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lunes, 29 de junio de 2020

"DE BOCA Y PERONISTA" - Introducción de Antonio Cafiero - Reportaje a Fernando "Pato" Galmarini por Javier Garin -






 DE BOCA Y PERONISTA 
(PRIMERA PARTE)
 Reportaje a Fernando "Pato" Galmarini por Javier Garin -

El Pato (el de bigotes) cumple el sueño del pibe y juega para Boca en un amistoso.
.........................

A modo de introducción
"LA HISTORIA DEL PERONISMO NO SÓLO HAY QUE HACERLA, TAMBIÉN HAY QUE ESCRIBIRLA"

Palabras de Antonio Cafiero

 El presente prólogo fue escrito por Cafiero hace algunos años, después de leer los primeros esbozos de los recuerdos de Fernando "Pato" Galmarini. En la foto se los ve a ambos con la camiseta de Boca en un amistoso (el Pato en cuclillas).


         Creo que podemos afirmar, sin que se nos asigne una visión facciosa o parcial, que el peronismo, como el radicalismo, constituye una corriente histórica profunda de la política argentina. No ha sido, como en sus orígenes preveían algunos críticos, un fenómeno pasajero que se acabaría tan pronto fuera desalojado del poder y separado de su líder y creador. No: el peronismo sobrevivió en el llano, atravesó con dignidad, sacrificio, paciencia, resistencia y lucha el extenso desierto de la persecución y la proscripción, recuperó sus derechos; volvió al gobierno; fue nuevamente desplazado por la violencia; aprendió a perder elecciones y aprendió a recuperarse de esa novedosa experiencia; se renovó; volvió a ganar…, en fin, ya cuenta con varias décadas de vida y tiene, si Dios quiere y los peronistas ayudamos, mucha vida por delante.
         A lo largo de esta trayectoria, millones de peronistas han aportado a la experiencia y la historia del movimiento. Y quizás entendimos sesgadamente la intención de Perón, cuando nos decía que “mejor que decir es hacer”. “Decir” puede ser una forma del “hacer”. Perón mismo lo tenía claro, y su obra intelectual es una prueba de ello. La militancia, en tanto, ha estado tan ocupada en producir cosas que se descuidó un poco la reflexión y el registro de las experiencias.
         La historia del movimiento no sólo hay que hacerla: también hay que escribirla, para que nutra a las generaciones presentes y futuras. Como estoy convencido de esto, siempre les pido a los compañeros que cultiven la memoria, la registren y la publiquen.
         Hablamos mucho con el querido Pato Galmarini de este tema. Y como soy insistente, al menos con él he tenido éxito. En los recuerdos del Pato se cruzan su amor por el deporte y su compromiso con el país; podemos ver cómo vivían el naciente peronismo muchos pibes de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado; vemos pasar a jóvenes heroicos, a militantes sacrificados, a personajes entrañables como el cura Mugica y a tantos otros. Como no se trata de un libro de teorías abstrusas, sino una colección de recuerdos personales, el resultado es un pedacito de vida argentina.
         Yo espero que muchos otros sigan el ejemplo de Galmarini. La historia, al fin de cuentas, es (o debería ser) la resultante de todas las memorias.
ANTONIO CAFIERO.

1) "Al tronar de las bombas. La supresión de los Torneos Evita", 
por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje y texto por Javier Garin.

                   Año 1955.  Es el dieciséis de junio al mediodía. Nadie sabe aún que ese día pasará a la historia como una fecha luctuosa, criminal. Aunque hace fresco y hay una esporádica llovizna, un grupo de chicos del barrio de Palermo se encuentran jugando un picado en la calle Arenales, entre lo que es hoy Scalabrini Ortiz y Malabia. “Era una calle empedrada, donde pasaba un auto por hora. Las calles estaban tomadas, entonces, por los pibes y la pelota. En vez de piquetes, había partidos de futbol. Jugábamos todo el día, ocupando la cuadra a nuestro antojo, haciendo los arcos con dos montoncitos de ropa de cada punta en la calzada; y cuando los vecinos protestaban por los gritos o por algún pelotazo en las persianas, el policía del barrio, familiarmente apodado “el vigi”, nos tocaba el silbato. Ese silbato se respetaba más que el de cualquier referí. El partido se cortaba, y nos trasladábamos para seguir jugando a la plaza que estaba en la esquina de mi casa, la Plaza Intendente Casares”, recuerda Fernando Galmarini, quien a la sazón tenía unos trece años de edad.
                   El “picado” era una maravillosa mezcla de clases sociales, hermanadas por el amor a la pelota: el hijo del doctor gambeteaba junto al hijo del portero, del albañil o del dueño de la bicicletería “El Indio”, lindera a la casa del Pato. Los chicos de una familia de clase media convivían en el picado con los hijos de laburantes del único conventillo de la cuadra. No había “grieta política” entre los pibes, pero de vez en cuando había algunas trompadas, producto de un gol inventado o de un penal no cobrado.
         De pronto, grandes y repetidos estruendos. Gente que empieza a correr. Los pibes hacen un alto sin comprender lo que sucede.
        -¡Vamos a mi terraza!, propone el Pato.
         Entran al edificio de Arenales 3859, en cuyo primer piso, departamento B, vivía la familia Galmarini, y suben corriendo los cinco restantes que los separan de la azotea, desde donde se divisa la ciudad.
          En todas las terrazas había gente mirando –recuerda el Pato-. Estábamos no muy lejos de Plaza de Mayo y no sabíamos que en ese mismo momento, allí, estaba muriendo gente por las bombas: trabajadores que habían concurrido en respaldo del gobierno, oficinistas, transeúntes circunstanciales, y hasta niños de un autobús escolar que tuvieron la desgracia de ser alcanzados por el criminal ataque. Se escuchaban las detonaciones y los ruidos de los aviones de la Marina de Guerra sublevados contra el presidente constitucional Juan Perón, a quien querían matar a cualquier costo, sin importarles las vidas de quienes se encontraban en las inmediaciones; y se veían las columnas de humo elevarse en el cielo. Años después, me enteré que también habían bombardeado otros lugares, como el cuartel de La Tablada y la residencia presidencial, el Palacio Álzaga Unzué, en Austria y Las Heras; y que una bomba había caído en Las Heras y Pueyrredón, y que hubo muertos allí también, no sólo en la Plaza de Mayo.
               Aunque ni el Pato ni sus amigos del picado lo supieran, ese día se empezaba a modificar el curso de la historia. Un grupo de militares y civiles opositores a Perón intentaba asesinarlo y derrocar su gobierno mediante el bombardeo y ametrallamiento aéreo, matando a más de trescientas personas e hiriendo a más de setecientas. La sociedad, tal como el Pato y sus amigos la habían conocido, no volvería a ser la misma. Faltaban pocos días para que Perón finalmente cayera bajo otro golpe de Estado, esta vez exitoso.
                        La época de oro del peronismo, de la “comunidad organizada” y la Justicia Social, que había empezado a delinearse a partir del 4 de junio de 1943 (1), que hizo eclosión el 17 de octubre de 1945 (2), que tuvo como hito la Constitución de 1949 (3), con los derechos laborales y sociales, el acceso de los trabajadores a todos los niveles de la educación, incluso universitaria, el voto femenino, el dominio estratégico de los recursos naturales y las fuentes de energía, la Independencia Económica, las grandes obras públicas, la política sanitaria dirigida por Ramón Carrillo, la acción social de la Fundación Eva Perón, los ferrocarriles nacionalizados, la flota mercante, la búsqueda de la unidad latinoamericana, y tantos otros logros, y en la que aquellos pibes de barrio -y todos los pibes del país- eran los “únicos privilegiados”, comenzaba a extinguirse. Venían otros tiempos. De proscripción y resistencia para el peronismo y de nostalgia para el piberío deportista.
              -¿Cómo se reflejaron estos cambios en la percepción sencilla de un niño de aquellos años?
               -Un ejemplo -responde el Pato-. Los Torneos Infantiles Evita, todo un símbolo de la política deportiva y social del peronismo, serían eliminados poco tiempo después. Aquellos torneos formaban parte de nuestra pequeña felicidad cotidiana. Ya de grandes comprobamos que estaban destinados a perdurar en la memoria de todos, como las conquistas de la justicia social. Pero en aquel momento sólo nos ganó la angustia y el presentimiento de que se estaba destruyendo un modo de vida, mediante un ataque artero e injusto. Lo que para los pibes de mi época fue una pérdida muy grande, no sólo deportiva, simbolizaba al mismo tiempo otras grandes pérdidas que la sociedad sufría en otros ámbitos, en el mundo del trabajo, en la economía, en todo. Aquello quiso ser el fin de la Comunidad Organizada y su reemplazo por el retorno a la vieja Argentina para pocos”.
                 


