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sábado, 12 de septiembre de 2020

VIVIR EN CLANDESTINIDAD ANTES DEL REGRESO DE PERON, por Fernando "el pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin



Por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin





Nace "el Pato" en clandestinidad

          -¿Cómo te enteraste que te buscaban?

-Faltaba poco para que el General Perón volviera a su patria. El tiempo de su llegada era un misterio. Todos algo suponían, pero era un secreto de muy pocos. Ya habían nacido Bernardita y Socorro, mis primeras dos hijas. Lo que ni siquiera imaginaba sucedió. Mi madre y una tía me esperaban para darme la noticia: "te buscan". Un beso a mis dos hijas, un puñado de pilchas y no más tiempo. El por qué quedaba para más adelante. Nadie sabe para cuándo, no hay tiempo. "Gracias vieja por avisar, cuidalas mucho, nos vemos pronto".

-¿Y en esa precariedad es que nace "el Pato"?

-Poco después de entrar en la clandestinidad, mirá vos cómo se mezcla el tema del deporte, nace el hijo mayor de mi hermana, Nicolás… Yo estaba rajado por la zona sur, por Lanús, Lomas… Y, para que no me reconocieran me había dejado los bigotes, y tenía una cédula trucha, me llamaba “Lucas Suárez”. Ya Descamisados nos habíamos fusionado con Montoneros, y ellos tenían la suficiente organización como para proveerte de documentación. Al parecer, usaban una agencia de empleos: ponían avisos en los diarios pidiendo gente para distintos puestos, con diferentes exigencias de calificación, y en las “entrevistas laborales” fotocopiaban cédulas que después eran la base de la documentación fraguada; además, en esas entrevistas se averiguaba la historia de vida de los solicitantes y con esas historias  se fabricaban coberturas para los perseguidos políticos, como era mi caso. Así es que terminé siendo “Lucas”. Allá en Lomas, con los pibes que también eran militantes, algunos de ellos de fábricas y comisiones internas, como el flaco “Patiño”, el “comanche” Figueroa, etc., jugábamos picados, porque rajado y todo no podía dejar el futbol, y ahí es cuando los muchachos futboleros me empiezan a decir “Pato”, por el dibujito animado, el “Pato Lucas”. (Risas). Yo nunca pude explicar públicamente el origen de mi apodo, que nació en la clandestinidad, hasta hace unos años. Cuando me preguntaban de dónde venía lo de “Pato”, lo justificaba diciendo que era por mi estilo de juego, que era parecido al del Pato Pastoriza,  que por eso me llamaban así. ¡Mentira! ¡Qué caradura, compararme con Pastoriza!  Así que cuando nace el hijo de mi hermana (quien andando el tiempo fue medio scrum de Los Pumas), y yo salgo como padrino, me caigo ante toda la familia con bigotes y con anteojos para que no me reconozcan, y mi familia me miraba como a un loco (Risas)… Y, claro, mi hermana y todos decían: “este está medio pelotudo” (Risas). ¡No entendían un carajo!  Por suerte no había nadie que se ocupara de seguirme, porque ese disfraz era ridículamente transparente: todos mis familiares y amigos presentes me reconocieron de inmediato. Así, nació un nuevo personaje para mí. Fui el “Pato”, y nunca más me llamaron como antes.

                -¿Y cómo te llamás vos? (Risas).

                -Fernando Nicolás.

               -Pero cuando jugabas oficialmente al futbol no podías usar la cédula trucha… Tenías que mostrar la tuya.

             -Mostraba la mía, y después, si alguien me paraba en la esquina de la cancha, mostraba la cédula trucha. Cosa que nunca me pasó, pero llevaba las dos por las dudas. Los compañeros jugadores, alguno me debe haber visto con las dos cédulas. Raúl Delucci, uno que jugaba conmigo en Acassuso, que había jugado en Ferro, un rata piola, me llamaba “el Fugitivo” por la serie de TV. (Risas).

            “Recuerdo que en esos tiempos, cuando nació el “Pato”, jugamos un partido con Defensores de Belgrano. Lo recuerdo bien, en principio, porque ese año 1972 ellos salieron campeones y ascendieron y nosotros nos fuimos al descenso, a la “D”, la última categoría de la AFA. En Defensores había un jugador que la rompía, era un delantero de colección. El técnico nos decía: “Hay que marcarlo, hay que marcarlo, no lo dejen que agarre la pelota”. ¡Qué mierda lo íbamos a marcar, si el hijo de puta hacía lo que quería! Nos golearon: le metían 3 ó 4 goles a todo el mundo y a nosotros también. El delantero imparable era René Houseman[1], que poco después, en el ´73, iba a ser campeón con uno de los grandes equipos de la historia de nuestro fútbol: el “Globito” de César Luis Menotti[2].

                    -¿Cómo era la vida en clandestinidad?

               -Te aseguro que no era nada gracioso… Yo lo cuento en forma chistosa, pero es para desdramatizar, para poder hablar de tiempos que fueron terribles. Hay hechos muy fuleros que empezaron a suceder a medida que la cosa se ponía pesada. Yo me separé, mi primera mujer no pudo aguantar que anduviéramos de aquí para allá, huyendo en nuestro exilio interno con dos hijitas a cuestas. ¿Cómo no entenderla? Arreglamos que se blanqueara, que se presentara en la Cámara Federal, el famoso “Camarón”, que se ocupaba de las cuestiones relacionadas con las organizaciones que ellos llamaban “subversivas”, para desligarse de mi militancia, de común acuerdo conmigo, porque se nos hacía insostenible seguir ambos en la clandestinidad.  Yo visitaba a mis dos primeras hijas, que entonces eran unas nenitas, mi vieja las llevaba en secreto a encontrarse conmigo; la obligaba a tomar varios colectivos a mi pobre vieja, y yo tomaba como catorce colectivos, hasta la plaza Las Heras, para poder verlas. Mi vieja no entendía qué carajo tenía que hacer escondiéndome así… Yo llegaba, las hamacaba un rato, y ella se las llevaba de nuevo. No era joda estar clandestino, estar en cana, o que te hagan pelota, como les pasó a tantos compañeros.

