la Guerra Fría: del mundo repartido en Yalta entre el imperio bifronte anglosajón y el imperio comunista ruso, realidad geopolítica  la que el General Perón respondió con un aporte original y pionero: la “Tercera Posición”.
                   En ese país, cuya versión idealizada procuró Perón teorizar en el Congreso de Filosofía de Mendoza mediante la proclamación de la “Comunidad Organizada”[10], los valores que dominaban eran los de la solidaridad, la protección y el cuidado; la confrontación y la lucha eran sustituidos, al menos teóricamente, por la colaboración en aras de un proyecto común de Nación. Las tres banderas que debían unir al pueblo habían sido delineadas por Perón en casi todos sus discursos: Justicia Social, Soberanía Polìtica e Independencia Económica. En la realidad concreta, este ideal cooperativo, cuasi idílico, nunca tuvo un definido correlato, pues la vida política estuvo signada por momentos de una fuerte confrontación interna, expresada en las elecciones de 1946 por la disputa entre el naciente Justicialismo y la Unión Democrática –expresión unitaria de todas las vertientes del antiperonismo- y en lo sucesivo manifestada a través de resistencias, levantamientos e incluso atentados de los sectores contrarios al gobierno. 
                   Pero la dureza de los enfrentamientos políticos no se manifestaba en la vida cotidiana sino como un eco lejano de disturbios incomprensibles para los niños. Ellos vivían otra realidad, una vida social en la cual el gobierno había proclamado –y procuraba sostener en hechos y en políticas sociales, educativas, sanitarias y deportivas- que eran “los únicos privilegiados”. Era el tiempo de los Torneos Evita, que marcaron a fuego la infancia del Pato, como ha contado en un capítulo anterior.
                       "Era una Argentina distinta" - reflexiona. Un país que empezaba a dejar atrás la desnutrición infantil y las enfermedades endémicas, hijas del desinterés del Estado, que aplicaba a los niños las políticas sanitarias del Dr. Carrillo[11], en cuyos barrios no se conocía la droga, la delincuencia ni la inseguridad, cuyas poblaciones carcelarias disminuían en virtud de los efectos benéficos de la Justicia Social. Hoy parece mentira todo aquello –se lamenta el Pato-. Cuando lo contás, quienes no lo vivieron creen que exagerás, que estás verseando…”
                   Sobre la vida nacional se erguían como arquetipos las figuras de Perón y Evita: padres simbólicos de una nación joven, tan joven que aún reclamaba –en su imaginario reforzado por la propaganda oficial- la guía de un padre benévolo y justo y de una madre que prodigaba su amor incondicional a los más necesitados.
                   -Esa época -dice el Pato- fue también uno de los mayores momentos de esplendor en el deporte. Y yo lo viví como pibe, como amante del deporte y como deportista aficionado. 
                          De ese tema, preferido del Pato, nos ocuparemos en la próxima entrega.

CONTINUARÁ






[1] Eva Perón falleció en Buenos Aires el 26 de julio de 1952, víctima del cáncer, a los 33 años. La CGT dispuso tres días de paro y el gobierno decretó treinta días de duelo nacional obligatorio, e hizo conmemorar diariamente en las radios el momento de su “paso a la inmortalidad”. Su cuerpo fue velado en la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta el 9 de agosto y trasladado al Congreso y luego a la CGT en medio de una multitud de más de dos millones de personas. Embalsamado, permaneció en la CGT hasta el derrocamiento de Perón, cuando fue secuestrado por un comando de la marina y hecho desaparecer durante 14 años, en un vano intento de evitar que se convirtiera en un símbolo de unidad y lucha del pueblo peronista.
[2][2] Campaña de desprestigio montada oficialmente a partir del golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955.

