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sábado, 26 de septiembre de 2020

Triunfo del Frejuli, Ezeiza, asesinato de Rucci, muerte de Perón. Reportaje a Fernando "el Pato" Galmarini, por Javier Garin.

 



 por Fernando "el Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin



                 -En marzo de 1973 la fórmula del Frejuli triunfaba en las presidenciales. Aunque por muy poco no se alcanzó el 50 por ciento de los votos, el radicalismo, que salió segundo, renunció al ballotage y así quedó consagrado Cámpora. Si bien la lucha popular había sido por la vuelta de Perón, el peronismo levantaba la consigna: Cámpora al gobierno, Perón al poder. ¿Cómo lo recordás?

                   -El 25 de mayo, día del cambio de gobierno, se acabó la clandestinidad para mí: dejé de ser Lucas y volví a ser Fernando Galmarini –dice el Pato. Y aclara-: Se acabó más o menos, porque se vivía un clima de mucha violencia y tensiones, y, aunque ya no estaba clandestino, teníamos que cuidarnos mucho.

               "Los primeros pasos del nuevo gobierno estuvieron impregnados de euforia, algarabía y un desorden que a muchos les parecía consustancial con un tiempo de cambio: se liberaba a los presos políticos, los edificios públicos eran ocupados por trabajadores y militantes, las marchas y movilizaciones permanentes provocaban caos en el tránsito. 

             -Pero el desorden no sólo inquietaba a sectores conservadores: también a Perón, que seguía los acontecimientos desde Puerta de Hierro con un disgusto creciente. Cámpora tuvo que viajar a Madrid a dar explicaciones sobre el rumbo que iban tomando los acontecimientos. ¿Esto era expresion del "quilombo interno" que vos mencionabas anteriormente y que ya se daba al interior de las organizaciones?

                 -En las filas de “la Tendencia”, en las que yo aún militaba –recuerda el Pato-, el comentario que bajaba desde la conducción era que el Viejo estaba “mal  informado”, que estaba “operado por la derecha del movimiento” (los sindicatos y los sectores ortodoxos) y después llegaron a decir que estaba “cercado”, y por eso adoptaba, según ellos, posiciones conservadoras. Que no eran tales, sino que eso era lo que la Tendencia quería ver.

            - Vos, ¿estuviste en Ezeiza, cuando regresó Perón el 20 de junio de 1973 y se produjeron esos enfrentamientos armados que impidieron que Perón se juntara con su pueblo?

            -Sí, sí, sí…. Te macanearía si te puedo aportar algo más de lo que todo el mundo sabe, de la puja entre el palco y las columnas de Montoneros, y el tiroteo que se armó. Allí se fue profundizando cada vez más la brecha, y ya había muertos que no los había ocasionado la dictadura –supuestamente- sino un enfrentamiento entre sectores que se decían parte del mismo movimiento, en el cual se habían infiltrado los mismos que habían sido desalojados del poder, esperando generar caos para hacer naufragar al gobierno popular y regresar. Leonardo Favio, que estuvo en el palco como todos sabemos, me contó más de una vez que estaba lleno de gente armada que él no reconocía ni sabía a quién respondían. Ahí metía la cuchara Osinde y otros personajes que sí eran de la derecha peronista, pero yo creo que además hubo mucho infiltrado que directamente venía de las fuerzas armadas derrotadas. Los servicios no se fueron nunca. Esto hay que tenerlo presente. Se fue la dictadura, pero los servicios seguían metidos en todos lados y después todo esto lo personificamos en la figura de López Rega, pero era algo mucho mayor a su persona, aunque haya sido una figura central de ese proceso. Por otro lado, también desde las organizaciones armadas se contribuyó a ese clima de violencia que conspiraba contra el éxito del Gobierno. Centenares de miles de peronistas se movilizaron para esperar a Perón. Fue una de las movilizaciones más gigantescas que se recuerden. En los alrededores del aeropuerto, alrededor del palco desde el que estaba previsto que el General saludara a su pueblo, se produjo una batalla campal. Yo marché con compañeros de la Tendencia y no había llegado al punto más caliente cuando se desataron los hechos. Después vi imágenes terribles: un muchacho que era izado por los pelos al palco, tiradores que apuntaban desde allí mismo a las columnas de la Juventud Peronista, otros que se parapetaban como podían, balas que nos silbaban cerca de nuestras cabezas.  En nuestras filas también había gente armada, y supongo que los que estaban en el lugar de la refriega, si tenían fierros, los habrán usado. En las organizaciones era vox populi que ese día seguramente habría enfrentamientos con la derecha del movimiento, de modo que estábamos preparados para el zafarrancho, aunque no imaginábamos la dimensión que iba a cobrar. Perón tuvo que aterrizar en Morón: se temía un atentado contra su vida. Poco tiempo más tarde, Cámpora presentó su renuncia y convocó a nuevas elecciones, en las que, al fin, concluiría la proscripción de Perón. La inmensa mayoría del pueblo pensaba que sólo él podía devolver orden al país y al movimiento.

                  “Toda esta división se termina de cristalizar cuando al año siguiente Perón llama a la Plaza por el primero de mayo y les dice a las columnas montoneras, que lo cuestionaban e insultaban a Isabel: “Estúpidos, imberbes”… Ese día fue el final de todo. En el medio, Rucci... A Rucci, Perón lo debe haber querido personalmente mucho, y políticamente le era muy necesario por su papel en el movimiento obrero y en la unificación de la CGT, así como en el Pacto Social que proponía Perón como un eje de gobierno.

