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domingo, 14 de junio de 2020

UN EPISODIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: DETALLES DE LA SORPRESA DE YAVI, POR NORMANDO J. SAIQUITA





                                                                                  Por Normando J Saiquita*



(ACLARACION: El presente artículo complementa el libro que el autor publicó en 2008 sobre la historia de Yavi". Nos cuenta: "En mi libro de Yavi hay un capítulo sobre esa batalla. Después de sacarlo a edición, reuní material que no conocía, fundamentalmente el Guemes Documentado.)


El 15 de noviembre de 1816 tuvo lugar la sorpresa de Yavi. En los últimos meses de 1816 el ejército realista al mando de su nuevo jefe general José de la Serna, se encontraba en Santiago de Cotagaita para iniciar una nueva invasión al Tucumán, con el objetivo de llegar a Buenos Aires y aplastar la revolución en su cuna, en un movimiento de pinzas juntamente con los realistas de Chile y de la Banda Oriental. Olañeta, jefe de la vanguardia, se estableció en Yavi y desde allí incursionaba frecuentemente sobre Abra Pampa, Santa Victoria, Humahuaca, situada en la entrada de la Quebrada del mismo nombre, y otras veces por el despoblado de Casabindo, como asimismo se introduce en el valle del Bermejo, aprovechando para eso los boquetes de la sierra de Santa Victoria.
            Es para neutralizar estos movimientos de Olañeta, previos a la invasión comandada por La Serna, que Güemes ubica en Tarija uno de sus escuadrones, al mando directo del comandante Francisco Uriondo, a quien le ordena sostenerse allí tanto como le sea posible, apoyando a los paisanos que desean pronunciarse por la revolución. Atacado posteriormente por las fuerzas superiores del general La Serna, Uriondo opta por retirarse al lugar denominado Las Salinas, y luego a Los Toldos en la selva del Baritú.
            Güemes ha tomado un hábil dispositivo de batalla. El comandante don Manuel Eduardo Arias,  que tenía su cuartel general en San Andrés, vigilaba al mismo tiempo las serranías de Santa Victoria y Yavi. Por la izquierda Güemes reforzó al coronel Campero, situado en la altiplanicie del despoblado, con algunas partidas de Dragones Infernales y gauchos a cargo del capitán Juan Antonio Rojas, nombrando segundo jefe de la división volante del coronel al comandante Quesada, quien se había retirado del ejército de Rondeau y tenía reputación de buen oficial de línea. Al centro y a lo largo de la Quebrada situó la vanguardia escalonada, confiando su mando general y el de todos los puestos avanzados al comandante don José María Pérez de Urdininea, natural del Alto Perú, y jefe valiente y entendido en la guerra.
            Campero tenía a su cargo  el sector de la Puna, bajo las órdenes directas de Güemes. En las primeras escaramuzas producidas en Abra Pampa y Santa Victoria las partidas patriotas obtuvieron algunas ventajas, las que decidieron a que Campero avanzara hasta Miraflores, próximo a la vanguardia enemiga. Los realistas abandonaron precipitadamente el pueblo deYavi, presumiblemente en un ardid de guerra. Enterado Güemes del hecho, ordenó una concentración de vanguardia a las órdenes del marqués para que iniciaran la persecución del enemigo.-
            Fernández Campero, a la cabeza de una división de 600 hombres, reforzado por los Infernales y los Gauchos de Güemes, entra triunfante en Yavi. El capitán Juan Antonio Rojas se sitúa a la entrada de la quebrada de Sococha para vigilar el camino a Tupiza. Las fuerzas patriotas se entregan a una ciega confianza, halagadas además por el saqueo de los equipajes, y abandonan todos los puestos de observación, a pesar de que Rojas había avisado que el enemigo hacía correrías por las alturas de Tojo.
            Gaspar Aramayo también había enviado un parte a Campero informando que los enemigos “trataban de cargar a Yavi”. Por último, Rojas había recibido una orden aparentemente mal redactada, de presentarse personalmente y que él creyó debía marchar con su partida, lo que dejó desguarnecida la entrada de la quebrada.
