por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin
-Algo que cualquiera te preguntaría antes que nada: cuando fuiste Secretario de Deportes de la Nación, ¿lo trataste a Diego Maradona?
-Siiiiii. Mirá. Mi primer trato con Diego fue por pedido expreso del presidente. te cuento porque es una anécdota increíble, tanto para mostrar lo que significaba Diego entonces como para entender la astucia política de Menem, su olfato, intuición, desparpajo o como quieras llamarlo.
"Asume Carlos Menem la Presidencia, después juran los ministros y después los
secretarios, y una vez que yo juré nos vamos con Carlos cruzando la
plaza de Mayo porque lo iba a poner en funciones a Carlos Grosso como Intendente
de la Ciudad, y estamos por mitad de la Plaza y le digo: “Mirá, Carlos, yo me
voy a canal 13 porque juegan Argentina por la Copa América contra no recuerdo
quién”, y me dice: “¿Cuándo juega de
nuevo?” “No sé”. “Bueno, averiguá y andate a Brasil y decile a la Selección que
vuelva”. Era el momento del cinco mil por ciento de hiperinflación, en los
barrios se cagaban a trompadas, nosotros vivíamos accionando en los barrios
para desarmar los quilombos que había, porque era un caos total, en el
Conurbano era un incendio, Moreno, Sarmiento, era todo un despelote; yo me
acuerdo de los combates que había entre los vecinos que no querían que les
choreen la casa y los que se las querían saquear; boliches y almacenes cerrados, un desastre.
Bueno, voy y aterrizo en Brasil, me acerco a la concentración con Julio Grondona,
yo ya le había avisado: “Julio, Carlos quiere desactivar esta bomba social y
necesita a la Selección”, y él me propone: “Pato, vamos a charlar con Bilardo y
fundamentalmente con Maradona”. Le explico la cosa a Bilardo y me acompaña a
hablar con Maradona, hablo yo con Julio y Bilardo al lado mío, custodiándome, y le digo: “Mirá, Diego, hay mucho quilombo en
la Argentina, acaba de asumir el presidente nuevo, y ¿no nos harías la gauchada
de venir a jugar?” “Bueno, sí, vamos ¿y qué más necesitás?” “Que vos les digas
a todos los demás que vengan con vos”. Porque casi todos jugaban en Italia, era
la Selección que ya se estaba entrenando para el Mundial de Italia. Vienen acá
y armamos un equipo de amigos, bah, de
ex futbolistas, y hacemos un partido de exhibición, viernes siguiente, cancha
de Vélez. Ya se anunciaba que estaba hasta las pelotas, además Diego venía a
volver a jugar de nuevo al país y la estaba rompiendo en Italia, además jugaban
todas las estrellas, que sé yo. Tendríamos que llegar tipo 6 de la tarde, y estábamos 5.30 en la Casa de Gobierno y le
digo a Menem, tirándome un lance para cumplir el sueño del pibe: “Carlos, me
gustaría jugar este partido”, y me responde terminante: “No, solamente yo juego”,
y se me cayeron los huevos al piso (Risas). Le trajeron un par de zapatos, los miró y lo
llamó a Ramón Hernandez, su secretario, y le dijo: “Ramón, andá a comprar un
par de zapatos nuevos”. Salimos. Cancha de Velez. Viene Galindez (el masajista
de la selección) y me dice: “Pato, ¿este se masajea?”. Y yo le pregunto:
“Carlos ¿te vas a masajear?” “¡Por supuesto!”. (Risas) Y se tiró a la camilla,
y estaban todos de la televisión filmando cómo se tiraba en la camilla y cómo
lo masajeaban, y él hablando desde la camilla… ¡Ya era un tipo de la selección!
(Risas) Termina el masajeo y viene Bilardo y me dice: “Che, ahora vamos a hacer
una entrada en calor ¿y este vendrá?”, le digo: “Mirá, Carlos, Bilardo empieza
el pre calentamiento, ¿vos queres ir?” “¡Por supuesto!” (Risas) Estaba la fila
ahí, Diego y Carlos corriendo los dos primeros, haciendo precalentamiento a la
par… ¡Este era Carlos Menen! Ah, y me
dice: “Arregla con Bilardo, con Julio, con Diego, que el capitán soy yo, ¿eh?”