Los Torneos Evita marcaron a miles de niños enseñándoles el amor al deporte. El Pato es el tercero desde la izquierda de su equipo "Mundo Infantil".

            -¿Cuál era la importancia de esos torneos tan famosos?
           - Promovían el deporte, la contención, la formación moral. Eran mucho más que justas deportivas. En salud, por ejemplo, dicen los viejos peronistas que fue su ministro, Ramón Carrillo, quien intervino activamente en el armado de los Torneos Infantiles Evita. Estos torneos, en los cuales jugaron miles de pibes a partir de 1948 hasta el golpe de 1955, tenían como premisa y fundamento no solo el jugar, sino que era exigencia del Estado Nacional, y de los Estados provinciales, que todos los chicos que disputaran en ellos, fuesen sometidos a un chequeo médico, como parte del control sanitario y de la revolución de Carrillo en la salud de Argentina. El antiperonismo dijo después que en esos torneos adoctrinaban a los pibes. Nada que ver.  No había nadie adoctrinando a los pibes ni mucho menos. Sólo se les daba la oportunidad de jugar organizadamente, de competir con otros pibes del país…”
                - ¿Cómo fue que participaste?
               - Como miles de pibes. Yo era muy chico… Me di cuenta, años después, de lo que había significado para mí. Yo jugué mucho en la calle, en la esquina de mi casa. Y ahí, un día, nos reclutó un tipo, no recuerdo si a todos o a algunos, para jugar en el equipo “Mundo Infantil”, que era el nombre de una revista de aquellos años. Había una revista Mundo Infantil, otra Mundo Deportivo, otra Mundo Peronista, etc. Mi equipo era Mundo Infantil, y me acuerdo lo felices que éramos los pibes con jugar en esos torneos. ¡Basta ver la foto del equipo Mundo Infantil! … ¡Qué cosa tan linda!  En cada equipo te daban las camisetas, los pantalones, y las medias. Y todos lo íbamos a buscar a los locales de la Fundación Eva Perón, donde había miles de juegos de camisetas, miles de juegos de pelotas. Cada equipo se iba con su camiseta, para jugar los torneos en todo el país. Imaginate lo que habrá sido eso…  Yo he charlado de esto muchísimas veces en reuniones con amigos míos, muy amigos, como el Cabezón Sívori, que fue uno de los grandes jugadores argentinos y comenzó jugando en los torneos Evita en San Nicolás. Él era de allí.  O con el Toscano Rendo … Antonio Valentín Angelillo… Vicente de la Mata… Tipos de mi edad, que fueron jugadores excepcionales, que llegaron a primera e incluso fueron estrellas, no como yo, (risas) ¡y empezaron jugando en los torneos infantiles Evita! ¿Te das cuenta?
             “Esto ha quedado, aunque lo quisieron borrar. Es un sello del peronismo. Hoy todavía cuando se organizan torneos infantiles,siempre salta alguno que dice: “pongámosle Evita”. Incluso hace poco Tinelli me contó, en Showmatch, que él había jugado en la segunda versión de los torneos Evita que se hizo en los años setenta. Porque en el ’73, con la vuelta de Perón, se volvieron a hacer. Y luego nosotros en los noventa, tomando aquel modelo, hicimos los Torneos Juveniles Bonaerenses, y fuimos varias veces al programa de Tinelli, y él contó ahí que había participado en los Evita de los años setenta. ¡Y Diego Maradona jugó en estos torneos, con los Cebollitas, en el 74 o 75, cuando él ya estaba jugando en Argentinos Juniors! Pero los juegos infantiles Evita, los originales, comenzaron en 1948, patrocinados por la Fundación Eva Perón. Al principio fueron campeonatos infantiles de fútbol, pero después incluyeron otras disciplinas, atletismo, natación, básquet… ¡Ahora, imagínate el daño que habrá sido para los pibes desarticular aquello cuando cayó Perón!”
                -¿Qué significó que los eliminaran?
             -Ahí se empezó a notar lo que significaba la caída del peronismo hasta en los detalles más pequeños de la vida cotidiana. Porque la persecución a los deportistas peronistas fue indignante, pero tal vez no se percibía con claridad para el que no estaba en ese mundo. Pero en los torneos Evita estaban los pibes de todos los barrios de la República. Y al año siguiente del derrocamiento no hubo más torneos Evita, porque no se podía mencionar a Evita, estaba prohibido su nombre por decreto…
         - Si hubiera habido voluntad política de mantenerlos podrían haberlos rebautizado...
            -¡Es que ahí estaba el quid!  No los querían. O no le otorgaban al fomento del deporte la importancia que le dio Perón. O no les interesaba hacer felices a los pibes. O querían simplemente borrar todo lo que había caracterizado al peronismo. Aun cambiándoles el nombre, seguían siendo los torneos Evita. Eran un recuerdo del peronismo que había que eliminar. Fue una cosa de lo más perversa, porque no solamente hicieron lo que hicieron, fusilaron,  persiguieron, censuraron, proscribieron al peronismo, impidieron al pueblo votar, intervinieron el PJ, los gremios, la CGT, reprimieron huelgas, destrozaron todo, ¡sino que también a los pibes nos cagaron parte de nuestra alegría!...
               "Pero el tiro les salió por la culata -reflexiona el Pato-. A muchos de nosotros, pibes entonces, el deporte nos había comprado el corazón y los sueños. Unos años más tarde los chicos que habíamos visto de lejos ese criminal bombardeo comenzamos a entender los cuentos de los mayores y a  reclamar nuestro lugar en la pelea que estaban dando los mayores para que Argentina volviera a ser una patria con dignidad para su pueblo. Fue una paradoja de la historia, porque, contrariamente a lo que hubieran querido los enemigos de Perón, todo aquello tuvo como fruto la incorporación de nuevas generaciones a la lucha por el retorno, una lucha que comenzó la misma noche en que echaban a Perón. Quienes imaginaron que Perón tendría un destino similar a San Martín o a don Juan Manuel de Rosas, es decir, morir en el exilio, si antes no podían asesinarlo, calcularon mal. Esta vez, el pueblo peronista, conducido por su líder, volvería 17 años más tarde, y poco después sería por tercera vez presidente de la Nación."






