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sábado, 14 de noviembre de 2020

RECUERDOS DE DIEGO MARADONA, por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin

 


por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin



         -Algo que cualquiera te preguntaría antes que nada: cuando fuiste Secretario de Deportes de la Nación, ¿lo trataste a Diego Maradona?

      -Siiiiii. Mirá. Mi primer trato con Diego fue por pedido expreso del presidente. te cuento porque es una anécdota increíble, tanto para mostrar lo que significaba Diego entonces como para entender la astucia política de Menem, su olfato, intuición, desparpajo o como quieras llamarlo. 

       "Asume Carlos Menem la Presidencia,  después juran los ministros y después los secretarios, y una vez que yo juré nos vamos con Carlos cruzando la plaza de Mayo porque lo iba a poner en funciones a Carlos Grosso como Intendente de la Ciudad, y estamos por mitad de la Plaza y le digo: “Mirá, Carlos, yo me voy a canal 13 porque juegan Argentina por la Copa América contra no recuerdo quién”, y me dice: “¿Cuándo  juega de nuevo?” “No sé”. “Bueno, averiguá y andate a Brasil y decile a la Selección que vuelva”. Era el momento del cinco mil por ciento de hiperinflación, en los barrios se cagaban a trompadas, nosotros vivíamos accionando en los barrios para desarmar los quilombos que había, porque era un caos total, en el Conurbano era un incendio, Moreno, Sarmiento, era todo un despelote; yo me acuerdo de los combates que había entre los vecinos que no querían que les choreen la casa y los que se las querían saquear;  boliches y almacenes cerrados, un desastre. Bueno, voy y aterrizo en Brasil, me acerco a la concentración con Julio Grondona, yo ya le había avisado: “Julio, Carlos quiere desactivar esta bomba social y necesita a la Selección”, y él me propone: “Pato, vamos a charlar con Bilardo y fundamentalmente con Maradona”. Le explico la cosa a Bilardo y me acompaña a hablar con Maradona, hablo yo con Julio y Bilardo al lado mío, custodiándome,  y le digo: “Mirá, Diego, hay mucho quilombo en la Argentina, acaba de asumir el presidente nuevo, y ¿no nos harías la gauchada de venir a jugar?” “Bueno, sí, vamos ¿y qué más necesitás?” “Que vos les digas a todos los demás que vengan con vos”. Porque casi todos jugaban en Italia, era la Selección que ya se estaba entrenando para el Mundial de Italia. Vienen acá y armamos un equipo de amigos, bah,  de ex futbolistas, y hacemos un partido de exhibición, viernes siguiente, cancha de Vélez. Ya se anunciaba que estaba hasta las pelotas, además Diego venía a volver a jugar de nuevo al país y la estaba rompiendo en Italia, además jugaban todas las estrellas, que sé yo. Tendríamos que llegar tipo 6 de la tarde,  y estábamos 5.30 en la Casa de Gobierno y le digo a Menem, tirándome un lance para cumplir el sueño del pibe: “Carlos, me gustaría jugar este partido”, y me responde terminante: “No, solamente yo juego”, y se me cayeron los huevos al piso (Risas).  Le trajeron un par de zapatos, los miró y lo llamó a Ramón Hernandez, su secretario, y le dijo: “Ramón, andá a comprar un par de zapatos nuevos”. Salimos. Cancha de Velez. Viene Galindez (el masajista de la selección) y me dice: “Pato, ¿este se masajea?”. Y yo le pregunto: “Carlos ¿te vas a masajear?” “¡Por supuesto!”. (Risas) Y se tiró a la camilla, y estaban todos de la televisión filmando cómo se tiraba en la camilla y cómo lo masajeaban, y él hablando desde la camilla… ¡Ya era un tipo de la selección! (Risas) Termina el masajeo y viene Bilardo y me dice: “Che, ahora vamos a hacer una entrada en calor ¿y este vendrá?”, le digo: “Mirá, Carlos, Bilardo empieza el pre calentamiento, ¿vos queres ir?” “¡Por supuesto!” (Risas) Estaba la fila ahí, Diego y Carlos corriendo los dos primeros, haciendo precalentamiento a la par… ¡Este era Carlos Menen!  Ah, y me dice: “Arregla con Bilardo, con Julio, con Diego, que el capitán soy yo, ¿eh?” ¡Encima eso! Y les voy preguntando: “che, este quiere ser capitán, si no hay problema”,  pero todos se cagaban en las patas y no querían decirle nada a Maradona: “andá a decírselo vos” (Risas) Al fin lo encaro: “Diego, el Presidente  quiere ser capitán”. “Esta bien”. Vos decís: el país incendiado y esto era una boludez, pero no, tuvo un impacto formidable.

          - ¿Era como mostrar que todo estaba controlado, desdramatizar un poco una situación muy jodida, transmitir confianza?

             -Exacto. Habría que ver en los diarios pero eran unos quince días después de haber iniciado su presidencia, en medio de ese gran quilombo. El partido fue una joda, le pasaban la pelota y nadie se le acercaba, y era más malo que la mierda, pero con esa desfachatez, y por ahí hay un tiro libre cerca del área y la gente empezó: “dale, Diego, Diego”, y va Menem y dice: “No, yo”. Se armó la barrera y yo, que lo había visto jugar varias veces, pensé “este no llega al arco”. ¡Y ni siquiera llegó a la barrera!” (Risas)  Y el árbitro dijo “Peeeeren, vamo de nuevo”,  y lo pateó Diego. Eso fue un viernes y el lunes a las diez de la mañana llamaban de Alemania, Nigeria, el Tibet, qué sé yo, de todo el mundo,  y preguntaban: “el tipo de patillas que jugó al lado de Diego, ¿en serio es el Presidente de la Nación?”. El mundo ya sabía que había un presidente nuevo que jugó con Diego en un partido de futbol. ¡Menem se había dado cuenta que armaba un quilombo internacional, que se instalaba mundialmente! Visto en ese momento, yo no me di cuenta lo que estaba pasando, pero de afuera decían: “este tipo es un genio, salió de la política del quilombo, del cinco mil de inflación que no se podía parar, que tardó dos años en frenar, con un partido de futbol” (Risas). Y bueno, así era Menem. Con sus pro y sus contra. No lo estoy defendiendo, sólo estoy describiendo su forma de conducir tan particular.

              -¿Y cómo siguió la historia con Diego?

              “A fin de ese año le dije a Carlos: “Mirá, tenemos que hacer el Mundial de básquet”, que había programado el gobierno de  la UCR, pero a causa de la crisis no se había hecho nada de nada, y estaba metiendo presión el presidente de la FIBA para decirme que la FIBA se había comprometido que en ese mundial empezaban a jugar los tipos de la NBA y se lo habían dado a la Argentina, pero imaginate lo que era en esa época, en el estado de conmoción del país, parecía algo imposible; y el tipo, que era yugoslavo, me dice: “Véngase a Munich en una semana para terminar de arreglar todos los detalles o el mundial se va a otro lado”. Lo hablo a Carlos y le digo que habían hecho una comisión organizadora los radicales para jugar el mundial y no había ni un jugador, no había tele, no había sedes, nada, y le pregunto: “Carlos, qué hacemos”. Me dice: “¿el mundial es nuestro?” “Y, por ahora sí”. “Bueno, entonces es nuestro. Lo queremos.  Andate y te venís con el Mundial. Y si tenes algún problema me llamas que yo hablo con Stancovic”, quien ya sabíamos que había jugado el primer mundial aca, en Argentina, en tiempos de Perón; era un tipo que quería a la Argentina y se acordaba mucho de ese mundial de Perón, qué sé yo cómo se acordaba, pero se acordaba: fue el primer mundial y él jugaba para Yugoslavia. Cuando llegamos a Munich me atendió muy bien y me dijo: “Muchachos, está primero la FIBA, si ustedes no lo pueden hacer”. Esa mañana la pasamos como el orto. Yo fui con Jorge Becerra a quien puse en la comisión organizadora, era un basquetbolista de la puta madre, mendocino, y también estaba el Piru Singoni, mi asesor para todos los temas jurídicos; y las primeras cuatro horas de reunión fueron un parto, y también estaba cerca Juan Carlos Touriño, un amigo nuestro que había jugado al futbol en el Real Madrid y me dice: “no te preocupes, Pato, vos habla con el español que yo lo conozco y este te da una mano”; “Hola –le dije al español- me manda Touriño”; “¿Ah, sí? Siéntese que le vamos a tomar examen”. Uy, pensé, esto no es joda.  Mediodía, se levanta de la reunión el de la FIBA, y dije “Uy, qué carajo pasa”. Yo hablaba de la solidaridad del tercer mundo, no sé, decía pelotudeces porque no sabía qué carajo decir, y ellos me preguntaban por las sedes, y no había sedes, faltaba un año todavía, hoteles con camas de más de dos metros diez por los jugadores lungos,  y no había nada de nada, y nosotros decíamos que estaba todo bien, no sabíamos qué inventar,  porque recién llegábamos, y cortamos la reunión a la una,  y a las cuatro se reanudaba. Llamo a Menem y le digo: “Mirá, Carlos, esto viene para el carajo, yo a las 4 menos cuarto te llamo y te pongo al teléfono a Stancovic y comprometete vos, porque no me creen nada”. Entonces cuatro menos cuarto le digo al tipo del hotel: “Llamelo a Stancovic y dígale que el Secretario de Deporte de Argentina quiere hablar con él, que por favor atienda”. El tipo bajó y le dije: Mire, Stancovic, en realidad el que quiere hablar con usted es el Presidente de la Nación”. Le pasé el teléfono y habló dos minutos. Empezó la reunión de la tarde y Boris Stancovic dijo: “Argentina es el mundial”. Qué le dijo Carlos, no sé,  pero fue la palabra de un Presidente de la Nación, aunque Carlos sabía menos que yo ni cómo hacerlo ni dónde, pero lo convenció. Esto para mí tuvo un enorme valor, bah, me dio una mano bárbara. Yo le tengo un enorme afecto a Carlos, pero en realidad esto que me pasaba a mí le fue pasando a otros funcionarios: que te daba una mano en todo Carlos. Y después va y me dice: “cuando vuelvas pasá por Roma”, porque en Italia ya se jugaba al poco tiempo el Mundial, esto era en octubre o noviembre, no me acuerdo, “y hablá con el Ministro del interior y ve como está el tema de Diego”.

                   -¿El tema de Maradona? ¿Y qué pasaba?