[3]  Decreto ley 4161, sancionado el 5 de marzo de 1956 por el dictador Pedro Eugenio Aramburu, firmado por este junto al vicepresidente y todos los ministros de la autodenominada “Revolución Libertadora”. Instrumento de la política de “desperonización” promovida por dicha dictadura, en él  se prohibía “la utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas (...)representativas del peronismo", e incluía una lista palabras prohibidas, tales como "peronismo", "peronista", " justicialismo", "justicialista", "tercera posición", la Marcha peronista, los discursos de Perón y Evita y hasta la sola mención del “nombre propio del presidente depuesto", "o el de sus parientes”. La infracción se penaba con prisión de treinta días a seis años no excarcelables, multa e inhabilitación para ejercer cargos públicos y sindicales, la clausura provisional o permanente de empresas y la disolución de personas jurídicas, partidos o sindicatos.
[4] El Consejo Nacio0nal de Posguerra fue creado por iniciativa del entonces vicepresidente Peron el 25 de agosto de 1944 como órgano consultivo de la vicepresidencia, designándose como su secretario general al Dr. Figuerola, acompañado por el coronel Domingo Mercante, de Estrada y otros, así como representantes de todos los ministerios, secretarías y organismos del gobierno a find e asegurar una visión integral. Debía trabajar sistemáticamente  fijando objetivos estratégicos y planificando políticas, , tanto en lo económico como en lo social, así como definir el perfil de desarrollo industrial y el lugar geopolítico de la Argentina en el mundo, previendo la inminente finalización de la Segunda Guerra Mundial. “Si bien los problemas sociales han sido con frecuencia abordados sin tener en cuenta la conexión que guardan con los demás factores que integran el complejo económico nacional, las excepcionales circunstancias del momento presente exigen que marchen firme y prudentemente orientados hacia la consecuencia de un objetivo común, claramente precisados y con un vigoroso impulso perseguido –dicen los considerandos del decreto- (…) la desarticulación provocada por la guerra en la economía mundial requiere igualmente prever las soluciones aplicables a las necesidades apremiantes de posguerra”. Y agrega que el Estado debe “perfeccionar los conocimientos técnicos, aumentar el rendimiento, mejorar de modo efectivo las condiciones de trabajo o de vida de los trabajadores, fomentar el progreso de la clase media y estimular el capital privado en cuanto constituye un elemento activo de la producción y contribuye al bienestar común” Perón, en sus “Memorias”, añade que creó este organismo para “estudiar cómo haríamos para que no nos robaran, como había sucedido en 1918, cuando los vencedores no nos pagaron un centavo por los productos con los que los habíamos abastecido”. La idea de planificación y el uso de las estadísticas parecen haber sido propuestas fuertemente a Perón por su colaborador en la Secretaría de Trabajo y previsión y experto en relaciones laborales el Consejo de su colaborador el catalán José Miguel Francisco Luis Figuerola y Tresols (BarcelonaEspaña1897 - Buenos AiresArgentina1970


[5] 6 de septiembre de 1930.

[6] Las denuncias del Senador santafesino Lisandro de la Torre, fundador del Partido Demócrata Progresista y candidato presidencial, acerca de los negociados del gobierno conservador con los intereses británicos en torno al comercio de las carnes y las concesiones otorgadas a estos últimos, produjeron un escándalo considerable que concluyó con el asesinato del senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere en pleno recinto del Senado por un matón vinculado al gobierno.

[7] La expresión más notable de estas ideas es el ensayo “Polìtica británica en el Río de la Plata”, de Raúl Scalabrini Ortiz.
[8] La Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina fue una agrupación política integrada por militantes radicales yrigoyenistas -Arturo JauretcheHomero ManziOscar y Guillermo MeanaLuis DellepianeGabriel del MazoAtilio García MellidJorge Del Río y Darío Alessandro (padre)-  que preanunció en buena medida algunos de los tópicos sostenidos por Perón.
[9] La unión estratégica de Argentina, Brasil y Chile (ABC) fue una de las propuestas geopolíticas más recordadas del General perón, que postulaba la acción conjunta de estos tres países como eje vertebrador de la unidad continental para así resistir la imposición de hegemonías extracontinentales. La iniciativa no pudo concretarse debido a las resistencias internas en los otros dos países socios.
[10] El Congreso Nacional de Filosofía de Mendoza se celebró en esta ciudad entre el miércoles 30 de marzo y el sábado 9 de abril de 1949, y fue el marco elegido por Perón para exponer, durante la sesión de clausura, sus tesis acerca de la Comunidad Organizada, luego publicadas en forma de libro.
[11] El médico e investigador santiagueño Ramón Carrillo (1906-1956) fue el más grande sanitarista argentino y uno de los principales ministros de Perón, responsable de las exitosas e innovadoras políticas sanitarias de aquellos gobiernos. Falleció exiliado en Belén do Pará a consecuencia de las persecuciones a que fue sometido despudes del derrocamiento de Peròn.


sábado, 13 de junio de 2020

Estados Unidos de Sudamérica, un sueño pendiente. (PRIMERA PARTE) Proyecto ABC, la alianza fallida entre Argentina, Brasil y Chile (1947-1955).Por Marilina Juárez.