¡Encima eso! Y les voy preguntando: “che, este quiere ser capitán, si no hay
problema”, pero todos se cagaban en las
patas y no querían decirle nada a Maradona: “andá a decírselo vos” (Risas) Al
fin lo encaro: “Diego, el Presidente quiere ser capitán”. “Esta bien”. Vos decís:
el país incendiado y esto era una boludez, pero no, tuvo un impacto formidable.
- ¿Era como mostrar que todo estaba
controlado, desdramatizar un poco una situación muy jodida, transmitir
confianza?
-Exacto. Habría que ver en los
diarios pero eran unos quince días después de haber iniciado su presidencia, en
medio de ese gran quilombo. El partido fue una joda, le pasaban la pelota y
nadie se le acercaba, y era más malo que la mierda, pero con esa desfachatez, y
por ahí hay un tiro libre cerca del área y la gente empezó: “dale, Diego, Diego”,
y va Menem y dice: “No, yo”. Se armó la barrera y yo, que lo había visto jugar
varias veces, pensé “este no llega al arco”. ¡Y ni siquiera llegó a la
barrera!” (Risas) Y el árbitro dijo “Peeeeren,
vamo de nuevo”, y lo pateó Diego. Eso
fue un viernes y el lunes a las diez de la mañana llamaban de Alemania, Nigeria,
el Tibet, qué sé yo, de todo el mundo, y
preguntaban: “el tipo de patillas que jugó al lado de Diego, ¿en serio es el Presidente
de la Nación?”. El mundo ya sabía que había un presidente nuevo que jugó con
Diego en un partido de futbol. ¡Menem se había dado cuenta que armaba un quilombo
internacional, que se instalaba mundialmente! Visto en ese momento, yo no me di
cuenta lo que estaba pasando, pero de afuera decían: “este tipo es un genio,
salió de la política del quilombo, del cinco mil de inflación que no se podía
parar, que tardó dos años en frenar, con un partido de futbol” (Risas). Y
bueno, así era Menem. Con sus pro y sus contra. No lo estoy defendiendo, sólo
estoy describiendo su forma de conducir tan particular.
-¿Y cómo siguió la historia con Diego?
“A fin de ese año le dije a Carlos:
“Mirá, tenemos que hacer el Mundial de básquet”, que había programado el
gobierno de la UCR, pero a causa de la
crisis no se había hecho nada de nada, y estaba metiendo presión el presidente
de la FIBA para decirme que la FIBA se había comprometido que en ese mundial
empezaban a jugar los tipos de la NBA y se lo habían dado a la Argentina, pero
imaginate lo que era en esa época, en el estado de conmoción del país, parecía
algo imposible; y el tipo, que era yugoslavo, me dice: “Véngase a Munich en una
semana para terminar de arreglar todos los detalles o el mundial se va a otro
lado”. Lo hablo a Carlos y le digo que habían hecho una comisión organizadora los
radicales para jugar el mundial y no había ni un jugador, no había tele, no
había sedes, nada, y le pregunto: “Carlos, qué hacemos”. Me dice: “¿el mundial
es nuestro?” “Y, por ahora sí”. “Bueno, entonces es nuestro. Lo queremos. Andate y te venís con el Mundial. Y si tenes
algún problema me llamas que yo hablo con Stancovic”, quien ya sabíamos que
había jugado el primer mundial aca, en Argentina, en tiempos de Perón; era un
tipo que quería a la Argentina y se acordaba mucho de ese mundial de Perón, qué
sé yo cómo se acordaba, pero se acordaba: fue el primer mundial y él jugaba
para Yugoslavia. Cuando llegamos a Munich me atendió muy bien y me dijo: “Muchachos,
está primero la FIBA, si ustedes no lo pueden hacer”. Esa mañana la pasamos
como el orto. Yo fui con Jorge Becerra a quien puse en la comisión
organizadora, era un basquetbolista de la puta madre, mendocino, y también
estaba el Piru Singoni, mi asesor para todos los temas jurídicos; y las
primeras cuatro horas de reunión fueron un parto, y también estaba cerca Juan Carlos
Touriño, un amigo nuestro que había jugado al futbol en el Real Madrid y me
dice: “no te preocupes, Pato, vos habla con el español que yo lo conozco y este
te da una mano”; “Hola –le dije al español- me manda Touriño”; “¿Ah, sí? Siéntese
que le vamos a tomar examen”. Uy, pensé, esto no es joda. Mediodía, se levanta de la reunión el de la