            El 15 por la mañana salieron algunos soldados de Yavi a recoger leña y cayeron prisioneros. Uno de ellos logró fugarse y alertó al campamento. Inmediatamente el enemigo apareció haciendo fuego. Desde ese momento todo fue confusión. El campo inmediato, donde pastaba lo principal de los caballos de la división, fue tomada por la caballería del jujeño realista Marquiegui, mientras unos cien infantes hacían fuego desde la loma y otros iban a dar el asalto por el lado del río. Una parte de los soldados revolucionarios que estaba a las orillas del pueblo se hizo fuerte en un cerro. Allí resistieron y les causaron “la pérdida de un oficial y algunos soldados, pero pagaron todos con su vida este temerario empeño”, dice García Camba en sus Memorias. Otra parte se reconcentró en la plaza, donde no pudieron organizarse.
            Los realistas tomaron prisioneros a treinta y seis oficiales, y otros 340 combatientes, inclusive al teniente coronel Juan José Quesada, quien había tenido una valiente participación en el combate y resultó herido de varios sablazos. Escaparon más de 100 hombres, entre ellos el comandante Luis Díaz y los capitanes Ruiz de los Llanos y Nicolás Frías.
            Honda preocupación produjo este contraste en el gobernador Güemes y el jefe del ejército patriota instalado en Tucumán don Manuel Belgrano. El primero ordena la remisión inmediata de informes y partes circunstanciados de los hechos. Luego, con visible enojo, escribe a Belgrano: “Por la adjunta copia, se instruirá vuestra excelencia del contraste que han sufrido las armas de la patria en el punto de Yavi: esto en mi concepto no ha tenido otro origen que o un descuido reprensible, o una traición la más inicua…los caminos, y avenidas, que se dirigían a aquel punto, se hallaban descubiertos…Como los enemigos hicieron su retirada por este camino (el de Sococha), y como éste y los demás estaban descubiertos, sin oposición alguna cargaron sobre Yavi…”. Recibidos mayores informes, descartará todo vestigio de una traición.

            Documentos que aparecen en la obra “Güemes Documentado” reflejan detalles de las circunstancias en que sucedieron los hechos.

            En estos documentos aparecen los diversos lugares de la zona: Yavi, La Quiaca, Sansana, Santa Victoria, Orán, Baritú, Talina, Cotagaita, Sococha, Pumahuasi, Rinconada, Puesto del Marqués, Miraflores, Berque, Mojo, Cachi, Pulpera, Chocoite, el Toro, Cangrejillos, Barrios. Y allí se registra la presencia de patriotas poco conocidos por la historia: el talineño Gaspar Aramayo, el mismo que según T. Sánchez de Bustamante reuniera a cien soldados dispersos o desertores de Vilcapugio y los remitiera al general Belgrano; el valeroso capitán don Diego Cala, fusilado en Yavi al día siguiente de la sorpresa; el oficial José Gregorio López, el teniente José Miguel Baldivieso, el correntino Juan José Quesada, los gauchos del regimiento de Infernales Juan Antonio Rojas, Pablo Latorre, Luis Díaz, Gregorio Villada, Nicolás Frías, Bonifacio Ruiz de los Llanos, el paceño José Miguel Lanza con su División de Dragones, José Mariano Iturbe, quien sería luego gobernador federal de Jujuy. Allí se detalla la persecución al coronel Campero, persecución que sólo se inició en las afueras de Yavi, y culminó varios kilómetros al sur, en el río de Barrios. Campero, como se verá en estos documentos, estuvo a un paso de evitar su apresamiento. Allí se detallan sucesos comunes en la guerra, como el hecho de que un grupo de dispersos se convirtiera en una banda de salteadores, después juzgados como tales. Y lo que se vislumbra, sobre todo, es el sencillo, humano heroísmo de los patriotas, aun en esas horas aciagas. Por ello se considera necesaria la transcripción íntegra de dos de ellos, en la que solo se ha resaltado en cursiva las partes más significativas.       

