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domingo, 25 de octubre de 2020

UBALDINI, MALVINAS Y LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA, por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje por Javier Garin

 



Por Fernando  "Pato" Galmarini, reportaje por Javier Garin

 


         -Sigamos con Ubaldini y la CGT Brasil, Pato.

         -Esa CGT Brasil nunca fue, a juicio mío, justamente reivindicada –opina el Pato-. Creo que no se la conoció porque el peronismo, en ese momento, no tenía una conducción única...

         -Pero yo recuerdo de leer, en los diarios de la época, sobre la CGT Brasil. Se hablaba mucho. Hoy tal vez no se la recuerde tanto, pero entonces era algo importante. Contame sobre Saúl.

         -Era un peronista clásico, que sabía que había que pelear, iba y peleaba. No era el conductor de la totalidad del peronismo, ni tampoco el estratega, pero fue un compañero reconocido por todos que terminó siendo un jefe sindical de envergadura.  Provenía de un gremio pequeño, no de una de las organizaciones importantes.  Saúl pegó un salto, en todo sentido, desde que llegó a la conducción. Le costaba mucho, en un primer momento, conducir aún las reuniones de la CGT Brasil. Esto era más charlado y conducido por Roberto García, por José Rodríguez, por el Gallego Pérez, por Roberto Digón. Estaba la víbora Rabiti, que era de ferroviarios. Eran todos tipos pesados...

         -¿Y cómo hacía para destacar Saúl?

         -Tuvo un imán con la gente. Una cosa muy especial. Pero los primeros actos de CGT Brasil no era solamente él quien hablaba. Hablaba también Roberto García, y varias veces, incluido un acto enorme en 9 de Julio, habló Osvaldo Borda. Después él se fue recortando, pero porque la gente lo fue identificando con esta CGT. Las marchas a San Cayetano también fueron movilizaciones importantes que no iban solamente a agradecerle al santo o a pedirle laburo, eran una forma de protesta pacífica.

         -Estaba muy bien pensado. ¿Cómo hacían para reprimir una marcha que va a pedirle a un santo? Si vos vas a hacer quilombo de otra naturaleza es más fácil para reprimir, en cambio una marcha a un santo...

         -Y por supuesto que hubo toda una resistencia sindical sorda, casi desde la clandestinidad. Muchos de los que estuvieron en cana, por ejemplo Cesar Loza, mandaban frenar barcos que venían a descargar y el movimiento obrero argentino le pedía al movimiento obrero internacional: “muchachos, frenen los barcos para Argentina”. Y en esos momentos es como que Saúl fue concentrando toda esa representación. Yo, muchísimos años después, fui diputado con Saúl, compañeros de bloque en el Congreso.

         -¿En qué época fue eso?

         -Con Menem.

         -¡Ah claro! Él fue diputado en los '90.

         - Cuando vino la democracia, y después de todas las luchas sindicales en la dictadura y en el gobierno de Alfonsín, Saúl pensó que ese cariño enorme que le tenía la gente, por ser Secretario General de esa CGT, se trasladaría a los votos. Esto varias veces le ha pasado al movimiento obrero, esa confusión entre la representación sindical y la representación política, que son dos cosas muy, muy diferentes, tal como el mismo Perón había señalado. Entonces, quiso ser gobernador. Yo era ministro de Duhalde, en ese momento, y Duhalde me dijo: "che, decile a Saúl que no haga pelotudeces... Si él quiere ser diputado es una cosa, pero como candidato a gobernador no va a ir bien”. Fuimos varios a hablar con Saúl, pero no entendió razones. Entonces, se presentó como candidato a gobernador y sacó un porcentaje ínfimo de votos.

         -Sí, me acuerdo.

         -Esta es la enorme diferencia que tiene el partido obrero de cualquier país con el movimiento peronista. Una cosa fue el Saúl del “Pan, Paz y Trabajo”, de las movilizaciones a San Cayetano en la dictadura, que eran enormes, y de los paros bajo el gobierno de Alfonsín, y otra cosa fue cuando el movimiento obrero quiso asumir la representación política, a través de él, o quiso él, sin darse cuenta porque era muy peronista, transformarse en la expresión política de los trabajadores. Y el peronismo es otra cosa: su representación excede a la de los trabajadores porque es un movimiento nacional, no un partido obrero. El peronismo nunca tuvo un Presidente proveniente del movimiento obrero: sí ministros, legisladores y gobernadores, y hasta un vice como Ruckauf, que venía del Sindicato del Seguro, donde fue secretario adjunto.