                   - Sí, porque Diego los reputeaba a los curas, al Papa, a todos, y no sé, se la había agarrado con los de la Iglesia porque los pobres no morfaban, y decía que tenían que vender el Santo Sepulcro, el Santo Sudario, la sangre de San Genaro, que vendieran todo y les dieran de morfar a los pobres, qué sé yo, cualquier cosa decía, y estaban a las puteadas (Risas). Y los italianos lo presionaban al gobierno argentino, no querían que Diego agitara la división entre el Norte y el Sur, estaban muy preocupados, era casi una cuestión de Estado, y Menem me dice: “decile a Diego que no rompa las pelotas”. (Risas) Llego allá y lo busco a Sívori, gran jugador argentino que había jugado en Italia y era un fenómeno, un ídolo, y me lleva a hablar con el Ministro del Interior. Fijate el prestigio que tenía Sívori, que él tocaba las puertas y se abrían solas, una cosa de locos. Y el Ministro me dice, muy pero muy preocupado: “Mire, lo que nosotros queremos es hacer un Mundial de Futbol en paz, donde los del sur y los del norte no se maten, y ustedes tendrían que hablar con Diego para que no eche leña al fuego y no nos arme una guerra civil”, y el tipo me mostró que en ese momento tenía sobre su escritorio una encuesta internacional sobre los personajes con influencia en la opinión mundial, y Diego los choreaba a todos: éste era en ese momento Diego en Italia y en el mundo. Y el tipo me ruega que hablemos con Diego, para que no tengan quilombo. Y  bueno, salimos de ahí, y empezamos a patearnos la pelota,  y le digo a Sívori: “hablale vos”. “Noooo- me dice- qué voy hablar con Diego, se va a enojar conmigo, que se vayan a la puta madre que los parió”. Me vuelvo a Argentina y le digo a Carlos que, para contenerlo a Diego, tenía que hablarle él como presidente, y me responde: “No, no, esto tenés que hablarlo vos, para eso sos Secretario de Deporte”. ¡Tampoco quería hablarlo! (Risas).  “Y bueno, digamosle a Julio Grondona que él le hable”. Y todos decían: “decile al otro, decile al otro”. (Risas) Nadie quería hablarlo, y Diego al final ni se enteró que yo había estado en Italia por él, que habíamos hablado de él y que teníamos que hablarle, y casi era un incidente internacional (Risas).

                  Durante el Mundial de Futbol yo fui a Italia y le pedí a Diego que hiciera una conferencia de prensa para promocionar el Mundial de Básquet. Y estaba Diego, Julio Grondona y varios más. Y Diego, espectacular. Juntó como cinco mil personas, los periodistas se peleaban por entrar y ni sabían para qué había convocado a la conferencia de prensa, y nadie más entraba en la sala: una conferencia de prensa que es imposible hacerla si no es con guita, porque nadie hubiera ido si no estaba Diego, y Diego empezó hablar del Básquet,  yo hablé poco y  nada, y Diego en ese momento era una cosa increíble: fue una conferencia de prensa espectacular, y eso hizo que se supiera en el mundo que Argentina podía armar un Mundial de Básquet, lo cual era un empujoncito para poder salir del quilombo económico y social en que estábamos. El deporte ayudaba mucho a cambiar el clima social y  Menem cada quince días me llamaba y me decía: “cómo van las cosas, cómo están las sedes”. Porque había que definir las sedes, Tito Lectoure nos dio una mano enorme, nos facilitó el Luna Park y tuvimos que refaccionarlo todo. Hacía dos años que estaba en desuso y ya no había peleas de box, Tito no quería que se hicieran más, y  Menem me dice: “¿Por qué no hacemos en el Luna la pelea pendiente del Roña Castro y el Puma Arroyo”, dos boxeadorazos. Estábamos en plena remodelación y voy y hablo con Tito, pero éste no quería hacer más peleas, y me dijo: “hagamos una cosa, yo te presto el Luna, te dejo toda la gente que atiende el Luna, pero yo no estoy”. Al fin lo hicimos, a fines  del 89 debe haber sido, y al otro día pongo un canal de deportes y pasan la pelea, y estaba Menem en primera fila como Perón y yo al lado bien alcahuete de Menem (Risas) y Martin, mi hijo, al lado. Fue un peleón que le ganó el Roña Castro en el noveno round por nockaut, y yo me había hecho muy amigo del Roña y él estaba eufórico diciendo “le arranco la cabeza a este puto y encima le voy a sacar la mujer” (Risas)  Estaban los dos, de Caleta Olivia el Roña y de Jujuy el Puma, alojados en el mismo hotel, y después de la pelea voy a verlos y el conserje me dice: “Vea como arregla esto”, porque en el hall estaba el Roña gritándole al otro “che, entregame a tu jermu”. (Risas). Un bochorno. Pero como te decía: Carlos se dio el lujo de estar en la primera fila como lo hizo Perón y en el Luna.

                   “Podemos discutir horas sobre lo que hizo bien o mal en su gobierno Menem. Pero lo que yo puedo decir a su favor en materia de políticas deportivas, que es la parte que a mí me incumbió, es que Carlos tenía esta visión de que la política también va con el deporte, o sea, mucha gente piensa que el deporte no va con la política, que son caminos separados, y Carlos metía mucho el deporte en la política, por ejemplo: el rally que él ya corría cuando era gobernador. Entendía el valor social que le daba valor político al deporte. Lo mismo fue con la Fórmula 1: tuvimos que ir a pelearnos allá a Europa y trajimos la formula 1 de nuevo al país. En el acto del Luna Park, Carlos anunció que iba a hacer lo imposible por traer la Fórmula 1, y cuatro años después fuimos a Inglaterra con él y la trajimos. También hicimos la Vuelta de Ciclismo a la República Argentina: Perón ya había hecho una, nosotros hicimos dos.

-      Cómo era la vuelta ciclística?

         -Era por las Provincias,  bueno, por todas no, pero por muchas provincias. En la segunda Vuelta teníamos quilombo porque todos los gobernadores querían que pasen por sus provincias: una cosa descomunal. Perón, en la época en que se corría el Giro de Italia y el Tour de Francia, decía: “¿Por qué, si allá lo hacen, no podemos hacerlo en nuestro país?” Y la hizo correr acá. Y no sé cuántos años después,  Menem se dio el lujo de hacerla nuevamente en Argentina, y la segunda Vuelta fue una ocurrencia mía hacerla terminar en el Obelisco,  porque en Italia y en Francia terminan en lugares céntricos. Mucha gente me criticaba por eso, y un tano fue quien ganó y la hicimos terminar ahí, en el corazón de Buenos Aires. Y hacíamos una nueva Fiesta del Deporte en el Luna Park, ¡y no sabés lo que nos pasó!  Yo estaba cruzando la 9 de julio, y me llama Menem y me dice “no voy, Pato”. “Pero Carlos, qué pasó”.  “Lo embocaron a Diego en un hotel ahí en el Bajo Flores, hay un tema aparentemente de drogas, terminá la Fiesta y venite para la Quinta”.  Cuando llego a la Quinta de Olivos estaba Carlos con el Jefe de Policía y le dije “Che, Carlos, qué carajo pasó, porque hubo chiflidos, o sea no se anuncio ahí, pero la gente llegó sabiendo que Diego estaba detenido y entonces muchos pensaron que fue una cama política”. Pero el Jefe de Policía aseguró que no, que lo venían siguiendo desde Italia por este tema y fue un asunto imprevisto.

           -¿Y vos a Diego lo trataste otras veces?

           - Claro. Muchas veces. Con él tuve una época buena al principio, y  después una segunda época de un enorme quilombo porque sucedió lo siguiente. Yo le había propuesto a Menem hacer “embajadores deportivos” como lo había hecho Perón, que nombró a Fangio, Froilán Gonzales, Devicenzo y algunos otros embajadores del deporte argentino en el mundo. Le pregunté a Carlos por qué no hacíamos lo mismo,  y Carlos me dijo: “Sí, dale, hablá con Di Tella” (el canciller); y yo fui hablar con él, pero no tenía ni idea, y yo le explicaba y no íbamos ni para atrás ni para adelante;  entonces tenía los tipos que iban a ser los embajadores deportivos, ex deportistas, y Diego tuvo estos problemas de su vida personal, y Di Tella seguía dando vueltas y no sabía qué hacer. Empieza el Mundial de Italia y bueno, conferencia de prensa: Menem y Diego. Estoy yo al lado, está del otro lado Fernando Niembro, que fue secretario de prensa o algo así, y algún otro, y era un tumulto de gente, y ahí Menem, en contra de mi parecer, porque yo no estaba de acuerdo, lo nombra Embajador Deportivo a Diego. Yo le había recomendado que no lo pusiera a Diego, para no meterlo en quilombos, pero Niembro le dio máquina y ahí nomás le entregaron a Diego una credencial delante del mundo deportivo. Al año siguiente, escándalo con Diego en Italia donde lo suspenden por tema de drogas, después viene el problema del Bajo Flores que te acabo de contar. Una mañana me llama Ramón Hernández: “Che, Pato, vos tenés que sacarle la credencial de Embajador Deportivo a Diego”. Le respondí: “Mirá, Ramón, yo no se la di ni estuve de acuerdo, no tengo nada que ver, así que yo no se la pido, que se arregle quien promovió este tema (por Niembro)”.  Al día siguiente se mandaron una opereta de prensa, porque salió en los diarios “Galmarini le pidió la credencial a Diego”. Y desde ese momento Diego no solamente no me daba bola sino que siempre me criticaba con dureza, y la hinchada me re puteaba como culpable de sacarle la credencial. ¿Y yo qué iba a decir? ¿Qué yo no fui? Me la tuve que morfar. Bueno, un día me encuentro en el Autódromo con Diego y lo saludo y me miró como diciendo “¿por qué no te vas a la concha de tu madre?”. Y después me reconcilié en el casorio de esta chica entrerriana, Valeria Mazza,  porque a ella y el marido les hice la gauchada de facilitarles el que hicieran el casorio donde ellos querían, y por eso me invitaron a la fiesta, y estaba Diego con Coppolla, Diego un poco chupeteado, y Coppolla se ofrece a interceder para la reconciliación, y yo le digo “boludo, si es necesario yo lo beso, si quiero ser su amigo”. Y recién ahí me pude reconciliar con Diego, pero estuve unos años que me tiroteaba y me dolían las balas como la concha de la lora (Risas). Sí, no la pasé bien, o sea, nadie me dijo: “che, hijo de puta”, pero había mala onda, más en la cancha de Boca. Pero en Diego,  fuera de todo esto, yo encontré un pibe extraordinario, las pocas cosas que uno le mangaba, las facilitaba. Era una manga y una respuesta. Y todo lo que él hacía tomaba dimensión inmediatamente. Me invitó a su casorio que lo hizo en el Luna Park, y yo iba a ir con Marcela, pero Marcela rehusó y fui con Malena, y fue una cosa impresionante.