[OFICIO DE GASPAR ARAMAYO A BELGRANO]
“Hacen diez días ha que llegué de la expedición, que salió de este valle hasta la desgraciada jornada de Yavi. Después que tuve la gloria de haber ido con ocho hombres emigrados volun­tarios, de más de cincuenta que se ofrecieron, y me eligieron de comandante para dicha expedición, y se retractaron  por varios vejámenes que sufrieron, y otros motivos que alegaron; en fin yo fui con ocho hombres, conduciendo cerca de cien mulas que trajeron de auxilio de Santa María: fui auxiliado por don Pablo de la Torre, que vino haciendo las veces del señor Güemes, con cinco fusiles, y cinco mulas para dichos emigrados; llegué al punto de Miraflores, que fue el de reunión, al día siguiente que llegué a dicho punto, vino un mozo de Talina prófugo que había escapado de los muchos que apresaron, y examinándole a este, me da cuenta que en Talina están de guarnición doscientos hombres, en el acto propuse al Marqués de que aquélla guarnición debíamos de sorprenderla para lo que  me ofrecí el ir yo adelante a bombearlos, y conducirlos hasta donde estaba el enemigo sin qué fuésemos sentidos. Avino el Marqués a dicha propuesta, pero jamás puso en práctica; en una circunstancia que el general Olañeta había caminado a Tarija con setecientos hombres, y no haber en Yavi sino el primer Regimiento de Partidarios, y estar el segundo en Suipacha, por fin paramos tres semanas en el punto de Miraflores en donde se nos aniquilaron las mulas, y no se adelantó nada; por último marchamos hasta el Puesto, en donde me quitó el comandante don Luis Díaz los cinco fusiles que me auxilió don Pablo de la Torre, y un animal el mejor de los que había dado a uno de los emi­grados que iban conmigo, y trataban de dejarnos a pie: allí tuvimos la noticia de que el enemigo había desamparado Yavi, y con este motivo le propuse al Marqués mandar un bombero a Talina a saber si todavía existían allí los doscientos hombres para que fuésemos en caso de que estén a atacarlos, y me concedió el que mandase a mi mozo de bombero, y quedamos de que al otro día marcharíamos a la Abra de Pumaguasi con toda la gente a aguardar allí a dicho bombero, para que según las noticias que éste trajera, dirigir nuestras marchas, o a Talina si estuviesen los enemigos o a Yavi: este día paró el Marqués en el Puesto, y con este motivo le propuse el caminar con los ocho hombres que tenía a la Abra de Pumaguasi, y de allí quedé en hacerle chasque avisándole las noticias que trajera dicho bombero; me concedió, y caminé el día doce; volvió el bombero con la noticia de que el enemigo se había retirado de Talina,  y le di pronto aviso al Marqués, y yo marché de avanzada a la parte de Talina, con ocho hombres, y un solo fusil; el día trece llegué a Berque, que está cinco leguas mas acá de Talina, de allí en el acto mandé bomberos,a Talina, a Tupiza, a Moxo, y a todas partes, y el día catorce supe de que el enemigo no había pasado por Moxo, y antes la guarnición que estaba en Suípacha había venido a Sococha, en el acto le hago chasque al Marqués. El día catorce salió mi parte a las tres de la tarde, y tuve la dicha que el día quince antes que salga el sol, y estando todavía el Marqués en cama, llegó a mi chasque a Yavi; con este le doy parte a dicho Marqués de que el enemigo no se había retirado, y que antes trataba de avanzar a Yavi, y que no se descuide, y que estuviese muy vigilante, y no sea que lo sorprendan; entregó mi chasque el  parte, lo leyó, y dijo que lo aguardase, y que después de misa, lo despacharía, pero no tomó disposición, ninguna precaución o no dio  crédito a mi parte, o a quién sabe lo que sería; a  poco instante que salieron de misa cargó el enemigo a Yavi, y los sorprendió del modo que ya a vuestra excelencia lo habrán   informado, mi mozo escapó como pudo, y lo he venido a encon­trar aquí; mi oficio quedó sobre la mesa, y en el acto mandaron cien hombres a donde yo estaba; el día dieciséis supe dicha sorpresa a las diez  del día, y escapé, y a poco