                  Invadido por los recuerdos, el Pato se pone serio y reflexiona:

                  -Tardé mucho tiempo en decidirme a hablar o contar estas experiencias. Y el motivo no era la pereza. Muchas de las cosas que hoy puedo recordar vuelven tras un enorme esfuerzo. Tengo que forzar la memoria para organizar largos lapsos de mi vida. Seguro a miles de compañeros, que vivieron situaciones análogas, les ocurra lo mismo.

         “Cuando uno atraviesa la clandestinidad hace un ejercicio del olvido, se esfuerza en acordarse sólo de lo indispensable. Además, está la simulación: el  amigo “Fulano” pasa a llamarse  “José”. ¿Y dónde vive “José”? Uno lo ignora y hasta ignora el apellido fingido si no se necesita el dato. El lema es: “No conocés a nadie”. El  nombre de uno pasa a ser otro, los otros son todos nombres de fantasía. Si hay que visitar el domicilio de un compañero para tratar algún tema, el dueño de casa te guiará, mientras vas en un auto con los ojos cerrados para no recordar el camino.

         “Así,  he vivido en algunos lugares  que aprendí a borrar de mi memoria.  Paso por algunos y me digo: “esto me parece conocido, yo viví por esta zona”, pero no tengo modo de precisar ese recuerdo. Yo viví, seguro, en Avellaneda, pero  hoy no podría precisar dónde, ni en qué mes de qué año.

         “Para recuperar muchos de estos recuerdos necesité años de ordenar fechas, de encuentros con compañeros que por largo tiempo no vi. Años de terapia, una cura de recuerdos ayudada por la voluntad. Me di cuenta de que el olvido estaba envuelto en viejos temores y angustias. De a poco fui reconstruyendo.

        “Después de empezar a conversar este reportaje, yo pensé que tenía todas las cosas muy claras y asumidas. Y en verdad me paso que ni tenía las cosas muy claras, ni tampoco las tenía muy asumidas como para que nada me afectara –confiesa el Pato-. En verdad, no fueron pocas las noches en este tiempo que sentí nostalgias, o no sé cuál es el término, de muchos compañeros que yo conocí, que estuvieron muy cerca mío, y que no están. Y en verdad, de sus muertes, yo me enteré muchísimo tiempo después, porque habíamos tomado caminos distintos.

       “Por ejemplo, de los compañeros con los que vivimos un tiempo en Villa Urquiza, Ricardo Dios, y la petisa Norma (no sé si Norma era su verdadero nombre, o si era un nombre de fantasía; ella estudiaba psicología; después me enteré que se había recibido de psicóloga, pero nunca más la vi), a Ricardo lo mataron, todavía no sé en qué circunstancias, ni cuando, ni dónde… Era más chico que yo, estuve con él en algún grupo…¿Cuánto estuve ahí? Tampoco me acuerdo… Y de ahí salté yo solo, porque ya mi primera mujer había comparecido ante el “Camarón, y me fui a vivir a Vicente López, a dos o tres cuadras de la Municipalidad; si yo pasase reconozco la casa: un departamento, en planta baja;  con Ángel Giorgiadis, y Teté. A Teté la volví a ver hasta el presente, y a Angelito, un pibe fenómeno, con ilusiones, con mística, lo mataron cuando estuvo detenido en la Unidad 9 de La Plata, junto a Dardo Cabo, en la última dictadura. Les aplicaron la "ley de fugas". Inventaron un intento de evasión[3]. Yo había sido su jefe operativo, y después del retorno de Perón nuestros caminos se separaron: yo me fui a la Juventud Peronista Lealtad y él siguió con Montoneros. Hace un tiempo se les rindió un homenaje, a Ángel y a Dardo, en la Unidad 9. En esa Unidad 9 convergen las dos líneas del pasado, política y futbol. Allí gestioné, hace un tiempo, que fuera la primera división de Tigre a jugar al fútbol con los internos, con mi hijo Martín que juega en ese club.

                 “¿Por qué me tengo que rajar de lo de Ángel y Teté? Porque un día, planta baja con las ventanas abiertas, estábamos en tareas organizativas, y pasa gente por la calle y nos entran a mirar de un modo sospechoso, y nos dimos cuenta enseguida. Era un momento no tan bravo como el posterior al 76, pero era una dictadura, y por precaución hicimos abandono del lugar. Poco después salto a Lomas de Zamora, donde la conozco a Norma Arrostito, que estaba buscada por todos lados. Y era, en ese momento, una mujer de unas agallas impresionantes. Y que también murió, en la ESMA. Todos con los que yo viví en esos tiempos hoy están muertos o los mataron…

              “De Angelito yo la volví a ver a Teté, su mujer, y hablé algunas veces con ella, y son cosas que no se superan. Y de Ricardo de Dios, terminé conociendo a su madre, que vivía a una cuadra de la estación Martínez… Yo caí en la casa de ellos, a hablar con la madre tiempo después, ya en época de la democracia. Con lo cual, todo esto fui recordándolo a medida que pude. Durante mucho tiempo uno niega todas estas cosas, lo esconde de sí mismo. Y a veces por necesidad, porque no podés estar rememorando todo el tiempo. Te hacés pelota.

          -¿Cómo fue que Descamisados se incorpora a Montoneros?