               -Cabe recordar que Rucci tuvo un papel protagónico en la unificación de la CGT hasta poco antes dividida, y permitió armar una sola confederación, como quería Perón, que fue poderosa. Y él, al frente, le sostuvo el Pacto Social, junto con Gelbard, el Ministro de Economía, hombre proveniente de la Confederación General Económica, del empresariado nacional, y ese Pacto Social era la pata principal del plan económico de Perón, lo que le permitió recuperar el camino del crecimiento, frenar la inflación y tener pleno empleo.

                  -Así es. Sin duda fue un golpe muy grande para él, en lo personal y en lo político, el asesinato de Rucci –continúa el Pato-. Y en esa Plaza del primero de mayo de 1974 lo vuelve a reprochar de  en forma indirecta, al decir que los sindicatos “han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento..."

              -La oportunidad de ese crimen subraya el carácter de provocación que tuvo. Recordemos que ocurrió dos días después de haber ganado la elección de septiembre de 1973 con el 62 por ciento de los votos, con casi el mismo porcentaje que había sacado en la histórica elección del año 54. 

               -Fue una tocada de culo increíble a Perón –reconoce el Pato-. Fue ahogar en sangre el triunfo y la oportunidad de pacificación que se abría. Tengamos presente que Rucci no fue el único gremialista asesinado: hubo numerosos casos, desde Augusto Vandor, José Alonso, Rogelio Coria, Dirk Klosterman, Atilio López, hombres de distintas características pero todos provenientes del movimiento obrero y de mucho protagonismo en él. Pero lo de Rucci fue especial por la significación que tuvo. Rucci era un tipazo: no sólo masacran al dirigente de la CGT, sino a un peronista leal, un cuadro político y un hombre de la máxima confianza de Perón.

              -¿Lo conociste?

           -Sí. Aunque no lo había tratado mucho, yo conocía a Rucci, había conversado con él alguna que otra vez. El que me lo presentó fue el cura Mugica, que lo trataba con frecuencia, igual que a Lorenzo Miguel, a quien visitamos en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica. Rucci me había impresionado como una persona franca, un luchador sindical, un hombre surgido de la resistencia. Cuando me enteré que lo masacraron, mi primera reacción fue culpar a los servicios extranjeros, a “la derecha”, etc. Pero después comprendimos que las balas habían salido de otro lado. Recordamos la consigna que se cantaba en las manifestaciones de la Tendencia: “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”. La muerte de José Rucci fue un tiro al corazón de Perón.

              - Era la teoría de: “para negociar con Perón, tirémosle un cadáver en la mesa.” ¿Vos en ese momento seguías en Montoneros?

             -Estaba ya ayudando a formar la JP Lealtad. Nada de esto tuvo un día, fueron todos procesos. Un largo proceso de charlas, de puteadas, de discusiones.

               “Recuerdo que hubo una fuerte puja por el nombre que acompañaría a Perón en la fórmula para las presidenciales después de la renuncia de Cámpora. En la Tendencia se temía que esa puja la ganara “la derecha”: así se nombraba tanto a la conducción sindical como a una parte de la rama política y a un sector que rodeaba a Perón, cuya figura emblemática era José López Rega, su secretario personal y ministro de Bienestar Social, a quien muchos sindicaban con fundamentos como un tipo ligado a la CIA, como un agente de la CIA. Existe el comentario de que incluso Perón lo habría utilizado a “Lopecito”, como lo llamaba, para hacerles saber a los yanquis lo que él quería que supieran. Pero aclaremos que, más allá del justificado odio hacia López Rega, había una idea muy sectaria de que todo lo que no era “montonero” era “derecha”, incluido Perón. Lo mismo sucedía con la derecha, que no eran precisamente “nenes de pecho”, y en cuyas filas también había metida gente de los servicios y de las Fuerzas Armadas: todo lo que no les reportaba, para ellos eran “zurdos” y había que eliminarlos. Para muchos de estos sectores había que alimentar un quilombo permanente, porque en definitiva trabajaban para un nuevo golpe de Estado. La Tendencia quiso evitar que el vice fuera un peronista, porque sabía que en ese caso Perón elegiría uno del otro sector. Por eso, argumentando la necesidad de la unidad nacional, se presionó a favor de la fórmula Perón-Balbín, y también en algún momento se insistió con colarlo a Cámpora, a pesar de que Perón le había pedido la renuncia. El intento fracasó.

         -¿Pensás que con Balbín como vice en vez de Isabel hubiera cambiado algo?

         -Mirá. Todos comprendían que Perón estaba viejo y enfermo. Si –como de hecho ocurrió- el General moría durante su mandato, ¿qué suerte correría un sustituto radical, obligado a hacerse cargo del Poder Ejecutivo en un gobierno peronista cruzado por un millón de quilombos internos? Por eso, no acuerdo con quienes creen que ponerlo a Balbín hubiera solucionado algo en medio de semejante inestabilidad. Ni Balbín, ni Isabel, ni nadie quizás, podrían haber conducido eficazmente todo este despelote después de la muerte de Perón, no se trataba de un nombre o de otro. Si a Perón, que era el gran conductor del país, le había costado la vida intentar encauzar la situación política, es ilusorio pretender que Balbín lo hubiera conseguido. También es injusto demonizar a Isabel como se ha hecho. Isabel no era sólo la esposa de Perón, sino también su compañera de lucha política, que se había formado a su lado durante el prolongado exilio, y a la cual Perón había otorgado misiones de responsabilidad cada vez mayor. Ya volveremos sobre esto. Como sea, al fin se eligió a Isabel como compañera de fórmula, y para la Tendencia fue una derrota. Aunque en principio se evitó expresar públicamente la decepción, en las reuniones hacia adentro se sinceraba. Estábamos peleando contra una decisión avalada por Perón.