cayó la partida que iba a sorprenderme. En la avanzada de Berque  intercepté la correspondencia de una mujer, que daba cuenta exacta, al enemigo de la fuerza del Marqués; y averigüé la evidencia de un chasque que habían mandado de este Valle, el cual llegó a Talina. y de allí pasó a Yavi con un oficial, con éste daban cuenta exacta de la fuerza que tenía el Marqués, la fuerza que salió de aquí, la de Salta, y por este motivo retrogradaron los enemigos, y su­cedió dicha sorpresa pues ellos se retiraban hasta Santiago (nota: Santiago de Cotagaita); pero como supiesen el número de nuestra fuerza que era tan corta, cargaron sobre ella, ya le pasé parte al señor Güemes, del sujeto que fue de chasque, quiénes lo mandaron, y de todo un parte individual, y yo iba tomando providencias sobre el particular. También di cuenta a Salta de que el enemigo marchaba de Cotagaita a Tupiza con toda su fuerza,  y que llegó el general nuevo (nota: José de la Serna), y que trataban de bajar a Salta, aunque creo que ya habrán mudado de parecer por la derrota que ha sufrido el enemigo en Ta­rija, y aseguran que para arriba ha sufrido otra derrota por Warnes, siendo cierto todo lo que se dice puede no bajar el enemigo a Salta hasta después de las aguas, pero está en el orden que se tomen las precauciones y medidas  para aguardarlos en Salta. Ayer han llegado a este pueblo seis prisioneros de los de Yavi, éstos han escapado de Tupiza, en donde los incorporaron, y dicen lo siguiente: “Que el cuartel general es Tupiza, que allí tienen, veinticinco cañones de todo calibre; que allí iba a lle­gar la maestranza; que el general había pasado a Yavi a reparar su vanguardia, y avanzadas, y que de allí se volvía para Tupiza; que una división de los enemigos había venido hasta la Rinconada, que de allí se volvieron arreando cuanto ganado ovejuno encontraren; que decían allí que los habían derrotado en Tarija, y para arriba; que los prisioneros que tomaron en Yavi han sido ciento ocho Vallistos, doscientos peruanos (nota: soldados del Regimiento Peruano), y cincuenta entre Dra­gones e Infernales; que de los oficiales solamente a Don Diego Cala, y su teniente al otro día de la sorpresa los fusilaron; que a los ciento ocho Vallistos los han incorporado en sus tropas, de los oficiales del Valle, solamente a Rodríguez y a dos Plazas los han llevado para Santiago juntamente con los demás, que a todos los demás los han suelto, y están de paisanos en Tupiza; que de los soldados del regimiento peruano, a ciento los han mandado a Portugalete, que me supongo los destinarán para el trabajo de las minas e ingenios, que otros ciento los han mandado a Potosí juntamente con los Dragones, e Infernales; que al Marqués lo tienen preso en la cárcel de Tupiza; que les han oído hablar que después de aguas han de bajar a Salta, pero que los soldados europeos apuran de que quieren pasar luego; el enemigo ha tenido refuerzo de gente europea, y el general ha traído sesenta oficiales europeos para acomodarlos en su ejército, dicen que piensan que toda su oficialidad se componga de europeos: lo cierto es, que toda su fuerza está reunida desde Tupiza hasta Yavi, que nada dista a Salta, y las aguas no les embarazan para que se vengan, y lo que conviene es que se tomen las medidas de defensa con tiempo; aquí han de estar llegando todos los días los soldados que se deserten, quedo con el cuidado de avisarle a vuestra excelencia de continuo, aunque estoy pensando el retirar a mi familia a San Carlos, o Santa María para que allí estén más a gusto. No deje vuestra excelencia de ocuparme en cuanto guste pues mi patriotismo es inmutable, los vejámenes y desprecios de los mismos paisanos desunidos no me harán mudar de sistema, antes me harán que me una más y más hasta conseguir el fin de nuestra revolución que tantos años la sostenemos a costa de tantos sacrificios. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Cachi y diciembre 10 de 1816. Gaspar Aramayo, Señor general don Manuel Belgrano.”