FIBA, y dije “Uy, qué carajo pasa”. Yo hablaba de la solidaridad del tercer
mundo, no sé, decía pelotudeces porque no sabía qué carajo decir, y ellos me
preguntaban por las sedes, y no había sedes, faltaba un año todavía, hoteles
con camas de más de dos metros diez por los jugadores lungos, y no había nada de nada, y nosotros decíamos
que estaba todo bien, no sabíamos qué inventar, porque recién llegábamos, y cortamos la
reunión a la una, y a las cuatro se
reanudaba. Llamo a Menem y le digo: “Mirá, Carlos, esto viene para el carajo,
yo a las 4 menos cuarto te llamo y te pongo al teléfono a Stancovic y
comprometete vos, porque no me creen nada”. Entonces cuatro menos cuarto le
digo al tipo del hotel: “Llamelo a Stancovic y dígale que el Secretario de Deporte
de Argentina quiere hablar con él, que por favor atienda”. El tipo bajó y le
dije: Mire, Stancovic, en realidad el que quiere hablar con usted es el Presidente
de la Nación”. Le pasé el teléfono y habló dos minutos. Empezó la reunión de la
tarde y Boris Stancovic dijo: “Argentina es el mundial”. Qué le dijo Carlos, no
sé, pero fue la palabra de un Presidente
de la Nación, aunque Carlos sabía menos que yo ni cómo hacerlo ni dónde, pero
lo convenció. Esto para mí tuvo un enorme valor, bah, me dio una mano bárbara.
Yo le tengo un enorme afecto a Carlos, pero en realidad esto que me pasaba a mí
le fue pasando a otros funcionarios: que te daba una mano en todo Carlos. Y
después va y me dice: “cuando vuelvas pasá por Roma”, porque en Italia ya se
jugaba al poco tiempo el Mundial, esto era en octubre o noviembre, no me
acuerdo, “y hablá con el Ministro del interior y ve como está el tema de Diego”.
-¿El tema de Maradona? ¿Y qué
pasaba?
- Sí, porque Diego los
reputeaba a los curas, al Papa, a todos, y no sé, se la había agarrado con los
de la Iglesia porque los pobres no morfaban, y decía que tenían que vender el Santo
Sepulcro, el Santo Sudario, la sangre de San Genaro, que vendieran todo y les dieran de morfar a los pobres, qué sé yo, cualquier cosa decía, y estaban a las puteadas (Risas). Y
los italianos lo presionaban al gobierno argentino, no querían que Diego
agitara la división entre el Norte y el Sur, estaban muy preocupados, era casi
una cuestión de Estado, y Menem me dice: “decile a Diego que no rompa las
pelotas”. (Risas) Llego allá y lo busco a Sívori, gran jugador argentino que
había jugado en Italia y era un fenómeno, un ídolo, y me lleva a hablar con el
Ministro del Interior. Fijate el prestigio que tenía Sívori, que él tocaba las
puertas y se abrían solas, una cosa de locos. Y el Ministro me dice, muy pero
muy preocupado: “Mire, lo que nosotros queremos es hacer un Mundial de Futbol
en paz, donde los del sur y los del norte no se maten, y ustedes tendrían que
hablar con Diego para que no eche leña al fuego y no nos arme una guerra
civil”, y el tipo me mostró que en ese momento tenía sobre su escritorio una
encuesta internacional sobre los personajes con influencia en la opinión
mundial, y Diego los choreaba a todos: éste era en ese momento Diego en Italia
y en el mundo. Y el tipo me ruega que hablemos con Diego, para que no tengan
quilombo. Y bueno, salimos de ahí, y
empezamos a patearnos la pelota, y le
digo a Sívori: “hablale vos”. “Noooo- me dice- qué voy hablar con Diego, se va
a enojar conmigo, que se vayan a la puta madre que los parió”. Me vuelvo a
Argentina y le digo a Carlos que, para contenerlo a Diego, tenía que hablarle
él como presidente, y me responde: “No, no, esto tenés que hablarlo vos, para
eso sos Secretario de Deporte”. ¡Tampoco quería hablarlo! (Risas). “Y bueno, digamosle a Julio Grondona que él
le hable”. Y todos decían: “decile al otro, decile al otro”. (Risas) Nadie quería
hablarlo, y Diego al final ni se enteró que yo había estado en Italia por él,
que habíamos hablado de él y que teníamos que hablarle, y casi era un incidente
internacional (Risas).