         -Bueno, era la lógica, pienso yo. La Argentina ya había aprendido a convivir con el fenómeno de la guerrilla urbana; actuaban muchos grupos: FAL, FAP, FAR y, desde hacía algunos meses (desde el 29 de mayo de 1970), esta organización de nombre original, Montoneros. Su primera acción conocida había tenido una enorme resonancia: habían secuestrado de su domicilio al general retirado Pedro Eugenio Aramburu[3], segundo presidente de la llamada “Revolución Libertadora”, bajo cuyo gobierno se habían producido los fusilamientos de militares y civiles peronistas y nacionalistas en 1956. Cuando surgieron a la luz pública, los Montoneros estaban rodeados por un halo de misterio. Su nombre, el lenguaje de sus comunicaciones (no menos que el hecho de tomar a Aramburu como blanco de su primer ataque), los asociaba con el peronismo y con el revisionismo histórico nacionalista. En vísperas del secuestro, fuertes versiones indicaban que Aramburu había tendido puentes y mantenido contactos con Arturo Frondizi y hasta con el propio Perón con el objeto de desplazar al general Onganía de la presidencia y abrir un proceso electoral para salir del régimen militar. En ese contexto, algunos difundieron la conjetura de que la acción de los misteriosos guerrilleros había sido inducida por el propio gobierno castrense[4]. Esas versiones no impidieron que muchísimos militantes que buscábamos que el retorno de Perón se vinculara con una fuerte reforma social, nos sintiéramos atraídos por esos misteriosos montoneros. Debo confesar que la aparición del cadáver de Aramburu  no neutralizó el magnetismo que ejercía esa fórmula que en ese momento nos parecía romántica, combativa, justiciera, redentora y peronista. Después mi visión cambió, sobre todo cuando Perón llegó al gobierno y me fui a la JP Lealtad. Es una nueva etapa.

                   “Cuando evoco aquella época, me surgen dos cosas. Primero, el cariño subsistente hacia muchos compañeros militantes que conocí y fueron parte de las organizaciones armadas, que hoy ya no están, y que se granjearon mi respeto y admiración por su compromiso militante, en el cual dieron sus vidas, más allá de la mirada crítica que hoy tengo respecto de la lucha armada, sobre todo cuando esa lucha armada se continuó una vez restablecida la democracia y retornado Perón al país, tal como anhelaban las mayorías argentinas. Por otra parte, hoy puedo analizar que esta entrega tan valiente estuvo signada, lamentablemente, por enormes errores políticos de quienes conducían, errores que andando el tiempo sirvieron como pretexto para los sectores cívico-militares que conspiraban contra el gobierno democrático de Perón y de Isabel, y que finalmente lograron instaurar la más brutal y cruel de las dictaduras tras el golpe de 1976”.

 




[1] René Orlando Houseman (1953- 2018), delantero mítico, célebre por su excepcional gambeta, fue el jugador estrella del Huracán campeón del Torneo metropolitano de 1973. Integró asimismo la Selección argentina de fútbol en los mundiales de 1973 y 1978, en que se coronó campeón. Jugó para la albiceleste 55 partidos anotando 13 goles.

.[2] Huracán, equipo chico, causó sensación con su excelente juego  en 1973 al consagrarse campeón del Torneo Metropolitano tras una gran campaña bajo la conducción del futuro DT de la selección campeona del mundo 1978, César Luis Menotti. Disputó 19 partidos ganados, 8 empatados y 5 perdidos, con 62 goles a favor y 30 en contra siendo la valla menos vencida. Lo integraban Héctor Jorge Roganti; Nelson Pedro Chabay; Jorge Carrascosa; Omar Ruben Larrosa; Francisco Faustino Russo; Alfio Basile; Daniel Alberto Buglione; René Orlando Houseman; Carlos Alberto Babington; Carlos Alberto Leone; Roque Alberto Avallay; Miguel Angel Brindisi; Eduado Enrique Quiroga; Francisco del Valle; José Rubén Scalise; Edgardo Luis Cantú; Julio Cesar Tello; Ruben Alberto Ríos; Angel Carlos Tolisano; Adolfo Kerikian; Alberto Luis Fanesi; Alfonso Dante Roma; Luis Alberto Ceballos.

[3] El general y ex presidente de facto de la Revolución Libertadora, Pedro Eugenio Aramburu ( 1903 -  1970)  fue secuestrado por Montoneros el 29 de mayo de 1970, sometido a un “juicio revolucionario” por el golpe de Estado de 1955,  los fusilamientos de 1956 y el robo del cadáver de Evita, y ejecutado de un tiro por Fernando Abal Medina en el sótano de la estancia La Celma en la localidad de Timote (partido de Carlos Tejedorprovincia de Buenos Aires).Fue la presentación en sociedad de Montoneros, tal como señalara posteriormente Firmenich: "El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo sueño nuestro ( …) La ejecución de Aramburu debía significar precisamente la aparición pública de la organización."​

 [4] La versión alternativa a la que brinda Montoneros en la revista “Causa peronista” en septiembre de 1974 sobre el secuestro y asesinato de Aramburu ha sido sostenida por muchos investigadores sobre la base de las versiones que desde un principio señalaron al propio gobierno de Onganía como responsable del crimen y presentaron al núcleo fundacional de Montoneros operando a su favor. Fernandez Alvariños sostiene en su libro “ZA argentina, el crimen del siglo”, que el asesinato fue perpetrado por fuerzas paramilitares y parapoliciales de Onganía, en un operativo organizado por su Ministro del Interior, el General Francisco Imaz. Según esta versión, Aramburu habría sido asesinado en el Hospital Militar Central de Buenos Aires.

Para explicar este accionar se afirma que en esos momentos Aramburu representaba un serio problema para Onganía, ya que había iniciado conversaciones en búsqueda de un acuerdo con Perón para una salida electoral”. Asimismo, se sostiene que avanzaba un golpe militar para sustituir a Onganía, en el que habrían conspirado, entre otros, el general Agustín Lanusse, Arturo Frondizi y el propio Aramburu, a quien se propondría como futuro Presidente. Para prevenir este golpe fue que la inteligencia millitar de Oganía habría facilitado el accionar de los futuros montoneros para que lo secuestren y luego interrogarlo. El anciano general habría fallecido durante el oeprativo sin que pudieran reanimarlo en el Hospital Militar, fraguándose luego toda la historia del secuestro y ejecución para ocultar lo sucedido.

Por su parte, Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi, en la biografía “Aramburu”, afirman que Carlos Alconada, ex ministro de Aramburu, imputaba el asesinato al ministro Francisco Imaz. Y aseguran que Arturo Mor Roig, siendo ministro del Interior, habría informado a la viuda de Aramburu que no se podía seguir investigando sin que el Ejército resultara salpicado.

Sin duda, el verdadero carácter y autoría intelectual del asesinato de Aramburu quedará como un tema controversial por muchos años.