[CARTA DE RUIZ DE LOS LLANOS A SU TIO]
 Cachi, Noviembre 26 de 1816. Mi amadísimo tío: después de una larga serie de trabajos originados de su ausencia, ninguna comunicación, ni contesto a varias que le he dirigido, y por último, el terrible, e inesperado del 15 del presente en Yavi; me hallo en este lugar desde ayer, gracias a Dios, al que me dirigí reunido con nuestro Díaz, y el capitán Frías, con quienes me permitió la fortuna escapar; sé que usted y otras personas allegadas desearán el saber cómo he escapado, y lo demás que precedió aquel infausto día, que perdimos constantes sacrificios en ocho meses de servicio a las órdenes de nuestro marqués, comandando seis de estos las avanzadas, y en fin cuanto podía perder, a excepción de mi vida, y libertad, para evitar prolijidades; me explicaré por un diario desde que movió el dicho marqués su campo de Mira Flores a Abrapampa, que fue el día 8 del corriente; en este mismó llegó el referido Marqués a aquel destino con toda su fuerza, constando la mía, ya algunos días situa­da allí de doscientos hombres. El 9 marché con toda ella al Puesto, y en el momento destaqué partidas: l9 en CongrejilIos al mando del teniente don Gregorio Villlada; 2º en Pulpera al mando de Berresfort; 3º en Pumaguasi, al mando del Alféréz de Cala; 4º en Chocoiti al del oficial Quadros; el 10 por la mañana recibí partes de las de Pumaguasi y Pulpera, que el ene­migo estaba en movimiento en el mismo Yavi. y que por una mujer sabían trataban de salir hasta el Puesto;  inmediatamente pasé el parte correspondiente; con este motivo dispondría el coronel su marcha al Puesto; pues el 11 llegó, e inmediatamente ordenó que Lanza con su división de Dragones, e Infernales, y  yo con la mía marchásemos  a Pulpera, se efectuó aquel mismo día, y ordené yo a mis partidas que a cada una se avanzase con dirección a Yavi: el 12 muy temprano recibí parte de Berresford datado en Yavi, quien había entrado junto con Billada a dicho Yavi el día antes, y dos horas primero que éstos, el capitán Rojas quién había venido mandado por el señor Güemes; este Rojas traía su partida de quince hombres con la que pasó hasta Sococha; en este mismo día dispusimos con Lanza seguir de Pul­pera nuestra marcha para Yavi, pues ya teníamos orden para ello, así es, que la emprendimos y habiendo llegado a Barrios, dispuse el mandar dos partidas, la una a Tapia al mando de Burgos, y el capitán Saravia del Toro con la mitad de su compañía; y la otra a la Quiaca con la otra mitad al mando de su teniente Baldivieso. A las horas que éstas marcharon de aquel punto llegó el segundo Jefe Quesada, a quien inmediatamente di cuenta de todo, y lo aprobó dicho jefe; dispuso pasar en esta misma tarde a Yavi, acompañado de mí, y una escolta de Dra­gones; efectivamente pasamos y llegamos a Yavi al anochecer. Este jefe trajo instrucciones del  lº, y a lo que creo no fueron cumplidas. El 13 salieron tres oficiales con partidas, el uno que fue Berresford destacado a Rota a cuidar el camino de Tarija, y Santa Victoria, el otro fue Iturbe, quien con cuatro hombres se fue a Toro con una carta para el europeo Garner con el objeto me dijeron de traer plata y qué sé yo que otras cosas más para nuestro auxilio, y el otro que fue Villada a cuidar la encrucijada de Sampaya; aquel mismo día por la tarde llegó a Yavi un sargento de Rojas, quien traía pliegos para dicho señor Güemes, y dos bastones puño de oro, y se rugió la voz de que sables, petacas, y una cantidad de pesos se había tomado al enemigo por Rojas, o su gente; parece que estas noticias abrieron la codicia, lo cierto es, que sin