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CONTINUARÁ...

Notas: [1] Fecha del golpe de Estado militar que derrocó al Presidente Ramón Castillo, puso fin a la denominada “Década Infame” gobernada mediante la corrupción y el fraude electoral, y elevó a la Presidencia sucesivamente a los generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell. El principal ideólogo y articulador de este movimiento fue el coronel Juan Perón, quien, primero desde el GOU y luego desde la Secretaría de Trabajo y Previsión logró articular a distintos sectores detrás de un proyecto común, promoviendo junto a los sindicatos un cambio legislativo y social que dignificó a los trabajadores urbanos y rurales y fue la base social que lo catapultó a la Presidencia en 1946.

[2] El 17 de octubre, una de las más grandes y significativas puebladas de la historia argentina, es considerado unánimemente como la verdadera fundación política del peronismo, a partir de la movilización de los trabajadores a Plaza de Mayo para reclamar la liberación del coronel Perón, destituido de su cargo y preso en la Isla Martín García. Es también considerada como la expresión pública de la alianza de Perón con los trabajadores, a quienes reconoció como “la columna vertebral” de su movimiento.

[3] La Constitución de 1949, o constitución peronista, fue una reforma constitucional extraordinaria que promovió el primer gobierno de Perón y que tuvo en el jurista Arturo Sampay  a uno de sus principales ideólogos. Fue un ejemplo del denominado “constitucionalismo social”, caracterizado por incluir en las cartas constitucionales los derechos sociales, como complemento de los derechos individuales del constitucionalismo clásico: típica expresión normativa de la concepción peronista de la Justicia Social, con un Estado activamente presente para corregir las desigualdades y proteger a los más vulnerables. Fue derogada mediante bando militar tras el derrocamiento de Perón y nunca pudo ser restablecida. 