“Durante el Mundial de Futbol
yo fui a Italia y le pedí a Diego que hiciera una conferencia de prensa para
promocionar el Mundial de Básquet. Y estaba Diego, Julio Grondona y varios más.
Y Diego, espectacular. Juntó como cinco mil personas, los periodistas se
peleaban por entrar y ni sabían para qué había convocado a la conferencia de
prensa, y nadie más entraba en la sala: una conferencia de prensa que es
imposible hacerla si no es con guita, porque nadie hubiera ido si no estaba
Diego, y Diego empezó hablar del Básquet, yo hablé poco y nada, y Diego en ese momento era una cosa increíble:
fue una conferencia de prensa espectacular, y eso hizo que se supiera en el
mundo que Argentina podía armar un Mundial de Básquet, lo cual era un empujoncito
para poder salir del quilombo económico y social en que estábamos. El deporte ayudaba
mucho a cambiar el clima social y Menem
cada quince días me llamaba y me decía: “cómo van las cosas, cómo están las
sedes”. Porque había que definir las sedes, Tito Lectoure nos dio una mano
enorme, nos facilitó el Luna Park y tuvimos que refaccionarlo todo. Hacía dos
años que estaba en desuso y ya no había peleas de box, Tito no quería que se
hicieran más, y Menem me dice: “¿Por qué
no hacemos en el Luna la pelea pendiente del Roña Castro y el Puma Arroyo”, dos
boxeadorazos. Estábamos en plena remodelación y voy y hablo con Tito, pero éste
no quería hacer más peleas, y me dijo: “hagamos una cosa, yo te presto el Luna,
te dejo toda la gente que atiende el Luna, pero yo no estoy”. Al fin lo
hicimos, a fines del 89 debe haber sido,
y al otro día pongo un canal de deportes y pasan la pelea, y estaba Menem en
primera fila como Perón y yo al lado bien alcahuete de Menem (Risas) y Martin,
mi hijo, al lado. Fue un peleón que le ganó el Roña Castro en el noveno round
por nockaut, y yo me había hecho muy amigo del Roña y él estaba eufórico
diciendo “le arranco la cabeza a este puto y encima le voy a sacar la mujer”
(Risas) Estaban los dos, de Caleta
Olivia el Roña y de Jujuy el Puma, alojados en el mismo hotel, y después de la
pelea voy a verlos y el conserje me dice: “Vea como arregla esto”, porque en el
hall estaba el Roña gritándole al otro “che, entregame a tu jermu”. (Risas). Un
bochorno. Pero como te decía: Carlos se dio el lujo de estar en la primera fila
como lo hizo Perón y en el Luna.
“Podemos discutir horas sobre
lo que hizo bien o mal en su gobierno Menem. Pero lo que yo puedo decir a su
favor en materia de políticas deportivas, que es la parte que a mí me incumbió,
es que Carlos tenía esta visión de que la política también va con el deporte, o
sea, mucha gente piensa que el deporte no va con la política, que son caminos
separados, y Carlos metía mucho el deporte en la política, por ejemplo: el
rally que él ya corría cuando era gobernador. Entendía el valor social que le
daba valor político al deporte. Lo mismo fue con la Fórmula 1: tuvimos que ir a
pelearnos allá a Europa y trajimos la formula 1 de nuevo al país. En el acto
del Luna Park, Carlos anunció que iba a hacer lo imposible por traer la Fórmula
1, y cuatro años después fuimos a Inglaterra con él y la trajimos. También hicimos
la Vuelta de Ciclismo a la República Argentina: Perón ya había hecho una,
nosotros hicimos dos.
- Cómo
era la vuelta ciclística?