pérdida de tiempo se le ofició a Rojas llamándolo, y con responsabilidad de Sococha, se vino con toda su partida, y allí mismo fue reconvenido de que a él solo se le había llamado, lo cierto es que el camino de Sococha ya no se le cubrió más, y por allí fue nuestra desgracia. Rojas en su conversación dijo que sabido que  en Toro habían ene­migos haciendo sus correrías, con esto dispuso Quesada que sa­liese Lanza con su división a proteger a su ayudante Iturbe: todo se efectuó esa misma tarde. El 14 por la mañana llegó toda nuestra fuerza con el coronel, inmediatamente le di cuenta a dicho señor de todo, en conversación que tuvimos los dos, y con todo se avino, en todo aquel día no hubo novedad. El 15 a las ocho de la mañana salieron algunos Vallistos a recoger leña, como por el  lado de Yavi Chico, y allí mismo sin separarse ni dos cuadras del  pueblo habían  tomado,  los enemigos que ya cargaban, seis de ellos prisioneros, uno escapó, y vino avisándolo a voces: yo me hallaba en casa del coronel con Quesada, don Luis Díaz, José Gregorio López, y otros varios; y como oyésemos aque­lla inesperada voz nos aterramos; pero yo, Díaz y López no en tanto grado que no atinásemos a tomar algunas providencias, así es que corrimos a nuestras casas, yo vivía en la de Campero por donde mismo venían los Cuycos, allí también Quesada, corrí, y tomé mi sable y traté de ensillar mi caballo, sólo conseguí en­frenarlo pues cuando quise ponerle jergas, y lomillo ya me hi­cieron dos tiros. Quesada pudo hacer lo mismo, y este con la sa­tisfacción que debía tener, en su caballo que no monté por consideración a él, en fin monté en pelo, y caí a la plaza; ya el enemigo se apoderó de las alturas de Tapiales, jamás pudimos conseguir formarlos,  y sí el que con algún desorden hicieran fuego.  En este estado aparéceme el Marqués me costernó su suerte, y sin advertir en la mía al oír sus exclamaciones, Ruiz qué haré, favorézcame, me desmonté, y con gran trabajo alzándolo lo cabalgué en el mío, advirtiéndole que trate de caminar hasta el alto derecho, y allí vea de formar la tropa que ya en gran número había tomado esa dirección; estando en esto, yo a pie, y con tan poca fuerza, y algo aturdido se oye una voz, nos cortan por la zanja, que es aquella que está a la izquierda, por donde se veía una columna como de seiscientos hombres sin caja y a paso redoblado, allí fueron mis apuros, y sin atender a más defensa que la de huir, lo hice con tal agitación que antes de tres cuadras ya no pude, alcancé al Marqués, y brinqué en sus ancas, diciéndole que hasta donde estaba mi tropa, no había mucha distancia me llevase, pero el hombre apenas hizo con mi peso un movimiento extraño el caballo se quiso caer, y tuve a bien apear­me, y enderezarlo, corra usted le dije, y pasó. Encuéntreme con Durán de Castro, el mozo, y como le viese en buena mula le rogué me alzase, después de algunos instantes me admitió brinqué a sus ancas, y ladeóse con recado, y todo en tal estado que cayó allí; me apeé, y lo dejé componiendo su recado, pasé ade­lante, y mi felicidad me depara la mejor de mis mulas, ensillada en poder de Alejo, aquel mozo de José Gregorio López, se la pedí,  me objetó la necesidad en que se hallaba su patrón, le contesté que ya había montado en ancas de Gaspar, y el infeliz no tuvo embarazo en dármela con todo el apero de su patrón, cuando yo me vi en ella, como la conociese ser tan buena  ya me conté libre pasé adelante, alcancé mi tropa, e hice montar al ayudante [intercalado: de Lanza] Quiroga, y con esta compañía hicimos alcance otra vez al Marqués, que en el momento que me vio