domingo, 28 de junio de 2020

La peste, por Alberto Lettieri


Por Alberto Lettieri

En 1852, 1858, 1870 y 1871 se produjeron en Buenos Aires 4 epidemias de fiebre amarilla, transmitida por el mosquito Aedes Aegypti. La última fue la peor, ya que se llevó la vida de alrededor del 8% de los habitantes de la ciudad. Las muertes diarias pasaron de un promedio de 20 a más de 500. La Asociación Médica de Buenos Aires registró una cifra de 13.614 muertos, en una ciudad habitada por 187.000 habitantes. 
Sus principales víctimas fueron inmigrantes trabajadores pauperizados que vivían hacinados en conventillos, viviendas compartidas y colectivas, en condiciones higiénicas deplorables, en cuartos estrechos donde convivían mujeres, hombres, niños y animales. La contaminación, la mala alimentación, la falta de agua potable, la imposibilidad de eliminar los excrementos y residuos y el almacenamiento de la basura dentro de la propia construcción propiciaron la expansión del foco epidémico. 
En la epidemia de 1871 los primeros focos se detectaron el 27 de enero. Los pobres debieron quedarse a convivir con la amenaza de contagioLos sectores acomodados se mudaron al norte de la ciudad, estableciéndose en quintas en las que terminaron construyendo sus lujosas residencias definitivas.  
Los gobiernos de Nación y de Provincia fuero por detrás de la peste. Cuando se decidieron a intervenir, ya era demasiado tarde. El 10 de abril decretaron feriado hasta fin de mes, cuando el paro ya era un hecho. La sociedad lo había aplicado por su cuenta. Para entonces ya se habían producido 536 muertes. 
El presidente Domingo F. Sarmiento eligió desentenderse del problema y se trasladó a la zona de Belgrano para ponerse a resguardo. La administración pública ya prácticamente había dejado de funcionar antes del decreto de suspensión de actividades. Los diarios cerraron sus puertas, a excepción de La Prensa y La Nación que restringieron sus ediciones a publicaciones de emergencia. 
En contraste con la decisión del Presidente Sarmiento de poner pies en polvorosa, la mayoría de los enfermeros, médicos y vecinos se sumaron a las desordenadas iniciativas que la sociedad tomaba por sí misma para tratar de enfrentar la epidemia. Ángel Pizzorno contabilizó 60 sacerdotes, 12médicos, 5 farmacéuticos y 4 miembros de la Comisión Popular que se creó ad hoc, entre las víctimas fatales de la peste.
A la inversa, la ciudad quedó totalmente desprovista de seguridad pública, por lo que los robos y atentados contra las personas y la propiedad se multiplicaron, aunque no tengamos estadísticas confiables al respecto, ya que los poderes públicos dejaron prácticamente de funcionar, o siguieron haciéndolo de manera muy acotada
La fiebre amarilla no fue la única epidemia que debió soportar la Argentina por entonces. En 1867-1868 se había declarado una epidemia de cólera, transmitida por los combatientes que regresaban del frente paraguayo en la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870). Una de sus víctimas fue el propio vicepresidente, Marcos Paz, lo que obligó –entre otras razones- a que el presidente Bartolomé Mitre debiera abandonar la conducción de las tropas aliadas.
La ciudad sólo contaba con 40 coches fúnebres, por lo que los cadáveres se apilaban en las esquinas en espera de su traslado, multiplicando los focos infecciososLos medicamentos –en su mayoría ineficaces- multiplicaron sus precios producto del incremento de la demanda. Como los carpinteros no daban abasto para fabricar ataúdes de madera, los cadáveres comenzaron a envolverse en traposSe utilizaron carros de basura y coches de paseo para contribuir a los traslados fúnebres, pero el Cementerio del Sur –actualmente Parque Ameghino- vió colmada su capacidad, por lo que los cadáveres comenzaron a enterrarse en fosas comunes de manera desordenada. 
Ante la absoluta prescindencia del Presidente Sarmiento, el gobierno municipal adquirió 7 hectáreas en la zona de la Chacarita de los Colegiales y creó el Cementerio del Oeste. También se dispuso el tendido de vías para que, todas las noches una formación nocturna trasladara hasta allí los cadáveres. Los porteños bautizaron a esta formación como el “Tren de la Muerte”.
La epidemia siguió multiplicándose sin cesar, hasta que la llegada de los primeros fríos del invierno comenzó a provocar la disminución del foco infeccioso. Pero no duró mucho, ya que el retorno de muchos autoevacuados provocó un nuevo pico infeccioso. 
A partir del mes de mayo, la epidemia entró en fase de descenso, y el 2 de junio no hubo ningún caso nuevo. 
El relato de Paul Groussac es muy ilustrativo sobre lo sucedido. “Por centenares sucumbían los enfermos, sin médico en su dolencia, sin sacerdote en su agonía, sin plegaria en su féretro.
El higienista Guillermo Rawson afirmaba haber visto “al hijo abandonado por el padre; he visto a la esposa abandonada por el esposo; he visto al hermano moribundo abandonado por el hermano.
A consecuencia del terrible impacto que causó esta epidemia, a partir de 1874 comenzó a construirse en Buenos Aires la red de aguas corrientes y en 1875 se organizó la recolección de residuos. Los casi 14.000 muertos, en una ciudad de 187.000 habitantes, lo habían propiciado.
Como enseñanzas quedaban que el Estado había marchado a la zaga de los acontecimientos. Su acción fue escasa y generalmente tardía, atacando a veces las causas y no las consecuencias. El gobierno del Presidente Sarmiento sólo se preocupó por su propia seguridad personal, y se desentendió de la crisis. Fue la sociedad civil la que se hizo cargo de la catástrofe, y la que pagó los costos de la falta de previsión y de la prescindencia del sector público.
La historia ha sido definida como Magister Vitae, o Maestra de la Vida. Nunca debemos desatender sus enseñanzas.

Roberto Arlt: prepotente defensa del lunfardo, por Catalina Pantuso


arlt en floresPor Catalina Pantuso






















Desde sus “Aguafuertes porteñas”, escritas para el diario El Mundo, desde del 14 de agosto de 1928 hasta su muerte, Roberto Arlt cumplió una tarea funda-mental en la defensa y difusión del lunfardo, cuando el tango y su peculiar lenguaje comenzaban su dinámica evolución.
Aunque los especialistas no lo consideran un autor lun-fardesco, en su extensa obra literaria — novelas, cuentos, obras teatrales y artículos periodísticos— utilizó voces lunfardas y, muchas veces, explicó a sus lectores el verdadero significado de algunas de ellas.
Arlt nació en la Ciudad de buenos Aires, el 26 de abril de 1900. Hijo de inmigrantes europeos, sus padres fueron Carlos Arlt —un polaco que había nacido en Posen (Prusia) — y Ekatherine Iobstraibitzer, que había llegado desde Trieste y hablaba en italiano. Roberto no fue un alumno aplicado y, como no podía ser de otro modo, tuvo serios problemas con su ortografía y gramática. Su lengua materna fue “cocoliche” y el niño creció en medio de una jerga especial que combinaba los rasgos fonéticos, morfológicos y léxicos del castellano con los criollismos e italianismos. Superando estos escollos, años después, su creatividad logró desarrollar una estética literaria que, rápidamente, derrotó aquellas deficiencias en el manejo académico del lenguaje.
A falta de juguetes, los libros nutrieron sus fantasías —a los ocho años ya había escrito su primer cuento— y, como demandaba la necesidad, a los 13 años tuvo su primer empleo: aprendiz en una bicicletería. Su amor a la literatura debe haberse acrecentado cuando se desempeñó como dependiente en una librería. El trabajo y los amigos lo incluyeron en Buenos Aires, la ciudad del tango, esa ciudad que Arlt retrató genialmente en sus “Aguafuertes porteñas”. En cada columna, día a día, se presentaban los personajes de una urbe que crecía en todas direcciones y no tenía tiempo de teorizar el cambio, simplemente lo vivía como podía. Argentinos que se mezclaban con los tanos, rusos, polacos, gallegos, turcos y algunos otros más. Cada cual con sus dolores y amores, sus esperanzas y humillaciones, los porteños transitaban por los arrabales o por el centro; por los salones, las academias, el puerto, las fábricas, los conventillos, prostíbulos y por emblemáticos bares apenas iluminados. Buenos Aires comenzó a tener otros rostros, nuevos ritmos y también nuevas expresiones idiomáticas.
Autodidacta curioso, en varias de sus Aguafuertes Porteñas se esmeró en rastrear el origen de algunos términos lunfardos que tuvieron su origen en el napolitano, el siciliano, el lombardo o el calabrés. En la titulada “El ‘furbo” se detuvo especialmente en el origen de la palabra tomando como base la definición del diccionario y su familia de palabras: “Del diccionario italiano-español y español-italiano: Furbo: engañador, pícaro. /Furbetto, Furbicello: picaroncito. / Furberia: trampa, engaño (…)” 
¿Cuáles eran sus intereses y motivaciones? ¿Necesidad de comunicar las costumbres de los humildes habitantes del barrio de San José de Flores, cuando éste empezaba a convertirse en un suburbio porteño? ¿Simplemente recuerdos de su infancia? Son preguntas que dan lugar a muchísimas especulaciones teóricas pero que no tienen ninguna importancia. ¿Su estilo literario?, el único posible para quien se nutrió del arrabal: gente pobre, calles de tierra y necesidades más grandes que las esperanzas. El escritor y crítico literario Eduardo González Lanuza le decía “bicho raro idiomático”: Su descalabro gramatical comenzaba por la prosodia, dado el modo como trituraba las palabras, alargándolas, paladeándolas hasta obligarlas a dar todo su jugo deleitándose con su aspereza. No había vocablo que cruzara indemne por sus labios…”