                   -En el Mundial de Italia, ¿cómo lo viste a Diego?

                   -Con la pata así de hinchada,  no podía caminar, y en algún momento dije: “yo me meto, soy parte de esto”. Lo vi mal, charlé con él por la gamba, pues así no podía correr, y andaba en bicicleta, caminaba en la cinta, su entrenamiento era fuerte, y después le armaron un yeso raro para que le pudiera entrar el botín, y así jugó y la rompió, con la pata al hombro.

                 -¿Y qué pasó al final con la división del norte y el sur de Italia en el Mundial?

           -El Gobierno italiano nos pidió: “paren este quilombo, párenlo”. Y el primer partido que jugó la Selección, en Milán, fue donde nos putearon el Himno argentino por Diego; cuatro días después en Nápoles contra los yugoslavos, parecía la cancha de Boca,  fue una cosa monumental, porque los napolitanos lo amaban, jugábamos de locales; yo creo que hoy no pasa con Messi. Este tipo enfrentaba todo, además ponía lo que él quería, además ganó todo, y vos fijate que hace veinte años que largó y jugó en Boca medio para el orto y estaba gordo y hecho pelota, pero donde va sigue generando un millón de cosas, de afectos, de emociones.

                   -¿Y el Mundial de Estados Unidos, en el 94?

                 - Diego juega allí por un pedido directo de Bush.

                   -Epa. Cómo es eso.

                   - Diego estaba mal, venía de Italia y con los quilombos que ya sabemos, y no recuerdo si entonces jugaba en Boca, pero Argentina estuvo a punto de no clasificarse, y tuvimos que disputar un repechaje con Australia, y el Coco Basile lo llama a Diego y lo pone en órbita de nuevo. Pero en USA había una cláusula, no recuerdo bien, según la cual a los que habían tenido problemas de drogas no los dejaban entrar. El caso es que Bush padre, Presidente de USA, que se había hecho muy amigote de Menem, lo llama a Carlos para decirle que le gustaría que Diego fuera en la delegación argentina, ya que USA se estaba jugando la incorporación al mundo del futbol. Entonces lo controla a Diego el doctor que yo había puesto al frente del laboratorio del CENARD, y le digo a Cachito Lentini: “Éste va a viajar, pero hay que limpiarlo y controlarlo a full”. Y Cachito lo hacía ir al laboratorio a control, y un día me dijo: “Viene acá, pero ya llega en mal estado, llega puesto, y entonces le digo: Diego, para qué venís así, no vengas para eso”, y me responde: Bueno, Cachito, no quiero más quilombo”. Entonces terminó en las manos de un tal Cerrini y lo metieron en una estancia que tenía el presidente de Boca, Antonio Alegre, y me acuerdo que lo fui a ver a Alegre y le digo: “Che, cómo anda esto”. “Como el orto, Pato -me dice-. Yo entro al baño y hay tres millones de frasquitos, yo los quiero leer pero no sé ni lo que son ni lo que dicen, y toma todo, yo no sé, viste”. Y todo esto se lo transmitía a Menem, y estábamos bastante preocupados.

          -¿Y cómo resolvieron eso al final?

           - Diego va al primer partido del Mundial con Grecia, ganamos 4 a 1, todo parece que va bien, y en el tercer partido, creo, en Boston, yo no me di cuenta cuando lo enganchan y se lo llevan para el control antidóping; de ahí me voy al hotel con Julio Grondona, entro con él, y me dice: “Empezá a rezar, empeza a rezar”, y le digo: “¿por qué?” “Porque se lo llevaron a Diego al antidoping”,  y todos estábamos al tanto de la llamada de Bush para que él estuviera en el Mundial, y nadie imaginaba que lo iban a hundir así, que le iban a preparar semejante cama, porque realmente fueron derecho a buscarlo a él, casi que lo sacan del mediod e la cancha; la cuestión es que a raíz de esto terminó Diego suspendido y fuera del Mundial y aquellas declaraciones “me cortaron las patas”, y no sé cuál fue el manejo detrás, si hubo una interna política o deportiva metiendo la cola, no lo sé, esto es todo lo que conozco. pero sí sé que quien más insistió con tener a Diego en el Mundial fue Bush.

sábado, 7 de noviembre de 2020

PINO SOLANAS, ARTISTA, POLÍTICO Y HOMBRE DE BIEN. Por Javier Garin


Por Javier Garin

Un día de 2014 o 2015 recibo una llamada del despacho de Pino Solanas. Su secretaria me dice que el gran cineasta quiere invitarme a cenar a su casa. El motivo es Perón.
Poco tiempo antes yo había publicado mi libro "EL ÚLTIMO PERÓN" y le llevé un ejemplar. Pino me llamó inmediatamente para felicitarme. Estaba sinceramente conmovido, debido a su enorme amor a Perón, y me dijo que yo había acertado al reflejar la vejez del líder, y que él compartía las ideas volcadas en el libro. Se mostró tan entusiasmado que me invitó un par de veces a comer con un grupo de compañeros, entre los que se contaban Alcira Argumedo y Jorge Rulli.
Esta vez la cena es en su hermosa casa antigua, en una esquina de San Isidro, refaccionada con buen gusto y decorada con mil objetos y recuerdos de su carrera cinematográfica de todo el mundo. La compañera de Pino prepara unos ñoquis exquisitos. Hay dos comensales invitados: Julio Bárbaro y yo. Los dos hemos escrito hace poco sobre la vejez de Perón. Pino -nos cuenta- está trabajando en un documental sobre el mismo tema, "El Legado". Nos quiere mostrar una versión en crudo, a la que aún falta trabajo de edición y de banda sonora. Quiere conocer nuestra opinión.
Durante la cena, Pino nos refiere mil anécdotas de los seis meses que pasó en Madrid con Octavio Gettino filmando las reflexiones y mensajes de Perón. Para ello tenían que superar el tedioso filtro de López Rega, que siempre los bicicleteaba. A veces debían esperar semanas antes de poder reanudar la entrevista. Pero al fin lograron esas espléndidas películas de análisis histórico y doctrinario ("Perón: la Revolución Justicialista", y "Perón: actualización doctrinaria para la toma del poder", 1971), en donde un Perón viejo, pero sumamente lúcido, explica su gesta de gobierno y enuncia un mensaje para la juventud y el pueblo argentino, a veces en su escritorio y en pose de estadista, a veces en camisa de entrecasa en el jardín. Son las películas más vistas por los peronistas de todos los tiempos y un documento histórico extraordinario.
Pino nos cuenta en la sobremesa que Perón los había llamado a Madrid a los dos jóvenes cineastas del Cine Liberación para agradecer su film anterior. En Italia, en el Festival de Pessaro, y luego en Cannes, se había proyectado con enorme suceso "La Hora de los Hornos" (1968); y por primera vez había llegado a Europa una visión diferente sobre Perón y el pueblo peronista, desmitificando la idea de un líder fascista que entonces se tenía sobre él. Perón estaba muy entusiasmado por las críticas que leyó en los diarios italianos, y por eso accedió a aquellos históricos reportajes.
Pino nos cuenta también que las películas no contienen todo el material. Sube a un altillo atestado de documentos y filmes viejos y nos trae una serie de cajas con metros de filmaciones no utilizadas y decenas de cintas de grabación con la voz de Perón. "Tengo todo esto y así se me ocurrió que debía utilizarlo. Empecé a escuchar estas grabaciones y me pareció una pena no darles uso." Perón aparece hablando en forma natural entre toma y toma, dice chistes, putea... Así es cómo se le ocurrió hacer su filme "El legado" (2016), que habla sobre el legado de Perón pero que también es un legado del propio Pino.
Cuando termina la cena proyecta para nosotros la película en una increíble avant premiere. Y luego, todos emocionados, nos quedamos charlando hasta altas horas de la madrugada.
Para mí fue como un sueño, porque siempre fui un admirador encendido de Pino.
Con el regreso de la democracia supe de sus filmes de los años sesenta, ese cine político y a la vez artístico, renovador y poderoso. En los años ochenta y noventa me deslumbró con sus ficciones extraordinarias: "El exilio de Gardel" (1985) y "Sur" (1988).
En tiempos de Menem me acerqué tímidamente a Pino para militar con él contra el menemismo. Después volvieron a deslumbrarme sus innovadores y magníficos documentales post 2001: "La dignidad de los nadies" (2005) y toda la serie de filmes dedicados a la denuncia de crímenes ambientales.
En el año 2009/2010 volví a coincidir con Pino en una lucha popular. Él estaba filmando su denuncia contra la megaminería en la Cordillera: "Tierra sublevada: Oro impuro" (2009). Yo era abogado de los vecinos de Andalgalá contra la megaminería en el cerro de Agua Rica.
Siempre Pino Solanas fue para mí una inspiración y un ejemplo, como seguramente lo fue para muchos argentinos y tambien para los admiradores del buen cine en todo el mundo. Creo que pocos jóvenes compatriotas imaginan el grado de respeto que existe en el mundo del cine europeo y mundial hacia Pino, porque fue un maestro y un creador lleno de ideas innovadores en sus concepciones y en el lenguaje cinematográfico. Fue el único cineasta argentino premiado como mejor director en Venecia (premio especial del Jurado por "El exilio de Gardel"), en Cannes (por "Sur"), y en Berlín (Oso de oro a la trayectoria). En su edición del sábado recordaba "Le monde", en una admirativa necrológica: "Fernando Solanas y su escenarista Octavio Gettino fueron los apóstoles de un "tercer cine", revolucionario, insurgente contra el cine comercial hegemónico, hollywoodiense, pero tambien contra el cine de autor europeo, calificado de "reformista". Traducido a numerosas lenguas, su Manifiesto ha sido escuchado, sobre todo en el Tercer Mundo y en los países anglosajones, donde sirvió de inspiración a una corriente filmes militantes basados en su modelo."
Por eso me molestaban tanto los fanáticos y los trolls que, sin saber nada de Pino Solanas, sin haber visto sus filmes y sin preocuparse por conocer su trayectoria, lo criticaban tan liviana e injustamente porque no les gustaba alguna opinión política suya. ¡Qué sabrían esos imberbes! Otros lo criticaban por envidia: decían que era ególatra, y claro, decían eso porque Pino tenía méritos reales que mostrar mientras que sus críticos no pasaban de la mediocridad más absoluta. A mí, por el contrario, siempre me pareció una persona sumamente humilde y generosa, alguien dispuesto siempre a ayudar, a acompañar una lucha popular, a arriesgarse en una aventura política o artística de corazón, porque así lo sentía. Un tipo extraordinario.
En años más recientes volví a cruzarme con Pino, si mal no recuerdo, al celebrarse los diez años de su Proyecto Sur. Había allí muchos compañeros respetados del mundo político, como Felipe Solá, el fallecido Mario Cafiero, Jorge Taiana, etcétera. Todos venían a felicitar y saludar a esa gloria peronista, cinematográfica y política que era Pino Solanas desde ya hacía muchos años, y con sobrados laureles.
Hoy, al enterarme de su fallecimiento, quiero rendir este homenaje emocionado y expresar mi gratitud hacia un tipo fuera de serie, que fue maestro ejemplar, una gran artista, político y hombre de bien.

domingo, 25 de octubre de 2020

UBALDINI, MALVINAS Y LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA, por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje por Javier Garin

 



Por Fernando  "Pato" Galmarini, reportaje por Javier Garin

 


         -Sigamos con Ubaldini y la CGT Brasil, Pato.