                   -Qué más recordás de Ubaldini.

         -Hincha de Huracán, fana de Huracán, fui algunas veces a la cancha con él. Y muy tanguero. Los sábados a la noche Saúl bailaba tango. Un tipazo. Y lo vi morir. Murió en el año 2006. Lo fui a ver cuando ya estaba en el sanatorio Mitre, y ¿sabés a quién le dije que me acompañe, y fue conmigo? ¡A Leonardo Favio!

             Me cuesta mucho contarlo por la tristeza del desenlace, porque Saúl ya estaba en sus últimos momentos y Leonardo también estaba muy enfermo. Me encontré con Leonardo en La Biela, paré un taxi. Desde la mesa en la que estábamos tomando el café, hasta el taxi, tardó un montonazo, estaba ya muy deteriorado y con muchas dificultades para moverse. En la bajada del taxi de Leonardo al Sanatorio Mitre, aparecieron los camilleros creyendo que venía a internarse. Yo les dije "no, hermano, lo vamos a ver a Saúl". La mujer de Ubaldini, que después alguna vez me llamó, estuvo presente. Y en el cuarto, ni te cuento. Parecían dos veteranos de guerra (y lo eran), uno estaba enganchado y cableado por todos lados, y él otro, la visita, tampoco daba más, pobre. ¡Pero se despidieron!

          ¡Fue muy emocionante ese momento en que estuvieron juntos! Porque Leonardo lo amaba a Saúl, y Saúl lo amaba a Favio, como los amaba la gente peronista, eran dos enormes y entrañables peronistas. Han sido dos personajes fenomenales de nuestra historia, ¡qué lástima!...”

         -Pero ¡qué escena la que estás contando!

         -Y ese hombre que te estoy contando fue Saúl Ubaldini –dice el Pato con emoción-. Un tipo que en los momentos más difíciles encarnó la lucha contra la dictadura militar. Y yo creo que aún hoy se lo recuerda con gran cariño. Cuando vos nombrás en cualquier acto o reunión a Saúl o a Rucci, a pesar de los años transcurridos, la gente los recuerda con un enorme respeto.

         “Voy a decir algo más. Muchos hoy se llenan la boca acusando a los sindicalistas de enriquecimiento, de mafiosos. Habrá de todo, pero sobre algunos a los cuales yo he conocido, puedo atestiguar que tuvieron vidas austeras y fueron perseguidos en algún momento. Sobre Lorenzo Miguel te puedo asegurar que su casa de la calle Murguiondo en Villa Lugano distaba mucho de ser lujosa: era una casa modesta en un barrio modesto. Roberto García, otro tipo insigne del sindicalismo argentino, dirigente obrero, diputado nacional, vivía modestamente en una casa del barrio Saavedra. César Loza vive hoy en Alte Brown con absoluta austeridad. Y Saúl Ubaldini, lo mismo: un tipo que vivió la última etapa de su vida en la azotea de la CGT, donde había unas habitaciones, después de haber sido el dirigente más poderoso y representativo, en determinado momento, del movimiento obrero argentino, y legislador nacional. Y estos nombres son sólo ejemplos, sin entrar a analizar todo lo que ha hecho el sindicalismo por el bienestar de los trabajadores argentinos.

               -En el final de la dictadura ¿la evolución del peronismo pasaba más por lo sindical que por el ala política?

    -Sí.  es más, yo tengo la impresión de  que, si Peron no hubiese armado esta estructura enormemente sólida que es el movimiento obrero argentino, no sé si el movimiento peronista habría perdurado. El peronismo se ha recostado mucho en el accionar del sindicalismo.                           

            -De hecho, la oposición a Alfonsín se planteaba desde la vía sindical  principalmente, ya que el peronismo atravesaba la crisis de su renovación.