 Palabras nuevas que originan un nuevo mestizaje cultural.

arñt y roxlo
Conrado Nalé Roxlo y  Roberto Arlt
1917 fue un año trascendente para el tango canción y para Arlt. El 3 de eneroCarlos Gardel estrenó en teatro Esmeralda —actual Maipo— “Mi noche triste” (Lita), compuesto por Samuel Castriota con versos de Pascual Contursi, considerado uno de los primeros tangos con letra y en el que se utilizaban muchos términos “lunfardos”. Roberto, con apenas 17 años, comenzó a frecuentar las tertulias del periódico barrial de Flores “La Idea”; en ellas conoció a su gran amigo de toda la vida, el poeta Conrado Nalé Roxlo, quien estimuló su pasión literaria. Un año más tarde Arlt logró publicar su primer cuento: “Jehová”, en la Revista Popular dirigida por Juan José de Soiza Reilly.
Mientras el lunfardo se iba instalando en las letras del tango, Arlt realizaba el servicio militar en la ciudad de Córdoba y escribía artículos periodísticos en la revista Patria, una publicación de la Liga Patriótica Argentina. Era el año 1921 cuando el dúo Gardel-Razzano grabó “Margot”, un tango con letra bien lunfarda, de un poeta casi desconocido: Celedonio Flores: “Se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,/ que has nacido en la miseria de un convento de arrabal…/ Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,/ la manera de sentarte, de mirar, de estar parada/ o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal”.
Imposible ser auténtico en la literatura si los personajes hablan de un modo artificial. El uso del lunfardo se impone y es necesario explicarlo a los lectores del diario que escuchan tangos y disfrutan de sainetes y comedias costumbristas. “(…) Encanto mafioso, dulzura mistonga (de poco valor)ilusión baratieri” (barata),¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!(…)”, y de la fusión cultural que existía en ese momento de la historia gracias a la inmigración, “(…) Fulería’ (ordinario; conjunto de cosas feas y sin valor) poética, encanto misho (pobre)‘, el estudio de Bach o Beethoven junto a un tango de Filiberto o Mattos Rodríguez (…)”, la variedad de estilos musicales como el tango y la música clásica, muestran el mestizaje cultural que se dio en Buenos Aires.
En muchas ocasiones utilizaba la tercera persona para explicar su posición: “el autor de estas crónicas”, cuando inició sus estudios de filología lunfarda”, fue víctima de varias acusaciones, entre las que las más graves le sindicaban como un solemne “macaneador’ (…). Sobre todo en la que se refería al origen de la palabra ‘berretín’, que el infraescripto hacía derivar de la palabra italiana “berreto”
Inquieto y creativo, logró su propia expresión literaria y, como  era lógico,  se indagó en el sentido de “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”. Muchas veces él mismo se colocaba como protagonista. “Yo, cronista meditabundo y aburrido, dedicaré todas mis energías a hacer el elogio del ‘fiacún’”, a establecer el origen de la ‘fiaca’’, y a dejar determinados de modo matemático y preciso los alcances del término. (…)” Arlt usa y, a veces, abusa de la ironía, y en esta oportunidad se propone describir la fiaca con todas sus energías. Luego, describe a quién se considera “fiacún”: “(…) Hoy, el “fiacún” es el hombre Que momentáneamente no tiene ganas de trabajar. (,..) En toda oficina pública o privada, donde hay gente respetuosa de nuestro idioma, y un empleado ve Que su compañero bosteza, inmediatamente le pregunta: -¿Estás con “fiaca”? (…)”