 

 

 





miércoles, 2 de septiembre de 2020

FINES DE LOS SESENTA: ENTRE DESCAMISADOS, FIERROS Y PELOTAS DE FUTBOL, por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista de Javier Garin.


por Fernando "Pato" Galmarini, entrevista por Javier Garin.



                       

               Cuando se le pregunta al Pato sobre el sentido y el valor de las organizaciones armadas en aquellos años previos al regreso definitivo de Perón, reflexiona durante un momento y luego responde:

                -Lo primero que  debemos concluir es que fueron una etapa inevitable, producto de la situación de represión política y social que se vivía en el país. Yo creo que las “organizaciones armadas”, primero provienen, en alguna medida, de lo que había hecho anteriormente el peronismo, y en segundo término de todo ese movimiento mundial de que ya hablamos, de la revolución cubana, de los movimientos de liberación nacional de África y de América Latina, de las modificaciones del Concilio Vaticano en la Iglesia Católica, y lo que significaron en países como el nuestro, profundamente católico, los obispos y curas del Tercer Mundo en América Latina ... ¡que no fueron pocos, eh!... Me acuerdo de haber leído de Norberto Habbeger, que era periodista y uno de los fundadores de Descamisados, un libro suyo que me obsequió, y luego perdí, "Camilo Torres, el cura guerrillero": el cura colombiano[1] que fue uno de los tipos que agarró las armas, posterior a que lo mataran  en la Colombia del año 48 a ese gran líder popular, Jorge Eliecer Gaitán[2], que tenía puntos de contacto con Perón. Y así como este cura, hubo en todas las iglesias de América Latina tipos similares. A todo eso sumemos la incorporación a la política revolucionaria de nuevas generaciones provenientes de distintos sectores sociales. Hubo una expansión política fenomenal, sobre todo bajo la dictadura de Onganía. Pero esto ya se venía dando desde antes. Y las organizaciones armadas son producto de todas estas variables, juntas, mezcladas. Pero, si yo me acuerdo, digamos de lo que viví, que fue fundamentalmente el grupo conocido como Descamisados[3], que abrevaba en la Democracia Cristiana, no es que solamente estábamos tipos de clase media, ¡macanas! Yo te puedo contar de parvas de compañeros que fueron de los primeros tipos que se incorporaron a los Descamisados, antes de que esta orga se sumara a Montoneros, y no eran pocos los laburantes e hijos de laburantes. Ojo con ese mito de que las organizaciones armadas eran solo de clase media alta. Y como en esta, en otras organizaciones, se iba dando un agrupamiento. Porque al peronismo,  a la vuelta de Perón, le faltaba todavía una vuelta de tuerca para derrotar a las dictaduras militares. Yo no sé si solamente la lucha sindical o la lucha del conjunto del movimiento alcanzaban. Y ahí es donde estas organizaciones aparecían como una herramienta. En aquellos años,  a mí me pareció que este fenómeno le dio a Perón la posibilidad de decir: "A ver, muchachos, vengan para acá, rebélense!". Las introduce dentro de su dispositivo de conducción y su estrategia general. Después se les fue de las manos, se hizo incontrolable.

                        Pero esto de la dificultad de controlar el peronismo es algo que viene desde los comienzos. El movimiento fue siempre informe, con esa diversidad de lo popular ya desde sus mismos orígenes. No me entra en el balero cómo hizo Perón para ganar la elección en 1946, con muy poco tiempo de organización.  Los mismos tipos que hicieron el 17 de octubre, que arrancaban de Tigre, o de Lomas de Zamora, o de Avellaneda o Ensenada, caminando porque no tenían ni para el bondi, ese “subsuelo de la Patria sublevada” como dijo Scalabrini Ortíz, cuatro meses después ganaron una elección. No sé cómo. Porque el sindicalismo peronista recién se había iniciado, y no había partido organizado. Porque una cosa es la bronca y las ganas de cambiar  y otra es la organización indispensable para materializarlo en las urnas, donde tres años antes te decían: “Usted ya votó”, cuando no habías votado. Digamos, gente sin instrucción, en apariencia sin mucha organización, y de repente estaban manejando y ganando una elección popular en 1946. Es cierto que Perón había sumado dirigentes experimentados con una larga historia en el radicalismo, en el socialismo, etc. Pero así y todo, había que organizar aquello que era nuevo… Esto yo lo escuché de muchísimos compañeros viejos… Nadie sabía cómo se hizo. Juancito Molina, viejos amigos que ya han muerto, que fueron a votar en esa jornada gloriosa, cada uno te cuenta una cosa distinta.

             - ¿Juancito Molina es uno de los que están en la foto famosa del 17 de octubre, con las patas en la fuente?.

            - ¡Sí, sí! (Risas). Lo jodían, le decían “vos pusiste las patas ahí, para lavarte, hijo de puta” (Más risas). Y Juan decía: “Claro, si yo no tenía agua en casa” (Más risas). Juan, Cuellito… ¡Qué se yo! El peronismo fue así. Las grandes cosas populares. A uno le cuesta, años después, entender cómo se hizo esa epopeya. Y de esa manera extraña, colectiva, imparable, funcionó también la resistencia peronista, y se fueron articulando, o no, las organizaciones armadas. Por eso decía que esto ni la KGB y la Cia sumadas lo hubieran podido encuadrar.

              -Pero volvamos a tu vida en los sesenta y setenta.

              -Sí. Al mismo tiempo que me involucraba más y más en política –dice el Pato-, empecé a estar de novio con quien fue mi primera mujer. Ya conté cómo nos casó Carlos Mugica después de un noviazgo corto. Ella, como yo, y como tantos jóvenes de entonces, se sintió convocada por el compromiso social. Así como yo me había ido por Mugica a Fortín Olmos, ella viajó con otros compañeros a los Valles Calchaquíes, con la misma motivación. Noviazgo y matrimonio venían combinados con ese compromiso, con esa militancia. La militancia era nuestra vida.

         -¿Y cómo combinabas esa militancia con el futbol?

