Desde sus “Aguafuertes porteñas”, escritas para el diario El Mundo, desde del 14 de agosto de 1928 hasta su muerte, Roberto Arlt cumplió una tarea funda-mental en la defensa y difusión del lunfardo, cuando el tango y su peculiar lenguaje comenzaban su dinámica evolución.
Aunque los especialistas no lo consideran un autor lun-fardesco, en su extensa obra literaria — novelas, cuentos, obras teatrales y artículos periodísticos— utilizó voces lunfardas y, muchas veces, explicó a sus lectores el verdadero significado de algunas de ellas.
Arlt nació en la Ciudad de buenos Aires, el 26 de abril de 1900. Hijo de inmigrantes europeos, sus padres fueron Carlos Arlt —un polaco que había nacido en Posen (Prusia) — y Ekatherine Iobstraibitzer, que había llegado desde Trieste y hablaba en italiano. Roberto no fue un alumno aplicado y, como no podía ser de otro modo, tuvo serios problemas con su ortografía y gramática. Su lengua materna fue “cocoliche” y el niño creció en medio de una jerga especial que combinaba los rasgos fonéticos, morfológicos y léxicos del castellano con los criollismos e italianismos. Superando estos escollos, años después, su creatividad logró desarrollar una estética literaria que, rápidamente, derrotó aquellas deficiencias en el manejo académico del lenguaje.
A falta de juguetes, los libros nutrieron sus fantasías —a los ocho años ya había escrito su primer cuento— y, como demandaba la necesidad, a los 13 años tuvo su primer empleo: aprendiz en una bicicletería. Su amor a la literatura debe haberse acrecentado cuando se desempeñó como dependiente en una librería. El trabajo y los amigos lo incluyeron en Buenos Aires, la ciudad del tango, esa ciudad que Arlt retrató genialmente en sus “Aguafuertes porteñas”. En cada columna, día a día, se presentaban los personajes de una urbe que crecía en todas direcciones y no tenía tiempo de teorizar el cambio, simplemente lo vivía como podía. Argentinos que se mezclaban con los tanos, rusos, polacos, gallegos, turcos y algunos otros más. Cada cual con sus dolores y amores, sus esperanzas y humillaciones, los porteños transitaban por los arrabales o por el centro; por los salones, las academias, el puerto, las fábricas, los conventillos, prostíbulos y por emblemáticos bares apenas iluminados. Buenos Aires comenzó a tener otros rostros, nuevos ritmos y también nuevas expresiones idiomáticas.
Autodidacta curioso, en varias de sus Aguafuertes Porteñas se esmeró en rastrear el origen de algunos términos lunfardos que tuvieron su origen en el napolitano, el siciliano, el lombardo o el calabrés. En la titulada “El ‘furbo” se detuvo especialmente en el origen de la palabra tomando como base la definición del diccionario y su familia de palabras: “Del diccionario italiano-español y español-italiano: Furbo: engañador, pícaro. /Furbetto, Furbicello: picaroncito. / Furberia: trampa, engaño (…)”
¿Cuáles eran sus intereses y motivaciones? ¿Necesidad de comunicar las costumbres de los humildes habitantes del barrio de San José de Flores, cuando éste empezaba a convertirse en un suburbio porteño? ¿Simplemente recuerdos de su infancia? Son preguntas que dan lugar a muchísimas especulaciones teóricas pero que no tienen ninguna importancia. ¿Su estilo literario?, el único posible para quien se nutrió del arrabal: gente pobre, calles de tierra y necesidades más grandes que las esperanzas. El escritor y crítico literario Eduardo González Lanuza le decía “bicho raro idiomático”: Su descalabro gramatical comenzaba por la prosodia, dado el modo como trituraba las palabras, alargándolas, paladeándolas hasta obligarlas a dar todo su jugo deleitándose con su aspereza. No había vocablo que cruzara indemne por sus labios…”
Palabras nuevas que originan un nuevo mestizaje cultural.
1917 fue un año trascendente para el tango canción y para Arlt. El 3 de enero, Carlos Gardel estrenó en teatro Esmeralda —actual Maipo— “Mi noche triste” (Lita), compuesto por Samuel Castriota con versos de Pascual Contursi, considerado uno de los primeros tangos con letra y en el que se utilizaban muchos términos “lunfardos”. Roberto, con apenas 17 años, comenzó a frecuentar las tertulias del periódico barrial de Flores “La Idea”; en ellas conoció a su gran amigo de toda la vida, el poeta Conrado Nalé Roxlo, quien estimuló su pasión literaria. Un año más tarde Arlt logró publicar su primer cuento: “Jehová”, en la Revista Popular dirigida por Juan José de Soiza Reilly.
Mientras el lunfardo se iba instalando en las letras del tango, Arlt realizaba el servicio militar en la ciudad de Córdoba y escribía artículos periodísticos en la revista Patria, una publicación de la Liga Patriótica Argentina. Era el año 1921 cuando el dúo Gardel-Razzano grabó “Margot”, un tango con letra bien lunfarda, de un poeta casi desconocido: Celedonio Flores: “Se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,/ que has nacido en la miseria de un convento de arrabal…/ Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,/ la manera de sentarte, de mirar, de estar parada/ o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal”.