En defensa del lunfardo

A partir de 1926 Arlt se consolidó como escritor y periodista. Logró la edición de su primera novela, “El juguete rabioso”, firmó 21 notas en la revista Don Goyo—dirigida por Nalé Roxlo—, comenzó a publicar cuentos en Mundo Argentino y diversas colaboraciones en Última Hora, Claridad y El Hogar.
Mientras publicaba cuentos y novelas se ganaba la vida como como cronista policial en el diario Crítica (1927). El mundo del delito y su lenguaje formaron parte de su trabajo profesional. Si bien el lunfardo se afianzaba en la poesía tanguera y también se lucía en los textos de sainetes y comedias ligeras, su aceptación en los ámbitos literarios y periodísticos todavía era muy resistida. El abogado Antonio Dellepiane —integrante de la Comisión de Cárceles— había escrito un proto-diccionario “El idioma del delito. Contribución al estudio de la psicología criminal (1894), que estigmatizaba de un modo contundente el habla popular.
El director del diario El Mundo, Muzio Saenz Peña, le había dicho a Arlt: “Usted tiene un cañoncito. Dispara sobre medio millón de lectores. Sepa dispararlo, ni tan fuerte que llegue a destruirlo ni tan despacio que pase inadvertido. Se trata de dar en el blanco y de conservar el cañoncito”
El escritor supo escuchar el consejo del director del diario. Se atrevió a disparar sus pensamientos con agudeza y, a veces, hasta con cinismo. Una muestra de ello es el Aguafuerte titulado “El idioma de los argentinos”, destinada a refutar los argumentos de un tal Monner Sans, que en una entrevista concedida al diario El Mercurio, de Chile, afirmaba que “El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos … La moda del “gauchesco” pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en’ formación el “lunfardo”, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos”
La respuesta de Arlt, fue una carta abierta que comenzaba cuestionando “Esos valores, a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que  esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra”. Para ejemplificar la diferencia entre la lengua académica formalmente cristalizada en el diccionario y el habla popular en constante evolución, utiliza el ejemplo del boxeador europeo “de salón”,estudioso y perfectamente entrenado y otro amateur que saca golpes de “todos los ángulos”. El primero es el boxeo “que sirve perfectamente para exhibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos frente a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores”. La conclusión de Arlt era contundente: “Con los pueblos y el idioma, señor Monner Sans ocurre lo mismo: Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma: como que, no teniendo Ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores (…) Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia. Nada más (…) Si le hiciéramos caso a la gramática (…)llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas.”
Antes de fallecer, el 26 de julio de 1942, Roberto Arlt y estaba seguro de que “El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula. ” Veinte años más tarde, el 21 de diciembre de 1962, José Gobello, Nicolás Olivari y Amaro Villanueva fundaron la “Academia Porteña del Lunfardo” bajo con el lema “El pueblo agranda su idioma.”
Tuvieron que pasar más de 60 años para que, en el III Congreso Internacional de la Lengua Española (noviembre de 2004, Rosario, Santa Fe), otro Roberto, el genial “Negro” Fontanarrosa, continuara la línea argumental iniciada por Roberto Arlt y les dijera, amablemente, a los académicos: “Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.
El escritor Ricardo Piglia, afirmó sobre la obra de Roberto Arlt: “Lo suyo es un tango entreverado con marchas militares, con himnos del Ejército de Salvación, con canciones revolucionarias, una especie de tango anarquista donde se cantan las desdichas sociales.” Por esa “prepotencia de trabajo”, el tango, el lunfardo y la nueva corriente estética literaria artliana se convirtieron en pilares de la cultura argentina.


ELOGIO DE JUAN JOSÉ CASTELLI, por Javier Garin



Por Javier Garin


“Genio ilustre, que dirigió los primeros pasos de la Primera Junta, y por cuyos extraordinarios esfuerzos hemos llegado al camino en que ahora nos hallamos”. Bernardo Monteagudo

            “De Castelli hay que hablar como quería Martí de Bolívar, teniendo una montaña por tribuna, entre rayos y relámpagos, con el despotismo descabezado a los pies y un manojo de pueblos libres en el puño”. Julio Cesar Chavez.

            “Era el principal interesado en la novedad”. Virrey Cisneros.

            “Muy perverso, hijo de un boticario. Lo llamaban Pico de Oro. Predicaba la irreligión.” Faustino Ansay, español.

            “Creyó que formar repúblicas era hacer píldoras en la botica de su padre”. Pasquín español contra Castelli.

            “El expresado mi marido fue uno de los principales autores y agentes de nuestra gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810, y el que, arrostrando todo peligro, logró con su influencia y actividad la destrucción, en aquel día célebre y digno de nuestra memoria, del antiguo gobierno español”. María Rosa Linch de Castelli.

            “Don Juan José Castelli, doctor en derecho, hombre de mucho mérito, es uno de los principales autores de esta Revolución”. Nota del periódico “Star” de Londres sobre los sucesos de Mayo.

            “Uno de los primeros cuatro hombres que empezaron a trabajar en el cambio político de estos países”. Ignacio Núñez.


                                                                      
“Sólo un pueblo habitualmente esclavo puede vivir en esa calma profunda que no es sino el sopor de la razón humana”. B. Monteagudo.

                        Ell hombre que pudo decir sin jactancia: “Yo soy la Revolución”; el llamado por Cisneros: “principal interesado en la novedad”;  aquel a quien los patriotas encomendaron en su mayor incertidumbre: “hable usted por nosotros”; el que dirigió desde las sombras y a plena luz los movimientos que condujeron al 25 de mayo de 1810; el dueño de una notable “muñeca” política, capaz de conciliar los extremos y reunir a personalidades tan antagónicas como Saavedra y Moreno detrás de un objetivo común; el cabecilla que no vaciló en sacrificar su liderazgo para ponerse al hombro una peligrosa campaña militar; el único que osó fusilar a un Virrey y a varios ilustres genocidas, sin temer las represalias; el que se atrevió a proclamar la emancipación de millones de indígenas, sometidos durante siglos a la peor esclavitud; quien renunció a todo –tranquilidad, familia y fortuna- por la Libertad de un continente; ese hombre, alma de la Revolución de Mayo, se llamó Juan José Castelli.
                        Fue uno de los individuos más inteligentes y valerosos que produjo nuestra tierra. Y fue tambien uno de los más abnegados. Ofrendó sus bienes y los de su familia, junto con la vida, en la lucha revolucionaria. Entregó en holocausto incluso su buen nombre, exponiéndose al mote de “sanguinario, inhumano y cruel”, al tomar sobre sí la dura tarea de descabezar la Contrarrevolución antes de que pudiera fortalecerse. Y sin embargo, la Historia oficial lo ha reducido a un papel subalterno, desconociendo o minimizando –cuando no condenando- su trascendental actuación. ¿No es sintomático que la primera biografía completa y seria de Castelli no la haya escrito un argentino, sino un historiador paraguayo? ¿No es sintomático que recién después de doscientos años se reclame el traslado de su estatua a la Plaza de Mayo, donde siempre debió estar? ¿No es sintomático que sus restos estén arrumbados en una tumba sin honores? Es que Castelli fue casi un nombre prohibido. Y hay razones para ello: las ideas y las líneas directrices de su conducta histórica no son de aquellas que un hombre pueda emprender impunemente. Quien se enfrenta a los poderosos de su tiempo y reivindica a los oprimidos, se habrá hecho acreedor al odio imperecedero de las oligarquías y de sus sucesores. Castelli fue, es y será un mal ejemplo...
                        En sucesivos artículos nos proponemos trazar el retrato de este héroe a quien Bernardo Monteagudo, su principal discípulo, consideraba tan celoso de la felicidad general “que el más virtuoso espartano admiraría su conducta con emulación”. No era extraño que Monteagudo lo comparase una y otra vez con los héroes de Plutarco, pues se advierte en Castelli una conjunción de virtudes que en nada desmerecen a aquellos personajes de la Antigüedad clásica. Y por eso, tal vez, no suenan desmedidas las palabras que el joven tucumano dedicó a su maestro, citando los elogios fúnebres de Cicerón a Crasso: los dioses inmortales no le quitaron la vida, sino que le concedieron la muerte, como premio a sus esfuerzos, para librarlo de las aflicciones que bien pronto envolverían a su amada Patria Americana.