         -Esa CGT Brasil nunca fue, a juicio mío, justamente reivindicada –opina el Pato-. Creo que no se la conoció porque el peronismo, en ese momento, no tenía una conducción única...

         -Pero yo recuerdo de leer, en los diarios de la época, sobre la CGT Brasil. Se hablaba mucho. Hoy tal vez no se la recuerde tanto, pero entonces era algo importante. Contame sobre Saúl.

         -Era un peronista clásico, que sabía que había que pelear, iba y peleaba. No era el conductor de la totalidad del peronismo, ni tampoco el estratega, pero fue un compañero reconocido por todos que terminó siendo un jefe sindical de envergadura.  Provenía de un gremio pequeño, no de una de las organizaciones importantes.  Saúl pegó un salto, en todo sentido, desde que llegó a la conducción. Le costaba mucho, en un primer momento, conducir aún las reuniones de la CGT Brasil. Esto era más charlado y conducido por Roberto García, por José Rodríguez, por el Gallego Pérez, por Roberto Digón. Estaba la víbora Rabiti, que era de ferroviarios. Eran todos tipos pesados...

         -¿Y cómo hacía para destacar Saúl?

         -Tuvo un imán con la gente. Una cosa muy especial. Pero los primeros actos de CGT Brasil no era solamente él quien hablaba. Hablaba también Roberto García, y varias veces, incluido un acto enorme en 9 de Julio, habló Osvaldo Borda. Después él se fue recortando, pero porque la gente lo fue identificando con esta CGT. Las marchas a San Cayetano también fueron movilizaciones importantes que no iban solamente a agradecerle al santo o a pedirle laburo, eran una forma de protesta pacífica.

         -Estaba muy bien pensado. ¿Cómo hacían para reprimir una marcha que va a pedirle a un santo? Si vos vas a hacer quilombo de otra naturaleza es más fácil para reprimir, en cambio una marcha a un santo...

         -Y por supuesto que hubo toda una resistencia sindical sorda, casi desde la clandestinidad. Muchos de los que estuvieron en cana, por ejemplo Cesar Loza, mandaban frenar barcos que venían a descargar y el movimiento obrero argentino le pedía al movimiento obrero internacional: “muchachos, frenen los barcos para Argentina”. Y en esos momentos es como que Saúl fue concentrando toda esa representación. Yo, muchísimos años después, fui diputado con Saúl, compañeros de bloque en el Congreso.

         -¿En qué época fue eso?

         -Con Menem.

         -¡Ah claro! Él fue diputado en los '90.

         - Cuando vino la democracia, y después de todas las luchas sindicales en la dictadura y en el gobierno de Alfonsín, Saúl pensó que ese cariño enorme que le tenía la gente, por ser Secretario General de esa CGT, se trasladaría a los votos. Esto varias veces le ha pasado al movimiento obrero, esa confusión entre la representación sindical y la representación política, que son dos cosas muy, muy diferentes, tal como el mismo Perón había señalado. Entonces, quiso ser gobernador. Yo era ministro de Duhalde, en ese momento, y Duhalde me dijo: "che, decile a Saúl que no haga pelotudeces... Si él quiere ser diputado es una cosa, pero como candidato a gobernador no va a ir bien”. Fuimos varios a hablar con Saúl, pero no entendió razones. Entonces, se presentó como candidato a gobernador y sacó un porcentaje ínfimo de votos.

         -Sí, me acuerdo.

         -Esta es la enorme diferencia que tiene el partido obrero de cualquier país con el movimiento peronista. Una cosa fue el Saúl del “Pan, Paz y Trabajo”, de las movilizaciones a San Cayetano en la dictadura, que eran enormes, y de los paros bajo el gobierno de Alfonsín, y otra cosa fue cuando el movimiento obrero quiso asumir la representación política, a través de él, o quiso él, sin darse cuenta porque era muy peronista, transformarse en la expresión política de los trabajadores. Y el peronismo es otra cosa: su representación excede a la de los trabajadores porque es un movimiento nacional, no un partido obrero. El peronismo nunca tuvo un Presidente proveniente del movimiento obrero: sí ministros, legisladores y gobernadores, y hasta un vice como Ruckauf, que venía del Sindicato del Seguro, donde fue secretario adjunto.

                   -Qué más recordás de Ubaldini.

         -Hincha de Huracán, fana de Huracán, fui algunas veces a la cancha con él. Y muy tanguero. Los sábados a la noche Saúl bailaba tango. Un tipazo. Y lo vi morir. Murió en el año 2006. Lo fui a ver cuando ya estaba en el sanatorio Mitre, y ¿sabés a quién le dije que me acompañe, y fue conmigo? ¡A Leonardo Favio!

             Me cuesta mucho contarlo por la tristeza del desenlace, porque Saúl ya estaba en sus últimos momentos y Leonardo también estaba muy enfermo. Me encontré con Leonardo en La Biela, paré un taxi. Desde la mesa en la que estábamos tomando el café, hasta el taxi, tardó un montonazo, estaba ya muy deteriorado y con muchas dificultades para moverse. En la bajada del taxi de Leonardo al Sanatorio Mitre, aparecieron los camilleros creyendo que venía a internarse. Yo les dije "no, hermano, lo vamos a ver a Saúl". La mujer de Ubaldini, que después alguna vez me llamó, estuvo presente. Y en el cuarto, ni te cuento. Parecían dos veteranos de guerra (y lo eran), uno estaba enganchado y cableado por todos lados, y él otro, la visita, tampoco daba más, pobre. ¡Pero se despidieron!

          ¡Fue muy emocionante ese momento en que estuvieron juntos! Porque Leonardo lo amaba a Saúl, y Saúl lo amaba a Favio, como los amaba la gente peronista, eran dos enormes y entrañables peronistas. Han sido dos personajes fenomenales de nuestra historia, ¡qué lástima!...”

         -Pero ¡qué escena la que estás contando!

         -Y ese hombre que te estoy contando fue Saúl Ubaldini –dice el Pato con emoción-. Un tipo que en los momentos más difíciles encarnó la lucha contra la dictadura militar. Y yo creo que aún hoy se lo recuerda con gran cariño. Cuando vos nombrás en cualquier acto o reunión a Saúl o a Rucci, a pesar de los años transcurridos, la gente los recuerda con un enorme respeto.

         “Voy a decir algo más. Muchos hoy se llenan la boca acusando a los sindicalistas de enriquecimiento, de mafiosos. Habrá de todo, pero sobre algunos a los cuales yo he conocido, puedo atestiguar que tuvieron vidas austeras y fueron perseguidos en algún momento. Sobre Lorenzo Miguel te puedo asegurar que su casa de la calle Murguiondo en Villa Lugano distaba mucho de ser lujosa: era una casa modesta en un barrio modesto. Roberto García, otro tipo insigne del sindicalismo argentino, dirigente obrero, diputado nacional, vivía modestamente en una casa del barrio Saavedra. César Loza vive hoy en Alte Brown con absoluta austeridad. Y Saúl Ubaldini, lo mismo: un tipo que vivió la última etapa de su vida en la azotea de la CGT, donde había unas habitaciones, después de haber sido el dirigente más poderoso y representativo, en determinado momento, del movimiento obrero argentino, y legislador nacional. Y estos nombres son sólo ejemplos, sin entrar a analizar todo lo que ha hecho el sindicalismo por el bienestar de los trabajadores argentinos.

               -En el final de la dictadura ¿la evolución del peronismo pasaba más por lo sindical que por el ala política?

    -Sí.  es más, yo tengo la impresión de  que, si Peron no hubiese armado esta estructura enormemente sólida que es el movimiento obrero argentino, no sé si el movimiento peronista habría perdurado. El peronismo se ha recostado mucho en el accionar del sindicalismo.                           

            -De hecho, la oposición a Alfonsín se planteaba desde la vía sindical  principalmente, ya que el peronismo atravesaba la crisis de su renovación.

            -Sí. Y en la época de los militares, de los distintos golpes militares, en realidad quien ha puesto el cuero, los recursos, la organización, ha sido (fundamentalmente) el movimiento obrero. Por supuesto también hay muchos dirigentes del peronismo no sindical que se han esmerado en armar esto, pero el basamento central de las derrotas de los gobiernos militares ha sido el propio sindicalismo. Reconociendo el papel determinante que en la última dictadura también jugaron los organismos de derechos humanos, Madres y Abuelas. El PJ no fue un sello, pero más o menos, porque nunca supimos darle el rol que según Peron debía cumplir; el peronismo no sindical, el peronismo político, siempre estuvo muy recostado en la rama sindical. Hoy todavía insistimos en el armado de una rama política, y cuando uno va a hablar con la dirigencia sindical, en verdad sucede cuestionarse en nombre de quién está hablando, cuál es su representatividad, frente a un sector permanente de la vida nacional, dirigentes sindicales que tienen representación, estructura, afiliados, obra social; tienen lo que Peron les dio, y lo que ellos construyeron. No sé si el peronismo tiene claro el fenómeno que es, porque en el mundo se sabe de este movimiento y se lo respeta.