exclamó segunda vez diciéndome que ya no podía sufrir en empelo en un caballo tan flaco, no tuve embarazo en cam­biarle con la mula advirtiéndole lo buena que era, lo hice mon­tar en ella, pues si eso podía, y tratamos solo de huir, ya las circunstancias no admitían otro partido, allí estábamos reunidos con el Tatito, Castro, Frías, y yo, cuando nos alcanza Díaz, y dicen apuren que nos traen muy cerca. El Tatito y Castro se separaron, y fue el medio mas seguro para que el enemigo ya sabía quiénes éramos los que huyamos por los prisioneros de atrás, revolví, y vi que venían siete hombres en persecución de cuatro que éramos, y tan inmediatos que a salvo nos venían tiro­teando dos de ellos que se adelantaban venían en los caballos de Quesada, los mismos que quedaron en mi casa, allí se cayó el Marqués no por otra cosa que por haberse criado en mejores pañales que nosotros, ayudamos a alzarlo y seguimos sufriendo un vivo tiroteo, visto lo cual desviándonos del camino hacia mano derecha, subimos con gran trabajo un cerro, mas los siete no dejaron de perseguirnos, bajamos este y pasamos al río de Barrios, y aseguro a usted que aunque ya habían quedado cinco de nuestros perseguidores arriba de cerro, dos nos traían tan  inmediatos que no distaban tres cuartos de cuadra, cada uno de estos con dos fusiles, con los que nos hacían un fuego diestro; aquí fueron los apuros del Marqués, y peor cuando encontramos una zanja como de vara y media de latitud, y onda, fui el pri­mero que salvé, y después Plaza, y Frías, quedando dicho Marqués, sin animarse a hacerlo, nos paramos, le hicimos instancia a que pasara, él se animó pero sin un esfuerzo cual lo requería el caso que no podía ser más apurado; pues con nuestra deten­ción se aproximaron los dos referidos a menos de media cuadra, y se unían ya las otros cinco, en este estado metió, la mencio­nada mula del coronel las dos manos en la zanja, y cómo esta bestia no encontró jinete que la apurase la sacó de golpe por un lado con cuyo movimiento cayó en tierra el Marqués de espaldas, inmediatamente cargaron sobre él, los enemigos intimán­dole rendición, se paró él, y contestó que estaba rendido, y los que venían atrás le hicieron un tiro, pero no le acertaron, y fueron reprendidos por el que lo rindió, el mismo que dirigió sus expresiones a nosotros, que nos rindiésemos, que seríamos perdonados a lo que sin contestarles advirtiéndole a Díaz, y Frías, me siguieron, huimos con dirección a Chiyavi, al huir nos hicieron tres tiros, y advertí nos seguían, corrimos como seis cuadras, y alcanzamos a Canero que venía  montado, le adverti­mos que apurase, y no sé cual fue el motivo, pues a poco rato advertí que llegaron a alcanzarlo los enemigos, y lo volvieron prisionero con lo que cesó nuestra persecución; ya podrá usted formar una idea de mi narración que satisfaga el deseo de saber lo sucedido, pues aún no han concluido hasta entonces los peli­gros que amenazaban, es el caso que el mismo día de nuestra desgracia marchaba para Yavi un oficial Marcó con una partida de veinte y tantos Infernales, quienes encontrando a algunos derrotados, formaron un cabo y seis de ellos el proyecto de desertarse, como lo verificaron, no puede usted figurarse el tamaño de los delitos que han cometido, sólo me ciño a decirle que des­pués que han robado, saqueado, y arrasado por donde han venido, que han sido los lugares de Cochinoca, Tambillo, en donde qui­tándole a un indio una carguita lo maniataron, y lo dejaron dis­tante del camino, lo dejaron así, Casabindo, en donde fusilaron al oficial Telles, y un soldado habiendo salvado