-Era por las Provincias, bueno, por todas no, pero por muchas
provincias. En la segunda Vuelta teníamos quilombo porque todos los
gobernadores querían que pasen por sus provincias: una cosa descomunal. Perón,
en la época en que se corría el Giro de Italia y el Tour de Francia, decía:
“¿Por qué, si allá lo hacen, no podemos hacerlo en nuestro país?” Y la hizo
correr acá. Y no sé cuántos años después, Menem se dio el lujo de hacerla nuevamente en
Argentina, y la segunda Vuelta fue una ocurrencia mía hacerla terminar en el
Obelisco, porque en Italia y en Francia
terminan en lugares céntricos. Mucha gente me criticaba por eso, y un tano fue
quien ganó y la hicimos terminar ahí, en el corazón de Buenos Aires. Y hacíamos
una nueva Fiesta del Deporte en el Luna Park, ¡y no sabés lo que nos pasó! Yo estaba cruzando la 9 de julio, y me llama
Menem y me dice “no voy, Pato”. “Pero Carlos, qué pasó”. “Lo embocaron a Diego en un hotel ahí en el Bajo
Flores, hay un tema aparentemente de drogas, terminá la Fiesta y venite para la
Quinta”. Cuando llego a la Quinta de
Olivos estaba Carlos con el Jefe de Policía y le dije “Che, Carlos, qué carajo
pasó, porque hubo chiflidos, o sea no se anuncio ahí, pero la gente llegó
sabiendo que Diego estaba detenido y entonces muchos pensaron que fue una cama
política”. Pero el Jefe de Policía aseguró que no, que lo venían siguiendo
desde Italia por este tema y fue un asunto imprevisto.
-¿Y vos a Diego lo trataste otras veces?
- Claro. Muchas veces. Con él tuve
una época buena al principio, y después
una segunda época de un enorme quilombo porque sucedió lo siguiente. Yo le
había propuesto a Menem hacer “embajadores deportivos” como lo había hecho Perón,
que nombró a Fangio, Froilán Gonzales, Devicenzo y algunos otros embajadores
del deporte argentino en el mundo. Le pregunté a Carlos por qué no hacíamos lo
mismo, y Carlos me dijo: “Sí, dale, hablá
con Di Tella” (el canciller); y yo fui hablar con él, pero no tenía ni idea, y
yo le explicaba y no íbamos ni para atrás ni para adelante; entonces tenía los tipos que iban a ser los
embajadores deportivos, ex deportistas, y Diego tuvo estos problemas de su vida
personal, y Di Tella seguía dando vueltas y no sabía qué hacer. Empieza el Mundial
de Italia y bueno, conferencia de prensa: Menem y Diego. Estoy yo al lado, está
del otro lado Fernando Niembro, que fue secretario de prensa o algo así, y
algún otro, y era un tumulto de gente, y ahí Menem, en contra de mi parecer,
porque yo no estaba de acuerdo, lo nombra Embajador Deportivo a Diego. Yo le
había recomendado que no lo pusiera a Diego, para no meterlo en quilombos, pero
Niembro le dio máquina y ahí nomás le entregaron a Diego una credencial delante
del mundo deportivo. Al año siguiente, escándalo con Diego en Italia donde lo
suspenden por tema de drogas, después viene el problema del Bajo Flores que te
acabo de contar. Una mañana me llama Ramón Hernández: “Che, Pato, vos tenés que
sacarle la credencial de Embajador Deportivo a Diego”. Le respondí: “Mirá,
Ramón, yo no se la di ni estuve de acuerdo, no tengo nada que ver, así que yo no
se la pido, que se arregle quien promovió este tema (por Niembro)”. Al día siguiente se mandaron una opereta de
prensa, porque salió en los diarios “Galmarini le pidió la credencial a Diego”.
Y desde ese momento Diego no solamente no me daba bola sino que siempre me criticaba
con dureza, y la hinchada me re puteaba como culpable de sacarle la credencial.
¿Y yo qué iba a decir? ¿Qué yo no fui? Me la tuve que morfar. Bueno, un día me
encuentro en el Autódromo con Diego y lo saludo y me miró como diciendo “¿por qué
no te vas a la concha de tu madre?”. Y después me reconcilié en el casorio de
esta chica entrerriana, Valeria Mazza, porque
a ella y el marido les hice la gauchada de facilitarles el que hicieran el
casorio donde ellos querían, y por eso me invitaron a la fiesta, y estaba Diego
con Coppolla, Diego un poco chupeteado, y Coppolla se ofrece a interceder para
la reconciliación, y yo le digo “boludo, si es necesario yo lo beso, si quiero
ser su amigo”. Y recién ahí me pude reconciliar con Diego, pero estuve unos
años que me tiroteaba y me dolían las balas como la concha de la lora (Risas).
Sí, no la pasé bien, o sea, nadie me dijo: “che, hijo de puta”, pero había mala
onda, más en la cancha de Boca. Pero en Diego, fuera de todo esto, yo encontré un pibe extraordinario,
las pocas cosas que uno le mangaba, las facilitaba. Era una manga y una
respuesta. Y todo lo que él hacía tomaba dimensión inmediatamente. Me invitó a
su casorio que lo hizo en el Luna Park, y yo iba a ir con Marcela, pero Marcela
rehusó y fui con Malena, y fue una cosa impresionante.