Un sindicalista tiene que aprender de política, economía, administración social.  Vos haces una Unidad Básica y somos todos peronistas, pero si estás en un sindicato, hay un radical, un comunista, un socialista, y tenes que bancártela, no los podés echar, tenés que conducir la diversidad. Por eso la formación de un dirigente sindical es muy importante. Vos lo sentís cuando entrás en un sindicato. Se nota la solidez de las estructuras gremiales. Ahora, la fortaleza del peronismo esta allí, y sin embargo la gente que vota a un dirigente gremial en su gremio, no lo votaría tal vez en una lista de diputado nacional –señala el Pato.

           - Claro, lo que contabas de Ubaldini: lo querían como representante de los trabajadores pero no como líder político.

       - Esto entonces es muy fuerte, yo no sabría describir esta cosa sólida que impulsó Peron. Si después de estos más de setenta años el movimiento de Perón sigue vigente (es más, es uno de los pocos que han quedado en pie de todos los que conformaban el Movimiento de Países no Alineados), es fundamentalmente por su idea constructiva. A ver: ¿por qué no duró Mao, o Haya de la Torre, o Getulio Vargas, o el MNR de Paz Estenssoro, o De Gaulle o el Mariscal Tito? Ellos les dieron cosas a los laburantes, sin dudas, pero no les dieron la estructura y las herramientas que les permitieron ser ellos. Hoy el movimiento obrero tiene autonomía, y así como puede apoyar a un gobierno, puede al poco tiempo retirarle el apoyo o tomar medidas de fuerza, de acuerdo a sus intereses. Algunos sindicatos hasta llegaron a hacerle huelgas al propio Perón, sin dejar de ser peronistas.

            -Además, cuando él lleva adelante temas como la unidad latinoamericana, movimiento del Tercer Mundo y otros posicionamientos internacionales, también hace eje fundamental en el sindicalismo para trabajar lo que llamaba la “unión de los pueblos” por debajo de los gobiernos. Ejemplo, el ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas).

                   -Así es. Sin embargo, aunque Perón dice: “esta es la estructura central del peronismo”, ella no es todo. Porque no se limitó a hacer un partido obrero. La pulseada entre Perón y Cipriano Reyes, en los albores del peronismo, muchas veces los libros o los periodistas te la cuentan como una pelea personalista, pero era algo mucho más profundo. Si Cipriano Reyes hubiera ganado la pulseada, habríamos sido un partido laborista, un partido sindical. Fue una pelea entre dos ideas de construcción política y de país distintas, dos ideologías. Ganó Perón y ganó la idea de un movimiento nacional: algo que contenía a los sindicatos pero no se limitaba a ellos, una concepción no clasista, de colaboración social, conciliación de clases, para construir una Argentina nueva, donde estaban los sindicatos, los empresarios, los distintos sectores de la vida nacional. El peronismo necesita ámbitos donde se haga política general, donde se discuta la totalidad del país, las políticas de Estado, además de las necesidades de los sectores.

         - Había una concepción nítidamente sindical o purista, como la de los sindicalistas clásicos o los anarcosindicalistas que rechazaban asociar la vida sindical a un movimiento político partidario. Perón impulsa otra concepción.

         -Así es. Peron les dijo: ustedes no agoten su acción en el mero reclamo salarial o laboral –opina el Pato-. Los insta a involucrarse políticamente en forma activa. Y los incluye en las listas, en los ejecutivos y en la representación en general.

         - El sindicato argentino es un sindicato libre, a diferencia de la Carta de Lavoro italiana en que era parte del Estado, o sea, está controlado por el Estado pero es libre, es una organización del pueblo, ¿no te parece?.

            -Sí –conviene el Pato-. Los sindicalistas que más entienden te dicen: el Estado no nos va a imponer quién es el jefe de la CGT, o cómo hacemos nuestra tarea, ese es un problema nuestro.

            “Y el tema del peronismo político después de Perón, incluyo a la rama femenina, es que no supimos entender que no solamente los que hablan de política, los que pintan paredes y militan en las calles, tienen que estar en la listas; no hemos sido capaces de agrandar este sector con todo lo que son otros peronistas que no les gusta estar todo el día debatiendo de política en la unidad básica. El sector de los intelectuales, por ejemplo, que son tipos absolutamente imprescindibles para fortalecer no solo el país sino el propio peronismo: no ha habido agrupaciones que convoquen a la intelectualidad del peronismo, que no es poca. O cuando las ha habido resultaron no ser lo que se esperaba de ellas o fueron marginadas. Esto es malo desde el sector político del peronismo y también es malo desde aquellos que pueden aportar –intelectuales, científicos, deportistas, etc.- y no lo hacen esperando que los convoquen.

         -Todo esto que vos estas expresando, ¿en dónde ha quedado en el presente?

         - Los más de setenta años de presencia del peronismo en la vida nacional siguen vigentes. La permanente mención que se hace de Perón y su movimiento por toda clase de dirigentes, incluso totalmente ajenos al peronismo, incluso contrarios al peronismo, demuestra que es un fenómeno insoslayable. Esto no sólo pasa en el ámbito nacional sino en el resto del continente y en algunos países de otros continentes. Desde Fidel Castro a Chavez, a Evo Morales, a Correa, a Lula, a tantos y tantos dirigentes de distintas extracciones ideológicas, no pudieron dejar de tener presente la referencia de Perón.

           -Volviendo a los 80, al fin de la dictadura y regreso de la democracia. ¿Y la manifestación del 82, que fue una movida tan importante?

         -Fue muy grande, porque ahí salían varios de la cana después de 5 o 6 años, entre ellos también estaba Lorenzo, Diego Ibañez del SUPE, Rogelio Papagno, muchísimos otros que se comieron varios años presos –evoca el Pato.

         -Hubo una provocación de los servicios de inteligencia y un grupo de tareas mató a un manifestante.

   - Sí,  y también nos recagó a palos la policía. En la avenida 9 de julio fue muy duro. Y los servicios estaban mezclados por todos lados, provocaban, generaban quilombo. El día treinta de marzo pasó todo esto, en una movilización impresionante del movimiento obrero, al que se sumaron otros sectores, políticos y sociales, organismos de derechos humanos encabezados por Perez Esquivel (quien participó de alguna reunión de la CGT Brasil invitado en calidad de Premio Nobel), y hasta los oficinistas del centro que tiraban cosas contra la cana desde las ventanas de los edificios. Las bolitas de los rulemanes que se arrojaban al piso hacían rodar a los caballos de la Montada. Fue un quilombazo, con el país parado y presos a granel.

                   Y el día dos la dictadura, ya tambaleante, invade Malvinas y nos mete en guerra con los ingleses. Galtieri y las Fuerzas Armadas no tuvieron mejor idea que lanzar una guerra absurda, aunque por una causa sentida, para intentar frenar lo que ya era inevitable: el final de la dictadura militar, que ha sido la última de ese ciclo nefasto de golpes de Estado. El 2 a la mañana, cuando ya se había anunciado que los barquitos zarpaban para allá y estaba llamando Galtieri a Plaza de Mayo, Lorenzo Miguel, Saul Ubaldini, todos, resolvieron inmediatamente concurrir. Hablé con Juan Minichillo que era el jefe de las agrupaciones gremiales peronistas, y me dijo “llamalo a Lorenzo”;  hablé con Lorenzo a su casa por teléfono y me indicó: “todos a Plaza de Mayo, ni una palabra más”, porque se trataba de una reivindicación soberana sobre las Malvinas, una causa nacional. En esa Plaza nos juntamos todos: peronistas, antiperonistas, comunistas antiimperialistas, de todos, por la profunda convicción de que “las Malvinas son argentinas”.

         -¿Vos recordás si hubo en esos momentos alguna mirada crítica hacia esta aventura militar?

         -En los primeros momentos, que yo recuerde, no. Había un apoyo a una causa histórica y no se tenía suficiente información sobre la respuesta militar que podía llegar a tener Inglaterra. Seguramente habrá habido sectores que sí disponían de mucha información, pero el común de la gente pensaba que se recuperaba una parte integrante de nuestro territorio usurpada por Inglaterra. Después se empezó a comprender en qué nos habíamos embarcado, aunque había una distorsión informativa. Y la civilidad no tenía ninguna ingerencia en la toma de decisiones.

              -Después de la derrota militar en Malvinas se agotó el tiempo de la dictadura y se entró en pleno proceso de transición hacia la democracia. ¿Cómo es que el peronismo decide su fórmula presidencial para competir en 1983?

         -Esa fórmula se decidió en un grupo chico donde tuvo mucho peso Lorenzo Miguel, acompañado por Diego Ibañez, Fernando Donaires y Fito Ponce, de las 62 organizaciones -rememora el Pato-. Por el sector político recuerdo a Antonio Cafiero, Ítalo Luder, Angel Federico Robledo, Deolindo Felipe Bittel, Raúl Matera, y no sé si muchos más, porque no teníamos tiempo o condiciones de hacer un proceso realmente democrático de selección de candidatos, por lo que había sucedido al peronismo, perseguidos y encarcelados muchos de sus dirigentes. Y el candidato a Presidente resultó Luder, y no Antonio Cafiero, que también aspiraba a esa nominación: esa fue la segunda pulseada que pierde Antonio para llegar a la candidatura presidencial; la primera había sido en el 73 con Cámpora.  Lorenzo decidió apoyar a Luder y trató de convencer a Herminio Iglesias de que no fuera el candidato a gobernador en la Provincia de Buenos Aires y sí que fuera Antonio Cafiero. Lorenzo decía, yo lo escuché años después explicar su razonamiento, “que había que apoyar a Luder porque Cafiero era un hombre muy ligado al sindicalismo, y especialmente a las 62 organizaciones; y el movimiento obrero lo iba a condicionar demasiado, y necesitábamos un Presidente que fuera capaz de decir que no y tomar distancia del sector sindical”.

          -Esto demuestra que Lorenzo no pensaba mezquinamente desde lo sectorial sino desde el conjunto.

