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jueves, 4 de junio de 2020

“Amalia” y “Evita”: La mujer en la literatura del siglo XIX y XX., por Marilina Juárez



Por Marilina Juárez, historiadora, docente.


Introducción
 Amalia pertenece al género novela histórica. Escrita por José Mármol en el exilio, la primera edición aparece en 1851 y la segunda en 1855. Sin dudas la obra contiene un claro cariz político, el narrador era un ferviente opositor al gobierno de Juan Manuel de Rosas, con  lo cual la novela está impregnada de una fuerte denuncia hacia la figura del Gobernador y al federalismo en general.
El objetivo de la novela histórica radica en la evocación del pasado, el personaje encarnado por Amalia sintetiza la mal llamada època del “terror rosista” (siglo XIX). Si bien el tema principal de la obra es el amor romántico, el narrador intenta dar cuenta del contexto histórico de la época.
 “ Así,  la sociedad a esta época se hallaba dividida en víctimas y en asesinos. Y estos últimos, que desde muy atrás traían sus títulos de tales; valientes con el puñal sobre la víctima indefensa; héroes en la ostentación de su cinismo, temblaban, sin embargo, cuando la pisada del ejército libertador hacía vibrar la tierra de Buenos Aires, en la última quin­cena de agosto de 1840, a cuyos días hemos llegado en esta historia.”[1]
Podemos apreciar, a partir de la cita, como el narrador describe a la sociedad de la época dividida entre víctimas y victimarios. Queda claramente expresada la alineación ideológica de Mármol al equiparar al ejército rosista con asesinos y enaltecer a los opositores como libertadores de la patria.
     “Buenos Aires, 4 de mayo de 1840. Son las diez y media de una noche apacible.
Al escaso resplandor de las estrellas se descubría el Plata, desierto y salvaje como la Pampa, y el rumor de sus olas, que se desenvolvían sin violencia y sin choque sobre las costas planas, parecía más bien la respiración natural de ese gigante de la América, cuya espalda estaba oprimida por treinta naves francesas en los momentos en que tenían lugar los sucesos que relatamos.”[2] 
   La obra comienza con la huida de el coronel Francisco Lynch, Eduardo Belgrano, Oliden, Riglos y Maison, quienes parten hacia el exilio, perseguidos por La Mazorca.
El conductor del escape es Juan Merlo, quien promete salvarlos embarcandose en una ballenera, pero los traiciona. Su agudo silbido alerta a los secuaces del Restaurador. Éstos se lanzan sobre los jóvenes unitarios.
Después de una encarnizada lucha en la que perecen sus compañeros, Eduardo Belgrano, enfrenta a sus enemigos y descarga sobre ellos su furia. A pesar de sus esfuerzos, cae herido, pero en el momento en que va a ser degollado por un federal, llega Daniel Bello, su amigo, y lo rescata de la muerte. Ya se vislumbra en la actitud de Eduardo al verdadero héroe de la novela.
Daniel lo conduce, entonces, hacia una casa situada en el actual barrio de Barracas.
Allí vive, desde hace poco tiempo, su prima, Amalia Sáenz de Olabarrieta -"la linda viuda, la poética tucumana"-, que colmará de cuidados al herido hasta que terminan enamorándose.
Mármol alterna la narración con la descripción minuciosa, enumerativa, típica del siglo XIX. Así, muestra los acontecimientos que se desarrollan en torno de Rosas, en su mansión de Palermo y retrata a los personajes más significativos que lo rodean y que lo consideran un semidiós porque es el artífice de La Federación.
La obra “Esa Mujer” de Rodolfo Walsh pertenece a una compilación de seis cuentos publicados en 1965.  En este relato, el narrador alterna lo policial, lo histórico y lo periodístico. Aparece la figura de Eva Perón pero en ningún momento es mencionada por su nombre.
El cuento trata de un coronel que tiene en su poder el cadáver de una mujer embalsamado, y lo entrevista un interesado en saber dónde está ése cuerpo,  en medio de una charla donde se toma whisky, con descripciones de un departamento, el entrevistador intenta tener ese dato, en las últimas líneas hasta le ofrece plata, abundante plata, para que el coronel le dé ese dato.
La obra está escrita en primera persona, abunda en diálogos y descripciones, y en pocas frases enunciativas, el cuento tiene elementos reales como el personaje del coronel, un militar  (Eugenio Moori Koenig) quien estuvo verdaderamente a cargo del cuerpo de Eva Perón y el embalsamador ( Pedro Ara) mencionado como “el gallego”. 
El objetivo del trabajo es realizar un análisis literario/ comparativo entre las dos obras desde la narrativa de género. Profundizaremos acerca de el estereotipo de mujer en la literatura del siglo XIX y XX, para ello tendremos en cuenta el contexto histórico en el cual se enmarcan las obras, como así también  la ideología política de los autores. 
Creemos que la literatura es una herramienta esencial para la reconstrucción histórica de un determinado período. Partiendo de esta hipótesis central, pretendemos comprobar que tanto la Novela Histórica del siglo XIX, como el cuento de Rodolfo Walsh en el siglo XX, nos permiten comprender el modelo de mujer que se instaló culturalmente en los mencionados siglos. 
Para reforzar la hipótesis de trabajo, utilizaremos el análisis  de Dora Barrancos en su obra: “Mujeres en la Sociedad Argentina”. Una historia de cinco siglos. Para referirnos al siglo XX, analizaremos el estudio hecho por Ricardo Piglia de la obra “Esa Mujer”.  En cuanto a la investigación de la simbología sobre la imágen de la mujer, tomaremos la obra: “Visto y no Visto”. El uso de la imagen como documento histórico. del historiador británico Peter Burque. 
   