              Era una fuerte tensión interna. Sentíamos que habíamos hecho mucho para que Perón volviera al país, de modo que yo, en virtud de los lazos de solidaridad con tantos compañeros, me sentía tironeado en un sentido. Pero la verdad es que todos sabíamos que cuando Perón llegara a la Presidencia, el que llegaría no era un personaje más, sino el jefe del Movimiento Nacional Justicialista. Y teníamos que seguir sus instrucciones, su conducción. Nunca hubo un doble comando. Para el pueblo argentino había sólo una conducción. Cuando él empezó a hablar con el pueblo argentino dijo que volvía a reconstruir la Argentina en paz. “Bueno, muchachos –nos dijo-, ya pasó una etapa”. Se refería a la etapa de la Resistencia. “Ahora viene la etapa de la reconstrucción”. Y era una reconstrucción que evidentemente no se podía hacer ni a los palazos, ni a los gomazos, ni menos a los tiros. Perón dijo en ese momento que lo más destruido que tenía la sociedad argentina no eran ni sus fábricas ni sus calles, sino el hombre. Y teníamos que reconstruir al hombre argentino. La palabra del conductor pesa. Pesó sobre mí: aunque durante un tiempo me esforcé por mantener mi militancia en la “Tendencia” y la lealtad a Perón, paulatinamente esa situación se fue definiendo. Y como yo muchos. Y así fue naciendo la JP Lealtad.

              - ¿Quiénes eran la Lealtad?

               - No hubo un grupo de Lealtad. Hubo Lealtades por todos lados.

               - Pero algunos que motorizaban… Por ejemplo, el padre Galli, el cura que vos mencionaste.

             - Sí, Jorge Galli. Motorizaba mucho. Quique Padilla, un tipo que fue muy amigo mío, que se fue al exilio, después volvió y lo mataron en la puerta de su casa choreándole. Otro de nuestro grupo era el diputado Nicolás Gimenez. Otro, Dante Oberlín. Otra, Marcela Durrieu. Otro, Alejandro, Peyrou.  Otro, Ramón Canalis. Y muchos otros, no terminaría nunca de nombrarlos. Pero este era sólo un grupo, uno de los tantos que se referenciaban como JP Lealtad. A simple título de ejemplo, te puedo mencionar el grupo donde estaba Jorge Obeid, que fue de la Regional Santa Fe de la JP y con los años llegó a gobernador de su provincia. Pero hubo tantos grupos…  Se fueron armando en distintos puntos del país, hasta por necesidades del propio proceso, distintas JP Lealtad para irse de Montoneros o de otras agrupaciones cuando se enfrentaron a Perón y entroncar con el peronismo leal a Perón.

            -He oído el testimonio de que el Viejo, lejos de pretender eliminar a Montoneros mediante la represión parapolicial, como algunos le adjudican, quería vaciarlos políticamente, desautorizarlos y quitarles la gente por lo bajo, hasta que la conducción montonera quedara sin sustento. ¿Esto puede entroncar con el proceso de alejamiento que vos describís?

                -Es posible que algo de eso hubiera. Alguna bajada de línea. Porque vos fijate. El sindicalismo estaba furioso con Montoneros, no sólo era una disputa de poder, sino también la calentura por el asesinato de dirigentes obreros, por lo de Rucci. Las broncas inter-movimiento eran cada vez peores. La bronca del sindicalismo contra Montoneros dura hasta hoy. El sindicalismo había sido atacado y también respondía. Con un tiro más o un tiro menos, no lo sé. Pero para Montoneros el sindicalismo era la “burocracia sindical” mientras que para Perón era la estructura central del peronismo, su creación más importante. Por eso es que hoy día, todavía, la dirigencia del movimiento obrero "no perdona" la agresión montonera. Hubo, como se dice ahora, una “fractura", una “grieta” de la que es difícil "hablar", porque a mí me ha pasado con íntimos, muy amigos, del movimiento obrero, que no entienden razones, ...y desde sus puntos de vista, tienen motivos para este rechazo visceral. Otros  son más abiertos. Yo con Lorenzo Miguel, por ejemplo, tuve una relación especial, Lorenzo me salvó en cierta forma. Yo no sé cuánto entendía de quienes veníamos de la juventud; pero era capaz al menos de conversar. Y sin embargo, a pesar de todo ese rencor, a los que veníamos de la lucha armada a través de la JP Lealtad nos abrieron los brazos desde el movimiento obrero cuando decidimos alejarnos de Montoneros. Alguien les habrá dicho: “a los muchachos que se van de Montoneros hay que darles manija, hay que tratarlos bien”. Perón les debe haber dicho: “muchachos, no sean hijos de puta. Todo lo que llegue acá, abran los brazos y tráiganlo”. Los textiles, Lorenzo Miguel…

               -¿Creés, entonces que hubo algún pedido o bajada de línea para recibir a los cuadros que se fueran de Montoneros?