            -Sí. Y en la época de los militares, de los distintos golpes militares, en realidad quien ha puesto el cuero, los recursos, la organización, ha sido (fundamentalmente) el movimiento obrero. Por supuesto también hay muchos dirigentes del peronismo no sindical que se han esmerado en armar esto, pero el basamento central de las derrotas de los gobiernos militares ha sido el propio sindicalismo. Reconociendo el papel determinante que en la última dictadura también jugaron los organismos de derechos humanos, Madres y Abuelas. El PJ no fue un sello, pero más o menos, porque nunca supimos darle el rol que según Peron debía cumplir; el peronismo no sindical, el peronismo político, siempre estuvo muy recostado en la rama sindical. Hoy todavía insistimos en el armado de una rama política, y cuando uno va a hablar con la dirigencia sindical, en verdad sucede cuestionarse en nombre de quién está hablando, cuál es su representatividad, frente a un sector permanente de la vida nacional, dirigentes sindicales que tienen representación, estructura, afiliados, obra social; tienen lo que Peron les dio, y lo que ellos construyeron. No sé si el peronismo tiene claro el fenómeno que es, porque en el mundo se sabe de este movimiento y se lo respeta.

Un sindicalista tiene que aprender de política, economía, administración social.  Vos haces una Unidad Básica y somos todos peronistas, pero si estás en un sindicato, hay un radical, un comunista, un socialista, y tenes que bancártela, no los podés echar, tenés que conducir la diversidad. Por eso la formación de un dirigente sindical es muy importante. Vos lo sentís cuando entrás en un sindicato. Se nota la solidez de las estructuras gremiales. Ahora, la fortaleza del peronismo esta allí, y sin embargo la gente que vota a un dirigente gremial en su gremio, no lo votaría tal vez en una lista de diputado nacional –señala el Pato.

           - Claro, lo que contabas de Ubaldini: lo querían como representante de los trabajadores pero no como líder político.

       - Esto entonces es muy fuerte, yo no sabría describir esta cosa sólida que impulsó Peron. Si después de estos más de setenta años el movimiento de Perón sigue vigente (es más, es uno de los pocos que han quedado en pie de todos los que conformaban el Movimiento de Países no Alineados), es fundamentalmente por su idea constructiva. A ver: ¿por qué no duró Mao, o Haya de la Torre, o Getulio Vargas, o el MNR de Paz Estenssoro, o De Gaulle o el Mariscal Tito? Ellos les dieron cosas a los laburantes, sin dudas, pero no les dieron la estructura y las herramientas que les permitieron ser ellos. Hoy el movimiento obrero tiene autonomía, y así como puede apoyar a un gobierno, puede al poco tiempo retirarle el apoyo o tomar medidas de fuerza, de acuerdo a sus intereses. Algunos sindicatos hasta llegaron a hacerle huelgas al propio Perón, sin dejar de ser peronistas.

            -Además, cuando él lleva adelante temas como la unidad latinoamericana, movimiento del Tercer Mundo y otros posicionamientos internacionales, también hace eje fundamental en el sindicalismo para trabajar lo que llamaba la “unión de los pueblos” por debajo de los gobiernos. Ejemplo, el ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas).

                   -Así es. Sin embargo, aunque Perón dice: “esta es la estructura central del peronismo”, ella no es todo. Porque no se limitó a hacer un partido obrero. La pulseada entre Perón y Cipriano Reyes, en los albores del peronismo, muchas veces los libros o los periodistas te la cuentan como una pelea personalista, pero era algo mucho más profundo. Si Cipriano Reyes hubiera ganado la pulseada, habríamos sido un partido laborista, un partido sindical. Fue una pelea entre dos ideas de construcción política y de país distintas, dos ideologías. Ganó Perón y ganó la idea de un movimiento nacional: algo que contenía a los sindicatos pero no se limitaba a ellos, una concepción no clasista, de colaboración social, conciliación de clases, para construir una Argentina nueva, donde estaban los sindicatos, los empresarios, los distintos sectores de la vida nacional. El peronismo necesita ámbitos donde se haga política general, donde se discuta la totalidad del país, las políticas de Estado, además de las necesidades de los sectores.

         - Había una concepción nítidamente sindical o purista, como la de los sindicalistas clásicos o los anarcosindicalistas que rechazaban asociar la vida sindical a un movimiento político partidario. Perón impulsa otra concepción.

         -Así es. Peron les dijo: ustedes no agoten su acción en el mero reclamo salarial o laboral –opina el Pato-. Los insta a involucrarse políticamente en forma activa. Y los incluye en las listas, en los ejecutivos y en la representación en general.

         - El sindicato argentino es un sindicato libre, a diferencia de la Carta de Lavoro italiana en que era parte del Estado, o sea, está controlado por el Estado pero es libre, es una organización del pueblo, ¿no te parece?.