Por Marilina Juárez


Introduccion



La política exterior durante el primer gobierno peronista tendió hacia la integración latinoamericana. Con el objetivo de crear un bloque regional que le brindara cierta autonomía política y económica a los países del cono sur respecto de Estados Unidos, el presidente Perón ideo infructuosamente ligar a los tres estados más importantes de sudamérica: Argentina, Brasil y Chile.

Según las palabras de Perón:





  “En 1948, dos años antes de que Europa lo hiciera, promovimos la integración latinoamericana con un tratado multilateral de complementación económica que firmaron Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Colombia y que quedó abierto a que lo hicieran los demás países de nuestro continente. La finalidad de esta iniciativa era crear un mercado común sudamericano, poner fin a las divisiones artificiales creadas entre nuestros países y mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos”.




    Para realizar un análisis integral de las relaciones entre Argentina y los países contemplados en el proyecto ABC ( Brasil y Chile), se utilizarán las categorías desarrolladas por Mario Rapoport con respecto a este tema. Para ello se tendrán en cuenta el peso de los vínculos bilaterales entre Argentina y Estados Unidos a partir de la Primera Guerra Mundial y en las décadas de 1920 y 1930, que constituyen un factor clave en el posicionamiento internacional de nuestro país.



   La neutralidad que adoptó la Argentina durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, y la aparición de Perón en el escenario político del país, contribuyeron a vincular la situación interna con el contexto internacional y a conflictuar las relaciones con los Estados Unidos. El neutralismo no era una actitud novedosa, sino que tenía sus antecedentes en la Primera Guerra Mundial y había sido defendido por conservadores y radicales. Esta situación revela un enfrentamiento de larga data con Washington, que quería afirmar su hegemonía regional y Buenos Aires resultaba una amenaza por estar más ligado a Inglaterra y Europa.



   En la década de 1940, el proceso de industrialización por sustitución de importaciones inducido por la crisis de 1929, abrió en Estados Unidos la posibilidad de una mejor complementación económica y política con nuestro país. Pero la inconvertibilidad de la libra, la escasez de dólares y el Plan Marshall para ayudar a Europa en la posguerra terminaron desbaratando esos planes.



   Quedan expuestas entonces, las diversas “idas y vueltas” en las relaciones entre la Argentina y el país del Norte, producto de intereses políticos y económicos contrapuestos. A esto se suman la influencia británica (aliada histórica), alemana y la diplomacia soviética. La política interna y el contexto internacional quedarían así íntimamente ligados.

El proyecto ABC promovido por Perón, está inserto en la trama de relaciones conflictivas entre Norteamérica y Argentina, como así mismo se tendrá en cuenta la política exterior de los demás países integrantes (Brasil y Chile) con sus vértices geopolíticos respectivos.



   En cuanto a la política exterior de los Estados Unidos para con los países periféricos, especialmente en Latinoamérica, se utilizará la categoría de “hegemonía” desarrollada por Raúl Bernal Meza. En su análisis sobre la creación del “sentido común” el autor sostiene que:





   “Un paradigma puede hacerse hegemónico, es decir, la dominación ideológica de un grupo, por medio del cual se explican cómo sucedieron los hechos, lo que les permite asegurarse la legitimidad necesaria para imponer su política exterior, a través de la política de gobierno, presentando su propia visión del mundo, formando el sentido común. Sería el consenso, más que la coerción por la fuerza, lo que determina el liderazgo de un conjunto de ideas que llamamos hegemónicas o ideología dominante.”




   La pretensión de Norteamérica era que los países sudamericanos se alinearan a su ideología, amparándose en el consenso  e imponiendo su visión del mundo, para lograr el liderazgo político/ económico en la región, y fortalecer sus áreas de influencia. El presidente Perón, ante este contexto, adoptó una política denominada “tercera posición” que no se despegó de occidente en sus intereses, y mantuvo una relación equilibrada con la Unión Soviética.

El proyecto ABC, se enmarca en el intento de crear una zona “neutral” que no estuviera condicionada solamente a los intereses Norteamericanos en sudamérica.