                - No tengo ninguna duda. A nuestro grupo de la Lealtad el sindicalismo nos recibió con los brazos abiertos –dice el Pato-. Adelino Romero, Secretarío General de los textiles y de la CGT, Manolo Pedreira, otro hombre importante de los textiles, y tantos otros de sectores sindicales y algunos de sectores políticos, nos dieron cabida. Textiles en ese momento era un pedazo interesante del sindicalismo. Y nos recibieron, como reyes. Y, en realidad, alguien les habrá dicho “que se queden estos, así no rompen más las pelotas”. Hoy miro esto a la distancia. Fuimos a varias reuniones en Solís e Independencia, donde todavía tienen lo que era entonces la sede central de la Asociación Obrera Textil.

                  -Volviendo a la Plaza del primero de mayo de 1974, la del apelativo de “imberbes”…

                 - Sí –dice el Pato-. Esa tarde, cuando las columnas montoneras se fueron de la Plaza, nos quedamos todos los que habíamos tomado la decisión de formar la JP “Lealtad”. Éramos leales a Perón. La siguiente plaza fue la del 12 de junio de 1974, la que se colmó con la movilización popular ante la posible renuncia de Perón por el boicot que venía sufriendo el plan económico. Ahí la gente fue a respaldar al Presidente, y ese fue el último gran discurso de Perón, un Perón de nuevo combativo, que enfrentaba a quienes querían frenar el proceso histórico, y reafirmaba que había trascendido la mera conducción del peronismo y que él hablaba para todos los argentinos, como dejó en claro en aquella frase: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”. Y después, su muerte diecinueve días después. Y ahí fue el comienzo del fin…

                   -¿Cómo  viviste la muerte de Perón?

                   -Todo el mundo sabía que a partir de ese momento iba a haber un vacío de conducción difícil de llenar, que Perón no tenía reemplazo en esos momentos, y que se abría un período de mucha incertidumbre. Se sabía que su salud había desmejorado mucho por el viaje que hizo a Paraguay, que le había dejado una angina jodida. El era un tipo disciplinado, cumplía sus dietas, descansaba, dormía la siesta, tenía rutinas entrañables, como ver la serie del Zorro por la televisión y las películas de “cowboys”. Pero ese viaje lo sacó de sus rutinas y lo desestabilizó. De cualquier modo, mentiría si dijera que por mi cabeza pasaba la posibilidad de que se muriera. Para mí –y para centenares de miles de peronistas- era inmortal. Se especulaba mucho, obviamente, en los análisis políticos, sobre lo que pasaría después de la muerte de Perón. Pero no terminábamos de creer que eso realmente sucedería.

         -Cuando murió Perón –dice Javier- yo tenía diez años, y recuerdo nítidamente, como si la viera,  a una vecina, Beba, madre de mi amigo, mirando la televisión y llorando a lágrima viva, inconsolablemente. Y eso me impresionó. Recuerdo muy bien las imágenes de la televisión en blanco y negro, luctuosas, de los autos oficiales desfilando … ¿Vos cómo supiste su muerte?

           - Ese día me bajé del tren en Retiro –responde el Pato- y tan pronto pisé el andén noté una atmósfera distinta, un silencio, una pesadumbre… ¡fue algo notable! Cuando llegué al quiosco de diarios, me enteré: “Murió”, me dijo la señora que atendía con lágrimas en los ojos. No hacía falta que dijera el nombre del muerto. Sentí hondamente la pena de esa mujer, la tristeza de los que pasaban, mi propia angustia y sentí también que todos nos acompañábamos en ese instante, que ante la muerte del General todos éramos compañeros. Y sentí el vacío que se abría para todos. Para la Patria...  

domingo, 5 de julio de 2020

LA MUERTE DE PERON - SEMBLANZAS DE CÁMPORA E ISABEL - Por Fernando "Pato" Galmarini entrevistado por Javier Garin



Fragmento del reportaje y testimonio histórico "DE BOCA Y PERONISTA”
(Conversaciones sobre peronismo y deporte
con Fernando “Pato” Galmarini. Corrección y notas de Javier Garin.)