  
Capítulo uno: 
“Amalia”, el estereotipo femenino del siglo XIX en la novela histórica.
En aquel momento Amalia estaba excesivamente pálida, efecto de las impresiones ines­peradas que estaba recibiendo; y los rizos de su cabello castaño claro, echados atrás de la oreja pocos momentos antes, no estorbaron a Eduardo descubrir en una mujer de veinte años una fisonomía encantadora, una frente majestuosa y bella, unos ojos pardos llenos de expresión y sentimiento y una figura hermosa, cuyo traje negro parecía escogido para hacer resaltar la reluciente blancura del seno y de los hombros, si su tela no revelase que era un vestido de duelo.” [3]
   El narrador tomó los personajes de la realidad. Amalia, la protagonista reúne todas las características de la mujer del romanticismo: abnegada, solidaria, enamorada, triste, con un futuro incierto pero presumiblemente trágico. Era la mujer angelical, que lleva bajo sus hombros una herencia del cielo y de la tierra que consistía en las perfecciones físicas y en el espíritu bondadoso del alma. La cita hace referencia al encuentro entre Amalia y Eduardo Belgrano, podemos inferir que el narrador intenta describir los rasgos  que se tenían en cuenta a la hora de valorar el modelo femenino, uno de ellos era indudablemente la blancura como signo de pureza. La mujer de entonces ( segunda mitad del siglo XIX) debía ser educada, fina, y bella físicamente para cumplir con los cánones de la época.
   Hacia la segunda mitad del siglo XIX surgieron las teorías positivistas. Amparadas en la ciencia, el positivismo aseguraba la inferioridad de algunas poblaciones, de algunas razas, y por supuesto, de las mujeres. Entre las grandes transformaciones del siglo, la Teoría de la Evolución de Darwin y Wallace, tuvieron una influencia determinante. La siguiente cita, en la que el narrador describe a un edecán de Rosas, resulta esclarecedora al respecto:
    era un hombre grueso, como de cuarenta y ocho años de edad, sus mejillas carnudas y rosadas, labios contraídos, frente alta pero angosta, ojos pequeños y encapotados por el párpado superior, y de un conjunto, sin embargo, más bien agradable, pero chocante a la vista.”[4]
 Podemos apreciar cómo el narrador describe de manera despectiva  las características físicas de los seguidores de Rosas. 
   Finalizando el siglo XIX, crecieron toda clase de sectas en materia de creencias sobre lo “natural” e imperecedero. Podemos imaginar lo que esto significó para los sexos. Se asumió que había un orden “normal” cuando no “divino”  en el cual se imponían funciones diferenciales para varones y mujeres. Nada debía alterar ese plan, sino sobrevendría el caos. Las mujeres fueron catalogadas como débiles y menos inteligentes, solo aptas para parir , criar y asistir al cónyuge: funciones “admirables” que supuestamente estaban en su naturaleza. 
Los varones fueron indicados como fuertes y más inteligentes, idóneos para producir y gobernar[5]
   “¡ Tatita! contestó una voz que venía de una pieza interior. Un segundo después apareció aquella mujer que encontramos durmiendo sobre una cama, sin desvestirse.
  Era esa mujer una joven de veintidós a veintitrés años, alta delgada, de un talle y unas formas graciosas y con una fisonomía que podría llamarse bella, si la palabra interesante no fuese más análoga para clasificarla.”[6]
     