         -Eran vidas paralelas.  Lo que a mí siempre me dio más paz, me puso más los pies sobre la tierra, fue el futbol, el deporte… Yo seguía mi carrera deportiva en los clubes. En el fútbol me decían: “¿Pero vos estás loco? ¿Qué estás haciendo?”. Me cargaban en el ’71 cuando empecé a jugar en Acassuso y andaba clandestino, escondiéndome: “¿Vos sos medio pelotudo? ¿A qué te dedicás? El otro día teníamos que jugar contra Defensores de Belgrano, y nos cagaste, no apareciste…”

            -¿Quién te reclamaba?

             -¡Los compañeros de fútbol! Si hoy todavía los veo, y me dicen: “Vos eras un loco de mierda”. La política tampoco se entendía mucho cuando no militabas. La política había arrasado con todo, había llevado a todo lo otro contra un rincón. Era un vendaval. La JP brotaba de la mañana a la noche, y movía miles y miles; la juventud sindical movía menos, pero también movía. La juventud peronista eran grupos que vos no sabías ni a quién pertenecían, estaban más o menos encuadrados algunos, y otros eran pendejos de familias peronistas, y muchos que se fueron haciendo peronistas. Es muy difícil. Cuando uno lee las cosas escritas parece mucho más fácil de entender de lo que en realidad fue en ese momento. Después, el sindicalismo tuvo mucho que ver.

            -¿Cómo es eso? Porque siempre se pone esquemáticamente de un lado la JP y del otro el sindicalismo. Contá del sindicalismo y su influencia.

           - Yo me acuerdo de haber conocido, en aquella época, en la primera resistencia, a dirigentes gremiales, que además estuvieron también en las organizaciones armadas. No es que las organizaciones armadas estuvieran totalmente despegadas del movimiento obrero, porque había compañeros de esa extracción. Yo me puedo referir con más precisión a la orga que conocí, que es a la que pertenecí muy de entrada, Descamisados, donde estaban los tres que fueron los iniciadores: Oscar de Gregorio, Horacio Mendizábal, y Norberto Habbeger.

               - ¿En qué época fue eso?

               -Y, nos empezamos a conocer en el año 1967. A éstos tres compañeros, yo los veía con frecuencia en lo de Julio Barbaro, porque ahí morfábamos, ellos, nuestras novias, o las que eran nuestras mujeres entonces… Ahí charlábamos. Asimismo estaba el negro Sicardi, que era un pibe, que fue también de los iniciadores, que después se recibió de contador, pero no era de clase media, sino de condición más popular. Cristina Ruiz, la mujer de él, era también una piba de clase humilde. Estaba Fernando Saavedra, y su novia, ese sí era un tipo patricio.

               -¿Pero cómo se empezaron a conocer?

              -Los fundadores de Descamisados venían los tres de la Democracia Cristiana.  Y Julio también, claro, y era además un importante militante estudiantil. Yo me acuerdo perfecto de la casa de Julio, porque vivía a dos cuadras de la Federación de Box, por Castro Barros. Me acuerdo de su padre, que era colchonero… Lo conocí al viejo, a la madre… Morfábamos ahí con Julio. Y después a Julio, cuando empezamos a tabicarnos, por células, lo dejé de ver por mucho tiempo.

             - ¿Y cómo decidieron formar el grupo?

            - Porque muchos compañeros cristianos ya venían muy embalados con todo el tema este de la opción por los pobres y las orgas armadas… Norberto Habbeger lo había conocido al cura guerrillero, a Camilo, del que escribió ese libro que mencioné.  Entonces, imagínate el quilombo de mi cabeza… ¡Entre el fútbol, y eso, yo qué sé!…

           - Pero vos dijiste, hace un ratito, que lo que te salvó fue el fútbol; que no te hiciste tan intelectual; que te puso los pies sobre la tierra.

          -Sí. Pero estaba muy metido en esta orga, como nos enganchábamos todos, porque todo hacía que vos te emblocaras y te solidificaras en esos grupos. Yo estuve muy firme ahí.

            -¿Estaba Dardo Cabo, también?

             -Sí. Pero yo no lo conocí ahí. Lo conocía, pero no sabía que estaba. No siempre sabíamos qué otros compañeros estaban en la orga. ¡Un compañerazo! Un cuadro de acción que venía del nacionalismo y de la relación fuerte con los sindicatos: había estado en el desvío de un avión a las Islas Malvinas. Él ya estaba en la dirección de Descamisados cuando nuestra organización, tiempo después de la Operación Aramburu, se incorpora a los Montoneros. Y el padre, Armando, fue un dirigente gremial de mucho peso, de los metalúrgicos, que llegó a disputar una interna con Lorenzo Miguel. También hubo cierto mito alrededor de Dardo Cabo porque algunos lo sindicaban como el tipo que mató a Vandor: decían que fue unos de los que entraron en la UOM de Cangallo, que lo dejaron entrar porque lo conocieron, porque lo conocían a su viejo; que él fue el que subió y participó de la muerte de Vandor. Esta era la bola que se corría,  pero después nunca se comprobó.

            - ¿Y qué era Descamisados, en ese momento?

             - Y, antes de llamarse Descamisados, éramos unos “colifas” de la militancia, que debatíamos y hacíamos actividades militantes todo el tiempo. Delirábamos con formar una organización revolucionaria, que fuera más allá de distribuir volantes o hacer actos relámpago; creíamos en el “hombre nuevo”; nos influyó mucho el clima de época de la revolución cubana, el mayo francés, etc.. Veíamos cambios en el movimiento obrero: se fortalecían tendencias combativas; se empezaba a hablar de Raimundo Ongaro[4], el jefe de los gráficos; a su alrededor se congregaba el gremialismo peronista “duro”, la CGT de los Argentinos, en la sede de los gráficos, en Avenida Paseo Colón. Mis amigos y yo andábamos por allí, nos encontrábamos con compañeros que andaban en la misma búsqueda. No había posibilidad de no ir. Era como ir a tomar un café a la esquina de tu barrio. Iban todos ahí.

             - ¿A Raymundo Ongaro lo conociste?