   Creemos que el motivo central del fracaso del proyecto ABC, fue la histórica relación conflictiva entre Argentina y Estados Unidos. La no complementariedad de ambas economías fue la principal causa que originó la débil relación entre el país del norte y los sectores dominantes argentinos, cuyo poder económico se basaba en la exportación de productos primarios a Gran Bretaña y Europa. En este contexto histórico la posibilidad de una integración económica entre los principales países de sudamérica promovida por Perón, resultaba una amenaza contra los intereses norteamericanos en la región, porque Argentina podría convertirse en el país  dominante del bloque gracias a su gran capacidad agroexportadora.



   El fracaso del ABC resultó también de la relación que sostuvieron Chile y Brasil en consonancia con el panamericanismo norteamericano, en contraste con la Argentina que intentaba desligarse del compromiso promovido por los Estados Unidos en el Cono Sur, argumentando principios igualitarios para evitar una hegemonía regional subsidiaria de los intereses de Norteamérica.

Tanto las economías de Chile como Brasil resultaban orientadas hacia los Estados Unidos por las fuertes inversiones que el país del norte tenía en estas regiones, este pudo ser una de las causas por los cuales el proyecto ABC, fuera desalentado por la élite económica dominante  de dichos países, que presionaron para la no concreción del tratado de integración regional impulsado por el presidente Perón en 1947.



   Otro motivo importante del fallido intento de unión sudamericana, se debió al papel que jugó la reaccionaria cancillería brasileña.  Itamaraty había sido un obstáculo constante para lograr una relación armónica entre Argentina y Brasil desde la época del Imperio Brasileño. Getúlio Vargas (presidente del Brasil) se vio sometido a la fuerte presión de la cancillería para impedir el acuerdo con Argentina, que finalmente no se pudo concretar.

Creemos que la Tercera Posición planteada por Perón en el marco de la integración del ABC, no respondía a las realidades de Brasil y Chile, más alejados de los intentos autonomistas. En ese contexto la unión entre los tres países no resultaba funcional ni a las demandas sistémicas, ni a los grupos de poder dominantes en Brasil y Chile.



   A partir de la Primera Guerra Mundial y el crack del veintinueve, Estados Unidos comienza a consolidarse como potencia capitalista en el escenario internacional transformándose de país deudor a país acreedor, cambio que significó un considerable aumento de sus inversiones en el exterior. La razón de esto está dada por el hecho  de que Gran Bretaña exportaba principalmente productos que podían ser fácilmente sustituidos por otros bienes, o afectados por el cierre de alguno de sus mercados.

En este nuevo escenario internacional se analizará el cambio sustancial que se produjo en las esferas de influencia entre los principales países del cono sur, (Argentina, Brasil y Chile) y las potencias hegemónicas (especialmente Estados Unidos) surgido a partir de la “gran depresión” del veintinueve y de las guerras mundiales.



   Se analizará la relación económica triangular entre Argentina, Inglaterra y Estados Unidos, teniendo en cuenta el contexto político internacional que se desplegó durante la posguerra temprana. Al respecto se profundizará sobre las políticas económicas específicas de Argentina, Brasil y Chile en relación con Gran Bretaña y Norteamérica.

Se estudiará el impacto a nivel internacional, que tuvo la doctrina de “tercera posición” declarada por Perón  durante los primeros años la Guerra Fría, teniendo en cuenta los intercambios comerciales entre los países del cono sur y las potencias centrales durante este período.



    Por último se analizará específicamente el proyecto de integración económica ABC entre Argentina, Brasil y Chile impulsado por Perón, teniendo en cuenta las relaciones políticas, económicas y sociales entre los tres países. También se realizará un análisis sobre el papel que jugaron los estadistas de los tres países y la política internacional que tuvieron que adoptar con respecto a las grandes potencias.



    Nos proponemos analizar de manera exhaustiva la relación entre los Estados Unidos y los países del cono sur ( Argentina, Brasil y Chile), luego de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, a partir de los textos que analizan la política internacional latinoamericana: “El Cono Sur” de Mario Rapoport, y la obra perteneciente a Juan Archibaldo Lanús “ De Chapultepec al Beagle”. Política exterior Argentina : 1945-1980.