    La cita describe a Manuelita Rosas, podemos apreciar cómo el narrador nuevamente hace alusión a las características físicas de la mujer que debía cuidar al hombre, en este caso su padre Juan Manuel de Rosas. 
   “Y Manuela volvió a las piezas interiores, mientras Rosas se sentó a la orilla de una cama, que era la suya, y con las manos se sacó las botas, poniendo en el suelo sus pies sin medias. (...)
   No tardó en aparecer la joven hija de Rosas a provenir a su padre que la comida estaba en la mesa.[7] 
 Aquí podemos observar como la figura de Manuelita cumple con el estereotipo de mujer abnegada, apta para cumplir con la tarea de ayudar a su padre. En aquel contexto, ese sería el deber “natural” y “digno” de la mujer. 
   Un personaje peculiar en la novela es el de la cuñada de Rosas, María Josefa Ezcurra. El narrador la describe con todas las cualidades negativas que tendría la mujer de la segunda mitad del siglo XIX. Ella ya no es sumisa, no atiende a ningún cónyuge, tiene voz y voto, toma decisiones políticas, (algo privativo del hombre) y se convirtió en la mano derecha de su cuñado., al morir Encarnación.
    “De pié en la puerta que daba a la alcoba, tenía asido con una mano el picaporte, en señal de que allí no se entraba sin su correspondiente beneplácito, y con la otra recibía los cobres o los billetes que, según su clase, le daban los que a ella se acercaban en solicitud de obtener la preferencia de entrar de los primeros a hablar con la señora doña María Josefa Ezcurra. Y jamás audiencia alguna fue compuesta y matizada de tantas jerarquías, de tan varios colores, de tal distintas razas.(...)
    El uno era arrastrado allí por temor, el otro por el odio; uno por la relajación, otro por una esperanza y otros, en fin por la desesperación de no encontrar a quién ni a dónde recurrir en busca de una noticia, o de una esperanza sobre la suerte de alguien, caído en desgracia de Su Excelencia. Pero el edecán de aquella emperatriz de nuevo género, si no es en nosotros una profanación escandalosa aplicar ese cesáreo nombre a Doña María Josefa.”[8] 
    A partir de la cita podemos inferir algunas cuestiones. El narrador comienza describiendo a los   subalternos de Rosas, a quienes señala como seres temerosos, aduladores y serviles. Por otro lado se puede observar que ese temor sería infundido por la cuñada del Restaurador. Sobre la figura de María Josefa Ezcurra, el narrador hace una metáfora burlona al referirse a ella como una “emperatriz de nuevo género”. 
   Si comparamos las descripciones sobre Manuelita Rosas y Amalia con las de María Josefa Ezcurra, la diferencia es notable. Aquellas eran mujeres que cumplían con el mandato social de la época: abnegadas, dulces, de buenos modales y cuya función “natural” era asistir al hombre. María Josefa demostraba todo lo contrario a lo que debería ser una “buena mujer”: autoritaria, rebelde, dominante etc.
   En cuanto al estereotipo femenino de la segunda mitad del siglo XIX, Amalia es una novela histórica que muestra a la mujer en sus dos versiones, la que cumple con los cánones culturales y sociales de la época, y la que no. A partir de la obra de Mármol podemos ver la influencia de la Literatura en cuanto al concepto de “mujer” que se impuso al finalizar el siglo, y al precepto social que debería cumplir el género femenino en aquellos tiempos. 
Capítulo dos:
“Esa Mujer”, una perspectiva literaria de la figura de Eva Perón en los años cincuenta del siglo XX.
 “Esa mujer” cuenta la historia de alguien que está buscando el cadáver de Eva Perón, que está tratando de averiguar dónde está el cadáver de Eva Perón y habla con un militar que ha formado parte de los servicios de inteligencia del Estado.  La investigación de este intelectual, el narrador, un periodista que está ahí negociando, enfrentando a esta figura que concentra el mundo del poder, tratando de ver si puede descifrar el secreto que le permita llegar al cuerpo de Eva Perón, con todo lo que implica encontrar ese cuerpo, encontrar a esa mujer que encarna toda una tradición popular, porque,  encontrar ese cadáver tendría un sentido que excede el acontecimiento mismo, esa búsqueda, entonces, es el motor de la historia.
  Y el primer signo de la literatura de Walsh es que Eva Perón no está nunca nombrada explícitamente en el relato. Está aludida, todos sabemos que se habla de ella, pero aquí Walsh practica el arte de la elipsis, el arte de iceberg a la Hemingway. Lo más importante de una historia nunca debe ser nombrado, hay un trabajo entonces muy sutil con la alusión y con el sobreentendido que puede servirnos, quizá, para inferir algunos de estos procedimientos literarios (y no sólo literarios) que podrían persistir en el futuro. Esa elipsis implica,  un lector que restituye el contexto cifrado, la historia implícita, lo que se dice en lo no dicho. La eficacia estilística de Walsh avanza en esa dirección: aludir, condensar, decir lo máximo con la menor cantidad de palabras.[9]
   A diferencia de Mármol, la obra de Walsh no contiene las innumerables descripciones típicas de la novela histórica del siglo XIX, lo que predomina en el cuento son los diálogos. Sin embargo el narrador, dice poco pero hace que el lector reconstruya en su imaginación las situaciones.
El cuento está escrito en primera persona y contiene escasas frases enunciativas. Sin conocer el contexto histórico en el que fue escrito ( los años de la proscripción del peronismo) sería difícil comprenderlo. La obra de Walsh gravita sobre las ausencias: de un nombre, de un  lugar, de un cuerpo, etc. Sobre esta vacuidad se tejen una serie de silencios, las cuales enlazadas al hecho histórico al que se refiere, dan como resultado un cuento austero, pero cargado de una violencia latente.
    La figura de Evita  condensaba el universo popular. La tradición  del peronismo lógicamente aparece primero como un secreto, como una intriga que se trata de develar, pero también como un lugar de llegada. “Si yo encontrara a esa mujer ya no me sentiría solo”, se dice en el relato a modo de metáfora. Encontrar  al Peronismo como Movimiento Popular, ya no sería para el narrador un lugar oscuro, desconocido, sino que ir hacia allí le permitiría encontrarse con ese mundo popular.
    “-¿Por qué creen que usted tiene la culpa?
-Porque yo la saque de donde estaba, eso es cierto, y la lleve donde esta ahora, eso también es cierto. Pero ellos
no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
El Coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
-Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel.
-¿Que querían hacer?
-Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta
basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos
todos hasta el cogote.
-Todos, Coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no?.”[10]
     En este diálogo podemos ver cómo el narrador describe al Coronel que tiene en su poder el cadáver embalsamado de Eva Perón como a un ser que se autopercibe “salvador”, culto y más inteligente que las clases populares. Lo interesante es que Evita encarnaba a las clases subalternas, ya no era la mujer que solo estaba al cuidado del hombre, como Amalia, ella simbolizaba todo “lo malo” para las clases dominantes, por eso debía ser borrada de la memoria popular.
   