        - Y ahí, en esa misma reunión, se le propuso a Antonio: “vos sos el candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires”. Y él, tal vez despechado, no quiso, y quedó Herminio como candidato a Gobernador. Entonces Lorenzo intenta convencerlos, tanto a Antonio como a Herminio, de modificar esa postura e insistir con la candidatura a Gobernador de Cafiero. Manda a varios operadores, y yo fui uno de ellos. Fui a verlo a Herminio a su lecho de enfermo, pues recién lo habían operado de apéndice en un sanatorio de Constitución, y después de hablar un rato el tipo accede a bajarse y ser el vicegobernador de Antonio. Vuelvo con Lorenzo, le cuento el resultado de mi misión y me manda a la casa de Antonio para comunicarle que Herminio accedía. Llego a lo de Antonio, le cuento todo lo hablado, y me responde que no, que él no estaba dispuesto. Esa misma noche va Antonio al programa de televisión de Nestaudt y Grondona, y lo anuncia públicamente, se ve que estaba muy enojado, y anuncia su rechazo a la candidatura a gobernador.

         “Muchos que lo apoyaban se molestaron con esa decisión. Una semana después, ya pensándolo en frío, y ante la insistencia de varios dirigentes políticos y sindicales, Antonio revé su postura. Hay una reunión donde varios lo van a ver a Herminio para tratar de convencerlo de nuevo, porque ya había puesto los cañones a la gobernación. Va Manolo Quindimil, va Roberto García, va Antonio y algunos más; esto fue el día anterior a un congreso que se hizo en La Plata de congresales provinciales, y Herminio les dijo estas palabras: “Antonio, ya te lo ofrecí, vos ibas a ser gobernador y yo vice, y vos no quisiste porque estuviste diciendo que yo te iba a pisar con un auto para quedarme con la gobernación. Yo no te iba a pisar un carajo, pero ahora no se te ocurra ir a La Plata porque desde Avellaneda hasta La Plata hago correr un río de sangre” (risas). Ahora, la preocupación que se pasó en ese hotel de la esquina en Lavalle y Pellegrini donde estaba el bunker de Antonio fue muy importante. Y al día siguiente fuimos a acompañar a los congresales, y la verdad, Herminio tenía una buena sintonía con varios factores de poder la Provincia de Buenos Aires y con el Juzgado Federal con competencia electoral, que en ese entonces encabezaba el doctor De la Serna, y asistió su secretaria al Congreso; y fue muy duro su desarrollo como sucedía en esos encuentros del peronismo de entonces, y además nos derrotaron políticamente, con el beneplácito de la autoridad electoral.   Yo me acuerdo de ese día porque estando después del congreso en el hotel Corregidor, bunker cafierista, me anunciaron la muerte de mi vieja en San Isidro. Y conste que Herminio no fue un necio intransigente en este caso. Él aceptó cuando yo fui a decirle que Lorenzo le pedía que se corriera, debe haber pensado “Lorenzo tiene razón, vamos a poner a este compañero que es un referente histórico”, pero en este caso el que lo entendió tarde fue Cafiero. Herminio era un tipo con olfato. Había sido un buen intendente de Avellaneda y lo querían mucho, pero claro, cuando vos movilizás estructura, recursos y gente, después es jodido bajarse.

            “Antonio había armado una mesa chica, donde sobresalía Darío Alessandro padre, Roberto García, Roberto Digón y otros. Y la interna prosiguió. Esto estaba traducido fuertemente en la totalidad del peronismo. Acto anterior a las elecciones en cancha de Velez: durísimo, fue un acto sindical que armaron las 62, cerraba Lorenzo Miguel, habló Dolores Dominguez, habló Saul, todo bien, y cuando va a hablar Lorenzo, no pudo: se armó una batahola importante en su contra,  y muchos sectores lo abuchearon. A pesar de toda su influencia y poder, en esos momentos no pudo poner la cara en un acto político electoral. Era parte de una puja interna, donde se dirimía el poder del peronismo y había una fuerte resistencia de muchos hacia lo que representaban las 62.

                   -¿Al final, esa candidatura a gobernador terminó siendo el final político de Herminio Iglesias e influyendo en la derrota del PJ?

                   -Visto desde hoy, debimos haberlo previsto, pero no fuimos capaces de advertirlo en ese momento, como tampoco fuimos capaces de comprender cuánto nos perjudicaban esas luchas internas tan descarnadas y que la sociedad ya no aceptaba, porque quería una convivencia en paz. La quema del cajón por Herminio en el acto de cierre de campaña del Justicialismo en el Obelisco representó todo lo que la sociedad no quería volver a ver. En ese gran acto, Herminio quema un ataúd que trajeron unos militantes con la bandera radical. La culpa, en todo caso, fue colectiva y no de Herminio exclusivamente. Lo que para algunos parecía una travesura tonta, visto por televisión era algo violento, agresivo...  Evidentemente la gente recordó el '73, el '74, el '75..., toda esa violencia que se quería dejar atrás. Y así, casi sin darnos cuenta, perdimos la elección. No supimos leer lo que la sociedad estaba demandando en 1983, que era democracia, paz, justicia; y Alfonsín en cambio lo entendió.

              “Mucho tiempo después, siendo yo Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y habiendo establecido una relación muy estrecha con Estela de Carlotto en momentos en que el gobierno provincial estaba armando una Secretaría de Derechos Humanos (que personalmente le ofrecí encabezar a Emilio Mignone en su domicilio, y que no aceptó), Estela me hizo el siguiente planteo: “yo no entiendo cómo ustedes, los peronistas, que tienen el ochenta por ciento de los muertos y desaparecidos producto de la represión ilegal, fueron incapaces de tomar la decisión política, durante la campaña de Luder en el 83, de anunciar ante la sociedad el juzgamiento de los genocidas”.  Y tenía razón. No lo hicimos, no lo comprendimos. Había mucho rencor de distintos sectores del peronismo y el sindicalismo contra lo que habían representado las organizaciones armadas, especialmente Montoneros: el asesinato de Vandor, de Rucci, de Kloosterman, de José Alonso, del Negro Campos y tantos otros. Alfonsín sí lo comprendió, se hizo cargo de la demanda de los derechos humanos y nos ganó. A la distancia hay que reconocer y felicitar lo actuado por Alfonsín -el “Nunca Más”, el Juicio a las Juntas-, en ese período tan difícil de la recuperación democrática.

martes, 20 de octubre de 2020

RESISTENCIA SINDICAL Y POPULAR DURANTE LA ÚLTIMA DICTADURA, por Fernando "Pato" Galmarini, reportaje de Javier Garin

 



Reportaje a Fernando "Pato" Galmarini, por Javier Garin




 

-Después de de haber sufrido tantos peligros en esa primera etapa de la dictadura, ¿cómo se las arreglaron para continuar?

Llegamos a la conclusión de que teníamos que habituarnos a nuestras prevenciones y evitar que nos impidieran vivir. Teníamos que encontrar trabajos más normales, mejor pagos que las changas mías y las guardias que Marcela cumplía. Yo tardé un tiempito en conseguirme un laburo como periodista deportivo. El oficio lo había empezado a aprender en la secretaría de Turismo y Deportes. Mi primer trabajo fue en “La Deportiva” de Editorial Codex, de nuevo gracias a Alejandro Yebra. El Gordo José Luis Mitri y Silvio Scholnicov eran mis jefes. Después me enganché  con Oscar Gañete Blasco y Yiyo Arangio en Radio Argentina. Y a través de esos contactos conseguí entrar en Diario Popular.

La primera huelga que se le hace a la dictadura fue el 27 de abril de 1979, ¡fecha histórica! Por supuesto, no fui a trabajar. Militaba en una corriente peronista del gremio de prensa, la Agrupación Scalabrini Ortiz que orientaban Pascual Albanese y Rodolfo Audi, y era cuestión de honor peronista adherir al paro. Ese día cayeron muchos compañeros presos: Roberto García (del sindicato de taxis), Saúl Ubaldini, Osvaldo Borda del caucho, César Loza de portuarios, Roberto Digón de tabacos, José Rodriguez de SMATA, Horacio Alonso de Judiciales, entre muchos otros: todos ellos estaban en la dirección de una CGT que no era reconocida por el gobierno militar, la “CGT-Brasil”. Uno de los que estuvo encanado más tiempo fue Roberto García, al que llamaban “El áspero”, porque era duro y discutidor con todo el mundo. En cierta oportunidad que yo había caído preso, García y el futbol me hicieron zafar.

-¿Cómo fue eso?

          - Me detuvieron junto a otros en la sede del sindicato de Panaderos de San Fernando. En ese tiempo los locales gremiales eran hogares para todos los compañeros: yo en la zona norte no hacía militancia sindical, sino territorial. Teníamos una reunión con la rama gremial regional pero alguien nos batió, cayó la cana, rodeó la manzana, nos sacaron del sindicato, nos metieron a patadas en el orto en un colectivo 60 requisado y nos mandaron detenidos a la Primera de San Fernando a los veinticuatro que habíamos estado en la reunión; a Antonio Montero, que era secretario general de los textiles de zona norte, el “Gordo” Marto de jardineros, Juan Carlos Massó, que encabezaba a los plásticos de la región y Omar Marinucci, entre otros. Allí nos tuvieron quince días y nos interrogaron.  A nuestros familiares les decían que estábamos a disposición del Poder Ejecutivo.  Se movieron los muchachos de la conducción nacional de la CGT para que nos soltaran, al igual que el “Piru” Norberto Zingoni, abogado y ex - puntero izquierdo del Defensores de Belgrano de Ángel Labruna que salió campeón. Roberto García nos acompañó mucho durante la detención: estaba a punto de viajar a una reunión de la CIOLS ( una de las centrales mundiales de los trabajadores) y amenazó con denunciar el hecho internacionalmente. El comisario de San Fernando, que después supimos que era peronista, nos trataba relativamente bien. Una tarde dejó que nos pasaran al calabozo una torta que había traído Marcela, con 24 velitas, una por cada preso, con el escudo peronista. Encendimos las velitas, y antes de soplarlas, nos soltamos con la marchita. Cuando nos oyó, el comisario apareció a las puteadas: “¡Pedazo de pelotudos! Les dejé pasar la torta para que la comieran, no para que me hicieran una unidad básica en la comisaría.” (Risas).

          “Venía una comisión de buchones o servicios y nos interrogaban sobre política y sindicalismo: no nos tenían fichados como guerrilleros. Pero yo temía que saltaran mis antecedentes. Un día que me estaban cagando a preguntas veo a un tipo que no hablaba y me miraba fijamente. Y ahí ya empezaron a preguntarme sobre la década del 60, sobre los años 70, y me la vi fulera. La cosa se alargaba. Tanto, que arriba, los otros 23 presos, viendo que yo no volvía en un tiempo prudencial, se pusieron a gritar y batir palmas en protesta. Los tipos ni se inmutaban. De repente, el que me observaba sin hablar dijo: “Yo a Usted lo conozco”

         -Uy, qué garrón.