            - Sí, un cuadrazo, pero no recuerdo si en esa época lo traté. A Julio Guillan[5] lo conocí mucho, porque después lo vi, a la vuelta de los años, en otros lados. Dante Oberlín, que fue un dirigente gráfico santafesino, fue mi amigo del alma, que murió hace un tiempo. Hugo Anzorregui, que fue de la SIDE con Menem, era el abogado de varios sindicatos; él también jugaba al fútbol con el cura Mugica. Su padre había sido presidente de la Suprema Corte bonaerense, con Perón, en la primera presidencia. Era de una familia cajetilla, de las que pudo haber enganchado Perón. Y, como ya conté, yo andaba repartiendo los diarios de la CGT de los Argentinos aprovechando los partidos. Por ahí tengo una nota periodística que hicieron años atrás en Pergamino recordando la anécdota. Ahí, dicen, que yo jugaba bien en Douglas High, pero les rompía las pelotas con esos diarios, y habrán dicho: “A estos no los traemos más ¡Qué carajo nos importa la Revolución en Pergamino!” Y nunca más (risas).

               -¿Cómo es que todo este movimiento se hace masivo?

              -Lo que hay que pensar es que se habían roto los diques. Había un dique, que era la Iglesia, y con el Concilio Vaticano II se rompe la Iglesia tradicional, y los pibes que iban a la Acción Católica… El dique Partido Comunista era otro, que con el Mayo Francés se termina, y surge la nueva izquierda… Toda esa gente suelta, se mezcla con Perón. Más el sindicalismo… Lo que unifica toda esa diversidad es la conduccion de Perón. Esto pasaba en todos lados, porque no es solo que en Argentina hubo gente que de la Iglesia y lo social pasó a la política, sino en todo el continente. No es solo que se rompe el Partido Comunista en Argentina, se rompe en el mundo, y empiezan a aparecer corrientes de izquierda alternativa. ¿Qué hace Perón? Perón encarrila todo eso, y lo liga a su propia historia, y a los trabajadores y el sindicalismo. Entonces, se genera un proceso muy masivo. Lo de los ’70 fue muy masivo. En apariencia inorgánico, para los cánones tradicionales de lo orgánico, pero Perón lo dirigía. Se rompe la Democracia Cristiana; se rompe el Ejército, y empiezan a aparecer los milicos nacionales. ¡Es decir, venía de todos lados la cosa! Venían tipos muy diversos, hasta contradictorios. De allí que hubiera también enfrentamientos muy fuertes por la gran diversidad de opiniones, orígenes, etc.

            -¿Hubo algún momento en el que dijeron “A partir de hoy somos el grupo Descamisados, nos vamos a organizar de la siguiente manera, cada uno tiene tal tarea…”?

                -Sí, si, por supuesto- dice el Pato-. Como te decía, queríamos pasar a otro tipo de lucha que nosotros creíamos en ese momento más decisiva frente a la asfixia política que vivía el país. Vos pensá que no había democracia, que el principal dirigente popular estaba exiliado, que el principal movimiento político estaba proscripto, y, ¿cómo se salía de eso? No se sabía. Pero creíamos que había que hacer algo. En el país ya había habido expresiones guerrilleras, tanto marxistas como peronistas. Por supuesto, habían existido los uturuncos[6], un grupo de pioneros que armó la primera guerrilla peronista a fines de los años cincuenta en tiempos de la Resistencia; una década más tarde, otro grupo de compañeros intentó desarrollar un foco en Tucumán, en Taco Ralo[7]. En Salta, un poco antes, un grupo activado directamente desde Cuba pero integrado por muchachos de Buenos Aires (la mayoría disidentes del Partido Comunista), había formado el llamado Ejército Guerrillero del Pueblo[8],  que concluyó desbaratado y con la mayoría de sus miembros presos. Y durante el gobierno de Arturo Illia un sector proveniente del nacionalismo, el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, liderado por Joe Baxter[9], había iniciado una breve experiencia de insurgencia urbana que incluyó una “expropiación”, es decir, un choreo: el famoso golpe sobre el Policlínico Bancario[10] de la avenida Gaona, en Buenos Aires. Estábamos rodeados por toda esa atmósfera. Leíamos bastante, discutíamos mucho entre nosotros y con amigos que compartían a grandes rasgos nuestras inquietudes. También se estaban formando otros grupos como los “demetrios”[11], o como “Guardia de Hierro”, que dirigía el gallego Alvarez[12].

                    “Sea como fuere -dice el Pato-, nuestro grupo seguía pensando en pelear por ese retorno del General. Practicábamos tiro al blanco en descampados bonaerenses. Habremos sido treinta locos de la guerra. ¡Imaginate! ¡Yo era instructor de tiro! En mi puta vida había tirado, pero se suponía que yo debía saber tirar porque paraba bien la pelota ¿viste?... (Risas)

               -Claro. Tenías buena coordinación física como deportista.

               - Y sí, al lado de los gordos, yo era Gardel. Había guerrilleros gordos, como los canas gordos, que no podían ni correr. (Risas) Yo estaba entrenado, por el futbol, entonces parecía Cisco Kid. (risas) ¡Claro! Era así.

              - Y por eso ya eras el instructor…

              -Imaginate qué colifas que estábamos. Una instruida mía fue la mujer de de Norberto Habbeger, con la que hice mi primera operación militar, que mejor no te cuento lo que fue. Ella era rellenita, y  si nos veía un cana, y teníamos que correr diez metros, la agarraban de las pestañas… (Risas). Una mina bárbara, ojo. Pero era todo así. Y nosotros creíamos que éramos muy organizados. ¡La Argentina estaba loca, el mundo estaba loco, y nosotros también!