   El Peronismo alteró la vida del país y, entre tantas razones, por el notable acatamiento que consiguió entre la población femenina. Es necesario destacar el papel jugado por las mujeres en los cambios políticos acontecidos en los que resulta determinante la figura de Eva Perón. La evolución del destino, que la llevó de un humilde hogar bonaerense, en condición de hija ilegítima, a su carrera como actriz y a la relación amorosa con el General Perón, transformándose en “la abanderada de los humildes” a sido objeto de incontables análisis, pero resulta importante destacar que a Eva no la impulsaba solamente un resentimiento de clase sino  su empatía con las clases populares, gracias a esto logró lo que ninguna otra mujer de su época. De ahí el odio que despertó en la oligarquía.[11]
    “-Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llame a unos obreros que había por ahí. Figúrese como se
quedaron. Para ellos era una diosa, que se yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.
-¿Pobre gente?
-Si, pobre gente. -El Coronel lucha contra una escurridiza cólera interior.- Yo también soy argentino.
-Yo también, Coronel, yo también. Somos todos argentinos.
-Ah, bueno -dice.
-¿La vieron así?
-Si, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe?”[12]
    Al calificar a los obreros como “pobres gentes”  el narrador intenta demostrar el odio que despertaba Eva entre la oligarquía y la fascinación que ejercía en las clases populares: “para ellos era una Diosa”.
      “Esa mujer -le oigo murmurar-. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto
transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.”[13]
   En la cita el narrador cuenta la descripción del cadáver que hace el Coronel. Podemos analizar la mirada del “otro” que tenían los militares hacia la figura de Evita. El grado de desprecio hacia la mujer que encarnaba Eva Perón, impedía que el Coronel pudiera llamarla por su nombre, y además banaliza la enfermedad, en este caso el cáncer que la mató. Cuando dice:” parecía una virgen”, hace referencia a lo que en su mente debería ser una cualidad sublime en la mujer. 
  La mayoría de los estereotipos de “los otros”-el de los judíos según los gentiles, los musulmanes según los cristianos, los negros según los blancos, la gente del pueblo según la gente de la ciudad, los militares según los civiles, las mujeres según los hombres etc.- han sido y son hostiles y despectivos o, en el mejor de los casos, condescendientes. Un psicólogo probablemente se fijaría en el temor que se oculta tras el odio y también en la proyección inconsciente sobre el otro de los aspectos más indeseables de la propia personalidad.[14]
   El cuento de Walsh representa el modelo de mujer antagónico al del siglo XIX, Eva Perón no cumplía con el estereotipo del siglo XIX y principios del XX. Ella no pertenecía a la clases altas  de la sociedad, y no se complacía con el rol de la beneficencia que ejercían  las mujeres de la aristocracia, si bien en sus escritos  Eva destacaba a la mujer como una compañera inseparable del hombre, ella le dio voz y voto al género femenino, algo imperdonable para el “varón” de aquel entonces.
    