Los ecos de Yalta en el ABC de Perón, por Marilina Juárez


Capítulo III del ensayo "Estados Unidos de Sudamérica, un sueño pendiente.
Proyecto ABC, la alianza fallida entre Argentina, Brasil y Chile (1947-1955)"

Por Marilina Juárez.



CAPITULO III Los ecos de Yalta


  Como ha quedado expuesto en los capítulos precedentes, el escenario mundial luego de la Segunda Guerra Mundial, fue decisivo en cuanto a la política exterior adoptada durante el primer gobierno de Perón. La conferencia de Yalta, antes de terminar la Guerra en febrero de 1945, y finalmente el acuerdo de Potsdam, son dos hechos claves a la hora de entender la intención del gobierno argentino de mantener cierta distancia respecto de los dos grandes bloques hegemónicos. La idea de Perón de consolidar una unidad de los países latinoamericanos, estuvo estrechamente ligada a este nuevo contexto político/económico.
   El reparto de Yalta se proyectaba sobre sudamérica  cuando el gobierno constitucional peronista inició su gestión a mediados de 1946. La distribución del mundo, confirmada en Potsdam ratificó el dominio bipartito entre los dos grandes bloques: el occidente capitalista y el oriente comunista. Se estableció así un “modus vivendi” denominado coexistencia pacífica, que representaba según dichos de Perón, un “conformismo imperialista”.
En el año 1971, el General Perón reflexiona acerca de aquella situación:

  “ No es un secreto para nadie que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en 1945 se reúnen en Yalta el imperialismo Yanqui y el imperialismo Soviético. Allí ellos arreglan el asunto. Hacen conversaciones ( estaban Stalin, Churchill, y Roosevelt) y dividen el mundo. Trazan una línea y dicen : de acá para allá es de ustedes, de acá para allá de nosotros. (...) Estos dos imperialismos tratan de hacer en el mundo un nuevo imperialismo global. El mismo de toda la vida, pero con otros nombres”.

   Fue en este escenario mundial en el que Perón promovió la Tercera Posición analizada en el capítulo anterior. Este posicionamiento tenía implícita la idea de la conformación de un bloque sudamericano entre Argentina, Brasil y Chile para contrarrestar la injerencia norteamericana en la región.

El proyecto ABC
    Como se ha analizado en los capítulos anteriores, la política económica del primer peronismo se basó en la redistribución del ingreso en favor de los asalariados, y en el fuerte impulso del mercado interno favorecido por el proceso de industrialización desplegado en los años treinta, y profundizado por Perón.
   En aquel contexto Perón reflexionó acerca de las limitaciones del desarrollo económico sustentado en las reglas absolutas de la economía de mercado, así como de las propias limitaciones que imponía un mercado interno relativamente angosto como el argentino, y ante esta situación, se propusieron políticas de integración en América Latina como mecanismo de: expansión económica, y maximizar la influencia política en la región, contrarrestar el multilateralismo y el panamericanismo promovido por los Estados Unidos.
   Perón concibió la integración regional como una herramienta de política externa que debería contribuir al desarrollo nacional, así como a la autonomía de decisión del país, aumentando de este modo los márgenes de negociación internacionales. El proyecto de unidad regional emergía también como un instrumento de proyección de poder.
   Este proyecto de unidad entre los países más industrializados del cono sur ( Argentina, Brasil y Chile “A. B. C”)  resultaba amenazante a los intereses norteamericanos . El historiador Fermín Chávez lo advierte en su obra “La Tercera Posición y la unidad latinoamericana”:
  “En un memorándum fechado el 20 de mayo de 1947, el director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas Americanas, Ellis Briggs, observaba: existe el peligro de que la Argentina aspire a organizar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y económica  Argentina; y también que los Estados Unidos debían oponerse a cualquier desarrollo que pudiese facilitar la formación de tal bloque.

  En el año 1949, el Foreign Office también recibe un comunicado titulado : “ Ambiciones argentinas en Sudamérica, en el que se informaba :

  “Perón incursiona en las peligrosas incursiones de la geopolítica. Al dirigirse  a un grupo de estudiantes brasileros en julio de 1948, anticipó un tercer bloque de países latinos, liderado aparentemente por la Argentina, y basado sobre una unión aduanera, establecida primero entre las naciones latinoamericanas y luego extendido a España, Portugal, Italia e incluso Francia-en otras palabras un bloque latino-. Este bloque parecía asociado de cerca, en la mente del General Perón, con la Tercera Posición de la Argentina como mediadora entre los Estados Unidos y Rusia.”

A partir de la cita de estos dos comunicados podemos inferir lo amenazante que resultaba para los Estados Unidos como potencia hegemónica de aquel momento, el proyecto de integración regional entre los tres grandes Estados del cono sur; Argentina, Brasil y Chile, ideado por Perón.
  Las razones del fracaso del proyecto ABC, fueron variadas, pero es importante destacar el rol jugado por la cancillería brasileña, “Itamaraty” y la relación de Brasil hacia los Estados Unidos, como uno de los factores decisivos a la hora del fallido intento integracionista.
  La relación entre Perón y Vargas ha sido objeto de innumerables conjeturas, pero cuando el Vicepresidente Hortensio Quijano viajó al Brasil tras reasumir Vargas, aquél le comunicó el deseo de reunirse con él. Sin embargo, por motivos que aún se desconocen, esa reunión nunca tuvo lugar.

    “El embajador brasileño Lusardo, buscaba la coincidencia de ambos gobiernos, y fue por su intermedio que Perón, sondeó a Vargas sobre el proyecto de creación  de un nuevo tratado que uniera a la Argentina, Brasil y Chile (ABC). Este proyecto recibió un violento rechazo de funcionarios brasileños (...). Getulio Vargas nunca pudo superar la arcaica doctrina “antiargentina” que nutría el pensamiento de muchos sectores de la diplomacia brasileña.”