             -Por estos días recordamos la muerte de Perón. ¿Qué te viene a la memoria de aquella época?
             - Los momentos finales del último gobierno de Perón quedaron en el recuerdo de muchísimos argentinos por sus dos últimos actos públicos. 
             - ¿La Plaza del primero de mayo de 1974, la del apelativo de “imberbes”?
             - Sí –dice el Pato-. Esa tarde, cuando las columnas montoneras se fueron de la Plaza, nos quedamos todos los que habíamos tomado la decisión de formar la JP “Lealtad”. Éramos leales a Perón y por lo tanto nos quedamos en la plaza. 
-La siguiente plaza fue la del 12 de junio de 1974, la que se colmó con la movilización popular ante la posible renuncia de Perón por el boicot que venía sufriendo el plan económico. ¿Te acordás? 
               -Sí. Ahí la gente fue a respaldar al Presidente, y ese fue el último gran discurso de Perón, un Perón de nuevo combativo, que enfrentaba a quienes querían frenar el proceso histórico, y reafirmaba que había trascendido la mera conducción del peronismo y que él hablaba para todos los argentinos, como dejó en claro en aquella frase: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”. Y después, su muerte diecinueve días después. Y ahí fue el comienzo del fin…
-¿Cómo  viviste la muerte de Perón?
        -Todo el mundo sabía que a partir de ese momento iba a haber un vacío de conducción difícil de llenar, que Perón no tenía reemplazo en esos momentos, y que se abría un período de mucha incertidumbre. Se sabía que su salud había desmejorado mucho por el viaje que hizo a Paraguay, que le había dejado una angina jodida. El era un tipo disciplinado, cumplía sus dietas, descansaba, dormía la siesta, tenía rutinas entrañables, como ver la serie del Zorro por la televisión y las películas de “cowboys”. Pero ese viaje lo sacó de sus rutinas y lo desestabilizó. De cualquier modo, mentiría si dijera que por mi cabeza pasaba la posibilidad de que se muriera. Para mí –y para centenares de miles de peronistas- era inmortal. Se especulaba mucho, obviamente, en los análisis políticos, sobre lo que pasaría después de la muerte de Perón. Pero no terminábamos de creer que eso realmente sucedería.
         -Cuando murió Perón -recuerda Javier-, yo tenía diez años, y una vecina, Beba, madre de mi amigo de la infancia, mirando la televisión, lloraba a lágrima viva. Me impresionó que llorara tanto por alguien que no era de su familia. Tambien recuerdo las imágenes de televisión en blanco y negro de los autos oficiales desfilando con el cuerpo… ¿Vos cómo supiste su muerte?
           - Ese día me bajé del tren en Retiro –responde el Pato- y tan pronto pisé el andén noté una atmósfera distinta, un silencio, una pesadumbre… ¡fue algo notable! Cuando llegué al quiosco de diarios, me enteré: “Murió”, me dijo la señora que atendía con lágrimas en los ojos. No hacía falta que dijera el nombre del muerto. Sentí hondamente la pena de esa mujer, la tristeza de los que pasaban, mi propia angustia y sentí también que todos nos acompañábamos en ese instante, que ante la muerte del General todos éramos compañeros. Y sentí el vacío que se abría para todos. Para la Patria...  
           -Ese último gobierno de Perón fue importante  en logros pero duró unos pocos meses, y estuvo enmarcado por la experiencia previa de los 49 días de presidencia de Cámpora y el gobierno de Isabel hasta su derrocamiento por la dictadura militar. Vos dijiste en otra parte del reportaje que había habido mucha dureza dentro del peronismo a la hora de juzgar al Cámpora e Isabel. ¿A qué te referís?
               -A mí me parece –responde el Pato- que los peronistas hemos sido, por momentos, muy duros, aún entre nosotros y con nuestra propia historia. Porque, así como decimos que Cámpora no fue un estadista, ni se pareció a Perón, debemos reconocer que fue un compañero absolutamente leal a Perón; por eso fue Presidente de la Cámara de Diputados allá por el ’48 al ´52, delegado de Perón y en 1973 Presidente de la Nación. Yo estuve en su casa en una oportunidad.
                   -¿Cómo fue eso?
               -Lo visité con Guillermo Ball Lima, que era un compañero nuestro de Pergamino, antes de que se fuera al exilio. Después de haber dejado la presidencia, y antes del 24 de Marzo, él siguió viviendo modestamente en su casa de San Andrés de Giles, y Ball Lima me invitó a ir y lo conocí. Tampoco recuerdo bien qué habremos hablado, pero sí que me dejó la impresión muy fuerte de que era un compañerazo.
               -¿En qué época fue?
             - Y, eso debe haber sido en el ’74 o ’75. Antes del golpe del ’76, porque cuando sobrevino la dictadura él se vio obligado a asilarse en la embajada de México durante unos tres años, hasta que le permitieron salir del país, pues estaba gravemente enfermo de cáncer, y viajó a Méjico donde murió.
            “Bueno, los cuentos que se hacían de Cámpora, iban desde que era un cobarde hasta que se había dejado manejar por la Tendencia en contra de Perón… Llegaban a decir, para criticarlo, que cuando él tiene que escapar de la cárcel en 1957, en Usuhaia, junto a Jorge Antonio, Patricio Kelly, el bebe Cooke, Gomis y Espejo, para sacarlo hubo que empujarlo porque no quería. El mismo Cooke le decía a Perón que no había que contar con él porque no era combativo. Después pasó de ser un "cagón" en la cárcel a un "revolucionario corajudo". Yo no sé si fue una cosa, o la otra, o ninguna de las dos. Seguramente lo que ha pasado con estos ataques o exaltaciones a Cámpora,  es que cada uno en una etapa mide las cosas de distinta manera… Pero de lo que estoy seguro es de que fue un compañero leal de Perón. No tengo ninguna duda.
                  -Fuiste a la casa y ¿cómo lo viste?