[1] Mármol, José. Amalia. Tomo I. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967.( Cuarta parte Capítulo III). P. 410. 
[2] Ídem, P. 5
[3]  Mármol, José. Amalia. Tomo I. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967.( Cuarta parte Capítulo III). Buscar cita.
[4] Ídem.P. 23
[5] Barrancos ( 2010) P. 90
[6]  Mármol, José. Amalia. Tomo I. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967. (Primera parte) Capítulo IV. P. 60
[7] Ídem. P. 61
[8] ídem. P. 310.
[9] Piglia ( 2016)
[10] Walsh, Rodolfo. “Esa Mujer”. Los oficios terrestres, 1966. P. 2
[11] Barrancos (2010). P. 180
[12]  Walsh, Rodolfo. “Esa Mujer”. Los oficios terrestres, 1966. P. 3
[13] Walsh, Rodolfo. “Esa Mujer”. Los oficios terrestres, 1966. P.4
[14] Burque (2005). P.78
Conclusión

Amalia es una novela histórica en la cual se conjugan varios aspectos: José Mármol era un acérrimo antirrosista con lo cual el narrador intentó realizar, a través de su obra, una crítica al gobierno de Juan Manuel de Rosas. En cuanto al estereotipo de mujer de la segunda mitad del siglo XIX, que es el objeto de estudio que nos ocupa, el narrador no escapa al contexto de la época en el cual el positivismo juega un rol esencial. Esta filosofía que irrumpe a finales del siglo XIX, ponía a la mujer un rol secundario. Amparada en las teorías evolucionistas de Darwin, Spencer y Wallace, el modelo femenino estaba relegado a la tarea “natural”, cuando no “digna” de cuidar al hombre y tener hijos.
La novela Amalia, es un fiel reflejo del modelo de mujer que la literatura intentaba representar. A través de su personaje principal, una dama de la aristocracia provincial, el narrador destaca los aspectos positivos que debería tener una mujer: abnegada, sumisa, bella, blanca, y principalmente al servicio del hombre.
José Mármol también muestra el modelo antagónico de mujer para los cánones sociales del momento en la figura de María Josefa Ezcurra. Aquí podemos apreciar que la cuñada del Restaurador aparece representada como una mujer que no cumple con ninguno de los requisitos que debería tener una dama de la época.
Amalia resulta una obra importante para comprender, desde la narrativa de género, el modelo que se le impuso a la mujer en el siglo XIX y que alcanzaría hasta mediados del siglo XX.

El cuento “Esa Mujer” de Rodolfo Walsh resume en la figura de Eva Perón dos componentes esenciales: primero el odio de clase; y segundo todo lo que la mujer no debería ser. Al no ser mencionada por su nombre en ningún momento de la obra, inferimos que el narrador intenta describir la aversión que producía Evita entre la oligarquía y la clase media.
Eva Perón, una mujer del bajo pueblo; hija ilegítima; y actriz, resultaba un insulto para las elites. Al convertirse en Primera Dama, Evita despertó el odio de clase que mencionamos en el párrafo anterior. El secuestro y la violación del cadáver de Eva, representa todo lo negativo que significaba “esa mujer” para el hombre del momento.
Las conquistas alcanzadas por las mujeres debían ser desterradas, “desaparecidas” de la faz de la tierra, de ahí que el cuerpo de Eva no sería encontrado hasta los años setenta.



Bibliografía:

Barrancos, Dora. “Mujeres en la Sociedad Argentina”. Una historia de cinco siglos. Buenos Aires: Sudamericana, 2007.

Burque, Peter. “Visto y no Visto”. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: A & M Gráfic, 2005.

Mármol, José. Amalia. Tomo I. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967.

https://campus.almagro.ort.edu.ar/lengua/articulo/776899/-esa-mujer-analisis-de-ricardo-piglia


Walsh, Rodolfo. “Esa Mujer”. Los oficios terrestres, 1966.