         -Sí, eso pensé, pero me hice el boludo y dije que no lo recordaba. Por decir algo, comenté: “En una de esas me conoce por los diarios”. “¿Por qué? ¿Acaso es famoso, usted?” “Es que juego al fútbol, mal pero juego…” Al tipo le cambió la cara. “¡Claro! –dijo- ¡Usted jugaba en Estudiantes de Buenos Aires!”. El interrogador resultó ser hincha de ese club, y creo que hasta dirigente era. Y tenía mi cara por aquellos tres meses que yo jugué en el club, entre que me llevó Federico Pizarro y me echó Elmer Banki. Así fue cómo zafé. A los dos días nos dejaron en libertad a todos. Por eso digo que, además de la presión de los amigos gremialistas como Roberto García y de las gestiones legales del Dr. Zingoni, ¡esa vez también me salvó el fútbol!

         -¿Empezaste a hacer periodismo gremial?

         -Sí, para la época que cae preso Roberto García. El día que lo trasladaban para tomarle declaración en un juzgado, uno de los muchachos del Diario Popular, Julio Calle, secretario de redacción,  me dice: “Desde ahora vos vas a hacer Gremiales. Y tu primera nota va a ser entrevistarlo a García cuando lo llevan esposado”.  Claro, Julio sabía que yo estaba todos los días en las sedes sindicales y en la CGT Brasil, y eso me daba una chance de hacer notas inalcanzables para otros. Así que allá fui, acompañado por un “chasirete”, como se decía entonces a los reporteros gráficos. En Tribunales aparece García esposado y escoltado por dos o tres agentes. Yo le dije al pibe que estaba conmigo: “Vos metéle, sacá fotos”. Me acerqué a Roberto y le dije alguna pavada: “Roberto, ¿cómo andás?” y él me respondía cualquier otra pavada, mientras mi fotógrafo gatillaba, y los pobres policías trataban de sacarme, y yo decía en voz alta: “Libertad de prensa, libertad de prensa”. La cosa es que volvimos con las fotos. No había reportaje, pero en Diario Popular lo importante eran las fotos. Y allí aparecieron.

         -¿Y cómo viviste el Mundial de Futbol?

         -Había, por supuesto, un debate.  ¿Había que apoyar o no a la Selección? ¿Los triunfos iban a favorecer o no a Videla? Yo creo que lo que uno nunca debe perder es el sentido común. Ese debate que se daba entre militantes no tenía eco en el pueblo: a nadie se le ocurría que gritar los goles de Kempes o de Bertoni, o las atajadas del Pato Filloll o las guapeadas de Passarella, tuviesen algo que ver con  darle respaldo a la dictadura. A todos ellos con el tiempo los conocí, y con muchos terminé siendo amigo.

         -Me han contado sobrevivientes de centros clandestinos de detención que cuando jugaba Argentina se paraban las torturas y los propios detenidos oían el partido que estaban mirando los represores y festejaban los goles.

         -Es el sentimiento. No se puede con el sentimiento futbolero –dice el Pato-. El fútbol y la dictadura marchaban por canales separados, por más que quisieran utilizarlo. Hace un tiempo, hablaba de estos temas con César Luis Menotti, que fue el técnico de la selección campeona del ´78, el mundial que se jugó en la dictadura. El “flaco” me decía que él tenía una hipótesis no comprobada, y que era que cuando la gente sale no hay cómo pararla, y que cuando en el 78 salieron a festejar el campeonato, nunca más volvieron a sus casas, porque así se recobró la calle.

         -Eso puede parecer una sobrevaloración del rol del futbol.

         -No lo sé, pero sí fue un festejo monumental, muchísima gente por el Obelisco, Corrientes, Nueve de Julio, y eso no fue ningún respaldo a la dictadura. Es más: la euforia popular era tan grande que fuimos al Obelisco en un camión del barrio, y Marcela estaba con nueve meses de embarazo, a los cinco días nació mi hijo Sebastian. A los pocos meses ya estaba el movimiento obrero en la calle, así que, en principio parecería una teoría plausible.

         Al año siguiente, se jugó el Mundial Juvenil de Japón, también dirigía la Selección el flaco Menotti, y otra vez salimos campeones del mundo esa vez con una actuación genial de Diego Maradona y de Ramón Díaz que la rompieron. Y mi amigo Juan Simón jugó de 2, espectacular.

         -Pero más allá de que el pueblo festejara legítimamente, la dictadura hizo todo lo posible por utilizar el deporte para tapar sus crímenes. En 1979Ese mismo año visita la Argentina la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para recibir denuncias y constatar in situ las graves violaciones de derechos humanos que llevaba adelante la dictadura. Allí se orquesta una gran operación mediática para sostener que las acusaciones eran parte de una “campaña antiargentina”, e incluso vuelven a querer utilizar el futbol. Me acuerdo que el relator de futbol más famoso de esa época, el gordo Muñoz, que al parecer tenía vínculos con la Armada, cuando transmitía los partidos de fútbol llamaba a defender la dictadura bajo el lema “los argentinos somos derechos y humanos”. Se dice que los comunicadores de la dictadura convocaban a la barra de Boca y otras hinchadas a patotear a quienes iban a hacer denuncias a la CIDH por los desaparecidos. Un amigo mío que tenía un hermano desaparecido me contó que donde estaba recibiendo las denuncias la CIDH y había colas de familiares de desaparecidos esperando que los atiendan, caen de golpe unos colectivos llenos de barrabravas y les quieren pegar. Y mi amigo se pone a hablar con los barrabravas diciéndoles: “Yo vengo a buscar  a mi hermano, que está desaparecido, imaginate que te hubieran llevado un hermano tuyo, ¿qué querés que haga?”. Y ahí los barrabravas se frenaron un poco y pudo evitar que le dieran una paliza.

         -Sin duda que la dictadura usaba esos artilugios –acuerda el Pato-. Eran tiempos de mucho miedo y terror y, también, de desconocimiento de la real situación. Yo como peronista me siento orgulloso de lo que hicimos para denunciar a la dictadura. Herminio Iglesias y Deolindo Felipe Bittel, entre otros compañeros peronistas, se presentaron en nombre del PJ ante Patricia Derian, la Subsecretaria de Derechos Humanos de Jimmy Carter en una de sus visitas, con un documento redactado por Alberto Iribarne y otros, en el que se manifestaban las transgresiones a los derechos humanos que el peronismo conocía como nadie, en carne propia. Presos, muertos y desaparecidos a montones. Muchísimos de los que ahora se rasgan las vestiduras con los derechos humanos y que han denostado a nuestro movimiento, en esos momentos estaban guardados, ni asomaban. En cambio fueron Herminio, Bittel y los nuestros quienes dieron la cara.

         El otro tema, que me parece escasamente planteado o yo no lo leí, es la diferencia entre los primeros 18 años de resistencia y los segundos siete años. Además del mayor salvajismo de los milicos, la otra diferencia fue de quién conducía al peronismo. Porque en una y en otra época, lo que a mí me queda claro es que quienes enfrentaron a las dictaduras fueron fundamentalmente los peronistas. Y que, además, les ganaron. Yo muchas veces digo, y no lo digo en joda sino en serio, que el peronismo tuvo la osadía, la valentía, la honradez de haberle ganado a Aramburu y Rojas, a Onganía, Levingston y Lanusse. Porque les ganamos. Ahora, esto fue más fácil porque estaba Perón conduciendo, que no era poca cosa. Más allá de que cada uno en el país hacía lo que le parecía, todo encajaba dentro de una estrategia general.

            “La segunda etapa de la resistencia, contra Videla y compañía, fue de un coraje desordenado. Un coraje absolutamente desordenado, porque no había nadie que condujera. El PJ estaba proscripto, el sindicalismo durante muchos años estuvo preso y con la CGT intervenida. Todos en cana. La voz que autorizaba ¿Quién era? Nadie. Entonces, ¿cómo se logró? Porque tampoco fue que toda la sociedad salió a pelear al día siguiente del golpe. Salió a pelear un sector del peronismo y algunos pocos más. Sin olvidarnos del papel fundamental que jugaron las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo y los organismos de derechos humanos.

          “Además, tenías enemigos por todos lados. Primero te llegaba la bala y después tenías que descubrir quién te cagaba  a tiros. Si eran los montos, la triple A, Videla... ¡No sabías! El cura, que te daba la comunión ¡te mandaba en naca! Además, les consultabas a los más conspicuos hombres del peronismo y no sabían qué decir. Sabían menos que yo. ¡Sabían menos que nosotros!

          -¿No había referencias?

         -Y ahí, yo creo que la referencia más sólida que hubo fue la construcción de los 25 (los veinticinco gremios que estaban más enfrentados con la dictadura, los más contestarios), después la CGT Brasil (donde se nuclearon esos gremios combativos), las regionales...

         -¿La CGT Brasil era la de Saúl Ubaldini?

         -Sí, pero había muchos otros dirigentes detrás. Esto fue lo que, en buena medida, aglutinó a buena parte del movimiento obrero y de la militancia no sindical.

        -¿Y la que estaba enfrentada con la dictadura, digamos? Porque había otros sectores sindicales entongados o menos combativos.

         - Claro. Triaca era una de las cabezas de los gremialistas que, nucleados en la “CGT Azopardo”, habían consolidado un vínculo con los genocidas. Él, Cavalieri, Baldasini… Hubo mucho quilombo con esta gente, estábamos muy enfrentados con ellos. Recuerdo que una vez estuvo Triaca en el casamiento de una de las hijas de Antonio Cafiero, donde estábamos invitados de distintos sectores del peronismo, y ahí nomás Marcela Durrieu y Loly Dominguez, entonces mujer de Roberto Digón, se acercaron a Triaca y le dijeron de todo, y el tipo se terminó retirando del lugar. Este era el grado de enfrentamiento interno que había. Triaca y la CGT Azopardo eran muy repudiados por quienes estábamos en la CGT Brasil. Era una fractura muy seria dentro del peronismo.

        -Ahora, te pregunto, haciendo de abogado del Diablo, cuando Alfonsín en las elecciones de 1983 acusa a Lorenzo Miguel de tener un acuerdo con los militares ¿qué había de cierto en eso? ¿Era un invento de campaña?