                   “Después, poco a poco, empezamos a imponernos una disciplina más rígida. Cuando nos hicimos una orga un poco más seria, vivíamos colectivamente, de a grupos, en viviendas asignadas con criterio organizativo. Hacíamos un pozo común con los ingresos y los administrábamos y distribuíamos con pautas decididas colectivamente. Nuestras familias no debían conocer nuestros domicilios. Mi primera mujer y yo vivíamos, por ejemplo, con otra pareja, Tate y Tojo,  en una casa en la calle Monroe 4140, cerca del Hospital Pirovano. Yo trabajaba en Kasdorf y Tojo estudiaba derecho y dedicaba buena parte de su tiempo a la militancia. Vivíamos los cuatro ahí. Ni unos ni otros teníamos pendejos, pero nuestros primeros hijos nacieron por esas épocas. Y de esa casa me acuerdo porque en ella recibíamos visitas de conspiradores militantes, con los que analizábamos cómo impulsar la organización popular, y también la de deportistas, aportados principalmente por mí. Recuerdo la presencia de Huguito Pezzi, que había jugado en Boca, donde fue campeón, y que ese año jugaba en Comunicaciones. También la de Juancito Tamburrino, que había jugado en Argentinos Juniors, y la de Horacio Rognoni, un marcador de punta duro, gran jugador de hockey y padre de una de “Las Leonas”. Y vos fijate qué loco: mi quilombo era que, cuando pasamos a ser una organización militar, los jefes lógicamente me decían: “Vos no podés jugar al fútbol”. Y yo los mandaba a la concha de su hermana. No entendía mucho eso. Me decían: “Vos no podés jugar al fútbol”, y ¡claro!, yo no jugaba ni en Boca, ni en River, jugaba en primera B, pero igual no quería largar ni loco. (Risas).

               -¿Puedo preguntarte algunos detalles de la vida cotidiana en la juventud vinculada a las organizaciones? Algunos me han hablado, por ejemplo, de moralismo. ¿Existió eso?

                -Siii. En algunas organizaciones te controlaban. Si te mandabas macanas en tu vida privada, te le tirabas a alguna compañera casada o algo así, ¡te aplicaban la castración! (risas).  Hablando en serio. Cierto puritanismo existía. Eso tenía que ver, no sólo con el compromiso absorbente con la política sino también, pienso yo, con todos los curas que rondaban. No era una pelotudez. Había todos esos curas cercanos a las organizaciones que influían mucho sobre nosotros. Mucho más en Capital Federal que en el Conurbano…. ¡Acá en el Conurbano, los muchachos se culeaban todo! (Risas). Era muy extraño el menjunje que se armaba entre dos mundos sociales distintos, a través de la militancia. Minas que venían de Filosofía y Letras a militar en la villa, con toda una visión idealizada del villero, y volvían orgullosas porque “esta noche me culeó un compañero de la villa”. (Risas). Pero tambien tenía que ver con el origen de las organizaciones. La nuestra era más moralista porque veníamos del cristianismo. Otro tema que se vincula a nuestro origen como organización era el “no matar”.

                -Explicate.

                -Los Desca, originariamente, rompíamos las pelotas con "no matar", cosa que en la guerrilla puede parecer un contrasentido, pero que a nosotros nos parecía lógica porque lo que buscábamos era dar un testimonio. Nos entrenábamos mucho para que los operativos no tuvieran víctimas. Sobre eso se hizo mucho hincapié en los Descamisados. Cuando nos unimos a los Monto fue todo más enquilombado; porque ya era más enquilombado el momento, también, y había avanzado mucho la violencia. En determinado momento la cosa se puso demasiado pesada y hasta tuvimos que rajarnos.

                    -¿Por qué estuviste rajado?

                    -Mi primera mujer y yo nos fuimos a vivir con otros dos compañeros, otra pareja, Ricardo Dios, y la “Petisa” Norma, su mujer, que vivían por Villa Urquiza… A él años más tarde lo asesinaron en la represión. ¡Un pibe fenómeno! Y nuestros compañeros anteriores, Tate y Tojo, se  mudaron a Olivos, y quedaron en la mira de la cana por una persona con la que compartían la casa, que se mandó una macana. Y la policía los fue a buscar a ellos de rebote. Ya había nacido Bernardita, mi hija mayor, y ellos tenían ya a su hijo Tomás… Y fijate lo que son las cosas: cae la cana a buscarlos  en Olivos, donde vivían, la detienen a Tate y a su hijo Tomasito, que tendría uno o dos años, y Tojo se raja. Habíamos comprado una camioneta para que Tojo (que años más tarde se recibió de abogado estando en cana), manejara e hiciera de fletero. Habíamos puesto la camioneta a nombre suyo y mío, entonces cuando los fueron a buscar a ellos aparecieron los papeles de la camioneta, y me fueron a buscar a mí también, y pasé a ser otro sospechoso. Fue así que con mi primera mujer nos tuvimos que rajar. Había que actuar rápido, dejar la casa, buscar otro lugar. Empezó mi etapa de clandestinidad. Recuerdo dónde pasamos la primera noche: en un hotel alojamiento, en Puente Saavedra. Después todo fue peregrinaje entre domicilios de compañeros. Eso fue en el ’71, 72..



[1] Jorge Camilo Torres Restrepo (1929-1966), fue un sacerdote católico colombiano y una de las cabezas de la Teología de la Liberación. Promotor del diálogo del catolicismo y el marxismo, fue cofundador de la primera cátedra de Sociología de Latinoamérica en la Universidad Nacional de Colombia. Pasó a ser conocido como “el cura guerrillero” a partir de su militancia en el Ejército Nacional de Liberación.  Murió el 15 de febrero de 1966 en el combate de Patio Cemento, contra el Ejército colombiano. Su cadáver fue ocultado en lugar secreto.

 

[2] Jorge Eliecer Gaitán Ayala ( 1903-1948) fue un notable intelectual y político colombiano, que ejerció varios cargos de importancia y destacó como orador popular de tendencia izquierdista y como jefe del Partido Liberal. Precandidato a la presidencia de Colombia, fue asesinado para detener su acceso al poder, desatando una ola de protestas masivas conocidas como “Bogotazo” e iniciándose un período de fuertes convulsiones y violencia. Dos ex agentes de la CIA han reconocido la intervención de la agencia norteamericana en el asesinato del líder colombiano.