   La histórica relación conflictiva entre la Argentina y los Estados Unidos, fue un factor esencial para el fracaso del proyecto de integración regional promovido por Perón durante su primera presidencia. Para profundizar acerca de la “triangularidad” respecto de las política internacional entre la Argentina, Gran Bretaña y los Estado Unidos, se realizará un análisis interpretativo sobre historia económica utilizando los textos de : Mario Rapoport, y Carlos Escudé.



    La política internacional argentina durante el gobierno peronista, estuvo marcada por la doctrina de la “Tercera Posición” promovida por Juan D. Perón. Nos proponemos analizar el impacto que este nuevo posicionamiento geopolítico tuvo en la región y también a nivel internacional. Para ello,se profundizará acerca de la estrategia geopolítica del peronismo, a partir de fuentes secundarias presentes en los escritos que dejó Perón y bibliografía específica.



    El proyecto de integración regional entre los países del cono sur ( Argentina , Brasil y Chile) se investigará  utilizando fuentes secundarias presentes en los textos que escribió Juan D. Perón, en los cuales aparecen los fundamentos filosóficos y políticos del ABC. Con el objetivo de reforzar la hipótesis central de trabajo, nos proponemos analizar la política regional del peronismo utilizando la investigación realizada por el historiador revisionista Fermín Chávez al respecto.



   Relevaremos fuentes  secundarias sobre el pensamiento de Juan D. Perón que se encuentran en: “ Fundamentos de Doctrina Nacional Justicialista”. Texto Oficial.

Respecto de la bibliografía específica, estará  orientada a los siguientes fines:

fortalecer la hipótesis y el marco teórico; comprender la importancia de la estructura económica desplegada a partir de la crisis del veintinueve y la posguerra temprana; establecer la relación que tuvo la política exterior del peronismo con las potencias hegemónicas y los países latinoamericanos.








CAPÍTULO I

Contexto histórico



Crisis de 1929. Industrialización por Sustitución de Importaciones



   Los programas de integración regional en Latinoamérica son de larga data, éstos comenzaron a formularse desde la época de las revoluciones independentistas por medio de diversos proyectos y acuerdos concretos, que expresaban en algunos casos auténticas convicciones, y en otros solo se redujeron a declamaciones políticas.

Los países sudamericanos no fueron ajenos a este proceso de integración que estuvo signado  por fracasos, éxitos a medias, y múltiples acciones neutralizadoras provenientes de las potencias centrales que veían amenazada su hegemonía en la región.



   La política de concertación entre los países del cono sur durante el siglo XX tuvo diversos hitos, entre ellos se destacan: el Congreso de neutrales propiciado en 1917 por Argentina, la creación, en 1932, de la comisión integrada por Argentina , Brasil, Chile y Perú (ABCP), para negociar la solución del conflicto del Chaco entre Paraguay y Bolivia, el proyecto ABC propuesto por Perón, a fin de constituir una unidad económica sudamericana, el ALALC en los años sesenta y su reemplazo en los años ochenta por el ALADI.



    La Primera Guerra Mundial (1914-1918)  fue un conflicto bélico que marcaría definitivamente el rumbo económico y político que debieron tomar los países periféricos durante y después de la guerra. El ingreso de capitales europeos prácticamente se detuvo en el cono sur durante ese período, como contrapartida hubo un importante afluente de capitales norteamericanos que produjo un crecimiento sustancial de la presencia de los Estados Unidos en la región, esto hizo que mermara la injerencia de Europa, especialmente de Gran Bretaña.

Los capitales norteamericanos en sudamérica tuvieron un crecimiento exponencial durante la década del veinte: “ entre 1914 y 1919, el volumen de inversiones norteamericanas aumentó en un 50%. y en el período 1920-1929 se duplicó dirigiéndose esos capitales principalmente a Chile, Brasil y Argentina”.



   Finalizada la Primera Guerra Mundial países como Argentina y Brasil experimentaron un relativo crecimiento industrial. Este desarrollo se profundizó durante la crisis económica mundial del veintinueve, en este período que alcanzó a toda la década del treinta, el derrumbe de la demanda externa y la recesión agrícola jugaron un papel fundamental en las economías sudamericanas, ante esta situación, la alternativa adoptada fue el proceso de industrialización por sustitución de importaciones.