            -Sí –conviene el Pato-. Los sindicalistas que más entienden te dicen: el Estado no nos va a imponer quién es el jefe de la CGT, o cómo hacemos nuestra tarea, ese es un problema nuestro.

            “Y el tema del peronismo político después de Perón, incluyo a la rama femenina, es que no supimos entender que no solamente los que hablan de política, los que pintan paredes y militan en las calles, tienen que estar en la listas; no hemos sido capaces de agrandar este sector con todo lo que son otros peronistas que no les gusta estar todo el día debatiendo de política en la unidad básica. El sector de los intelectuales, por ejemplo, que son tipos absolutamente imprescindibles para fortalecer no solo el país sino el propio peronismo: no ha habido agrupaciones que convoquen a la intelectualidad del peronismo, que no es poca. O cuando las ha habido resultaron no ser lo que se esperaba de ellas o fueron marginadas. Esto es malo desde el sector político del peronismo y también es malo desde aquellos que pueden aportar –intelectuales, científicos, deportistas, etc.- y no lo hacen esperando que los convoquen.

         -Todo esto que vos estas expresando, ¿en dónde ha quedado en el presente?

         - Los más de setenta años de presencia del peronismo en la vida nacional siguen vigentes. La permanente mención que se hace de Perón y su movimiento por toda clase de dirigentes, incluso totalmente ajenos al peronismo, incluso contrarios al peronismo, demuestra que es un fenómeno insoslayable. Esto no sólo pasa en el ámbito nacional sino en el resto del continente y en algunos países de otros continentes. Desde Fidel Castro a Chavez, a Evo Morales, a Correa, a Lula, a tantos y tantos dirigentes de distintas extracciones ideológicas, no pudieron dejar de tener presente la referencia de Perón.

           -Volviendo a los 80, al fin de la dictadura y regreso de la democracia. ¿Y la manifestación del 82, que fue una movida tan importante?

         -Fue muy grande, porque ahí salían varios de la cana después de 5 o 6 años, entre ellos también estaba Lorenzo, Diego Ibañez del SUPE, Rogelio Papagno, muchísimos otros que se comieron varios años presos –evoca el Pato.

         -Hubo una provocación de los servicios de inteligencia y un grupo de tareas mató a un manifestante.

   - Sí,  y también nos recagó a palos la policía. En la avenida 9 de julio fue muy duro. Y los servicios estaban mezclados por todos lados, provocaban, generaban quilombo. El día treinta de marzo pasó todo esto, en una movilización impresionante del movimiento obrero, al que se sumaron otros sectores, políticos y sociales, organismos de derechos humanos encabezados por Perez Esquivel (quien participó de alguna reunión de la CGT Brasil invitado en calidad de Premio Nobel), y hasta los oficinistas del centro que tiraban cosas contra la cana desde las ventanas de los edificios. Las bolitas de los rulemanes que se arrojaban al piso hacían rodar a los caballos de la Montada. Fue un quilombazo, con el país parado y presos a granel.

                   Y el día dos la dictadura, ya tambaleante, invade Malvinas y nos mete en guerra con los ingleses. Galtieri y las Fuerzas Armadas no tuvieron mejor idea que lanzar una guerra absurda, aunque por una causa sentida, para intentar frenar lo que ya era inevitable: el final de la dictadura militar, que ha sido la última de ese ciclo nefasto de golpes de Estado. El 2 a la mañana, cuando ya se había anunciado que los barquitos zarpaban para allá y estaba llamando Galtieri a Plaza de Mayo, Lorenzo Miguel, Saul Ubaldini, todos, resolvieron inmediatamente concurrir. Hablé con Juan Minichillo que era el jefe de las agrupaciones gremiales peronistas, y me dijo “llamalo a Lorenzo”;  hablé con Lorenzo a su casa por teléfono y me indicó: “todos a Plaza de Mayo, ni una palabra más”, porque se trataba de una reivindicación soberana sobre las Malvinas, una causa nacional. En esa Plaza nos juntamos todos: peronistas, antiperonistas, comunistas antiimperialistas, de todos, por la profunda convicción de que “las Malvinas son argentinas”.

         -¿Vos recordás si hubo en esos momentos alguna mirada crítica hacia esta aventura militar?