milagrosarnente Gregorio Villada, y otro soldado, que todos cuatro iban a ser víctimas, en Abra de Barrancas en donde dieron una puñalada, y dejaron moribundo a un hombre en Corralitos donde se batieron, haciéndonos y recibiendo fuego de nosotros etcétera. A éstos nos hallamos juzgando por una comisión militar, y creo no escaparán tres o cuatro, salvando la vida los demás por con­sideraciones. Mi tío, yo sólo he salvado mi freno perdiendo todo, todo lo demás, así es, que necesito un todo espero que me mande lo poco que me queda por lo pronto, y para después del modo más posible lo preciso, en la inteligencia que yo sé que usted no lo podrá proporcionar, porque me hago el cargo de su estado; pero la Providencia no me ha negado del todo sus recursos. Nada sé de mi Barrios que es lo que más falta me hace, ojalá aparezca  por ahí, que no hay mucha dificultad, pues aquí ya nos hemos juntado con más de cincuenta fusiles, cuando creíamos todos perdidos, y por consiguiente con el duplo, o más gente; yo no pienso bajar a ésa, pues sabe usted mi amistad con Díaz, y que aquí necesito menos, fuera de que es mucha mi inclinación a esta división, y puedo serle útil con mis conocimientos y pocas luces, José Gregorio López llegó ayer, éste ha padecido muchos más trabajos que yo, y como ya se han acabado, y estamos juntos todos, parece que nos hallamos satisfechos, con esta recompensa, ya he dicho lo principal; si algo me resta, lo diré después en mis continuas correspondencias, y entregando las adjuntas, mande en la voluntad más firme de su sobrino que sus manos besa. Bonifacio Ruiz.”


Desde Jujuy Güemes remite el siguiente oficio al comandante de gauchos don Eustaquio Medina: “Aunque el desgraciado suceso de Yavi no ha sido de la entidad que yo creí al principio, sin embargo parece que es un forzoso consiguiente que el enemigo cargue sobre esta provincia (nota: la provincia de Salta se encontraba formada entonces por las actuales Jujuy y Salta) ; bajo cuyo principio es llegado el caso de que sin más demora salgan todas las familias al punto indicado en mi anterior orden, y todos los enemigos de la causa, sospechosos, o indiferentes a la de Salta con las seguridades que estime convenientes; cuidando al mismo tiempo de que en las carretas que salgan de allí, se lleven todos los útiles, o herramientas de sembrar que se pueda; y sin perjuicio de esto, se retiren al mismo punto todas las haciendas, y ganados, que pudieran servir al enemigo: sobre cuyos particulares, se espera el más pronto, y exacto cumplimiento, sin dar lugar a nuevas órdenes.
Dios guarde a vuestra señoría muchos años, Jujuy, noviem­bre 22 de 1816.
Güemes”


            Así comenzaba una nueva invasión realista, la llamada Invasión Grande, que llegaría hasta Salta y se retiraría en completa derrota en mayo de 1817, acosada por todos lados, en lo que el militar realista García Camba llamó en sus memorias “una célebre retirada”. La persecución de Güemes y sus gauchos cesó en la Puna debido a la total carencia de caballos. Solo gracias a ello el ejército invasor pudo llegar a Tupiza, hambriento y de a pie.






Bibliografía

-Güemes, Luis, Güemes Documentado, Ed. Plus Ultra, 1980, Tomo 4, págs. 97 a 110.
-Cornejo, Atilio, Historia de Güemes, Ed. Codex, 1983, págs. 217 a 222
-Rosa, José María, Historia Argentina, Ed. Oriente, 1982, Tomo 3, págs. 214 a 217.
-Sánchez de Bustamante, Teófilo, Biografías Históricas de Jujuy, Ed. Univ. Nac. de Tucumán, 1995, págs. 186/187.




*El autor es abogado, funcionario de AFIP-Dirección General de Aduanas. Publicó en el año 2008 el libro Yavi – Apuntes Históricos.