  La economía de los países centrales durante la crisis del treinta experimentó grandes transformaciones que impactaron especialmente a los países agroexportadores como el nuestro. El análisis de Mario Rapoport resulta esclarecedor al respecto:



 “Los años treinta presenciaron una intensa rivalidad en la región entre las grandes potencias. Mientras Estados Unidos procuró implementar una política comercial multilateral, el Reino Unido y Alemania se inclinaron hacia el bilateralismo. Gran Bretaña abandonó sus viejos principios librecambistas y adoptó un sistema de preferencia imperial a través del Tratado de Ottawa de 1932, perjudicando especialmente las exportaciones argentinas. Ello implicó una relativa retirada de los intereses británicos en América Latina, excepto en Argentina y Uruguay, donde obtuvieron acuerdos bilaterales preferenciales para proteger sus inversiones.”



   El pacto Roca Runciman de 1933 fue el ejemplo arquetípico del bilateralismo, el sector ganadero pampeano argentino hizo sentir, a través de este acuerdo, sus intereses vinculados al comercio con la metrópoli británica. Entre las principales cláusulas del tratado figuraba un tratamiento discriminatorio favorable al Reino Unido en el manejo del control de cambios argentino, a lo que se sumó la reducción de impuestos a la importación de manufacturas inglesas y grandes privilegios para a las inversiones de Gran Bretaña. A cambio de ello se aseguraba la exportación de carnes al mercado inglés.



   Este pacto le permitió a la Argentina continuar con su relación apendicular hacia la potencia declinante. Paralelamente, Estados Unidos se transformó en el principal proveedor de financiamiento externo de Chile luego de la crisis del veintinueve. Esta situación comenzó a tener una influencia cada vez más marcada en los asuntos internos chilenos, sumado a la percepción común en amplios sectores de la sociedad, que veían al país del norte como una potencia imperialista.



   Este proceso de grandes transformaciones económicas y políticas a nivel mundial, que comenzó una vez terminada la Primera Guerra Mundial y se profundizó con la crisis del treinta, tuvo su corolario con el triunfo del nazismo en Alemania. La posterior división del mundo en dos bloques ideológicos antagónicos, convirtió al extremo sur del continente americano y especialmente a Brasil, Chile y la Argentina, con una gran afluencia de población germana, en un campo fértil para la disputa  ideológico/ política. Alemania trató de establecer relaciones más estrechas con sus aliados del sur, promoviendo el anticomunismo y el antinorteamericanismo en la región.






La Segunda Guerra Mundial y el ascenso de Perón.



 El Golpe de Estado de 1943, puso fin a  una década signada por el fraude electoral y el conservadurismo más reaccionario. Este suceso allanó el camino de nuevos e inesperados espacios al entonces Coronel Perón. La personalidad de este militar adquirió relevancia en la vida pública nacional, a partir del momento en que se hizo cargo del Departamento de Trabajo y Previsión Social.



“ Su proclamado antiimperialismo, en especial su  enfrentamiento con el embajador Braden, contribuyó sin duda a aumentar su popularidad. A la vez, rasgos desprejuiciados y plebeyos de su vida (como los que surgen de su notoria relación y su posterior casamiento con una actriz) que contrastaba con el conservadurismo imperante, militar y oligárquico, diferenciaron su imagen de la de sus colegas de armas.”




    Luego de los sucesos del 17 de octubre de 1945, la alianza policlasista que sostuvo al peronismo aparecía como una amenaza a los intereses británicos. La política económica que estableció Perón durante su participación en el gobierno de facto precedente, y que desplegaría en sus futuros gobiernos estaría estrechamente ligada con las capacidades económicas de la incipiente burguesía industrial nacional en su época de mayor expansión.

    Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, dos países, la Argentina neutral durante el conflicto, y los Estados Unidos activo en la confrontación, emergían como polos opuestos. Mientras que uno surgía dominante, porque era el triunfador, el otro, en este caso la Argentina, se vio obligado a soportar un hostigamiento diplomático y económico como consecuencia de su negativa a sumarse a las potencias aliadas.

    En 1945, las principales potencias del mundo, intentaron establecer un nuevo sistema internacional, que reemplazará la pasada práctica de los Estados tendientes a hacer prevalecer el equilibrio de poderes como medio de estabilidad. Para la Argentina, el año 1945, resultó  clave en su historia, porque las fuerzas sociales en su interior comenzaban un gran proceso de transformación con la llegada del Peronismo al poder.