                 - Me atendió bárbaro. Era un tipo bonachón, muy peronista, muy dado. Yo lo había visto muchas veces en actos, pero nunca había estado con él. Me pareció un compañerazo. Habló mucho de Perón…
                - ¿Qué hablaba de Perón?
         - Él hablaba de la majestuosidad de Perón… En esto coincidía con muchos testimonios de otros peronistas que también lo habían tratado al General. Yo no conozco ningún peronista de la época del primer Perón, que haya hablado mal de él. Después alguno te pudo haber dicho “le gustaban las mujeres”, o algun chisme personal. Pero nadie hablaba mal en cosas importantes. Al contrario, todos me han hablado de un enorme respeto por su capacidad intelectual y su valentía individual. Entre ellos, está quien fue su jefe de seguridad en la época de la resistencia, Andrés López. Decía que, en muchos casos, había que decirle tres veces “Che, tené cuidado porque la bomba está por venir”, “el quilombo está por llegar”, y el Viejo era duro de aceptar estas cosas. Como que creía que nada le iba a pasar. Y por estas cosas y por otras Cámpora lo admiraba mucho.
                “Después, hay algunos, no del peronismo sino de afuera, que han dicho de Perón que era incapaz de pelear por sus ideas, de pelear por otras armas que no fueran sus ideas. Y esto es absolutamente mentira. Compañeros que han contado que han vivido los últimos tramos del gobierno del ’55, dicen que Perón no tenía ningún temor por su vida, sino que él no quería una guerra civil.Tenía la idea de España en la cabeza donde murieron un millón de personas.
                - Escuché a un periodista muy allegado a Perón en España contar que una vez fueron al Valle de los Caídos, y Perón se emocionó, y lo tomó del brazo y le dijo: “La política no vale un solo muerto”.
                 -¡Ah mierda, qué anécdota! –exclama Galmarini, conmovido-. Yo creo en eso.
             "Cuando fue lo de su primer retorno en Ezeiza, que los milicos lo encierran, en un momento él dice: “Bueno, bueno, vamos”. Y toma la valija, y sale. Entonces, los milicos le apuntan, y lo podrían haber matado…
             - Si lo tocaban era un desastre.
             - Pero puso el pecho. En un momento así, vos podés hacer todo el análisis político, pero un milico nervioso, se le escapa un tiro y te mató. No hay cagones allá arriba, si no, no llegás a una posición encumbrada en la política- observa Galmarini-. Así que Cámpora tenía gran admiración por Perón hasta su último día, más allá de quienes lo quisieron poner en las antípodas.
            -Después, la leyenda que trataron de establecer en estos años era de un Cámpora que era una alternativa revolucionaria a un Perón conservador o fascista, ¿vos qué opinás?
                -¡Una gilada! A Cámpora lo acorraló el momento histórico, no Perón. Él aceptó lo que Perón le indicó en ese momento. No le costó nada a Perón decirle “che, tomatelas”. Lo contó Solano Lima, y otros tipos que han estado muy cerca en los momentos finales de Cámpora, cuando Perón se dio cuenta de que ya no podía seguir eludiendo ser Presidente de la Nación. Y Cámpora le dijo: “Tomá el gobierno, es tuyo, vayamos a elecciones”.
                - Por lo pronto no tenía la capacidad de liderazgo de Perón, y bueno, tal vez se exigía demasiado de él en esos momentos. Tampoco creía que podía desarrollar ese liderazgo ni se lo propuso.
              -Y otro símil a esto –continúa el Pato- fue Oscar Bidegain, el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires, a quien también conocí. Estuve en su casa muchos años después, conocí a su mujer y a sus hijas, a las que tuve gran cariño. A Bidegain y su mujer los conocí en el  Gran Hotel de Azul, hace mucho tiempo. Yo estaba con unos compañeros del peronismo, en Azul, con Barberena, que fue intendente, y con otros compañeros charlando. Y entra ahí, ya muy veterano, Bidegain, de la mano de su mujer, “Toni”, una señora adorable. Ella era española, creo. Y yo me di cuenta que ninguno de los compañeros que estábamos en la mesa se levantaron a saludarlo. Más allá de que me habían contado la historia de Bidegain, de que había sido parte de las formaciones especiales, de los montoneros, qué se yo, a mí me pareció que era un compañero de Perón, que había sido diputado y uno de los iniciadores en la Provincia de Buenos Aires de lo que fue el peronismo original. No entendía que lo tuvieran así estigmatizado. Yo me levanté, y lo fui a saludar. La mujer, hasta hace un tiempo, cuando la veía, me agradecía por el gesto. Pero no solo eso, sino que después fuimos a la casa, y con Duhalde lo nombramos ciudadano ilustre de la Provincia, y le fui a entregar la declaración a la mujer, y a recordarlo en el cementerio, cuando falleció.
Galmarini, en carácter de Ministro de Gobierno bonaerense con Eduardo Duhalde,  entrega a a la viuda de Bidegain la declaración de ciudadano ilustre
 El día que yo le fui entregar este reconocimiento a Bidegain, estuvo conmigo Juan Carlos Dante Gullo, el Canca; tengo la foto, ahí en la casa. Pero, tiempo después, se le hizo otro homenaje, ya bajo otro gobierno, y no me invitaron al palco. Ahí estaban los más conspicuos hombres de la lucha popular y prolongada, de los cuales muchos no fueron ni populares, ni deben saber nada de la cosa prolongada, y menos de la lucha. Nunca los vi ni tirar con una gomera (risas). Gloria, la hija, ingresó a trabajar en el Banco Provincia como un reconocimiento a su padre por parte de Duhalde. 
                      "También, durante la época de Duhalde le hicimos un enorme homenaje a Cámpora, en el cementerio de su pueblo, donde él está todavía. Y yo veo las fotos hoy, y la verdad que me pasa lo mismo que con Bidegain, había pocos de los duros de hoy. ¡No estaban por ninguna parte!