-En el Mundial de Italia,
¿cómo lo viste a Diego?
-Con la pata así de hinchada,
no podía caminar, y en algún momento
dije: “yo me meto, soy parte de esto”. Lo vi mal, charlé con él por la gamba,
pues así no podía correr, y andaba en bicicleta, caminaba en la cinta, su
entrenamiento era fuerte, y después le armaron un yeso raro para que le pudiera
entrar el botín, y así jugó y la rompió, con la pata al hombro.
-¿Y qué pasó al final con la
división del norte y el sur de Italia en el Mundial?
-El Gobierno italiano nos pidió:
“paren este quilombo, párenlo”. Y el primer partido que jugó la Selección, en Milán,
fue donde nos putearon el Himno argentino por Diego; cuatro días después en Nápoles
contra los yugoslavos, parecía la cancha de Boca, fue una cosa monumental, porque los
napolitanos lo amaban, jugábamos de locales; yo creo que hoy no pasa con Messi.
Este tipo enfrentaba todo, además ponía lo que él quería, además ganó todo, y
vos fijate que hace veinte años que largó y jugó en Boca medio para el orto y
estaba gordo y hecho pelota, pero donde va sigue generando un millón de cosas, de
afectos, de emociones.
-¿Y el Mundial de Estados
Unidos, en el 94?
- Diego juega allí por un
pedido directo de Bush.
-Epa. Cómo es eso.
- Diego estaba mal, venía de
Italia y con los quilombos que ya sabemos, y no recuerdo si entonces jugaba en
Boca, pero Argentina estuvo a punto de no clasificarse, y tuvimos que disputar
un repechaje con Australia, y el Coco Basile lo llama a Diego y lo pone en órbita
de nuevo. Pero en USA había una cláusula, no recuerdo bien, según la cual a los
que habían tenido problemas de drogas no los dejaban entrar. El caso es que Bush
padre, Presidente de USA, que se había hecho muy amigote de Menem, lo llama a
Carlos para decirle que le gustaría que Diego fuera en la delegación argentina,
ya que USA se estaba jugando la incorporación al mundo del futbol. Entonces lo
controla a Diego el doctor que yo había puesto al frente del laboratorio del
CENARD, y le digo a Cachito Lentini: “Éste va a viajar, pero hay que limpiarlo
y controlarlo a full”. Y Cachito lo hacía ir al laboratorio a control, y un día
me dijo: “Viene acá, pero ya llega en mal estado, llega puesto, y entonces le
digo: Diego, para qué venís así, no vengas para eso”, y me responde: Bueno, Cachito,
no quiero más quilombo”. Entonces terminó en las manos de un tal Cerrini y lo
metieron en una estancia que tenía el presidente de Boca, Antonio Alegre, y me
acuerdo que lo fui a ver a Alegre y le digo: “Che, cómo anda esto”. “Como el
orto, Pato -me dice-. Yo entro al baño y hay tres millones de frasquitos, yo
los quiero leer pero no sé ni lo que son ni lo que dicen, y toma todo, yo no sé,
viste”. Y todo esto se lo transmitía a Menem, y estábamos bastante preocupados.
-¿Y cómo resolvieron eso al final?
- Diego va al primer partido del
Mundial con Grecia, ganamos 4 a 1, todo parece que va bien, y en el tercer
partido, creo, en Boston, yo no me di cuenta cuando lo enganchan y se lo llevan
para el control antidóping; de ahí me voy al hotel con Julio Grondona, entro
con él, y me dice: “Empezá a rezar, empeza a rezar”, y le digo: “¿por qué?” “Porque
se lo llevaron a Diego al antidoping”, y
todos estábamos al tanto de la llamada de Bush para que él estuviera en el
Mundial, y nadie imaginaba que lo iban a hundir así, que le iban a preparar semejante cama, porque realmente fueron derecho a buscarlo a él, casi que lo sacan del mediod e la cancha; la cuestión es que a raíz
de esto terminó Diego suspendido y fuera del Mundial y aquellas declaraciones “me
cortaron las patas”, y no sé cuál fue el manejo detrás, si hubo una interna
política o deportiva metiendo la cola, no lo sé, esto es todo lo que conozco. pero sí sé que quien más insistió con tener a Diego en el Mundial fue Bush.
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