[3] Descamisados fue una organización armada proveniente de la fusión de diversos grupos del nacionalismo católico y la democracia cristiana y del peronismo, y de la experiencia de trabajo en villas y fábricas, creada hacia 1968, y fusionada con Montoneros en 1972. Entre sus fundadores figuraban  el abogado laboralista Horacio Mendizábal, vinculado entonces a la CGT de los Argentinos,  el periodista  Norberto Armando Habegger, el militante Oscar de Gregori (1941-1978),  y   otros jóvenes. Aunque se menciona como una acción de esta organización el asesinato del dirigente metalúrgico Augusto Timoteo  Vandor, supuestamente ejecutado por Dardo Cabo, la autoría de esta acción no es para nada clara, y mucho menos que la organización Descamisados hubiera estado detrás de la misma. Mendizabal, incorporado a Montoneros, muere en 1979 durante la Contraofensiva, luego de un enfrentamiento con el Ejército. Habberger fue secuestrado en Brasil el mismo año permaneciendo desaparecido. De Gregorio fue secuestrado y asesinado en la ESMA.

 

 

[4] Raimundo José Ongaro​ (1925- 2016) fue el más destacado y representativo dirigente del ala revolucionaria del sindicalismo peronista. Fue durante muchos años secretario general del gremio de los gráficos, y en 1968, durante la dictadura de Onganía, fundó la “CGT de los Argentinos”, que se haría célebre por sus posiciones de enfrentamiento a la dictadura militar y de apoyo a los levantamientos populares como el Cordobazo. Encarcelado junto a Agustín Tosco y Elpidio Torres, a su salida de prisión organizó el Peronismo de Base, y tiempo más tarde participó en 1974 en el lanzamiento de  la Coordinadora de Gremios, Comisiones Internas y Fábricas en Conflicto. En 1975 fue nuevamente encarcelado , y luego se exilió fuera del país hasta el regreso de la democracia. A partir de  1989 apoyó a Carlos Menem.

 

[5] Julio Isabelino Guillán, dirigente telefónico proveniente de los Talleres Ciudadela, militó en la CGT de los Argentinos junto a Ongaro. Estuvo siete años preso durante la dictadura militar. Tras su liberación retomó la actividad política desde el sindicalismo combativo. Fue dirigente nacional de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos (FOETRA). Tras su paso por la renovación peronista, en 1987 se unió al Grupo de los 15, cercano al alfonsinismo. En 1989 apoyó a Menem y la privatización de Entel, despertando fuertes críticas de los defensores de la empresa estatal. Falleció en 1997.

 

 

[6] A partir de 1959 un grupo de miltiantes de la resistencia peronista del NOA intentan organizarse como guerrilla rural en la selva tucumana, en el departamento de Chicligasta, bajo la denominación Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, aunque se los conoció popularmente como “uturuncos”. Se los considera unánimemente la primera experiencia guerrillera del siglo XX en Argentina.

 

[7]Taco Ralo fue la acción que presentó en sociedad a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), organización armada creada en 1968 y liderada por Envar “Cacho” El Kadri. El 17 de septiembre de ese año las FAP instalaron un campamento integrado por 14 guerrilleros en la localidad de Taco Ralo, provincia de Tucumán, para realizar entrenamiento militar. El 19 de septiembre el grupo fue sorprendido y detenido por la Policía.

 

[8] El Ejército Guerrillero del Pueblo fue la primera experiencia foquista, de inspiración nítidamente guevarista, en el país, que intentó fallidamente hacer pie entre 1963 y 1964, en la selva de Orán, en la provincia de Salta. Dirigida por el periodista argentino Jorge Masetti en calidad de “comandante segundo” (el comandante primero era el propio Che Guevara desde el extranjero) e integrada por unos 30 guerrilleros, mayoritariamente argentinos, pero también con algunos veteranos cubanos, resultó un fracaso completo que pareció preanunciar la experiencia fallida del Che en Bolivia tiempo después. Al serle imposible sostenerse, fue derrotado por la Gendarmería sin mayores dificultades. Masetti desapareció en la selva.

 

[9] José Luis “Joe” Baxter ( 1940 - 1973) fue un pionero de la guerrilla argentina, de ascendencia irlandesa y uno de los fundadores, en 1957, del Movimiento Nacionalista Tacuara. Originalmente profesó el nazismo y el antisemitismo; viró más tarde hacia el catolicismo nacionalista, y adquirió paulatinamente creciente simpatía con el peronismo. El 1962 se separa del tracuara original y funda con otros el MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara), filoperonista. Entre las acciones de esta nueva agrupación destaca el asalto al policlínico Bancario. Conoció a Perón en Madrid durante un periplo por Europa. Combatió en Vietnam contra los norteamericanos, siendo condecorado por Ho Chi Min. Asimismo participó de los Tupamaros en Uruguay. Recibió instrucción militar en China y en Cuba. A partir de 1968 vira hacia la izquierda marxista, conoce a Roberto Mario Santucho y se integra al ERP. Muere en un accidente de avión en Francia en 1973.

[10] 29 de agosto de 1963.

 

[11] El Encuadramiento de Juventud Peronista (los “demetrios”) fue una importante agrupación militante de las juventudes políticas. Dice sobre ellos un reciente estudio: “Los “Demetrios” definían su accionar dentro de lo que llamaban la “lealtad objetiva y doctrinaria” al general Perón, lo que nos permite ubicarlos dentro del peronismo “ortodoxo”, en una trayectoria semejante a la de Guardia de Hierro. No obstante, sus orígenes y ciertas formulaciones teórico-políticas los hicieron recibir motes tan disímiles que, en la jerga militante, iban desde el de “troskos” al de “hitlerianos” (Denaday, Juan Pedro, “ “Los “demetrios”: ¿troskistas, peronistas, nazis?” www.uel.br/ revistas/uel/index.php/antiteses/article/viewFile/14350/12806).

 

[12] “Guardia de hierro” fue una organización política peronista, de enorme influencia en la formación de cuadros, fundada por Alejandro “el gallego” Alvarez durante la Resistencia peronista, que defendió la conducción del General Perón y el trabajo militante en los barrios populares y se opuso a las posturas militaristas del Montoneros y el ERP. Entre sus cuadros o afines más relevantes se suele mencionar al jesuita Jorge Bergoglio, electo Papa en 13 de marzo de 2013.