Homenaje a Héctor Campora en el cementerio de  San Andrés de Giles. El Pato habla junto a Duilio Brunello, Julio mera Figueroa, Juan Carlos Dante Gullo y Jorge Vázquez.
             Salvando las distancias, ese mismo maltrato de algunos hacia otros compañeros yo mismo lo viví, cuando cierto personaje retiró una placa conmemorativa de la inauguración del Ce.N.A.R.D. (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) que pusimos en marcha en fines de 1992, y como a algunos no les gustaban los nombres que estaban en esa placa directamente la eliminaron. Cunado se lo reclamé al responsable, no fue más guapo, se cagó en las patas.
            "Así es cómo fue el peronismo en algunos casos: maltratadores de nosotros mismos…
             - A  Bidegain lo demonizan después de que Perón lo obliga a renunciar, en 1974, y ahí queda estigmatizado como “montonero y subversivo”. Lo responsabilizan por el copamiento del Regimiento de Azul, en febrero de 1974, un hecho llevado adelante por el ERP, no por Montoneros, pero corrió la sospecha de que había habido excesiva tolerancia del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Perón se lo reprochó públicamente en ese discurso por cadena nacional en que se presenta ante las cámaras con uniforme para solidarizarse con las víctimas militares del copamiento - dice Javier.
              -Pero hay que entender que a Bidegain se le fue de las manos, como se les iba de las manos a todos –alega el Pato - Porque en realidad Bidegain no puede haber estado involucrado en el copamiento del Regimiento de Azul. Era responsable político como Gobernador y nada más. Se le habrá escapado de las manos, como se le escapó también al viejo Cámpora, y como le costó una enormidad a Perón intentar encauzar, y no pudo tampoco. Era inordenable. Y si no lo pudo ordenar Perón…
             -En medio de la “guerra fría”, -observa Javier- es difícil pensar que las grandes potencias iban a permitir que se consolide un gobierno popular e independiente. Si sacamos ese aspecto del análisis, no  entendemos lo que decía Perón, de que “la política nacional es política provincial, y la verdadera política es la política internacional”.
                - En este mismo camino, en esta misma circunstancia, evalúo a Isabel Perón –agrega el Pato-. El peronismo, en ese momento, decía: “Y, Evita hubo una sola. Vos no sos Evita”… Y la puteaban porque no era Evita, porque Evita debió haber sido vicepresidenta y no lo fue, e Isabel sí.
                   -¿Y sobre Isabel qué podés decir?
                  - No conozco pormenores, pero no fue una mujer que se fue a tomar sol a la playa del sur de España…
                 "Seguramente, Isabel hizo lo que pudo. Cuando muere Perón, ella queda en medio de un tremendo despelote. Y debe haber dicho: "si pego cuatro gritos, me muestro enérgica, tal vez logro algo de orden". Pero no le hubiesen dado ni cinco de pelota, ni aunque hubiera gritado cuatro horas por día, porque era imposible eso. Entonces, a partir de eso, porque quiso parecerse, según algunos, o muchos, a Evita, o porque no pudo conducir lo que era inconducible, Isabel fue denostada.
                -Lo que más le achacan no es no ser Evita, sino el poder que tomó López Rega y con él la Triple A.
                 -Bueno, una vez más, hay que recordar que para muchos López Rega era un operador de la CIA. Fuera de esta sospecha, que es muy probable –dice Galmarini- para ella debe haber sido alguien de confianza, alguien que estuvo muchos años con ella y con Perón en el exilio. ¿Adónde se iba a respaldar?  Si a vos en el peronismo hoy te cuesta saber quién te garca y quién no, imaginate en ese momento.
                   -De hecho, cuando Oyarbide pide la extradición de Isabel por la causa de la Triple A –recuerda Javier-, allá en España dicen que no hay pruebas para involucrarla en la planificación de los atentados de la Triple A. Tal vez sabía o no sabía, pero es muy difícil de probar judicialmente. La resolución de la justicia española es bastante razonable desde el punto de vista jurídico.
               -Acá hay algo contradictorio –dice el Pato-. Por un lado, dicen que no tenía capacidad, y por el otro, que era capaz de planificar una represión parapolicial en masa. Me parece un disparate pensar que Isabel pudo haber planificado las operaciones de la Triple A...
                  -¿Y por qué considerás vos, a través de los años, que Perón la pudo haber puesto a ella, o haber dado el visto bueno para que sea su vicepresidenta?
                - Si yo soy Perón, que obviamente no lo soy, hago lo mismo que él. No le voy a dar el poder, en ese momento, a alguien que tampoco hubiese podido, ni siquiera empezar a conducir al peronismo, como era Ricardo Balbín. Yo creo que lo que hizo Perón, era inevitable. En el medio de ese quilombo, cualquier persona era discutida por todo el mundo. Dicen que Perón intentó decir que no a la fórmula con Isabel. Decía que el nepotismo se condena hasta en el África. No sé si habrá sido una frase de ocasión o un rechazo sincero. Pero al final terminó optando por Isabel.
                   -En realidad lo de Balbín tenía también otros inconvenientes. Porque, suponiendo que  lo hubiera puesto de vicepresidente, también quedaba el país sin oposición democrática. La única oposición habría sido la de afuera del sistema institucional. O la guerrilla o los golpistas