         -En los primeros momentos, que yo recuerde, no. Había un apoyo a una causa histórica y no se tenía suficiente información sobre la respuesta militar que podía llegar a tener Inglaterra. Seguramente habrá habido sectores que sí disponían de mucha información, pero el común de la gente pensaba que se recuperaba una parte integrante de nuestro territorio usurpada por Inglaterra. Después se empezó a comprender en qué nos habíamos embarcado, aunque había una distorsión informativa. Y la civilidad no tenía ninguna ingerencia en la toma de decisiones.

              -Después de la derrota militar en Malvinas se agotó el tiempo de la dictadura y se entró en pleno proceso de transición hacia la democracia. ¿Cómo es que el peronismo decide su fórmula presidencial para competir en 1983?

         -Esa fórmula se decidió en un grupo chico donde tuvo mucho peso Lorenzo Miguel, acompañado por Diego Ibañez, Fernando Donaires y Fito Ponce, de las 62 organizaciones -rememora el Pato-. Por el sector político recuerdo a Antonio Cafiero, Ítalo Luder, Angel Federico Robledo, Deolindo Felipe Bittel, Raúl Matera, y no sé si muchos más, porque no teníamos tiempo o condiciones de hacer un proceso realmente democrático de selección de candidatos, por lo que había sucedido al peronismo, perseguidos y encarcelados muchos de sus dirigentes. Y el candidato a Presidente resultó Luder, y no Antonio Cafiero, que también aspiraba a esa nominación: esa fue la segunda pulseada que pierde Antonio para llegar a la candidatura presidencial; la primera había sido en el 73 con Cámpora.  Lorenzo decidió apoyar a Luder y trató de convencer a Herminio Iglesias de que no fuera el candidato a gobernador en la Provincia de Buenos Aires y sí que fuera Antonio Cafiero. Lorenzo decía, yo lo escuché años después explicar su razonamiento, “que había que apoyar a Luder porque Cafiero era un hombre muy ligado al sindicalismo, y especialmente a las 62 organizaciones; y el movimiento obrero lo iba a condicionar demasiado, y necesitábamos un Presidente que fuera capaz de decir que no y tomar distancia del sector sindical”.

          -Esto demuestra que Lorenzo no pensaba mezquinamente desde lo sectorial sino desde el conjunto.

        - Y ahí, en esa misma reunión, se le propuso a Antonio: “vos sos el candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires”. Y él, tal vez despechado, no quiso, y quedó Herminio como candidato a Gobernador. Entonces Lorenzo intenta convencerlos, tanto a Antonio como a Herminio, de modificar esa postura e insistir con la candidatura a Gobernador de Cafiero. Manda a varios operadores, y yo fui uno de ellos. Fui a verlo a Herminio a su lecho de enfermo, pues recién lo habían operado de apéndice en un sanatorio de Constitución, y después de hablar un rato el tipo accede a bajarse y ser el vicegobernador de Antonio. Vuelvo con Lorenzo, le cuento el resultado de mi misión y me manda a la casa de Antonio para comunicarle que Herminio accedía. Llego a lo de Antonio, le cuento todo lo hablado, y me responde que no, que él no estaba dispuesto. Esa misma noche va Antonio al programa de televisión de Nestaudt y Grondona, y lo anuncia públicamente, se ve que estaba muy enojado, y anuncia su rechazo a la candidatura a gobernador.