  De acuerdo con la valoración de Perón, las resistencia por parte del gobierno de Brasil, incluído el propio Vargas a involucrarse en un proyecto de unión con la Argentina, estaría motivada por la Cancillería brasileña, que consideraba esta alianza como un acto de enemistad frente a los Estados Unidos, país que era el pivote de su política exterior. El Presidente Perón no ocultó su decepción por la ausencia de Brasil, dentro de los acuerdos suscritos por Chile y Argentina.
  El fracaso del proyecto ABC, está relacionado con el tipo de modelo de desarrollo que había adoptado Brasil, muy distinto al argentino. En la posguerra temprana, la Argentina había seguido un modelo basado en estímulos internos. El Brasil formuló un tipo de economía sustentado en la inversión externa, sobre todo a partir de 1964. Al contrario de Argentina, Brasil se constituyó en un país receptor de grandes inversiones extranjeras y su modelo de desarrollo dependió en gran medida de sus relaciones con los grandes centros económicos occidentales, especialmente los Estado Unidos.
   La construcción del complejo hidroeléctrico Volta Redonda, es un ejemplo emblemático de cómo el régimen de préstamo y arriendo de los Estados Unidos hacia América Latina  se había volcado hacia el Brasil, como una prioridad dentro del marco de la carrera armamentística durante la Guerra Fría.
   En cuanto a la unión con Chile, Perón tuvo que sortear los mismos escollos que con el Brasil, pero finalmente logró un tratado bilateral con el país transcordillerano. Así lo destaca el historiador Fermín Chávez en su análisis:

   “ Perón estaba remando contra la corriente y avanzando cuanto podía. Todo el sistema neocolonial de ideas estaba contra sus proyectos, pero lo mismo siguió pacientemente marchando. Entre el 20 y el 26 de febrero de 1953 visitó Chile con el objeto de echar las bases de un convenio de complementación económica (sobre alimentos, minerales y energía principalmente). (...) A la distancia no se divisan los escollos que hubo que vencer en 1953 para avanzar hasta esa unión económica. Los hábitos mentales dominantes allende y aquende la Cordillera, con su carga de prejuicios, deformaciones y desinformaciones, no facilitaban ni mucho menos una política de integración”.

  El Presidente chileno Carlos Ibáñez, meses después del encuentro de febrero, firmaría en Buenos Aires finalmente un tratado de unión económica, en donde los dos Gobiernos se comprometían a la unidad de Argentina y Chile en las “gestas históricas de independencia”.
   El proyecto de Unidad Latinoamericana ideado por Perón, si bien no tuvo el éxito esperado por el líder, fue un antecedente ejemplar de lo que en años posteriores fueron acuerdos de reciprocidad como el Mercosur, o el Alalc. El fracaso del proyecto ABC demuestra cómo el imperialismo puede ser capaz de dominar haciendo uso de su poder económico/político, pero también explotando a su favor los conflictos internos de los países involucrados en proyectos que impliquen cierta autonomía e independencia de los centros hegemónicos occidentales.

Conclusión
   Los programas de integración regionales como el ABC, estuvieron signados a lo largo de la historia latinoamericana por avances y retrocesos. La idea de concretar un proyecto de unidad entre los países sudamericanos, especialmente los que habían tenido un desarrollo industrial importante como: Argentina, Brasil y Chile, ya estaba presente entre los líderes revolucionarios americanos del siglo XIX.
    Perón intentó infructuosamente promover el proyecto ABC, porque tenía presente el inmenso potencial con que contaban los países del cono sur para llevar adelante una economía autosuficiente y no dependiente de los países centrales. Esta idea de Perón estuvo enmarcada en el proceso histórico que se desplegó luego de la Primera Guerra mundial, en el cual se produjo un cambio sustancial del modelo Agroexportador.
   Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial hubo una importante caída de los capitales europeos en sudamérica, este hecho sumado a la Crisis del veintinueve, obligó a los países periféricos como la Argentina, a iniciar un proceso de industrialización. Este nuevo modelo económico de desarrollo, estuvo ligado también al surgimiento de una idea de “nacionalismo” dentro de la sociedad, y  un sector de las fuerzas armadas.
   La política peronista estuvo marcada en aquél entonces por el fuerte impulso dado a la burguesía nacional y por la redistribución del ingreso en favor de los asalariados. Estos dos factores generaron un desarrollo del mercado interno. El proyecto ABC tuvo que ver con esta idea de generar un mercado común entre los países involucrados  para contrarrestar la injerencia de las grandes potencias en la región.
    Los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, intentaron por todos los medios coartar cualquier intento de unidad entre los países latinoamericanos porque  veían amenazada su hegemonía económica, política e ideológica. Hubo otro factor esencial a la hora de entender el porqué del fracaso del ABC, el país del norte tenía fuertes inversiones tanto en Brasil como en Chile, esto sumado a la reacción adversa de la aristocrática cancillería brasileña fuertemente ligada a los intereses norteamericanos.
    Durante el reparto de Yalta, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dividido entre dos grandes esferas ideológicas el occidente capitalista y el este comunista. En aquel contexto la Tercera Posición de Perón marcaba una independencia de criterio frente a los dos bloques hegemónicos. Este no alineamiento a los centros ideológicos resultaba un fastidio para las pretensiones de los Estados Unidos de afianzar un panamericanismo en el sur de latinoamérica.
    La economía de los Estados Unidos y la de Argentina no eran complementarias sino que competitivas. Este hecho hizo que entre ambos países hubiera una histórica tensión en sus relaciones comerciales. El proyecto ABC, resultaba peligroso a los intereses del país del norte, ya que la Argentina tenía una gran capacidad agroexportadora, y hubiera podido convertirse en una potencia regional abasteciendo a los países vecinos.
   Mediante el proyecto ABC Perón pretendía consolidar la idea de unidad latinoamericana ya presente en San Martín y Bolívar. Durante su última presidencia en los años setenta, el líder hizo una reflexión que bien podría aplicar al tiempo presente:
  “ Cada país participa de un contexto internacional del que no puede sustraerse. Las influencias recíprocas son tan significativas que reducen las posibilidades de éxito en acciones aisladas. Es por ello que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores, en lugar de conducirse por la historia que quieren crearle los mercaderes internos y externos. Nuestra respuesta, contra la política de dividir para reinar, debe ser la de construir la política de unirnos para liberarnos.”




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