Imposible ser auténtico en la literatura si los personajes hablan de un modo artificial. El uso del lunfardo se impone y es necesario explicarlo a los lectores del diario que escuchan tangos y disfrutan de sainetes y comedias costumbristas. “(…) Encanto mafioso, dulzura mistonga (de poco valor), ilusión baratieri” (barata),¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!(…)”, y de la fusión cultural que existía en ese momento de la historia gracias a la inmigración, “(…) Fulería’ (ordinario; conjunto de cosas feas y sin valor) poética, encanto misho (pobre)‘, el estudio de Bach o Beethoven junto a un tango de Filiberto o Mattos Rodríguez (…)”, la variedad de estilos musicales como el tango y la música clásica, muestran el mestizaje cultural que se dio en Buenos Aires.
En muchas ocasiones utilizaba la tercera persona para explicar su posición: “el autor de estas crónicas”, cuando inició sus estudios de filología lunfarda”, fue víctima de varias acusaciones, entre las que las más graves le sindicaban como un solemne “macaneador’ (…). Sobre todo en la que se refería al origen de la palabra ‘berretín’, que el infraescripto hacía derivar de la palabra italiana “berreto”
Inquieto y creativo, logró su propia expresión literaria y, como era lógico, se indagó en el sentido de “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”. Muchas veces él mismo se colocaba como protagonista. “Yo, cronista meditabundo y aburrido, dedicaré todas mis energías a hacer el elogio del ‘fiacún’”, a establecer el origen de la ‘fiaca’’, y a dejar determinados de modo matemático y preciso los alcances del término. (…)” Arlt usa y, a veces, abusa de la ironía, y en esta oportunidad se propone describir la fiaca con todas sus energías. Luego, describe a quién se considera “fiacún”: “(…) Hoy, el “fiacún” es el hombre Que momentáneamente no tiene ganas de trabajar. (,..) En toda oficina pública o privada, donde hay gente respetuosa de nuestro idioma, y un empleado ve Que su compañero bosteza, inmediatamente le pregunta: -¿Estás con “fiaca”? (…)”
En defensa del lunfardo
A partir de 1926 Arlt se consolidó como escritor y periodista. Logró la edición de su primera novela, “El juguete rabioso”, firmó 21 notas en la revista Don Goyo—dirigida por Nalé Roxlo—, comenzó a publicar cuentos en Mundo Argentino y diversas colaboraciones en Última Hora, Claridad y El Hogar.
Mientras publicaba cuentos y novelas se ganaba la vida como como cronista policial en el diario Crítica (1927). El mundo del delito y su lenguaje formaron parte de su trabajo profesional. Si bien el lunfardo se afianzaba en la poesía tanguera y también se lucía en los textos de sainetes y comedias ligeras, su aceptación en los ámbitos literarios y periodísticos todavía era muy resistida. El abogado Antonio Dellepiane —integrante de la Comisión de Cárceles— había escrito un proto-diccionario “El idioma del delito. Contribución al estudio de la psicología criminal (1894), que estigmatizaba de un modo contundente el habla popular.
El director del diario El Mundo, Muzio Saenz Peña, le había dicho a Arlt: “Usted tiene un cañoncito. Dispara sobre medio millón de lectores. Sepa dispararlo, ni tan fuerte que llegue a destruirlo ni tan despacio que pase inadvertido. Se trata de dar en el blanco y de conservar el cañoncito”
El escritor supo escuchar el consejo del director del diario. Se atrevió a disparar sus pensamientos con agudeza y, a veces, hasta con cinismo. Una muestra de ello es el Aguafuerte titulado “El idioma de los argentinos”, destinada a refutar los argumentos de un tal Monner Sans, que en una entrevista concedida al diario El Mercurio, de Chile, afirmaba que “El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos … La moda del “gauchesco” pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en’ formación el “lunfardo”, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos”
La respuesta de Arlt, fue una carta abierta que comenzaba cuestionando “Esos valores, a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra”. Para ejemplificar la diferencia entre la lengua académica formalmente cristalizada en el diccionario y el habla popular en constante evolución, utiliza el ejemplo del boxeador europeo “de salón”,estudioso y perfectamente entrenado y otro amateur que saca golpes de “todos los ángulos”. El primero es el boxeo “que sirve perfectamente para exhibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos frente a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores”. La conclusión de Arlt era contundente: “Con los pueblos y el idioma, señor Monner Sans ocurre lo mismo: Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma: como que, no teniendo Ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores (…) Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia. Nada más (…) Si le hiciéramos caso a la gramática (…)llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas.”
Antes de fallecer, el 26 de julio de 1942, Roberto Arlt y estaba seguro de que “El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula. ” Veinte años más tarde, el 21 de diciembre de 1962, José Gobello, Nicolás Olivari y Amaro Villanueva fundaron la “Academia Porteña del Lunfardo” bajo con el lema “El pueblo agranda su idioma.”
Tuvieron que pasar más de 60 años para que, en el III Congreso Internacional de la Lengua Española (noviembre de 2004, Rosario, Santa Fe), otro Roberto, el genial “Negro” Fontanarrosa, continuara la línea argumental iniciada por Roberto Arlt y les dijera, amablemente, a los académicos: “Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.”
Tuvieron que pasar más de 60 años para que, en el III Congreso Internacional de la Lengua Española (noviembre de 2004, Rosario, Santa Fe), otro Roberto, el genial “Negro” Fontanarrosa, continuara la línea argumental iniciada por Roberto Arlt y les dijera, amablemente, a los académicos: “Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.”
El escritor Ricardo Piglia, afirmó sobre la obra de Roberto Arlt: “Lo suyo es un tango entreverado con marchas militares, con himnos del Ejército de Salvación, con canciones revolucionarias, una especie de tango anarquista donde se cantan las desdichas sociales.” Por esa “prepotencia de trabajo”, el tango, el lunfardo y la nueva corriente estética literaria artliana se convirtieron en pilares de la cultura argentina.