         “Muchos que lo apoyaban se molestaron con esa decisión. Una semana después, ya pensándolo en frío, y ante la insistencia de varios dirigentes políticos y sindicales, Antonio revé su postura. Hay una reunión donde varios lo van a ver a Herminio para tratar de convencerlo de nuevo, porque ya había puesto los cañones a la gobernación. Va Manolo Quindimil, va Roberto García, va Antonio y algunos más; esto fue el día anterior a un congreso que se hizo en La Plata de congresales provinciales, y Herminio les dijo estas palabras: “Antonio, ya te lo ofrecí, vos ibas a ser gobernador y yo vice, y vos no quisiste porque estuviste diciendo que yo te iba a pisar con un auto para quedarme con la gobernación. Yo no te iba a pisar un carajo, pero ahora no se te ocurra ir a La Plata porque desde Avellaneda hasta La Plata hago correr un río de sangre” (risas). Ahora, la preocupación que se pasó en ese hotel de la esquina en Lavalle y Pellegrini donde estaba el bunker de Antonio fue muy importante. Y al día siguiente fuimos a acompañar a los congresales, y la verdad, Herminio tenía una buena sintonía con varios factores de poder la Provincia de Buenos Aires y con el Juzgado Federal con competencia electoral, que en ese entonces encabezaba el doctor De la Serna, y asistió su secretaria al Congreso; y fue muy duro su desarrollo como sucedía en esos encuentros del peronismo de entonces, y además nos derrotaron políticamente, con el beneplácito de la autoridad electoral.   Yo me acuerdo de ese día porque estando después del congreso en el hotel Corregidor, bunker cafierista, me anunciaron la muerte de mi vieja en San Isidro. Y conste que Herminio no fue un necio intransigente en este caso. Él aceptó cuando yo fui a decirle que Lorenzo le pedía que se corriera, debe haber pensado “Lorenzo tiene razón, vamos a poner a este compañero que es un referente histórico”, pero en este caso el que lo entendió tarde fue Cafiero. Herminio era un tipo con olfato. Había sido un buen intendente de Avellaneda y lo querían mucho, pero claro, cuando vos movilizás estructura, recursos y gente, después es jodido bajarse.

            “Antonio había armado una mesa chica, donde sobresalía Darío Alessandro padre, Roberto García, Roberto Digón y otros. Y la interna prosiguió. Esto estaba traducido fuertemente en la totalidad del peronismo. Acto anterior a las elecciones en cancha de Velez: durísimo, fue un acto sindical que armaron las 62, cerraba Lorenzo Miguel, habló Dolores Dominguez, habló Saul, todo bien, y cuando va a hablar Lorenzo, no pudo: se armó una batahola importante en su contra,  y muchos sectores lo abuchearon. A pesar de toda su influencia y poder, en esos momentos no pudo poner la cara en un acto político electoral. Era parte de una puja interna, donde se dirimía el poder del peronismo y había una fuerte resistencia de muchos hacia lo que representaban las 62.

                   -¿Al final, esa candidatura a gobernador terminó siendo el final político de Herminio Iglesias e influyendo en la derrota del PJ?

                   -Visto desde hoy, debimos haberlo previsto, pero no fuimos capaces de advertirlo en ese momento, como tampoco fuimos capaces de comprender cuánto nos perjudicaban esas luchas internas tan descarnadas y que la sociedad ya no aceptaba, porque quería una convivencia en paz. La quema del cajón por Herminio en el acto de cierre de campaña del Justicialismo en el Obelisco representó todo lo que la sociedad no quería volver a ver. En ese gran acto, Herminio quema un ataúd que trajeron unos militantes con la bandera radical. La culpa, en todo caso, fue colectiva y no de Herminio exclusivamente. Lo que para algunos parecía una travesura tonta, visto por televisión era algo violento, agresivo...  Evidentemente la gente recordó el '73, el '74, el '75..., toda esa violencia que se quería dejar atrás. Y así, casi sin darnos cuenta, perdimos la elección. No supimos leer lo que la sociedad estaba demandando en 1983, que era democracia, paz, justicia; y Alfonsín en cambio lo entendió.

              “Mucho tiempo después, siendo yo Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y habiendo establecido una relación muy estrecha con Estela de Carlotto en momentos en que el gobierno provincial estaba armando una Secretaría de Derechos Humanos (que personalmente le ofrecí encabezar a Emilio Mignone en su domicilio, y que no aceptó), Estela me hizo el siguiente planteo: “yo no entiendo cómo ustedes, los peronistas, que tienen el ochenta por ciento de los muertos y desaparecidos producto de la represión ilegal, fueron incapaces de tomar la decisión política, durante la campaña de Luder en el 83, de anunciar ante la sociedad el juzgamiento de los genocidas”.  Y tenía razón. No lo hicimos, no lo comprendimos. Había mucho rencor de distintos sectores del peronismo y el sindicalismo contra lo que habían representado las organizaciones armadas, especialmente Montoneros: el asesinato de Vandor, de Rucci, de Kloosterman, de José Alonso, del Negro Campos y tantos otros. Alfonsín sí lo comprendió, se hizo cargo de la demanda de los derechos humanos y nos ganó. A la distancia hay que reconocer y felicitar lo actuado por Alfonsín -el “Nunca Más”, el Juicio a las Juntas-, en ese período tan difícil de la recuperación democrática.