                   - No era solamente el peronismo, porque en el radicalismo también se resistía la postulación de Balbín –dice el Pato-. Alfonsín era uno de los que lideraban esa oposición interna. No podemos olvidar el fuerte componente antiperonista del radicalismo, como de otras fuerzas políticas, que nunca pusieron el grito en el cielo cuando estaban cercenados los derechos políticos de los peronistas. Poco les había importado nuestra proscripción, el exilio de Perón, que nos intervinieran el PJ y la CGT, salvo para los momentos en que necesitaban nuestros votos. Entonces, no es que sólo Alfonsín se oponía al acuerdo de Balbín y Perón sino que dentro del radicalismo estaba muy enraizado el rechazo a Perón y la complicidad con las maniobras proscriptivas.
                 -Volviendo a Isabel…
                -Isabel, yo creo haber sido un reivindicador suyo.
                "A mí me parecía que era una mujer con la que habíamos sido injustos, porque yo la había conocido presa, y muchísimos años después de eso estuve en el Mecidor (que es la casa del gobernador de Neuquén, donde la llevaron cuando la sacaron de Casa de Gobierno) y hablé con la mujer que la atendió allí durante su cautiverio en poder de los milicos; y ella me contó que durante todo el tiempo que estuvo allá, no la dejaron salir ni siquiera al jardín: "Mire, llegó con nada –contaba esta señora-. Al día siguiente yo tuve que ir a comprarle la bombacha y las medias al pueblo. No tenía nada. No hizo ningún reproche, no me dijo nada en contra de nadie, no dijo nada".  No estaba solo yo escuchando a esta señora, estaba con el Beto Pierri. Y la mujer reivindicó la dignidad de Isabel. Una mujer que nunca nos dijo que fuera peronista, sólo que era una laburanta del Mecidor. Reivindicó la dignidad que mantuvo Isabel todo ese tiempo que ella la estuvo cuidando.
                “Es claro que Isabel no era Perón, y tal vez no haya tenido un talento político sobresaliente, pero acompañó a Perón en los momentos más difíciles en el extranjero, vino al país en misiones jodidas, cuando había que bancárselo al nene de Vandor, cuando tuvo que ir a Mendoza, y no sabía si no le metían un cohetazo. Había que estar ahí. Dicen que Perón, en el exilio, se la pasó como un millonario, pero es una gran mentira. Ella lo bancó en ese exilio que no era un exilio dorado como dijeron. Y estuvo allá con él todos esos años. Así que yo, contrariamente a lo que se piensa, la reivindico.
                  "Porque a muchos de los que hoy son detractores de Isabel, nunca los vi en una celda, nunca estuvieron en cana... Cuando la cosa estaba más o menos jodida, se las tomaron. Yo, frente a estas cosas, tengo mis reservas. Si hay un tipo al que le veo agallas, que ha peleado, y no la quiere a Isabel, yo lo escucho porque puso las pelotas. Ahora, cuando hay otros que son la supuesta inteligencia peronista, que hablan libremente de todo y nunca pelearon por nada, su opinión me merece escaso respeto.    
                   “Yo creo que fue una maltratada de muchos sectores del peronismo en términos generales. Cuando Isabel estaba detenida en San Vicente, la fui a ver a la Quinta acompañando a Julio Arriola, que era su abogado. Ahí conocí lo que había sido la Quinta que Perón le había comprado a Mercante, y donde hoy están los restos del General y donde algún día debemos llevar los de Evita. Pero en ese momento no era una quinta sino un matorral por lo abandonada que estaba. Ahí la conocí a Isabel. Habremos estado dos horas. Estaba todo custodiado, estaba presa,  los canas, y las fuerzas armadas compartían la custodia,  porque había sido presidenta, y no querían que alguien la mate, que le pase algo. Así que fueron un par de cafés los que me invitó Isabel. Habló muchísimo, de su vida en el exilio, del peronismo. Y fue, la verdad, muy amable. El gesto adusto de Isabel en la presidencia, este gesto duro, tiene que ver con los momentos que se vivían. Pero en privado era amable. Con Isabel hablamos mucho aquella vez de la historia del peronismo. No sé cuánto sabía ella, aunque debía conocer bastante, porque al lado del Viejo era imposible no aprender.
      “Pero lo que más recuerdo, lo que me quedó grabado –y tal vez lo más importante que hablamos para un boquense- fue cuando le pregunté: “¿Y su marido, al final, de quién era hincha?” (Risas). Y ella me dijo, “No diga nada, pero Perón era de Boca”.
     -Al fin se develó el misterio.
     -Bueno, ya Antonio Cafiero solía comentar que él también había oído a Perón confesar que era de Boca. Pero inútil insistir: todos creían que Perón era de su equipo. Empezando por los de Racing. Porque en su tiempo Cereijo, ministro de Perón, facilitó la construcción del estadio. Vas a la cancha de Tigre, y los hinchas veteranos te dicen: “Perón, era nuestro” (Risas). Y vas a la de Atlanta, y resulta que era de Atlanta… (Risas).
-Como Carlitos Gardel…
    -Si, además le daban los carnet de vitalicio, de socio honorario. Y él era de todos. Para no quedar mal con nadie… ¡El era argentino! (risas).
            -En algún momento, ya en el retorno a la democracia, quien se mostraba cercano a Isabel era Menem, ¿no es cierto?
                -Si- asiente Galmarini-: Menem fue alguna vez a Madrid a conversar con ella. Lo que hizo ella, tal vez, fue no dejarse usar por ninguno de los que la iban a ver para posicionarse políticamente. Esto fue una cosa importante en ella. A Carlos Menem tal vez lo quiere, porque ella estuvo cuando Carlos asumió como Presidente. La vi por última vez el día de la asunción de Menem, porque yo también asumía como Secretario de Deporte. 
              -También estuvo cuando asumió Alfonsín.
              -En todos los países serios, los ex presidentes están los asunciones... Después, si no la invitaron más o no quiso venir, ya no lo sé. Tengo entendido que no quiso recibir más a nadie.
CONTINUARÁ

Asunción de Menem, jura del Pato Galmarini como Secretario de Deportes de la Nación. Isabel Perón, poco visible en la foto, se encuentra a la derecha.