         -Mirá, yo creo que un tipo que se comió varios años preso, con total dignidad, como Lorenzo, tenía hasta la legitimidad de poder dialogar en algunos casos sin que se piense que estaba traicionando. El sindicalismo tiene, además, la obligación de preservar sus estructuras, porque son estructuras permanentes de los trabajadores y del país. Entonces, Lorenzo (que fue un tipazo), creo que debe haber hablado con todos los que quisieron hablar con él. Esto de ninguna manera significaba que claudicaba, significaba que lo conocían y que él hablaba. Así como pudo hablar, y siguió hablando, para preservar su obra social, su sindicato, la CGT, y las pelotas, ¡también salvó la vida de muchos compañeros! Y te digo Lorenzo en nombre de muchísimos más, como Saúl, Roberto García, José Rodríguez... A mí, inclusive, Lorenzo me ayudó a zafar cuando Luis Palma, un hombre de los servicios que estaba con el interventor del Sindicato de Prensa, me apretó mal un día, diciéndome que yo seguía siendo “potencialmente subversivo” y que no debía volver a pisar el gremio. Yo le comenté este apriete a Juan José Minnicilo, y éste me acompañó a hablar con Lorenzo. No sé qué hizo Lorenzo en ese momento pero nunca más me volvieron a joder.

         “En la guerra de Vietnam estaban cagándose a tiros y en París funcionaba una mesa permanente de debate entre estadounidenses y vietnamitas. Es decir, había compañeros que dialogaban. Es lógico que hubiera compañeros que dialogaban. Es parte de la dinámica de la pelea. Lo que pasa es que en 1983, en esa campaña y esa acusación de Alfonsín, la discusión era otra, si se los juzgaba a los milicos represores o si se les permitía la autoamnistía, y en eso nos equivocamos. No Lorenzo, sino varios, y no vimos lo que quería la sociedad, que pretendía saber la verdad y que se hiciera justicia, no le encontramos la salida... Pero demonizar a un tipo me parece injusto... Todos los compañeros de los cuales Alfonsín decía que habían hecho un pacto estuvieron varios años presos. Y no la habían pasado bien, estuvieron en el barco, en prisiones.

           -Pero Alfonsín no discutía eso, sino que decía que había un pacto para el futuro.

           -No lo sé. Pero esto tiene que ver con lo que recién decíamos, por ahí está mal y nosotros tendríamos que haber sido más duros, porque finalmente los que pusimos la inmensa mayoría de los muertos, exiliados, torturados y desaparecidos fuimos el peronismo. Otros tuvieron también sus muertos, pero tenían muchísimos más funcionarios, embajadores, intendentes, en el gobierno militar. En la etapa anterior de la resistencia también había pasado esto: a los que nos corrían éramos nosotros, y los que mechaban funcionarios eran ellos.

          “Uno es más condescendiente cuando estuviste en el frente de batalla y pasó, que aquellos que la vieron desde la tribuna. Esto no quiere decir que nosotros no digamos "nos equivocamos en esto", pero también puede pasar, ¿no?, que vengan a dar lecciones de combatividad tipos que en esa época apoyaban a Videla, como el PC, o los socialistas, o que se hacían los boludos...

             “Hay dos fechas que no aparecieron de un día para el otro sino que fueron armándose: la huelga del 79 y la movilización del 82, además de todas las huelgas sectoriales o quites de colaboración y movidas en los lugares de trabajo. El 27 de abril de 1979, el movimiento, y muchos compañeros y sectores, decidieron hacerle el primer paro a la dictadura, como te decía, y los que cayeron presos eran todos peronistas.

         - Recordá ese momento, que es poco mencionado, porque más se recuerda el paro del '82.

         -El 27 de abril fue una decisión tomada por la jefatura, la mesa directiva, de la CGT Brasil. Pero después se fue extendiendo al país a través de las regionales y de las agrupaciones gremiales encolumnadas en la CGT Brasil que se iban de a poco constituyendo por todo el país. Fue un paro impresionante, donde no faltaron movilizaciones pequeñas en algunos lugares. Pensemos que era en plena dureza de la represión. Y así y todo se le dio un fuerte golpe a la dictadura porque el paro se sintió. Y mucho. Y les dolió. Y no fue gratis, muchos dirigentes gremiales fueron encanutados. Y muchos trabajadores de fábrica, comisiones internas y cuerpos de delegados también.

         -¿A José Rodríguez no lo acusaban de cierta connivencia con los milicos?

           -A él y a otros. Por los desaparecidos que hubo en las empresas multinacionales del automotor. Pero acusar es fácil. Hay que ponerse en el contexto de lo que pasaba en esos años.

         “El primer local de la CGT Brasil funcionó en el sindicato de camioneros, cuyo secretario general era Ricardo Pérez. Él puso el lugar para que empezaran a reunirse los 25, año '77 o '78. Y en el sindicato de Ricardo Pérez, un día yo estaba, de pedo, con las agrupaciones gremiales de peronistas que conducía Juan José Minichillo, con él, Víctor de Gennaro, Jesús González, Alberto Pasaracua, muchos de ellos secretarios generales de sus gremios después... Como estaban los gremios intervenidos, esa CGT se formó con sindicatos no intervenidos y con agrupaciones gremiales.

         -Si estaba todo intervenido ¿Cómo se armaba?

         -Con las agrupaciones. Que no tenían representación sindical, pero de hecho funcionaban como entidades gremiales. Por ejemplo, en aquella CGT Brasil estaba Saúl Ubaldini, que ni siquiera era secretario general de cerveceros porque lo pusieron a Saúl para no poner al secretario general, que era Barilache, para que no le intervinieran el sindicato. Para el caso de la UOM, estaban presos Guerrero y Lorenzo, entonces ¿quién iba a la CGT Brasil? Hugo Curto, que era la agrupación azul de metalúrgico. Yo en esa época tuve un cambio, una inflexión, el final de una etapa en lo personal, si se quiere.

         -Contalo.

         -Me viene a la memoria un hecho que es como un símbolo personal y político. En el año 1980, yo ya militaba a fondo en el plano político y sindical, y con Marcela enterramos las pistolas 9 milímetros que nos acompañaban desde los momentos de la resistencia anterior. Durante años, después de haber dejado atrás a las organizaciones armadas, mantuvimos aquellas armas a mano, por si pasaba algo. Y pasaron muchísimas cosas, y hubo una violencia terrible, pero a comienzos de los 80, aunque todavía existía –ya atenuada- la represión del Proceso, decidimos que no tenía demasiado sentido conservar un arma, y entonces, en el fondo de casa, en San Isidro, hicimos un pozo; me ayudó un compañero que es el que la había construido, Jorge Cardozo; y allí las enterramos, envueltas en plástico, con una caja de balas. También enterramos documentos, escritos y libros. Nuestros hijos conocieron la historia mucho tiempo después, cuando ya estaban en la universidad. Y un día decidieron recuperar ese fragmento de nuestro pasado. Sebastián, Martín y Jorge Cardozo (el mismo que nos había ayudado a enterrar) cavaron en el lugar indicado y encontraron las armas, las balas ya oxidadas y los libros ilegibles, como un testimonio o reliquia de la historia familiar.

         -¿No fue también para esa época que viajaste a Yugoslavia?

         -Sí. Ese mismo año de 1980 fundamos  el Centro de Estudios Leopoldo Marechal, en calle Liniers 28 de San Isidro, por donde pasaron en plena dictadura muchísimos peronistas a expresar su punto de vista y a conectarse con los compañeros de la zona norte. Italo Luder, Antonio Cafiero, Saúl Ulbaldini, Carlos Grosso, Lorenzo Miguel, Carlos Menem. Las conferencias eran excusas; queríamos empezar a nuclear a nuestro movimiento. En paralelo, la actividad gremial: yo estaba en el núcleo de conducción de la Scalabrini, pese a que mi mayor cuota de militancia era territorial. En esa condición me tocó representar al movimiento obrero argentino nada menos que en la 1era. Conferencia Sindical Mundial sobre el Desarrollo que se realizó en Belgrado, organizada por el Mariscal Tito, líder de Yugoslavia y del Movimiento de Países No Alineados.

         - ¿Y cómo sucedió eso?

         -La invitación la recibió Saúl Ubaldini en la CGT Brasil, porque el peronismo tenía un liderazgo mundial en materia de Tercera Posición. Éramos un invitado ineludible. Saúl y los otros muchachos dijeron: “Bueno, vamos. ¿Pero quiénes?” Muchos estaban encanutados y otros proscriptos. Otros no querían ausentarse del país, porque en cualquier momento podía pasar algo y preferían estar cerca de sus organizaciones. Los dirigentes más importantes estaban seguros de que si viajaban a Belgrado serían sancionados y sus sindicatos golpeados. Eso explica por qué yo, que no era nadie, terminé viajando a Yugoslavia con Víctor De Gennaro. Como no representábamos a sindicatos, sino a agrupaciones, estábamos en una situación menos vulnerable. Víctor fue como Secretario General de la agrupación ANUSATE, de los trabajadores del Estado, y yo, por la Agrupación Scalabrini Ortiz de trabajadores de prensa. Así, frente a todos los movimientos obreros del Tercer Mundo, tuve el honor de dar el discurso por la Argentina. Ese discurso que yo leí, lo escribimos entre tres: Víctor, yo mismo y Quique Padilla, que se acercó desde París donde vivía exiliado. Eran puras citas de Perón. Cuando lo leí, estaba tan nervioso que en esa parte donde Perón dice: “Seamos todos artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”, la palabra “artífices” no me salía ni en pedo, decía “artíficus” o “atrífices” o qué sé yo qué mierda, mientras Quique y Víctor, en vez de ayudarme, se cagaban de risa. En ese congreso nos trataron muy bien por representar al movimiento obrero argentino. Explicamos las condiciones en las que se vivía en el país, la situación del peronismo, el sindicalismo, la represión del Proceso. El peronismo era muy respetado allá en tiempos de Tito. Nos apiolamos que Perón había trascendido largamente a la Argentina. Paseando por Belgrado me acerqué a la vidriera de una librería y vi … ¡libros de Perón en yugoslavo!

             “La experiencia de ese viaje fue inolvidable. Pero para mí tuvo su costo. Cuando volví, Harguindeguy, Ministro del Interior de la dictadura, apuró al diario para que me rajaran. Me llamó el secretario de redacción y dijo: “Se armó lío, Pato”. Quedé afuera. Conseguí algunas changas periodísticas, pero mi principal ocupación era la política. El gobierno militar parecía pinchado, se hablaba ya mucho sobre la posibilidad de que se retiraran. Los gremios empujaban fuerte, y Saúl Ubaldini jugaba un papel fundamental con Lorenzo Miguel sosteniendo esa estrategia.